El brillo dorado de sus ojos
desapareció lentamente mientras un tono grisáceo se apoderaba de
cada veta que dibujada daba lugar al iris que rodeaba sus pupilas. Su
rostro palideció, su cuerpo se desplomó lentamente mientras pendía
en el aire hasta posarse en la dura y gélida piedra que conformaba
el suelo de aquella casa típica de parajes enanos. Garrett no pudo
evitar desviar la mirada y cerrar los ojos. Sentía en lo más
profundo de su ser que había fallado, todo por lo que había
luchado, todo lo que hacía de él lo que era o quizás lo que quería
ser, se había evaporado cual castillo de arena que arrasa el oleaje.
Una vez más... demasiado fácil...
Raymond observó con desdén el cuerpo
sin vida de la dragona con forma de gnoma con rubios cabellos. Una
sensación de odio invadió al caminante por completo mientras sus
puños se cerraban con fuerza. Tenía ganas de matarlo, de acabar con
su detestable y miserable vida de una vez por todas... pero no pudo.
No debía caer en la provocación, no al menos si deseaba cumplir sus
planes. Raymond era poderoso, lo había visto en acción, sabía cual
rastrero y sucios eran sus juegos, pero después de todo no era más
que un simple humano, un simple... mortal. Garrett se sintió
superior a él, lo había hecho desde la primera vez que lo vio, y no
solo con él, sino con todos aquellos con los que se había cruzado.
Desgraciadamente el poder de Raymond no era conferido por su propio
ser, sino más bien por aquellos que le seguían. El caminante desvió
la vista hacia Octarion, que no era capaz siquiera de parpadear ante
la crueldad de la escena. El dragón infinito poseía cuanto poder se
le antojaba, pudiendo acabar con todos los que allí se hallaban.
Garrett sintió un vacío interior al mirarlo, sintió como las
esperanzas desaparecían de su mente. Sabía que tenía que acabar
con Raymond él mismo, pero con Octarion a su lado.. jamás podría
hacerlo. El caminante desconocía el por qué de tal alianza, pero el
dragón parecía seguir fervientemente al brujo en cualquiera de sus
demenciales planes que cruzaran su desquiciada mente. Cualquier
movimiento en falso, cualquier intento o incluso cualquier
pensamiento que intentara desvelar sus verdaderos planes,
significaría su propia muerte a manos de aquella criatura. Por eso
no podía hacer más que esperar... y contemplar una y otra vez como
Raymond destruía la Orden en cada línea paralela a la que viajaban.
-La Orden ha sido destruida una vez
más.- aseveró Raymond.- Nadie conocerá su grandeza, nadie se
entrometerá en mis planes...-continuó- Es hora de continuar.-ordenó
al dragón.
La criatura, que había tomado la forma
de un alto elfo de cabellos y ojos oscuros que contrastaban con su
pálida piel, levantó pacientemente su delgada mano ante el brujo.
El ceño del dragón se arrugó mientras sus ojos se tornaron
blancos, como si una densa niebla se apoderara de ellos.
-No has acabado con ellos...-dijo el
dragón
-Eso es imposible. Hemos matado a
Nizdorni antes de que creara los talismanes.-sentenció el brujo.- No
hay forma posible de que tenga lugar la formación de la Orden, no
aquí.
-La hay... la habrá...
Raymond rugió de impotencia.
-¡¿Qué he de hacer entonces?!-gritó
el humano.-¡¿Cómo demonios puedo eliminarlos de una vez por
todas?!... No pasaré un minuto más en este despreciable mundo...
-Solo hay una forma.-confesó el dragón
mientras sus ojos se tornaban oscuros nuevamente.- Si quieres acabar
con la Orden, deberás eliminar a cada uno de ellos... esa es la
única forma de...
El brujo interrumpió al dragón con un
ahogado grito. Garrett se preguntó de cuanta paciencia dispondría
la criatura, y por qué soportaba y permitía la arrogancia del
humano.
-Si esa es la única forma, habrá que
eliminarlos entonces... uno a uno.
El caminante sintió una punzada en el
pecho al oír aquello. Si dura había sido ya la muerte de Nizdorni,
no sabía cuanto dolor más podría soportar al ver caer a cada uno
de aquellos a los que había conocido, incluso quien sabe si a sí
mismo también.
Raymond centró su mirada en el humano,
acercándose lentamente hasta detenerse a escasos centímetros de él.
-Tú... ¿No vas a decir nada al
respecto?
-No creo que te gustara demasiado lo
que pienso.
El rostro de Raymond se tornó oscuro.
-La Orden te ha desterrado, te ha
robado lo que más quería... te encerraron cuando más les
necesitabas... ¿No piensas hacer nada por vengarte?
Garrett escuchó sus afiladas palabras.
Sabía que tenía razón, pero conocía las razones por lo que lo
habían hecho. La Orden, los caminantes,... todos los que formaban la
gran organización, actuaban por instinto, actuaban con el corazón.
Aunque ello significara dejar atrás a los que no compartían el
mismo punto de vista. Aún así no les guardaba rencor... o no lo
suficiente como para exterminarlos en cada universo y mundo que
encontrara a su paso.
-¿Y qué debo hacer?, o mejor dicho,
¿Qué crees que debo hacer?- vaciló ante el brujo.
-Creí que estaba claro cuando te
sacamos de aquel sucio cuchitril.
-Esta no es mi guerra Raymond, es la
tuya.-respondió tajantemente.
-¿Qué has dicho?- preguntó el brujo
mientras su rostro adquiría una expresión de sorpresa.
-Lo que has oído.
-Vives gracias a mi.-amenazó el humano
mientras golpeaba con el dedo índice el pecho del caminante.- Si no
vas a servirme..., estaré encantado de deshacerme de ti, al igual
que haré con el resto de los tuyos...-Raymond dudo si continuar con
sus palabras, pero la ira y sed de venganza se adueñaron de él.- Y
después de desharé de la Orden... incluido tu hijo...
El caminante extendió su brazo
rápidamente rodeando con sus dedos el cuello del brujo. La espalda
de Raymond chocó contra la pared mientras el caminante seguía
asfixiándolo con fuerza.
-No eres tan poderoso como crees
Raymond...-susurró al oído del brujo.- Si no eres capaz de acabar
con una Orden que aún no ha comenzado a gestarse.... ¿Qué te hace
pensar que podrás con una más poderosa de lo que jamás serás?...
Raymond intentó zafarse de su
adversario, pero la fuerza del caminante lograba superarlo con
creces, obligándole a llevar sus manos hasta el brazo de éste para
evitar asfixiarse. El brujo desvió la mirada hasta el dragón, que
permaneció indemne en un rincón de la estancia, observando la
situación.
-Detente Garrett.-ordenó Octarion.
El caminante soltó al brujo. Había
jugado una arriesgada carta, pero ahora tenía algo claro, el dragón
infinito no servía a Raymond, o al menos no lo suficiente como para
salvarle la vida. Desconocía cual eran las intenciones finales de
cada uno y qué parte de beneficio sacarían de ello, pero debía
afianzar su confianza hasta dejar de ser una amenaza, y sabía como
hacerlo.
-Yo sirvo a los dragones.- confesó
Garrett mientras su mirada amenazante se cruzaba con la del brujo.
-Entonces...-susurró Raymond mientras
intentaba coger aire nuevamente.- No puedo confiar en ti...
-Habrá una forma de que confíes en
él.-dictaminó el dragón.- Él acabará con los miembros de la
Orden de este mundo. Una vez lo logre, vendrá a buscarnos y solo
entonces conseguirás tu objetivo.
Raymond frunció el ceño, no le hacía
gracia alguna depositar sus esperanzas en alguien que podría
traicionarlo, pero sabía que las palabras del dragón eran certeras
como ningunas otras. Quizás Octarion ya había visto todo el futuro,
o tal vez era solo intuición, pero no podía hacer otra cosa que
aceptarlo, sobretodo si quería conseguir que sus planes fueran un
éxito.
-¿Será capaz de hacerlo?...-preguntó
el brujo dubitativamente.
-Conozco la Orden mucho mejor que
cualquiera de vosotros.-respondió Garrett.- Sé quienes formarán
parte de ella...
-Tienes solo esta oportunidad
caminante...- amenazó el brujo.- Si fallas,... no pienses en
volver...
-No fallaré.
El dragón comenzó a canalizar un
poderoso hechizo que segundos después desembocó en un gran portal
de color azabache que giraba infinitamente formando una gran espiral.
-El tiempo apremia.-dijo Octarion
-Lograré acabar con cada Orden de cada
mundo.- sentenció Raymond mientras se giraba hacia el humano antes
de cruzar el portal.- Y ni tu ni nadie podrá impedirlo...
El portal se cerró, llevándose con él
tanto al dragón y al brujo, como al resto de los que formaban el
grupo de Raymond. Sabía que las amenazas del brujo eran ciertas,
lograría acabar con todo lo que se interpusiera en su camino, ya lo
había hecho antes, cuando no era más que un simple brujo, ahora que
poseía un dragón... no se detendría jamás.
Garrett se deshizo de sus guantes y los
arrojó con rabia hacia la pared a la vez que un grito escapaba de
entre sus labios. Sus rodillas se clavaron en el suelo mientras sus
lagrimas de impotencia descendían rápidamente por su rostro. Sus
manos arroparon el cuerpo sin vida de la gnoma, mientras las yemas de
sus dedos recorrieron la fría mejilla de la misma. Te he fallado de
nuevo, susurró mientras recordaba como años atrás se había
repetido la misma escena. Nizdorni, Khairos,... Garrett había
fallado a todos los que habían confiado en él. ¿Cual era entonces
su destino? ¿Qué debía hacer para redimirse? Las respuestas nunca
habían sido claras, pero no entendía por qué lo habían elegido a
él. ¿Por qué los dragones y Nizdorni lo eligieron como caminante?
En cualquier caso... tal decisión habría sido en vano dadas las
circunstancias en las que se encontraba.
Las lagrimas del caminante siguieron
recorriendo su rostro hasta caer en el pecho de la gnoma donde de
repente, una luz brillante comenzó a formase en él, girando y
adquiriendo forma a medidas que crecía. Garrett observó la escena
extrañado, depositando con extremo cuidado a la dragona en el suelo
donde se encontraba. El caminante parecía asombrado por lo que
estaba teniendo lugar. El brillo dorado comenzó a definirse hasta
tomar la forma de la propia Nizdorni, que flotaba sobre su cuerpo
mirando al humano con un rostro inerte.
-¿Ni.. Nizdorni?-preguntó Garrett en
voz alta.-¿Eres tu?
La gnoma miró su propio cuerpo sin
vida sobre el que flotaba.
-No exactamente...-respondió.
-¿Qué eres...? ¿Quién eres?
-Digamos que soy...-tomó unos segundos
para elegir la palabra adecuada.- Una proyección.
-Una proyección...- murmuró el humano
extrañado.
-Sabía que moriría hoy...-confesó
Nizdorni.- Siempre lo supe. Sería aquí y hoy... lo ví hace mucho
tiempo atrás... ¿Por qué no hice nada para evitarlo?
Preguntarás... Sabes que no había escapatoria... digamos que esta
era la mejor forma...
-Nizdorni...-intentó interrumpir, pero
la gnoma siguió hablando.
-Mi muerte es solo un pequeño
impedimento... ni siquiera yo soy de vital importancia para que la
Orden se forme. La Orden es fuerte, es... sabia, logrará buscar la
forma de sobreponerse a todo lo que logre enfrentarla. Siempre ha
sido así, incluso desde antes de que yo decidiera darle vida.
-No lo entiendo.-dijo Garrett.- La
Orden no puede formarse sin... el talismán... sin ti...
-La Orden tendrá un talismán.
-Pero... ¿Cómo?
-Lo forjarán a su debido tiempo...
ahora deben empezar de cero. Reunirse y comenzar aquello que abrirá
las puertas de su destino.
-¿Cómo lo harán sin ti? No conocen
su destino... y ahora no lo conocerán nunca... Te necesitan para
guiarles Nizdorni, tal y como hiciste en los otros mundos...
-Necesitan un guía... necesitan a
alguien que les ayude, que les proteja, que conozcan más de ellos
que ellos mismos. Alguien que sepa para qué estaban destinados y
cuan capaces eran... No me necesitan a mi...
Garrett enmudeció al oír las palabras
de Nizdorni.
-Has vivido una larga vida mientras
buscabas cual era tu destino, mientras pretendías encontrar que
pieza del rompecabezas eras...Ahora lo has encontrado.
-No,... no puede ser... no puedo...
-Lo harás, no hay alternativa...
-Pero Raymond... mi destino es
detenerlo. Es mi deber.
-Habrá otros que lo hagan por ti...
ahora tu debes hacer esto por mi...
-Nizdorni.. no puedo hacer... no
puedo...
-Debes convertirte en mi, debes guiar a
la Orden...
La figura de la dragona comenzó a
desintegrarse progresivamente.
-Guíalos... tal y como yo lo
hice....guíalos y protégelos...