sábado, 15 de octubre de 2016

Sombras de una noche sin luna - Parte 3

- ¿Que la besaste? – Repitió William incrédulo – ¡Por la Luz, chico! ¡Estas hecho todo un Casanova!

- ¡Robin Oliver el Casanova! – repitió Jasper a carcajada limpia.

El grupo de ladrones montaba a caballo por el bosque mientras comentaban el resultado del golpe que habían dado la noche anterior. Esa misma mañana habían empaquetado los artefactos que Víctor les había indicado y había viajado con un portal hacia Ventormenta. En ese momento viajaban por el camino principal hacia las profundidades del bosque de Elwyn.

- Te encontraste con la hija del conde… No habíamos planeado que hacer en tal situación, pero te las arreglaste bastante bien. Bien hecho. – dijo Víctor. A continuación prosiguió con su estudio del libro que Robin había robado de la biblioteca.

- Aún me sorprende de que saliéramos de esa con vida. El Conde se pondrá furioso cuando se entere de que le han robado. – dijo Robin. Su mente voló hacia la chica de la biblioteca, vestida de blanco e iluminada por la luz de la luna. Esperaba que su padre no lo pagara con ella…Sacudió la cabeza. ¿En que estaba pensando? ¿Qué le importaba a él una chica que solo había visto una vez? ¡Y además era noble! Cualquier desgracia que le ocurriera se la merecía. Pero lo había ayudado…

- Tonterías. El dios de la suerte nos sonríe. – dijo Jasper interrumpiendo sus pensamientos.

- ¿Cómo lograste burlar a los guardias y salir de ahí?

- Me alegra que lo preguntes, mi galante amigo. – dijo el ladrón acercando su montura a la de Robin. – Pues verás, después de que nuestro forzudo amigo me arrojara por los aires haciendo gala de su puntería al no estamparme contra el muro…

- Hmmm… - comentó Ed.

- Entré con espectacular aterrizaje que por desgracia no pudo admirar nadie. Sin embargo pronto se acercaron unos amables hombres armados dispuestos a bailar un rato.

- ¿Bailar?

- Sí, ya sabes. Bailar con sus espadas. No se les daba muy bien. Es decir. Si su contrincante hubiera sido un caballero regido por el honor y todas esas pamplinas seguro que habrían sido dignos oponentes pero contra el baile de la calle poco podían hacer. En poco rato besaban el suelo. Sin embargo, entonces me acordé de que el plan era entretenerlos, no derrotarlos. Así que fui al baño a por una pileta de agua que echarles por encima.

- ¿Qué hiciste qué? – Exclamó Robin.

- Darles una buena ducha, que a alguno de ellos les hacía falta con urgencia. Ya olían a flores marchitas.

- Venga ya…

- En fin. De todos modos tenía que interpretar el papel de ladrón inepto que salía huyendo. – dijo encogiéndose de hombros.- Así que tenía que haber alguien despierto para hacerme huir.

- ¿Y lo del mago? – preguntó Will.

- Ah sí… el mago… Mientras bailaba un rato con los refuerzos que iban llegando apareció uno de esos tipos que tanto les gusta ir con vestido. Todo pompa y arrogancia. Quiso freírme con sus hechizos pero no acertó ni una vez. Aunque hizo un buen trabajo con las cortinas. El caso es que para cuando Will subió a indicarme que la fiesta se había terminado el señor de la falda se había quedado sin maná y yo seguía aburrido como un percebe en el bosque.

- ¿Tus historias son siempre así de increíbles?

- Mis historias son siempre así de ciertas. – respondió sonriendo.

El grupo viajó charlando de forma animada durante todo el trayecto hasta el Bosque del Ocaso. Aunque charlar solo lo hacían Will y Jasper con alguna participación tímida de Robin. Víctor se pasó todo el viaje estudiando el tomo polvoriento y Ed… Ed era Ed.

Robin aprendió a escuchar las historias de Will y Jasper. Asimiló la verdad que ocultaban tras la bravuconada y se sorprendió a si mismo pasándoselo bien. Ed cocinaba el almuerzo y la cena. El ladrón se sorprendió al ver el hombretón remover la olla del estofado con tanto esmero. Era una visión un tanto cómica, pues el cucharón se veía minúsculo en sus manos. Will amenizaba las veladas tocando el laúd y cantando alguna canción de taberna a la que Jasper se unía desafinando. De vez en cuando, Víctor dejaba el libro aparte para unírseles y conversar animadamente con ellos.

Tras unos días viajando el bosque empezó a oscurecerse. Los árboles producían hojas sombrías y una ligera capa de niebla cubría el suelo. El Bosque del Ocaso era un lugar tenebroso, de olor rancio. La madera se pudría rápidamente haciendo que las hogueras desprendieran un humo gris que te hacía toser si te entraba a los pulmones.

Una noche Víctor anunció lo que todos ansiábamos.

- Mañana llegaremos a nuestro destino.  – su voz sonaba animada. Estaba visiblemente nervioso por lo que estaba por acontecer. – No voy a mentiros. Es un lugar peligroso así que debéis estar con los cinco sentidos alerta.

Los hombres a su alrededor asintieron sin cuestionar nada, confiando en el juicio de su patrón, pero Robín se atrevió a preguntar.

- ¿Qué es lo que se avecina?

- Supongo que os debo una explicación después de lo que habéis pasado. – sacó el libro de la bolsa y lo mostró ante sus ojos. – Éste libro contiene… rituales no muy bien vistos por el Kirin Tor.

- Magia negra – se aventuró Jasper.

- ¿Cómo ha acabó en manos del conde? – preguntó Will

- No lo sé, pero es un tomo muy raro. Yo también me sorprendí cuando lo rastree hasta la mansión de ese hombre. Puede que oculte más secretos de los que suponemos. – contestó Víctor.

Robin sintió una punzada de culpabilidad por dejar a esa chica en manos de un hombre malvado. Su padre podía ser un nigromante y ella no enterarse… Por todos los diablos, incluso ella podía serlo también. No. Si así fuera no le habría dado el libro. Se dio cuenta de que la conversación había proseguido mientras sus pensamientos estaban en otra parte.

- … de este libro, puede atraer entidades malignas. Y en este bosque ya parecen acecharte sin realizar ritual alguno.

- ¿Y para qué es el ritual que quieres hacer? – preguntó inocentemente Robin. El resto se quedó callado. Tras esbozar una sonrisa, el joven hombre de pelo oscuro sonrió.

- No pretendo invocar un demonio ni abrir un portal a un mundo de la Legión, tranquilo. Sólo busco recuperar algo. – su mirada se centró en la hoguera del campamento y pareció perderse en algo que vio en ellas.

- Durmamos un poco. Se avecinan días duros. – Terminó Will la conversación.

Dormir era lo único que no podía hacer Robin. Un lugar sombrío como el bosque del ocaso dónde los monstruos acechantes podían matarte mientras dormías… Estuvo en vela hasta que los delgados rayos de sol se filtraron entre la tupida capa de hojas de las copas de los árboles.

Prosiguieron viajando, charlando animadamente en contra del ambiente oscuro del bosque. Aunque lo intentaron con todas sus fuerzas, la niebla y la oscuridad terminaron por afectarles. Poco a poco las risas se fueron apagando y el silencio se adueñó del grupo. Entonces fue cuando llegaron.

Un vasto cementerio cubría las cuatro colinas frente a ellos. Una corroída valla de hierro tenía las puntas dobladas hacia dentro, dificultando más la salida que la entrada.

- Aquí es. – Dijo Víctor confirmando los temores de Robin.

Desmontaron y entraron en el camposanto anunciándose con el chirriar de la puerta. Un silencio antinatural reinaba sobre el lugar. Ni siquiera el viento se atrevía a perturbar el descanso de los muertos. La sensación era como estar viendo un cuadro muy bien pintado. Un movimiento a su izquierda alertó a Robin. Una araña blanca de un palmo se arrastraba detrás del tronco caído. ¿Una araña? No. Era una mano.

- Will… - susurró Robin sin atreverse a levantar la voz.

El hombre asintió sin volver la mirada. Eran conscientes de lo que les aguardaba en ese camposanto. 

- No muertos.

Víctor les guió hasta el centro, frente a un gran altar subiendo una pendiente de tierra en medio de las cuatro colinas. El altar de piedra vieja estaba manchado de sangre seca y negra. Las telarañas se habían adueñado de la estatua de una figura encapuchada que sujetaba una espada mientras huesos polvorientos se apilaban a sus pies.

- Necesito un tiempo para prepararlo todo. – les informó Víctor.

- Será mejor que te des prisa. No quiero seguir aquí para cuando anochezca. – Le instó Will.

- La idea de merodear por ahí como un saco de huesos no es muy atractiva, no.- Dijo Jasper serio. Era la primera vez que Robin lo veía serio. El ladrón sacó sus armas de debajo la capa.

Ed se sentó sobre los restos de un pilar caído con el gran martillo de guerra en sus manos, con la cabeza baja y los ojos cerrados. Will desenvainó una espada e instó a Robin a sacar la suya. A su espalda, Víctor encendía velas sobre el altar. Limpió la superficie polvorienta de sangre y restos de hueso con respeto y pulcritud. Depositó el libro frente a él y siguió sus instrucciones como el cocinero que quiere preparar un pastel por primera vez.

- Voy a empezar, estad preparados. – Les informó

- Date prisa. Creo que algo se mueve tras esas tumbas. – dijo Jasper.

El hombre de la gabardina negra asintió. Descolgó de su cinturón una bolsa de cuero con mucho cuidado. La abrió y volcó su contenido sobre el altar. Robin, quién mantenía un ojo echado sobre lo que hacía Víctor no entendía que era ese montón de polvo, pero el olor le llegó segundos después. Eran cenizas. Víctor empezó con salmodia.

- Goruld tael van ir tan Nar’los kumá.

Con el filo de un cuchillo se hizo un corte en la palma de la mano derramando su sangre sobre el montón de ceniza.

- Ya vienen… - dijo Will llamando la atención de Robin.

Efectivamente. Mientras Víctor continuaba con el ritual unas figuras oscuras aparecían tras las lápidas distantes y bamboleantes se iban acercando. Empezaron a oír crujidos, jadeos y otros ruidos grotescos que los cadáveres andantes producían con su lento pero irrefrenable andar. Los tres hombres y Robin se pusieron en fila, hombro con hombro, a los pies de la pendiente para defender a Víctor hasta que éste terminara su ritual. Los segundos parecían durar años.

El primer cadáver que se acercó fue aplastado por el poderoso martillo de Ed. El sonido que produjo al aplastar las vísceras contra el suelo le provocaron arcadas a Robin, pero supo contenerlas. Otro más se acercó y fue rápidamente despachado por Jasper. Si se iban acercando uno a uno podrían resistir, pensó Robin esperanzado.

No tardó en ver lo equivocado que estaba. Una marabunta de cuerpos se acercaba inexorablemente hacia ellos con los brazos alzados reclamando su alimento. Espíritus vengativos que odiaban a los vivos. Pronto tuvo que afrontar su primer enemigo. Con un grito dejó caer la espada sobre el cráneo putrefacto del no muerto. El cuerpo entero se desintegró por la presión ejercida. Robin sonrió, no era tan difícil. Otro más se acercó. Lanzó una estocada contra su pecho y su espada lo atravesó. Sin embargo su arma se quedó atorada en las costillas del esqueleto mientras este trataba de alcanzarlo con sus afiladas garras. Will vino en su auxilio rematando al cadáver y liberando la espada.

- Ten más cuidado. Los cortes no les hacen nada. Mejor golpes contundentes. Golpéales con fuerza.

Robin quiso agradecerle pero el bardo volvió a cubrir su posición rápidamente pues otros dos enemigos se acercaban.  El grupo resistía con uñas y dientes, golpeando y esquivando, conteniendo los embates de la marea de muerte que los acechaba. Sin embargo algo iba mal. Víctor había callado. No podían volverse a mirar pues el combate les exigía toda su atención pero el silencio repentino no era una buena señal.

A su espalda Víctor observaba desolado la amalgama palpitante en que se habían convertido las cenizas de sus padres.

- ¿Por qué? – susurró. – Lo he hecho tal y como decía el códice…

Extendió su mano hacia la asquerosidad que había creado. Una sensación de repulsión y asco le embargaron. Empuñó su cuchillo. En su memoria volvieron a aflorar los recuerdos que con esfuerzo había intentado olvidar. Sus padres ardiendo dentro de la casa por el incendio que había provocado sin querer. La cara de odio y desesperación de su hermano James. Clavó el cuchillo con fuerza sobre la criatura que debían ser sus padres resucitados.

Había fracasado. Ya nada importaba.

- ¡Víctor! – le llamó Will desde abajo. - ¡Hay que salir de aquí!

El hechicero se irguió de nuevo. Los chicos, no podía abandonarles tras lo que habían pasado para ayudarle. Bajó la colina a toda prisa. Un muro de cadáveres andantes se alzaba frente a ellos impidiéndoles la salida.

- Seguidme y no os separéis, cubrid los flancos. – dijo aparentando confianza.

Alzo su mano contra la los chillantes cuerpos y empezó a proyectar llamas azules desde su palma. El fuego azulado se esparció frente a ellos en forma de cono, calcinando a los enemigos instantáneamente. Abriéndose paso sobre los cuerpos carbonizados, el grupo se dirigió a toda prisa hacia la salida. Corrían tanto como podían, esquivando los no muertos que se alzaban para cortarles el paso. La puerta apareció detrás de un último enemigo y una sensación de victoria empezó a embargarles.

Pero algo agarró el tobillo de Robin. El ladrón se paró instintivamente a mirar. Era una mano solitaria, como la que había visto al entrar en el camposanto. Sin embargo pararse no era algo que pudieras permitirte en una carrera por tu vida. Una repentina descarga de dolor le recorrió el cuerpo y una terrible quemazón le atravesó el pecho. Se dio cuenta de su error al ver asomarse la punta de una espada oxidada por su pecho.

- ¡Robin! – oyó gritar antes de perder la conciencia.

Ed despachó de un martillazo al soldado corroído que había ensartado su arma en el joven ladrón. La herida parecía grave. La sangre brotaba a borbotones por el agujero en el pecho. El hombretón cargó con el cuerpo y junto a sus compañeros corrió los últimos metros que quedaban hasta la puerta metálica. Salieron y cerraron a toda prisa. Cuando el primer cadáver tocó los barrotes aulló y cayó fulminado. Unas runas brillaron sobre la puerta.

- Está encantada. No pueden salir. – dijo Víctor. Se volvió hacia Ed quien estaba dejando el cuerpo de Robin sobre el suelo. – ¿Como está?

- Está muriéndose… - respondió Will enfadado. - ¿Y para qué? ¿De qué ha servido nada de todo esto?

- Luz. – Todos se volvieron hacia Ed. Eran las primeras palabras que le oían decir en mucho tiempo. Su voz grave era suave, como la de un padre acunando su hijo. Un resplandor empezó a brotar de su mano para dirigirse al agujero en el pecho de Robin. La herida empezó a cerrarse por sí sola mientras los tejidos se juntaban de nuevo y la sangre desaparecía. – Bendice a este chico.

Unas horas después, lejos del camposanto, Robin abrió los ojos. Sorprendentemente se encontraba… bien. Se palpó el pecho donde recordaba el extremo de una espada asomando pero solo quedaba un agujero en su ropa. Miró a su alrededor buscando una respuesta. Will estaba sentado cerca, de espaldas a él avivando la hoguera. Ed cabeceaba apoyado contra un tronco con el martillo recostado sobre su hombro. No veía rastro de Jasper pero Víctor estaba sentado algo más lejos, apartado en un claro dónde la luz de la luna lo iluminaba. El ambiente no era muy animado…

- ¿Dónde…? - ¿Dónde estamos? Quiso decir pero su voz se cortó por un ataque de tos.

Will se volvió hacia él y le obligó a echarse de nuevo.

- Descansa chico. No te fuerces por ahora.

- ¿Qué ha pasado?

- Te hirieron mientras huíamos. Tenías un palmo de hoja atravesándote. Tranquilo, Ed te ha curado.

- ¿Ed? – dirigió su mirada hacia el gigante dormido contra el tronco.

- Edward West no siempre tuvo esas pintas de bárbaro. Tiempo atrás fue un paladín y aunque le pese, la Luz aún responde a su llamada.

- Pero nunca dice nada ni le he visto emplear la Luz. Y se junta con ladrones…

- Su historia es algo compleja. No la conozco del todo. En resumidas cuentas digamos que su familia murió y se echa la culpa. Desea perder la fe en la Luz pero es incapaz de ello. Vive en su propia expiación.

- No lo sabía… - Sintió una gran compasión y agradecimiento por el paladín. Siempre estaba callado pero siempre estaba ahí para salvarles si hacía falta. Sus ojos se posaron entonces en Víctor. - ¿Y él? – preguntó señalándolo con la cabeza

Will negó con la cabeza.

- Descansa ahora chico. Luego ya habrá tiempo para hablar.

Momentos después, mientras Will se marchaba a por leña, Robin se acercó al claro de Víctor y se sentó a su lado, dejando que la luz de la luna los bañara. El rostro normalmente sonriente del hombre se hallaba serio y contemplativo.

- ¿Cómo te encuentras? – le preguntó Víctor sin volverse.

- Raro. Pero creo que bien.

Víctor asintió. Robin sabía que le dolía haber sido la causa su casi muerte.

- ¿Y ahora qué? – preguntó tras unos segundos de silencio.

- Ahora nada. He fracasado.

- ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué hay de las riquezas que me prometiste?

- Ya no hay nada que hacer. El ritual fracasó.

- ¿Y no hay más rituales en ese estúpido libro?

- Tal vez… pero por culpa de mí arrogancia casi mueres. ¿Aun así quieres seguir intentándolo?

- La palabra clave en esa frase es “casi”. Y sí, quiero seguir intentándolo. ¿Cómo es que tu no?

Víctor se quedó en silencio. El chico le acababa de lanzar un cubo de agua fría por encima. Tantos años de investigación, tantos recursos malgastados. El fracaso al traer a la vida a sus padres le había nublado la percepción de tal modo que ya no veía otras posibilidades.

Pero había una. Una posibilidad arriesgada. No sería la vida de sus compañeros la que peligrara sino la suya misma. Abrió el libro y pasó las páginas velozmente hasta dar con lo que buscaba.

- Aquí… Aún hay una posibilidad.


Robin sonrió al ver como su amigo recuperaba el ánimo. Miró con curiosidad como la página señalada contenía la ilustración de un pájaro enorme. No entendía a qué se refería pero sí sabía que una aventura mayor estaba por llegar.