- ¿Que la besaste? – Repitió William incrédulo – ¡Por la Luz,
chico! ¡Estas hecho todo un Casanova!
- ¡Robin Oliver el Casanova! – repitió Jasper a carcajada
limpia.
El grupo de ladrones montaba a caballo por el bosque
mientras comentaban el resultado del golpe que habían dado la noche anterior.
Esa misma mañana habían empaquetado los artefactos que Víctor les había
indicado y había viajado con un portal hacia Ventormenta. En ese momento
viajaban por el camino principal hacia las profundidades del bosque de Elwyn.
- Te encontraste con la hija del conde… No habíamos planeado
que hacer en tal situación, pero te las arreglaste bastante bien. Bien hecho. –
dijo Víctor. A continuación prosiguió con su estudio del libro que Robin había
robado de la biblioteca.
- Aún me sorprende de que saliéramos de esa con vida. El Conde se pondrá furioso cuando se entere de que le han robado. – dijo Robin. Su
mente voló hacia la chica de la biblioteca, vestida de blanco e iluminada por
la luz de la luna. Esperaba que su padre no lo pagara con ella…Sacudió la
cabeza. ¿En que estaba pensando? ¿Qué le importaba a él una chica que solo
había visto una vez? ¡Y además era noble! Cualquier desgracia que le ocurriera
se la merecía. Pero lo había ayudado…
- Tonterías. El dios de la suerte nos sonríe. – dijo Jasper
interrumpiendo sus pensamientos.
- ¿Cómo lograste burlar a los guardias y salir de ahí?
- Me alegra que lo preguntes, mi galante amigo. – dijo el
ladrón acercando su montura a la de Robin. – Pues verás, después de que nuestro
forzudo amigo me arrojara por los aires haciendo gala de su puntería al no
estamparme contra el muro…
- Hmmm… - comentó Ed.
- Entré con espectacular aterrizaje que por desgracia no pudo
admirar nadie. Sin embargo pronto se acercaron unos amables hombres armados
dispuestos a bailar un rato.
- ¿Bailar?
- Sí, ya sabes. Bailar con sus espadas. No se les daba muy
bien. Es decir. Si su contrincante hubiera sido un caballero regido por el honor
y todas esas pamplinas seguro que habrían sido dignos oponentes pero contra el
baile de la calle poco podían hacer. En poco rato besaban el suelo. Sin
embargo, entonces me acordé de que el plan era entretenerlos, no derrotarlos.
Así que fui al baño a por una pileta de agua que echarles por encima.
- ¿Qué hiciste qué? – Exclamó Robin.
- Darles una buena ducha, que a alguno de ellos les hacía
falta con urgencia. Ya olían a flores marchitas.
- Venga ya…
- En fin. De todos modos tenía que interpretar el papel de
ladrón inepto que salía huyendo. – dijo encogiéndose de hombros.- Así que tenía
que haber alguien despierto para hacerme huir.
- ¿Y lo del mago? – preguntó Will.
- Ah sí… el mago… Mientras bailaba un rato con los refuerzos
que iban llegando apareció uno de esos tipos que tanto les gusta ir con
vestido. Todo pompa y arrogancia. Quiso freírme con sus hechizos pero no acertó
ni una vez. Aunque hizo un buen trabajo con las cortinas. El caso es que para
cuando Will subió a indicarme que la fiesta se había terminado el señor de la
falda se había quedado sin maná y yo seguía aburrido como un percebe en el
bosque.
- ¿Tus historias son siempre así de increíbles?
- Mis historias son siempre así de ciertas. – respondió
sonriendo.
El grupo viajó charlando de forma animada durante todo el
trayecto hasta el Bosque del Ocaso. Aunque charlar solo lo hacían Will y Jasper
con alguna participación tímida de Robin. Víctor se pasó todo el viaje
estudiando el tomo polvoriento y Ed… Ed era Ed.
Robin aprendió a escuchar las historias de Will y Jasper.
Asimiló la verdad que ocultaban tras la bravuconada y se sorprendió a si mismo
pasándoselo bien. Ed cocinaba el almuerzo y la cena. El ladrón se sorprendió
al ver el hombretón remover la olla del estofado con tanto esmero. Era una
visión un tanto cómica, pues el cucharón se veía minúsculo en sus manos. Will
amenizaba las veladas tocando el laúd y cantando alguna canción de taberna a la
que Jasper se unía desafinando. De vez en cuando, Víctor dejaba el libro aparte
para unírseles y conversar animadamente con ellos.
Tras unos días viajando el bosque empezó a oscurecerse. Los
árboles producían hojas sombrías y una ligera capa de niebla cubría el suelo.
El Bosque del Ocaso era un lugar tenebroso, de olor rancio. La madera se pudría
rápidamente haciendo que las hogueras desprendieran un humo gris que te hacía
toser si te entraba a los pulmones.
Una noche Víctor anunció lo que todos ansiábamos.
- Mañana llegaremos a nuestro destino. – su voz sonaba animada. Estaba visiblemente
nervioso por lo que estaba por acontecer. – No voy a mentiros. Es un lugar
peligroso así que debéis estar con los cinco sentidos alerta.
Los hombres a su alrededor asintieron sin cuestionar nada,
confiando en el juicio de su patrón, pero Robín se atrevió a preguntar.
- ¿Qué es lo que se avecina?
- Supongo que os debo una explicación después de lo que habéis
pasado. – sacó el libro de la bolsa y lo mostró ante sus ojos. – Éste libro
contiene… rituales no muy bien vistos por el Kirin Tor.
- Magia negra – se aventuró Jasper.
- ¿Cómo ha acabó en manos del conde? – preguntó Will
- No lo sé, pero es un tomo muy raro. Yo también me sorprendí
cuando lo rastree hasta la mansión de ese hombre. Puede que oculte más secretos
de los que suponemos. – contestó Víctor.
Robin sintió una punzada de culpabilidad por dejar a esa
chica en manos de un hombre malvado. Su padre podía ser un nigromante y ella no
enterarse… Por todos los diablos, incluso ella podía serlo también. No. Si así
fuera no le habría dado el libro. Se dio cuenta de que la conversación había
proseguido mientras sus pensamientos estaban en otra parte.
- … de este libro, puede atraer entidades malignas. Y en este
bosque ya parecen acecharte sin realizar ritual alguno.
- ¿Y para qué es el ritual que quieres hacer? – preguntó
inocentemente Robin. El resto se quedó callado. Tras esbozar una sonrisa, el
joven hombre de pelo oscuro sonrió.
- No pretendo invocar un demonio ni abrir un portal a un mundo
de la Legión, tranquilo. Sólo busco recuperar algo. – su mirada se centró en la
hoguera del campamento y pareció perderse en algo que vio en ellas.
- Durmamos un poco. Se avecinan días duros. – Terminó Will la
conversación.
Dormir era lo único que no podía hacer Robin. Un lugar
sombrío como el bosque del ocaso dónde los monstruos acechantes podían matarte
mientras dormías… Estuvo en vela hasta que los delgados rayos de sol se
filtraron entre la tupida capa de hojas de las copas de los árboles.
Prosiguieron viajando, charlando animadamente en contra del
ambiente oscuro del bosque. Aunque lo intentaron con todas sus fuerzas, la
niebla y la oscuridad terminaron por afectarles. Poco a poco las risas se
fueron apagando y el silencio se adueñó del grupo. Entonces fue cuando
llegaron.
Un vasto cementerio cubría las cuatro colinas frente a
ellos. Una corroída valla de hierro tenía las puntas dobladas hacia dentro,
dificultando más la salida que la entrada.
- Aquí es. – Dijo Víctor confirmando los temores de Robin.
Desmontaron y entraron en el camposanto anunciándose con el
chirriar de la puerta. Un silencio antinatural reinaba sobre el lugar. Ni
siquiera el viento se atrevía a perturbar el descanso de los muertos. La
sensación era como estar viendo un cuadro muy bien pintado. Un movimiento a su
izquierda alertó a Robin. Una araña blanca de un palmo se arrastraba detrás del
tronco caído. ¿Una araña? No. Era una mano.
- Will… - susurró Robin sin atreverse a levantar la voz.
El hombre asintió sin volver la mirada. Eran conscientes de
lo que les aguardaba en ese camposanto.
- No muertos.
Víctor les guió hasta el centro, frente a un gran altar
subiendo una pendiente de tierra en medio de las cuatro colinas. El altar de
piedra vieja estaba manchado de sangre seca y negra. Las telarañas se habían
adueñado de la estatua de una figura encapuchada que sujetaba una espada
mientras huesos polvorientos se apilaban a sus pies.
- Necesito un tiempo para prepararlo todo. – les informó
Víctor.
- Será mejor que te des prisa. No quiero seguir aquí para
cuando anochezca. – Le instó Will.
- La idea de merodear por ahí como un saco de huesos no es muy
atractiva, no.- Dijo Jasper serio. Era la primera vez que Robin lo veía serio.
El ladrón sacó sus armas de debajo la capa.
Ed se sentó sobre los restos de un pilar caído con el gran
martillo de guerra en sus manos, con la cabeza baja y los ojos cerrados. Will
desenvainó una espada e instó a Robin a sacar la suya. A su espalda, Víctor
encendía velas sobre el altar. Limpió la superficie polvorienta de sangre y
restos de hueso con respeto y pulcritud. Depositó el libro frente a él y siguió
sus instrucciones como el cocinero que quiere preparar un pastel por primera
vez.
- Voy a empezar, estad preparados. – Les informó
- Date prisa. Creo que algo se mueve tras esas tumbas. – dijo
Jasper.
El hombre de la gabardina negra asintió. Descolgó de su
cinturón una bolsa de cuero con mucho cuidado. La abrió y volcó su contenido
sobre el altar. Robin, quién mantenía un ojo echado sobre lo que hacía Víctor
no entendía que era ese montón de polvo, pero el olor le llegó segundos
después. Eran cenizas. Víctor empezó con salmodia.
- Goruld tael van ir tan Nar’los kumá.
Con el filo de un cuchillo se hizo un corte en la palma de
la mano derramando su sangre sobre el montón de ceniza.
- Ya vienen… - dijo Will llamando la atención de Robin.
Efectivamente. Mientras Víctor continuaba con el ritual unas
figuras oscuras aparecían tras las lápidas distantes y bamboleantes se iban
acercando. Empezaron a oír crujidos, jadeos y otros ruidos grotescos que los
cadáveres andantes producían con su lento pero irrefrenable andar. Los tres
hombres y Robin se pusieron en fila, hombro con hombro, a los pies de la
pendiente para defender a Víctor hasta que éste terminara su ritual. Los
segundos parecían durar años.
El primer cadáver que se acercó fue aplastado por el
poderoso martillo de Ed. El sonido que produjo al aplastar las vísceras contra
el suelo le provocaron arcadas a Robin, pero supo contenerlas. Otro más se
acercó y fue rápidamente despachado por Jasper. Si se iban acercando uno a uno
podrían resistir, pensó Robin esperanzado.
No tardó en ver lo equivocado que estaba. Una marabunta de
cuerpos se acercaba inexorablemente hacia ellos con los brazos alzados
reclamando su alimento. Espíritus vengativos que odiaban a los vivos. Pronto
tuvo que afrontar su primer enemigo. Con un grito dejó caer la espada sobre el
cráneo putrefacto del no muerto. El cuerpo entero se desintegró por la presión
ejercida. Robin sonrió, no era tan difícil. Otro más se acercó. Lanzó una
estocada contra su pecho y su espada lo atravesó. Sin embargo su arma se quedó
atorada en las costillas del esqueleto mientras este trataba de alcanzarlo con
sus afiladas garras. Will vino en su auxilio rematando al cadáver y liberando
la espada.
- Ten más cuidado. Los cortes no les hacen nada. Mejor golpes
contundentes. Golpéales con fuerza.
Robin quiso agradecerle pero el bardo volvió a cubrir su
posición rápidamente pues otros dos enemigos se acercaban. El grupo resistía con uñas y dientes,
golpeando y esquivando, conteniendo los embates de la marea de muerte que los
acechaba. Sin embargo algo iba mal. Víctor había callado. No podían volverse a
mirar pues el combate les exigía toda su atención pero el silencio repentino no
era una buena señal.
A su espalda Víctor observaba desolado la amalgama palpitante
en que se habían convertido las cenizas de sus padres.
- ¿Por qué? – susurró. – Lo he hecho tal y como decía el
códice…
Extendió su mano hacia la asquerosidad que había creado. Una
sensación de repulsión y asco le embargaron. Empuñó su cuchillo. En su memoria
volvieron a aflorar los recuerdos que con esfuerzo había intentado olvidar. Sus
padres ardiendo dentro de la casa por el incendio que había provocado sin
querer. La cara de odio y desesperación de su hermano James. Clavó el cuchillo
con fuerza sobre la criatura que debían ser sus padres resucitados.
Había fracasado. Ya nada importaba.
- ¡Víctor! – le llamó Will desde abajo. - ¡Hay que salir de
aquí!
El hechicero se irguió de nuevo. Los chicos, no podía
abandonarles tras lo que habían pasado para ayudarle. Bajó la colina a toda
prisa. Un muro de cadáveres andantes se alzaba frente a ellos impidiéndoles la
salida.
- Seguidme y no os separéis, cubrid los flancos. – dijo
aparentando confianza.
Alzo su mano contra la los chillantes cuerpos y empezó a
proyectar llamas azules desde su palma. El fuego azulado se esparció frente a
ellos en forma de cono, calcinando a los enemigos instantáneamente. Abriéndose
paso sobre los cuerpos carbonizados, el grupo se dirigió a toda prisa hacia la
salida. Corrían tanto como podían, esquivando los no muertos que se alzaban
para cortarles el paso. La puerta apareció detrás de un último enemigo y una
sensación de victoria empezó a embargarles.
Pero algo agarró el tobillo de Robin. El ladrón se paró
instintivamente a mirar. Era una mano solitaria, como la que había visto al
entrar en el camposanto. Sin embargo pararse no era algo que pudieras
permitirte en una carrera por tu vida. Una repentina descarga de dolor le
recorrió el cuerpo y una terrible quemazón le atravesó el pecho. Se dio cuenta
de su error al ver asomarse la punta de una espada oxidada por su pecho.
- ¡Robin! – oyó gritar antes de perder la conciencia.
Ed despachó de un martillazo al soldado corroído que había
ensartado su arma en el joven ladrón. La herida parecía grave. La sangre
brotaba a borbotones por el agujero en el pecho. El hombretón cargó con el
cuerpo y junto a sus compañeros corrió los últimos metros que quedaban hasta la
puerta metálica. Salieron y cerraron a toda prisa. Cuando el primer cadáver
tocó los barrotes aulló y cayó fulminado. Unas runas brillaron sobre la puerta.
- Está encantada. No pueden salir. – dijo Víctor. Se volvió
hacia Ed quien estaba dejando el cuerpo de Robin sobre el suelo. – ¿Como está?
- Está muriéndose… - respondió Will enfadado. - ¿Y para qué?
¿De qué ha servido nada de todo esto?
- Luz. – Todos se volvieron hacia Ed. Eran las primeras
palabras que le oían decir en mucho tiempo. Su voz grave era suave, como la de
un padre acunando su hijo. Un resplandor empezó a brotar de su mano para
dirigirse al agujero en el pecho de Robin. La herida empezó a cerrarse por sí
sola mientras los tejidos se juntaban de nuevo y la sangre desaparecía. –
Bendice a este chico.
Unas horas después, lejos del camposanto, Robin abrió los
ojos. Sorprendentemente se encontraba… bien. Se palpó el pecho donde recordaba
el extremo de una espada asomando pero solo quedaba un agujero en su ropa. Miró
a su alrededor buscando una respuesta. Will estaba sentado cerca, de espaldas a
él avivando la hoguera. Ed cabeceaba apoyado contra un tronco con el martillo
recostado sobre su hombro. No veía rastro de Jasper pero Víctor estaba sentado
algo más lejos, apartado en un claro dónde la luz de la luna lo iluminaba. El
ambiente no era muy animado…
- ¿Dónde…? - ¿Dónde estamos? Quiso decir pero su voz se cortó
por un ataque de tos.
Will se volvió hacia él y le obligó a echarse de nuevo.
- Descansa chico. No te fuerces por ahora.
- ¿Qué ha pasado?
- Te hirieron mientras huíamos. Tenías un palmo de hoja
atravesándote. Tranquilo, Ed te ha curado.
- ¿Ed? – dirigió su mirada hacia el gigante dormido contra el
tronco.
- Edward West no siempre tuvo esas pintas de bárbaro. Tiempo
atrás fue un paladín y aunque le pese, la Luz aún responde a su llamada.
- Pero nunca dice nada ni le he visto emplear la Luz. Y se
junta con ladrones…
- Su historia es algo compleja. No la conozco del todo. En
resumidas cuentas digamos que su familia murió y se echa la culpa. Desea perder
la fe en la Luz pero es incapaz de ello. Vive en su propia expiación.
- No lo sabía… - Sintió una gran compasión y agradecimiento
por el paladín. Siempre estaba callado pero siempre estaba ahí para salvarles
si hacía falta. Sus ojos se posaron entonces en Víctor. - ¿Y él? – preguntó
señalándolo con la cabeza
Will negó con la cabeza.
- Descansa ahora chico. Luego ya habrá tiempo para hablar.
Momentos después, mientras Will se marchaba a por leña,
Robin se acercó al claro de Víctor y se sentó a su lado, dejando que la luz de
la luna los bañara. El rostro normalmente sonriente del hombre se hallaba serio
y contemplativo.
- ¿Cómo te encuentras? – le preguntó Víctor sin volverse.
- Raro. Pero creo que bien.
Víctor asintió. Robin sabía que le dolía haber sido la causa
su casi muerte.
- ¿Y ahora qué? – preguntó tras unos segundos de silencio.
- Ahora nada. He fracasado.
- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué hay de las riquezas que me prometiste?
- Ya no hay nada que hacer. El ritual fracasó.
- ¿Y no hay más rituales en ese estúpido libro?
- Tal vez… pero por culpa de mí arrogancia casi mueres. ¿Aun
así quieres seguir intentándolo?
- La palabra clave en esa frase es “casi”. Y sí, quiero seguir
intentándolo. ¿Cómo es que tu no?
Víctor se quedó en silencio. El chico le acababa de lanzar
un cubo de agua fría por encima. Tantos años de investigación, tantos recursos
malgastados. El fracaso al traer a la vida a sus padres le había nublado la
percepción de tal modo que ya no veía otras posibilidades.
Pero había una. Una posibilidad arriesgada. No sería la vida
de sus compañeros la que peligrara sino la suya misma. Abrió el libro y pasó
las páginas velozmente hasta dar con lo que buscaba.
- Aquí… Aún hay una posibilidad.
Robin sonrió al ver como su amigo recuperaba el ánimo. Miró
con curiosidad como la página señalada contenía la ilustración de un pájaro
enorme. No entendía a qué se refería pero sí sabía que una aventura mayor
estaba por llegar.