martes, 3 de septiembre de 2013

Zephiel Daroudji - Entre deudas y barro (Parte 1)


Los gritos y el jaleo podían oírse prácticamente hasta altas horas de la madrugada por todo el casco antiguo de Ventormenta. Las noches solían ser peligrosas por aquella zona de la ciudad, la oscuridad parecía cumplir un fiel pacto con asesinos, ladrones y todo tipo de maleantes que acechaban desde los lúgubres callejones de la zona como buitres esperando por su presa. Cualquier descerebrado que decidiera aventurarse por aquellos lares sabía qué se atenía.

El gentío que frecuentaba la taberna El cerdo borracho, estaba ya acostumbrado a presenciar disputas, insultos o incluso peleas como si fuera un hecho habitual en ésta. Las puertas de la taberna se abrieron de golpe dejando escapar un haz de luz que iluminó por unos segundos la oscura calle de la ciudad. Varios hombres de aspecto rudo y bastante corpulentos cruzaron el umbral cargando con un humano al que arrojaron a mitad de la calle.

El humano cayó de bruces contra el frió y duro suelo, sintiendo un gran dolor en el pecho. Su cuerpo quedó empapado al completo cuando se hundió en un charco cubriéndole de barro el rostro y los cabellos, y provocando que inhalara algo de agua. 

-¡Este es nuestro último aviso!- gritó uno de los humanos había ayudado a arrojarlo.
-¡La próxima vez que vuelvas ajustaremos cuentas de verdad!- gritó un enano que parecía ser uno de los que regentaba la taberna






Zephiel sacó la cabeza rápidamente del charco intentando coger aire desesperadamente. Se giró y observó borrosamente como el trío se adentraba de nuevo en el interior de la taberna. El humano se quedó tumbado en mitad de la calle limpiándose con la manga de la camisa el sucio agua que le cubría el rostro. Su nivel de embriaguez le impidió ponerse en pie. Recuerdos invadieron de pronto la mente confundida del humano intentando buscar una explicación a la vorágine de autodestrucción que consumía su vida.

Zephiel Daroudji aparentaba físicamente haber alcanzado ya los treinta años por su constitución fuerte aunque aún le quedaban unos pocos años para alcanzar esa edad, pero su rostro seguía denotando juventud aún. Aunque tenía un aspecto descuidado no se podía negar que era de buen ver. Poseía unos hermosos ojos verdes amarronados, una larga cabellera de color castaño claro que solía llevar recogida en una cola, una descuidada barba de varios días y una deslumbrante sonrisa. Zephiel sabía cuan atractivo era, y usaba esos elementos continuamente para dar uso a un amplio registro de facciones que le ayudaban a alcanzar aquello que se propusiese. El joven era fanfarrón, mujeriego y arrogante a partes iguales. Gracias a estos recursos había compartido cama con decenas de mujeres en estos últimos años, aunque todas terminaban por esfumarse de su lado a la mañana siguiente. Quizás también él lo prefería así, después de todo tan solo una fémina había logrado ocupar su solitario corazón. Pero esa Kaldorei, Kendra Lumines, se encontraba en brazos de otro hombre, un caballero capaz de protegerla, cuidarla y entregarle la vida que se merecía. Zephiel no podía competir contra ello, así que resignado intentó llenar su corazón con efímeras damas como si de una necesidad por ocultar sus verdaderos sentimientos se tratase, esperando el día en que la belleza de alguna mujer lograra eclipsar los sentimientos perennes que se hallaban en aquel recóndito lugar dentro de su ser.

Antaño Zephiel se había llegado a considerar alguien de provecho. Su pasión había sido la ingeniería, sus ideas eran innovadoras, y los inventos que llegaba a  terminar de construir, los cuales eran desgraciadamente escasos, solían funcionar con total exactitud. Pero todo se truncó cuando años atrás, su hermano menor enfermó. Jimmy era toda la familia que le quedaba por aquel entonces. Antes de que sus padres murieran, Zephiel prometió que cuidaría de él. Pero no logro cumplir su promesa. La enfermedad se lo llevó de su lado al igual que hizo con sus padres años antes. Zephiel aún se culpaba por ello, aunque había luchado contra viento y marea por salvarlo.

Los años venideros no fueron mejores, por intentar salvar a su hermano se había visto envuelto en una gran deuda que debía a un grupo de mafiosos. Ello conllevó que tuviera que huir dejando atrás su hogar y todo lo que le importaba, incluida aquella hermosa Kaldorei a la que amaba. A veces el fondo de una jarra era lo único que lograba mantenerlo alejado de las penas, pero otras veces le acarreaban aun más.

Tras la reciente destrucción del taller que regentaba en páramos de poniente, el joven se había quedado con lo puesto. Decidió trasladarse a la ciudad donde tuvo que ingeniárselas para salir adelante. Con algo de picardía y muchísima suerte había logrado conseguir un puesto en una herrería de la ciudad. Su jefe, un enano malhumorado a tiempo completo, amenazaba día si, día también, con echarlo de allí de una patada. Las pocas monedas que ganaba le permitían o bien alimentarse o bien pasar la noche resguardado del frío, pero no ambas a la vez. Al concluir su jornada, cuando el sol estaba a punto de ocultarse en el horizonte, se apresuraba al mercado de la ciudad antes de su cierre para intentar tomar prestada, como él lo llamaba, alguna manzana o mendrugo de pan que poder llevarse a la boca y llenar así su hambriento estómago. Si su plan terminaba exitósamente, con las monedas podía permitirse una habitación de la posada más barata de la ciudad. Si por el contrario su plan fallaba, las monedas se esfumaban en saciar los rugidos de su estomago. En ese caso, a Zephiel no le quedaba más remedio que ir a alguna fuente a asearse lo necesario para visitar alguna taberna donde gracias a sus artes seductoras y mucha suerte, lograría encandilar a alguna bella dama que le pagara la habitación a cambio de los favores que esta considerase oportunos.

Zephiel logró incorporarse como buenamente pudo, y apoyándose en la pared logró avanzar algunos metros, hasta que trastabilló y cayó de rodillas en el suelo. El humano apoyó la cabeza en la fría y oscura piedra que componían la calzada mientras algunas lagrimas de impotencia recorrían rápidamente sus mejillas. Dos personas se acercaron lentamente hasta él, pero Zephiel los ignoró hasta que se detuvieron cerca de éste.

Una de las figuras pertenecía a una mujer delgada con ropajes ajustados de piel y una capucha que lograba ocultar la mayor parte de su rostro. El otro ser era un joven humano de ojos claros, tez pálida y delgada, y un cabellos largos de color azabache. 
La mujer agarró con fuerza al humano por la cabellera y tiró de él obligándose a levantar la vista hacia su compañero.

-¿Es éste, maestro?- preguntó la voz femenina al hombre que se encontraba frente a ellos mientras Zephiel se quejaba inútilmente.
-Creo que sí... es difícil saberlo con ese aspecto... aun así nos servirá.- respondió el varón con una voz profunda y misteriosa.

Zephiel continuaba quejándose mientras la humana le agarraba con fuerza. El humano hizo un gesto a su compañera y esta arrastró a Zephiel hasta un oscuro callejón donde le obligó a arrodillarse. De encontrarse en otras condiciones Zephiel hubiera logrado salir con éxito de una situación así. Pero ni siquiera podría huir unos metros sin caerse en el trayecto.
La mujer le puso una fina daga en el cuello mientras el humano se acercaba lentamente hasta Zephiel para susurrar algunas palabras

-¿Que estarías dispuesto a hacer por salvar vuestra vida?- preguntó el misterioso humano agarrando con fuerza a Zephiel por la mandíbula
-Nada...-respondió Zephiel completamente derrotado.
El misterioso maestro parecía desconcertado.
-Si me estáis amenazando me importa una mierda, matadme si así lo deseáis. ¿Os envía el mafioso no es cierto?... Estoy harto de huir de ese puñetero maleante.
El humano miró seriamente a Zephiel
-¿Insinuáis que tengo aspecto de mafioso?- el misterioso humano invocó en la palma de su mano una efímera llama de un color verde brillante.
-Brujo...
La expresión de Zephiel cambió de repente a un estado de terror, pero la humana lo subyugaba con tal fuerza que evitaba que tuviera siquiera la oportunidad de forcejear.
-Así que estáis tan perdido que vuestra insignificante vida ya no vale nada...-se tomó una pausa antes de continuar- Quizás no haya realizado la pregunta correcta, mis disculpas... ¿Que haríais por dinero?
Zephiel tragó saliva y permaneció en silencio mientras la humana seguía sosteniendo la daga en su cuello.
-Si me servís, tendréis todo el dinero que no lograríais alcanzar es vuestra patética y miserable vida.
-¿A cambio de...?
-Vuestros servicios...
Zephiel parecía temeroso
-Siento decepcionaros mi señor... pero yo no soy ese tipo de hombres, a ver no me malinterpretéis, es solo que a mi el amor entre hombres no me...
El maestro le soltó tal revés en la cara que un hilo de sangre descendió con presteza de los labios del joven.
-Mis disculpas, os entendí mal... ¿Os referíais en plan mercenario..?- Zephiel entrecerró los ojos como si esperara recibir otro golpe
-Sicario más bien- susurró Ivy
-¡¿Sicario?!- Zephiel estaba perplejo- Uff, yo es que con la sangre me mareo...
-Mátalo Ivy- dijo el humano seriamente mientras se alejaba de la escena
-¡No, no, no, esperad, esperad!- exclamó Zephiel, a lo cual el misterioso humano se detuvo.-la palabrería no es mi fuerte, este apuesto y fiel siervo suyo...-Ivy puso los ojos en blanco tras las palabras del arrogante joven.- tan solo desearía un poco de instrucción... unas enseñanzas básicas... un manual del buen sicario... por ejemplo...
-Ivy, os doy dos semanas para convertirle en un asesino despiadado
-Así lo haré maestro.- respondió la humana asintiendo cortésmente.
-Se lo agradezco enormemente señorita Ivy, quiero que sepáis que siempre que no me amenacéis con un arma en el cuello estaría dispuesto a ayudaros en aquello que creáis conveniente...- insinuó Zephiel levantando una ceja, a lo que Ivy le respondió con un golpe en la nuca que sumado a la embriaguez de éste provocó que cayera inconsciente.
-Ya estaba harta..., Maestro.. ¿Creéis que este patán nos valdrá de algo?
-Su primera misión será eliminar a la maga... veremos de lo que está hecho.
-¿La maga blanca? Con todos mis respetos maestro pero dudo que llegue con vida hasta Dalaran, mucho menos sobrevivir a un combate contra ella.
-Quizás con un poco de suerte ambos mueran...

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