viernes, 21 de octubre de 2016

El precio del éxito - Parte 3 (Chantalle Leproux)

Música: https://www.youtube.com/watch?v=c0xaDZavpDw



Hace más de diez mil años, mucho más de lo que puedo recordar, existía en un mundo anterior a este una civilización más antigua que las estrellas, una civilización basada en la magia arcana y, a diferencia de muchas de las de este mundo, sin necesidad de una fuente de poder a su alcance, pues podían “cogerla” desde miles de kilómetros a distancia, sin necesidad de sucumbir a su propia corrupción. Como es comprensible, los grandes magi eran los pilares de esta sociedad, su vasto poder era venerado y admirado. Por encima de todos, destacaba Thal’Kiel, El Constructor, cuyas habilidades eran capaces de moldear montañas, de elevar ciudades como si levantara arena y manipular la naturaleza a su antojo. Fue en este lejano mundo donde todo comenzó hace tanto tiempo…”

Los primeros rayos de la mañana bañaban el horizonte y con ellos el resplandor de los cristales arcanos profiriendo un espectáculo multicolor imposible de describir con unas simples palabras, incluido en su lengua, una de las más antiguas de cuantas había conocido.

Desde aquella extensa terraza en el palacio del Maestro resultaba casi imposible concentrarse ante la visión de la eterna ciudad de Mc’Aree a sus pies, que comenzaba a despertar en un nuevo día. Su tarea, aunque sencilla, no dejaba de ser importante. Debían levantar nuevos pilones mágicos para potenciar las líneas ley a su paso por la ciudad y, muy especialmente, por el palacio del Maestro; una gran torre de más de cien metros de alto en aquella ciudad de grandes cúpulas, con la diferencia de que esta torre no acababa en una forma esférica como las demás, sino en aguja y en cuya parte superior brillaba con cada vez más fuerza la energía arcana traída allí desde los confines más lejanos de Argus.

Los Constructores, como a veces les llamaban, eran los arquitectos de las más importantes capitales Eredar. Formar parte de ellos significaba pertenecer a uno de los rangos mejor vistos y la posibilidad de acceder a conocimientos arcanos a los que muchos de su especie ni siquiera soñarían.

Los magi reunidos en torno a Thal’kiel alzaron sus brazos al unísono en cuanto dio la orden, a la vez que pronunciaban sus conjuros de forma repetitiva, aunando esfuerzos y reforzando el poder del maestro.

Unas gotas de sudor corrían por la frente de Jaz’Kethal, uno de los magos más jóvenes. Sentía como su poder discurría por todo su cuerpo, desde sus pezuñas pasando por su espalda y hasta sus dedos, y la dirigía junto con el resto de sus compañeros hacia su maestro, que la manipulaba para levantar grandes edificaciones en el horizonte, haciendo surgir así nuevos edificios como si de estalagmitas se tratase y se fosilizaran una vez levantadas.

-¡Un poco más, necesito un poco más de esfuerzo por vuestra parte, hijos míos!- Gritaba Thal’kiel con una profunda voz a sus discípulos, a la vez que se elevaba aún más en el aire debido a la magia arcana.

Jaz’Kethal comenzó a sentir cómo le temblaba el cuerpo y sus músculos estaban totalmente en tensión, era tal el esfuerzo que podía oír sus dientes rechinar.

-Vamos, hermano, aguanta un poco más, no flaquees ahora, necesitamos la ayuda de todos y cada uno.- Aquella frase de aliento proveniente de otro compañero le animó a olvidarse del dolor y continuar su labor. No era otro que Archimonde, discípulo favorito del maestro y pocos años mayor que él.

Esta vez Thal’kiel había levantado a ras de suelo un canal que transportaba las líneas ley hasta el palacio donde se encontraban ahora mismo y la hacía discurrir hasta aquella misma terraza. Fue tal el impacto de energía que hasta un gran cúmulo de nubes se arremolinó alrededor de aquella torre, haciéndola estremecerse y provocando la aparición de varios rayos.

El hechizo había terminado con éxito y los magos cesaron en sus cánticos, algunos de ellos tuvieron que sentarse ante la extenuación que se había apoderado de ellos.
Archimonde observaba complacido la gran obra fruto de su trabajo y corrió hacia su maestro para felicitarle.
-Buen trabajo el que habéis realizado en el día de hoy, reponed fuerzas y descansad, mañana queda mucho por hacer.- El semblante del Eredar parecía no verse alterado por la extenuante tarea, sin embargo se detuvo a la altura de Jaz’kethal. –No te preocupes, hijo mío, todos flaqueamos alguna vez, pero no dudes de tus capacidades.- Dijo Thal’kiel.
–Sí, maestro, gracias por tu consejo.- Contestó el joven eredar mientras hacía una reverencia. Por el rabillo del ojo pudo ver cómo Archimonde le observaba con una leve sonrisa en el rostro.
Aquel fue el último de los días que recordaba de su vida anterior antes del advenimiento de la “Nueva Era”…



Tengo grandes poderes para ti, la capacidad para invocar grandes ejércitos y moldear no sólo ciudades, sino mundos a tu antojo, alguien como tú no debería contentarse con la mera magia arcana, limitada, fugaz, débil…

Aquellas palabras resonaban en la mente de Thal’kiel como un eco que se repetía cada vez que estaba en silencio, y es que con su gran poder pudo contactar con seres más sabios que él mismo y que le instruyeron en algo que ninguno de su especie había conocido jamás. Debía enseñar al consejo los nuevos poderes adquiridos, debía mostrar cuan poderosa era esta nueva fuente de poder que hacía palidecer cualquier construcción arcana. Y así haría, hablaría con Velen y Kil’jaeden sobre ello, es más, les mostraría la capacidad de destrucción frente a sus ya obsoletas construcciones…

El día de la demostración llegó y Thal’kiel, creo varios seres arcanos y firmes fortalezas impenetrables por ninguna máquina de asedio hasta ahora conocida, y con un giro de muñeca y la pronunciación de unas palabras extrañas hasta la fecha en aquel mundo, de repente surgieron ejércitos de diablillos y de unas criaturas mitad can, mitad reptil, que avanzaron hacia los protectores arcanos y acabando con ellos en segundos de las formas más crueles imaginables. Pero eso no fue todo, desde el cielo cayeron varias rocas ardiendo en un fuego verde que tras impactar sobre aquellas fortalezas, parecieron surgirles brazos y piernas y golpearon con furia aquellas construcciones reduciéndolas a cenizas. 

Tal era la alegría de Thal’kiel al observar el espectáculo, que no pudo apreciar el desagrado en los rostros de los asistentes, especialmente en el rostro de Velen, quien prohibió el uso de aquel tipo de magia, así como la destrucción inmediata de dichos seres a quienes catalogó de viles.

Ante tal desastrosa demostración, el Maestro permaneció retirado en su cámara durante días, apenas comía y bebía y nadie pudo entrar a verle. Era tal la preocupación que teníamos por nuestro querido padre adoptivo que muchos pensamos en pedir de nuevo audiencia con los líderes, pero la descartamos rápidamente.

Los días pasaron angustiosamente y con ellos la preocupación, pues al pasar por los aposentos de Thal’Kiel, extrañas voces y chillidos podían oírse, y lo que era aún más desconcertante, sentíamos la presencia de seres de energías oscuras venidos de muy lejos, que emitían sonidos guturales para nada comprensibles.

Muchos acudieron al más avezado de los alumnos, Archimonde, y pidieron que hiciera algo, pues sabíamos que era su favorito. Sin embargo no hizo falta, pues en el mismo día la gran puerta del Maestro se abrió de par en par…

-¡Padre, has salido, cómo estás!- Se acercaron corriendo los que estaban más cerca.

Una figura encorvada y visiblemente envejecida emergía hacia el corredor. Más y más magos fueron acercándose a la figura un tanto demacrada de su maestro. Parecía haber envejecido cientos de años.

-Tengo buenas noticias, hijos míos, una nueva era comienza ahora, lo he visto, pude ver cómo el cosmos era nuestro y nadie se interponía en nuestro camino.
-Pero maestro…- Dijo uno de los seguidores. – Los líderes están en contra de este descubrimiento, no quieren saber nada del nuevo tipo de magia.

Una mirada teñida de odio, completamente inusual a lo que estaban acostumbrados, se posó sobre el joven eredar.
– Nadie puede evitar que nuestra civilización progrese, por lo que todo aquel que se oponga, formará parte del pasado…-
¿Era cierto lo que estaban oyendo mis oídos, acaso el mayor mago de nuestra era estaba planeando un golpe de estado? Abrí los ojos de par en par, no podía disimular mi incredulidad. Pero para mayor desconcierto, fui testigo de cómo mis hermanos apoyaron tal moción, hasta Archimonde pareció aceptar con aquella mirada inescrutable. Y por si no había quedado suficientemente claro Thal’Kiel añadió:
-El pasado ha muerto, mis niños, y con él toda esta sociedad atrasada.- Tomó un respiro y continuó.- Vamos, tenemos mucho que hacer, debemos reunir a todos y explicar el plan…

Durante semanas estuvimos turnándonos en grupos de cuatro magos en torno a círculos rúnicos realizados en el suelo e invocando portales que distorsionaban la realidad parcialmente y, abrían un profundo agujero a otro mundo, del que salían espantosas criaturas dispuestas a llevar a cabo las órdenes del Maestro sin rechistar.

Los meses transcurrieron de forma casi imperceptible y a nuestro esfuerzo en invocar al ejército del nuevo mundo, debíamos sumarle la creación de nuevos hechizos de ocultamiento que lograran pasar desapercibidos durante el proceso. Algunos de mis hermanos sufrieron extraños cambios. Unos cambiaron el blanco resplandor de sus ojos por un tono un tanto más verdoso, otros comenzaron a envejecer de forma acelerada, como nunca antes habíamos visto.
-Ya casi está, en pocos días el nuevo orden será implantado y con él nuestra civilización será conocida y temida en todos y cada uno de los mundos… Sí, tienes razón, debemos ser cautelosos, pueden tener espías, pero ya me he encargado de eso…-. Susurraba Thal’kiel a algún ente que Archimonde era incapaz de ver en el momento de su llegada a la cámara del Alzador, título con el que hacía llamarse desde su recién regreso.
-Los preparativos están casi terminados, Maestro. – Dijo con tono solemne.
-Bien hecho, has aprendido bien y por ello estarás a mi lado cuando sea la caída del antiguo orden.-
-Sí, Padre.- Dijo Archimonde mientras hacía una solemne reverencia.

Sin embargo sus verdaderos motivos eran otros; Después de salir de aquella cámara el favorito del traidor no se dirigió a supervisar los últimos preparativos, en su lugar marchó fuera del palacio hacia el centro de la ciudad. Su decisión era tal que nadie sospechó de sus intenciones. Es posible que fuera a la ciudad a por algo de extrema necesidad, algún arma que pusiera más las cosas a nuestro favor. Nadie imaginó lo que llegaría a ocurrir.


-¡No puede ser cierto lo que estás diciendo!- Dijo gravemente Kil’jaeden. –Estás acusando a uno de los miembros más respetados de nuestra cultura, debes ser consciente de la gravedad de tus acusaciones.
En lugar de discutir Velen observó fijamente a aquel eredar frente a ellos, era joven y fuerte, incluso podría decirse que apuesto para su raza. ¿Por qué alguien con un futuro tan prometedor como el suyo podría arriesgarlo todo así?
Decidió calmar su mente.
– Bien, veamos si lo que dices es cierto o no, permíteme joven.- Velen alzó una mano a la altura del pecho del mago y en cuestión de segundos una oleada de imágenes recorrió su mente. Pudo ver en primera persona, como si viera a través de los mismos ojos del muchacho aquello que ansiaba que fuera falso. Vio enormes agujeros en el aire, en una misma sala, rodeados de magi y cómo de ellos surgían criaturas grotescas. Sumaban cientos de miles, y todos ellos eran cuidadosamente ocultados bajo un manto de protección invisible a todo escaneo arcano.

Cuando por fin encontró aquello que buscaba y apartó la mano, Velen afirmó lentamente con la cabeza ante Kil’jaeden, a lo que éste respondió con un fuerte rictus y cerradura de puños y acto seguido llamó a la guardia.

Las sucesivas horas resultaron ser frenéticas y se fueron reuniendo frente a la mansión del Constructor, ahora Alzador, cientos, miles, millones de magos de batalla y soldados. Frente a ellos Kil’jaeden y un ansioso Archimonde lideraban el asalto.
La barrera mágica que protegía el complejo impedía que los hechizos hicieran añicos la estructura, sin embargo el enemigo contaba con alguien que sabría muy bien qué hacer…
-¡Maestro, el enemigo ha traído un ejército a nuestras puertas!- Estábamos todos conmocionados, alguien había alertado a los líderes de nuestras intenciones.
-No podrán con nosotros, tenemos nuestra barrera defensiva y nuestro ejército…¡Soltad a los demonios, que ataquen sin piedad!

De palacio comenzaron a surgir oleadas de seres del Vacío Abisal arrollando todo aquello que encontraba en su camino y, desde las terrazas en lo alto del mismo, los Alzadores atacaban con su nueva magia vil a los soldados y magos de batalla.
Archimonde avanzó por los pasillos de palacio sin inmutarse por el frenesí de su alrededor. A nadie le extrañó verle caminar en dirección a los aposentos del Padre. El eco de sus pezuñas en el liso suelo no parecía importarle, es más, le gustaba cómo sonaba, era su propio tambor de batalla.
-Ah, hijo mío, estás aquí, en qué buena hora has venido.- Dijo Thal’kiel con voz cavernosa. – Ven, subamos a la terraza y observa el crepúsculo del antiguo orden. Imaginaremos cómo será esta nueva era mientras acabamos con los desperfectos del pasado.

Ambos se desplazaron por una escalinata hasta la cima de la torre, Thal’kiel se hallaba tan demacrado que no podía caminar y en su lugar levitaba unos centímetros por encima del suelo. 

La vista desde aquel mirador era impresionante; El cielo se estremecía y el viento movía con violencia banderas y banderines, mientras a ras de suelo se estaba librando una lucha a vida o muerte. Aquello no podía llamarse lucha, era más bien una carnicería. Los demonios avanzaban como una horda y habían abierto varias brechas en las posiciones enemigas, mientras los brujos aprovechaban para centrar sus ataques en esos pasillos abiertos por sus mismas tropas.
-¿Qué te parece, hijo mío? Es hermoso, pronto será todo como lo vi.
Archimonde se acercó a su mentor, era bastante más alto que él y pudo observar con detenimiento su perfecta cabeza.
-Maestro, qué piensas hacer en cuanto tomes el control del nuevo mundo.- Preguntó el joven eredar.
-¡Qué pregunta, tendré poder absoluto para lo que quiera, sin ningún tipo de fútil burocracia, reconstruiremos la ciudad a imagen y semejanza de nuestro nuevo dios y de ahí nuevos mundos!
-Lo que imaginaba… permíteme que presente mi renuncia, mi querido padre, creo que seré más valorado y tendré un futuro más prometedor en mi nuevo cargo…
Thal’kiel no se esperaba semejante respuesta y, mientras se giraba desconcertado hacia su discípulo, Archimonde desenvaino su espada magna con la que decapitó a su maestro de forma limpia y rápida.

Una fuerte sacudida nos aturdió a todos, de repente sentimos una falta de poder inmenso, algo no iba bien, y lo que era aún peor, nuestros demonios habían dejado de avanzar siguiendo una estrategia y se hallaban atascados en las líneas enemigas, lo que fue aprovechado por los magos y soldados de batalla enemigos para contraatacar.

La batalla dio un giro completo pues ya no eran las tropas leales a los líderes las que caían, sino las nuestras propias. Es como si se hubieran dado cuenta de esa pérdida de liderazgo y la hubieran aprovechado desde el primer minuto.

Desde lo alto de aquella torre Archimonde observaba con una vil sonrisa el cambio de los acontecimientos. La cabeza cercenada de su maestro llegó rodando hasta una de sus pezuñas, poseía aquella mirada de sorpresa de unos segundos antes de su muerte. Decidió cogerla y guardarla en una bolsa, pero antes de irse de aquel edificio deshizo los hechizos que mantenían las barreras mágicas.

La civilización eredar había sobrevivido a una de sus peores crisis y todo gracias al joven y portentoso Archimonde, que por sus heroicos actos se granjeó la admiración de todo su pueblo, llegando a formar parte de la cúpula del mismo. Desde aquel instante su pueblo contaría con un triunvirato.
En cuanto a los Alzadores todos y cada uno siguieron el mismo camino que su maestro… bueno, todos salvo uno…



Aquella visión reveladora conmocionó a Chantalle quien replicó;
-¿Pero por qué me dices esto ahora, por qué no has hablado de ello antes?
- Ahora estás preparada, niña, durante todo este tiempo he estado observándote, desde nuestra comunión en aquella noche, quince años esperando e infundiendo poder, alimentándome de las reliquias que conseguías… pero todo eso puede acabar ahora si haces lo que yo diga…- Dijo aquella voz profunda.
-¿Y qué conseguiré yo a cambio?
-¿Además de todo el poder que ya tienes?- Dijo aquel ser claramente molesto- ¡Recuerda que sin mí no podrías hacer ni trucos de magia!
-Está bien, está bien. Baja esa voz, me vas a dar jaqueca.- Contestó la duquesa.
-Aun así tendrás tu recompensa…dime…Qué prefieres…¿Caer ante la Legión Ardiente o poder ser amo de sus huestes?-
-Si lo que sugieres es que me una a los demonios, hablas con la bruja equivocada.
-No me has entendido, niña, de lo que hablo es de controlar a sus filas de demonios a tu voluntad, sin estar controlada por su Dios…

Aquella revelación hizo que un torbellino de ideas se arremolinaran en la mente de Chantalle, era algo que no se esperaba, pero debía decidir pronto. ¿Era algo bueno o algo malo?


Escrito por Chantalle