miércoles, 4 de septiembre de 2013

Karin Darkfield

(Para leer el prólogo haz click aquí)


CAPÍTULO 1

El lugar era lúgubre y húmedo. No pude ver mucho más lejos de unos pocos centímetros. 
¿Por qué estaba todo tan borroso? 
¿Por qué veía barrotes delante de mi? 
¿Había hecho algo malo? 
No conseguía conectar muchas partes de mi mente. 
¿Esto se debía a mis fiebres que durante días me tuvieron postrada en mi cama? 
¿Estaba muerta y eso era otro mundo? 
Recordaba haberme despertado súbitamente. 
¿Por qué mis hermanos gritaron al verme? 
No conseguía recordar más de eso, como si me hubiera quedado dormida. Mi cuerpo se movía solo, pero yo no había dado la orden de que se levantara. Un hombre se acercó a los barrotes. Le gruñí como una bestia 
¿Por qué? 
Parece que decía algo pero no conseguía entenderlo. De repente saqué un brazo por entre los barrotes, quería pedirle un poco de agua, estaba sedienta. 
¿Por qué pensé en matarlo? 
Vi que mi brazo no era mi brazo. Estaba cubierto de pelo negro y terminaba en una garra. Pero no me preocupaba, solo quería destrozarlo, escapar de allí, aullar como un animal y correr libre por los bosques. 
¿Por qué tuve semejante pensamiento? 
¿En qué me había convertido?

-Tranquila joven – dijo el hechicero – Estás aquí por tu propio bien. Intentaré curar tu mal, pero si no lo consigo... bueno, al menos servirás para salvar a otros por si este mal se repite.

-GROOOOOARRRR – respondí babeando e intentando morder los barrotes de la celda.

-Veo que la bestia aflora en el exterior – prosiguió – Pero me pregunto si aún queda algún resquicio de humanidad en ti. Mataste a dos críos inocentes, casi matas a cuatro ciudadanos que se cruzaron en tu camino, incluso casi me matas a mi.

¿Me estaba llamando asesina? Pero si yo nunca había matado a una mosca. Era buena y pacífica. Intenté gritarle que no había sido yo, pero algo me lo impedía, como si alguien me tapara la boca para que no pudiera decir nada. Estaba angustiada y luego rompí a llorar puesto que lo que me impedía hablar, me hacía recordar el momento. Mi querida y pobre Victoire, mi hermana pequeña que quería ser como yo cuando creciera. Mi hermanito Vincent que ya con ocho años mostraba el porte y las ganas de vivir. No podía creerlo, pero sabía que era verdad. Me convertí en un monstruo, en un demonio asesino de sangre y carne. Recordé a los que agredí por la calle mientras huía; incluso a una buena amiga que esperaba su primer hijo y de la que sesgué su vida y la de su pequeño. Lloré desconsoladamente mientras era una mera espectadora de mi propio cuerpo que solo siente ira, rabia y hambre, sobre todo hambre. 

Durante días el extraño que se llamaba Thadeus Van Horsmath congelaba mi cuerpo como precaución y me arrancaba pelo, parte de las uñas y con algo extraño parecido a un cuchillo que me clavaba en el brazo, salía un líquido rojo que podría ser sangre. Se me cruzaba el pensamiento de mutilarlo pero parece que sabía manejarme como si no fuera la primera vez que veía algo así. Lo veía muy ocupado desde mi jaula, pero poco me dejaba pensar esa criatura que me tenía en cautiverio dentro de mi propio cuerpo. Cada día pensaba menos. Cada semana menos cosas de mi vida tenían sentido e iban olvidándose. Era como si lo que era yo fuera muriendo, consumiéndose poco a poco. Cada vez me hacía más y más pequeña y débil y ese ser que me tenía presa, más fuerte. No hablaba, pero entendía todo lo que me decía, no sabía por qué. Me susurraba que me entregara a él como un solo ser, que juntos podíamos salir de ese horroroso lugar y sentir la hierba húmeda bajo las patas, la brisa del viento en el pelaje y el sabor de la sangre de una presa.

-Vamos – dijo con una sonrisa la bestia que me mantenía cautiva – Estás muy pálida y te mueres. Sabes que es lo correcto, únete a mi, seamos uno.

-¡No! - grité casi sin fuerzas – Eres un asesino, mataste a mis hermanos, mataste a Rachel.

-Lo hicimos juntos Karin – dijo enseñando sus colmillos – Sabes lo que eres, disfrutaste desmembrando a tus hermanos y bebiendo su sangre.

-Noooo – grité desesperadamente llorando – ¡¡Es mentira!! ¡¡No soy una asesina!!

-¿De verdad? Nuestro padre quiso acabar con nuestras vidas. Sino llega a ser por Thadeus estaríamos muertos.

-Ojalá lo hubiera hecho – dije cambiando el llanto por rabia – Ojalá hubiera apretado el gatillo y hubiera acabado con esta pesadilla. Así habría ajusticiado al asesino, y yo estaría con mis hermanos.

-Eso es lo que quiero – dijo el ser desde las sombras sonriendo – Ponte furiosa, enfádate  Eso hará que nos fundamos antes en uno. Jajajaja, sí.

Thadeus observó la mezcla que hizo durante semanas, suspirando. Habían pasado algunas semanas desde que trajo a la joven a su torreón, y desde entonces había intentado por todos los medios curarla sin éxito. Levantó el vial donde la débil vacuna reposaba. Si eso no daba resultado, con pesadumbre se vería obligado a matar a la bestia y decirle al rey que no había esperanza. Que el destino de Gilneas estaría sentenciado para siempre por esa horda de licántropos que fue formándose con el paso del tiempo. Cargó el vial en una jeringuilla y se encaminó hacia la jaula. La bestia estaba agitada, pero dormía. Una ocasión perfecta para el mago puesto que Karin no era la única que estaba agotada. El anciano apenas dormía y casi no probaba bocado. Su investigación se había convertido en algo crucial, tanto como para arriesgar su propia vida. Abrió la jaula y se preparó para inyectar a Karin. En el momento en que la aguja se clavó en la criatura, esta se despertó súbitamente y clavó los dientes en la pierna del maltrecho mago. 

-Sabes que lo que quieres de cena querida – dijo la bestia

-Quizas tengas razón – dije apesadumbrada y poniéndome en pie dispuesta a aceptar la unión con el monstruo.

En ese momento sentí que una voz me llamaba desde lejos. De la oscuridad surgió Edward inmaculado, como si nunca hubiera sido atacado.

-Karin – dijo – No le escuches, no te conviertas en aquello que te hará impura.

-Mi amor – dije – No hay nada que pueda limpiar la sangre. Soy una asesina desde el momento en que te vi morir.

-Lárgate – rugió el licántropo – No eres más que un pelele. Un enclenque que ni siquiera tiene cabida como hombre.

Di un paso adelante hacia el monstruo.

-No Karin – dijo Edward – Te lo suplico, no te entregues a ser lo que no eres. Nunca has abrazado esto, nunca quisiste este mal.

-Es demasiado tarde – dije entre lágrimas – No se puede cambiar lo que está hecho.

-Nunca es demasiado tarde – dijo Edward.

-Ya esta bien – dijo la bestia – Acabaré contigo.

Se lanzó sobre Edward, como aquella otra bestia que vi hace ya tanto tiempo. Le mordía el cuello y desgarraba su tórax. Solo podía oír sus gritos sin saber qué hacer. Entonces algo se hizo materia en mi mano. Parecía de metal, frío, con una empuñadura de cuero y afilado como una navaja de barbero. Corrí y apuñalé con todas mis fuerzas el corazón de la bestia una y otra vez hasta que me fallaron las fuerzas. Cayó hacia atrás mientras agonizaba. Solté el cuchillo y cogí a Edward entre mis brazos. Estaba muerto, pero aún me dedicaba una última sonrisa. Se desvaneció delante de mi sin poder abrazarlo una última vez. La criatura también se deshizo, dejándome en aquella habitación en penumbra sola. Todo se iba apagando lentamente, hasta que perdí el conocimiento.

Desperté lentamente. Vi las cosas como si se movieran. Me costaba fijar la vista. Me arrastré por el suelo. Conseguí atravesar la puerta de la jaula. Sentí como mis piernas reaccionaban e intenté ponerme en pie. Tras varios intentos lo conseguí. Miré mis manos y me asusté: Eran las garras que tenía aquella bestia. Me acerqué a un barril con agua y miré mi reflejo. ¡Era él! Grité pero la voz que me salía era la de la criatura. Alguien estaba también en la habitación, podía oler su sudor. Me volví y allí estaba el viejo hechicero sentado en una silla. Estaba pálido, trataba de taparse una herida que parecía dolerle de sobremanera.

-Thadeus – dije con voz queda.

-Así que – dijo escupiendo un poco de sangre – Ha funcionado por fin. Tjo, tjo.

-Lo siento – dije tristemente

-Tranquila niña. No has tenido la culpa. Pero, tenemos poco tiempo. Tu padre vendrá, ya hace tiempo que me amenaza con volver y acabar contigo. Hace tres noches casi lo consigue. Quiero.... tjo, tjo; quiero que cojas ese libro de ahí. Contiene el producto de mis..  tjo, tjo; investigaciones. Llévatelo, te puede ayudar a recuperar tu forma original. 

-Pero, no puedo dejarle aquí. No así.

-Tranquila niña, estaré bien.

De repente alguien gritaba desde el exterior.

-¡¡Van Horsmath!! - gritó mi padre – Ábrenos la puerta. Queremos matar al monstruo.

-Está muerto Darkfield – gritó Thadeus – Yo mismo lo he matado esta mañana cuando intentó acabar conmigo.

-Quiero verlo. Y no me lo impedirás mago de tres al cuarto.

La puerta empezó a ceder de los embates de los hombres armados.

-Tenemos poco tiempo – dijo Thadeus levantándose pesadamente y cogiendo un pesado volumen de su estantería. - Toma, puede que te sea útil en el futuro. No vuelvas por aquí. Tu padre jamás lo entendería.
-¿Quien está contigo? - dijo Adrien.


Thadeus pronunció unas palabras en un lenguaje desconocido que años más tarde supe que era arcano. Las palabras traducidas ahora serían algo así como: Abre la realidad, abre el espacio y el tiempo; llévame lejos, llévame a salvo. Vi como un millar de pequeñas luces salían de los brazos de Thadeus y me envolvían por completo haciéndome brillar como la luz del día. En ese momento la puerta cedió y mi padre y tres hombres más franquearon el umbral. 

-¡¡Me has mentido!!! - gritó mi padre - ¡¡Pretendes salvar a ese monstruo!!

-Padre – dije con voz queda – perdóname.

-Tú no eres mi hija.

Levantó el fusil dispuesto a matarme y entonces Thadeus se puso en medio. Oí el disparo y un segundo más tarde al viejo mago caer al suelo mientras toda la habitación se desvanecía de mi visión. Todo se volvió borroso hasta que lo que vi fueron árboles, arbustos y sentí la furia de la lluvia en mi rostro y mi pelaje. No sabía donde estaba, jamás había salido de los límites de la muralla de Cringris y por supuesto el lugar donde me encontraba no era Gilneas. Me eché el saco con el libro y unas pocas cosas más al hombro y emprendí mi marcha....

(Continuará)

Escrito por Iruam Sheram