lunes, 4 de julio de 2016

[Sphere] Danna Harley

La yegua  de Danna seguía por la linde del camino que tantas veces había recorrido durante varios años, Danna montada sobre su grupa y sujetando las riendas levemente, casi ni las rozaba y dejando toda decisión y responsabilidad a su yegua albina, Perla, así  pensó llamarla el día que Danna asomó por el establo de la hacienda de su familia y la vio por primera vez, entre los brazos de su padre, que había ayudado en la labor de que esta naciera.
Aún recuerda sus palabras el día que se la regaló, “Cuídala, trata la con todo tu cariño y enseñala, protegela como si de ti misma se tratara, ella hará lo mismo por ti” Y a partir de entonces ambas compartían juntas la mayor parte de horas del día, Danna se encargó de todos sus cuidados y doma con la ayuda de su padre y Perla se convirtió en su mas fiel compañera.

Los ojos de Danna brillaban inundados de lágrimas, apenas podía ver mas allá del hermoso pelaje que adornaba el cuello de su yegua, aunque Perla sabía el camino a seguir, y en su pensamiento la única idea de que aquella iba a ser la última vez que pasara por allí, que viniera de regreso de aquel lugar especial y secreto que habían decidido tener hace un tiempo Rolang y ella,  en el momento que casi sin darse cuenta habían dejado de ser simplemente compañeros de juego en la niñez y se había creado en ellos con los años unos lazos tan fuertes de amistad, convirtiéndose con el paso del tiempo en algo mucho mas consistente, algo que había creado en Danna un mundo de ilusiones y sueños que habían terminado finalmente tirados y deshechos, como si hubieran caído en un charco de barro. Ya todo había terminado.
El día llegaba a su ocaso, y un último rayo de sol que estaba luchando con fuerza para no irse chocó contra los párpados de Danna haciendo que por fin sus lagrimas aún agolpadas dentro de sus ojos comenzaran a resbalar por su mejilla, una detrás de otra, lentamente..

Su corto viaje de vuelta a casa estaba por concluir, podía ver a lo lejos como empezaban a iluminarse algunas ventanas de las cuatro o cinco casas que junto la forja y los establos formaban el complejo donde residía y que su padre Jacob había  creado poco a poco y casi sin pretenderlo.

Su Padre, Jacob Harley que había llegado a ser alto mando del ejército de Ventormenta dejó el servicio al nacer Cecil, la hermana pequeña de Danna, aunque la pequeña nació bien de salud las complicaciones del parto trajeron como consecuencia una ceguera irreversible en la madre. Para cuidar de su esposa e hijas y no dejar toda la responsabilidad a Danna que para entonces apenas contaba con siete años de edad, tomo esa decisión.
Compró unos terrenos a las afuera de la ciudad lejos del bullicio, con una bonita casa, un pequeño establo y una forja, y lo que comenzó como un hobby forjando pequeñas armas como entretenimiento y una manera de seguir manteniéndose en forma se convirtió en un próspero negocio, dado la fama que tenía Jacob en el manejo de las armas y sus contactos tanto en el ejercito como con algunas casas nobles contribuyeron a que fueran aumentando sus encargos y en proporción contratando algunos empleados y teniendo que agrandar la forja.
Cecil, así se llamaba su hermana, se había convertido con los años en compañera inseparable de su madre, Clarisse, y Danna de su padre, con Él pasaba la mayor parte de su tiempo libre, este le enseñó e instruyó todo cuanto sabia sobre el manejo de las armas, motivado por la facilidad que tenía para aprender y su destreza. Eran mucho los alumnos que habían pasado por sus manos durante su carrera militar y hoy por hoy su hija podría hacerle frente sin ningún temor a cualquiera de ellos. Jacob llegó a pensar que tenia algún don, o una intuición fuera de lo común para anticiparse a los ataques de su oponente y bloquearlos sin problema, a Danna le hacía gracia la cara que su padre ponía cuando esto sucedía, y le decía medio en broma:
- Tengo visiones, como fogonazos de Luz que me anuncian cual va a ser tu siguiente ataque y así poder anticiparme.
Jacob terminó por creer que eso era cierto.
También la enseñó a montar, e incluso a domar caballos salvajes.

Finalmente Danna llegó a su destino, esta vez el camino se le había hecho especialmente corto. O tal vez era la necesidad que tenía de que el tiempo pasará mas lentamente, necesitaba un poco más para terminar de asumir todo lo que le acababa de suceder. Se dirigió directamente a los establos, le quito la silla de montar a Perla y la dejó junto al pasto para que comiera un poco, no sin antes darle unas palmaditas y acariciarle la parte superior del lomo y tras eso se puso en camino hacía la forja, pero antes pasó por el pozo, sacó un poco de agua fresca y se lavó la cara aguardando unos minutos a que se le pasara el escozor  y cualquier rastro de lagrimeo en sus ojos.

Tenía por costumbre esperar a su padre cada noche mientras apagaba y terminaba de recoger la forja, esta vez no iba a ser diferente. Danna entró, saludó intentando embozar una sonrisa y se sentó en su rincón, el mismo rincón de siempre, pero esta vez dejando su banqueta junto a la pared apoyando su espalda y dejando descansar sobre ella todo el peso de su cuerpo para evitar que ningún reflejo de luz pudiera iluminar su rostro, o cuanto menos sus ojos.

Jacob levantó la vista y dedicó a su hija la mejor de sus sonrisas en cuanto la escuchó entrar, aunque se dio cuenta enseguida que algo no iba bien continuó con la labor que tenia entre manos y decidió esperar el momento mas oportuno para hablar e intentar quitar hierro, expresión que le gustaba usar, a lo que afligía a su pequeña.

Aun quedaban en la forja Ezekiel Collen, un viejo medio ermitaño y minero, era siempre el último junto a Jacob en abandonar el trabajo cada noche, con pocos amigos, quizá por su carácter tan peculiar, poco hablador y cuando lo hacía sus palabras sonaban como sentencias, nadie se atrevía a discutir con él si tan siquiera a llevarle lo mas mínimo la contraria y muy pocos le habían visto el mas mínimo atisbo de una sonrisa en su rostro. Pero curiosamente con Danna su carácter cambiaba, la trataba como a una hija o tal vez la nieta nunca tuvo ni tendrá y ejercía sobre ella actitud protectora.
El viejo fue en su día quien suministraba menas y materiales que extraía de su propia mina para la forja de la familia Harley hasta que un trágico accidente acaecido en uno de los túneles cuando él estaba dentro ocasionaron en el minero secuelas irreparables que le impedían seguir ejerciendo como tal. Jacob lo acogió en su hacienda para que le ayudara en los diseños de sus armas y armaduras y le convenció en contratar  a varios jóvenes para que continuaran explotando su mina.
Llevaba trabajando para su padre el tiempo suficiente como para haber visto crecer a Danna y haberle enseñado a manejar en secreto un extraño orbe, con un inusual poder, cediéndolo como si de su legado se tratase cuando creyó que estaba preparada para ello. Salían cada mañana a pasear y cuando estaban suficientemente alejados Ezekiel le instruía en el manejo de ese artefacto.
Le preparó un engarce para el orbe en la empuñadura de la espada que con tanto amor y esmero le había hecho su padre y aunque todos pensaban que era un siempre adorno ámbar en su arma, ellos dos sabían que era mucho más que eso.

Danna evitó la mirada del viejo cuando entró en la forja y saludó, sabía que si este la miraba a los ojos podía llegar a saber mas de lo que ella podría querer contarle, así que después de sentarse desenvainó su espada y comenzó a pasar la punta de esta como si dibujara en el suelo cosas sin sentido, casi sin rozar lo, intentando distraerse usando su imaginación.
Ezekiel contestó con algo parecido a un gruñido que nadie entendió pero que todos interpretaron como saludo.

Quien sí contestó con mucha energía y una exagerada sonrisa fue Elliot, joven de unos veintidos años e hijo de Matt Coleman, amigo de Jabob y también veterano del ejercito que habían terminado trabajando para el padre de Danna.
A Matt le habría gustado que su hijo hubiera seguido sus pasos, había sido bien entrenado por su padre y tenian grandes dotes para el combate cuerpo a cuerpo, bien dotado físicamente, pero ser soldado no entraba dentro de los planes de Elliot. Es un joven de espíritu libre y otros proyectos de futuro en los que no entraba lo de acatar órdenes de superiores.
Le gustaba pasar sus ratos de descanso con Danna, organizaban pequeños combates que servía a ambos de entretenimiento, otras veces paseaban y el chico contaba a la joven sus sueños y sus inquietudes aunque no había sido totalmente sincero, pues estaba enamorado en secreto de ella y nunca fue capaz de confesárselo.
Por otro lado Danna, era a otro Joven, Rolang Carter, a quien tenia en sus pensamientos, o lo tenía hasta hace justamente treinta minutos antes de que entrara en la forja. Rolang es un joven heredero de una casa nobiliaria, se conocían desde pequeños por negocios comunes por parte del los padres de ambos y se veían en repetidas ocasiones, siendo esas visitas mas frecuentes con el paso de los años.
Pero la de esta noche había sido la última.

Cuando estuvo todo el trabajo de la forja terminado salieron y se despidieron en la puerta. Elliot con esa sonrisa que siempre dedicada a Danna y esta despidiéndose de todos con cortesía.
Solo habían caminado tres pasos cuando escuchó la voz de Ezekiel a su espalda.
- ¡Danna! Acuérdate del paseo de mañana. Pasaré a buscarte bien temprano.
- Por supuesto. - Contestó la joven parándose en seco. - No te haré esperar.

Continuó tras eso caminando junto a su padre, en silencio, hasta las escaleras que subían hacia el porche de la vivienda y entonces Jabob se sentó en unos de los peldaños e hizo señas a su hija para le imitara y se sentara a su lado.
La joven se sentó junto a su padre sin darle mas importancia pues esto formaba parte del ritual de cada noche, pero esta vez Jabob no sacó su pipa y por en contrario posó su brazo por encima de los hombros de su pequeña, aunque estaba ya cerca de cumplir los viente años siempre la vería como a su pequeña.

- Puedes llorar si quieres antes de entrar en casa. -Le dijo a su hija mientras le acariciaba tiernamente la mejilla.
- ¿Ya lo sabes padre?
- Lo sé. -Saca de su bolsillo una carta con sello lacrado de la familia Carter,  se podía distinguir una letra redondeada, bien cuidada y exageradamente adornada. - Y comenzó leer:  “La familia Carter tiene el placer de invitarle al próximo enlace matrimonial de su primogénito y heredero Rolang Carter con su prometida Amanda Lewins...

Aunque la invitación seguía dando mas detalles sobre la celebración Jacob decidió dejar su lectura y volver a guardarla.
 
- ¿Porque no me dijiste nada padre?. - Le interroga Danna con clara expresión de incertidumbre.
- Porque quise confiar en que ese muchacho tuviera el suficiente valor para oponerse a los deseos de su padre a favor de vuestra felicidad. Porque creía en lo que teníais y porque para mi el verdadero amor esta por encima de cualquier cosa. Por eso pensé que esa boda no se iba a celebrar.. Pero esta claro que no todos somos iguales. - suspira y se toma unos segundos para continuar. - Debes de ser fuerte hija mía, lo superaras, eres joven tu voluntad férrea y tu corazón de hierro, esto terminará por ser solo una pequeña anécdota en tu vida. Lo superaras y sacarás fuerzas de donde ni te imaginas que las tienes. - Suspiró profundamente. - Ahora ve y descansa, recuerda que el viejo vendrá buscarte temprano.
- ¿Tu no entras padre?
- En unos minutos, - Dicho esto el ex militar sacó  cuidadosamente su tabaco de un pequeño saco, sacudió su pipa con suavidad y comenzó minuciosamente con  la preparación de su picadura dentro de la pequeña cubeta, la encendió dándole varias caladas profundas  exalando  el humo muy despacio.


La noche pasó para Danna mas lentamente de lo habitual, apenas había podido consolidar el sueño y lo poco que lo había hecho se turbó en sueños intranquilos e incluso con alguna pesadilla.
En el instante que asomó el primer atisbo de luz por su ventana se puso en pié y se preparó para su paseo con  Ezekiel.
Fue al establo a buscar a Perla y al salir pudo ver como Ezekiel se acercaba montado en su viejo caballo.

- ¿No te habías olvidado verdad?. - se apresuró a decir viejo en cuanto estuvo lo suficientemente cerca de ella.
- Claro que no, ya estoy lista.
- Estupendo, pues en marcha. - Dicho esto le dio suavemente con la espuela a su montura  para que se ponga en movimiento y el animal reaccionó poniéndose al galope..
Danna le seguía muy de cerca y cuando ya habían cabalgado durante varios kilómetros aminoraron el ritmo paulatinamente hasta ponerse al trote.
La mañana era fresca y apacible, el cielo estaba despejado y podía aventurarse que el Sol luciría con fuerza cuando se atreviera a resurgir tras las montañas que coronaban el horizonte, agradecía la liviana brisa que les acariciaba el rostro, y solo podía oírse el sonido de la hierva producido al moverse por la tenue fuerza que sostenía el viento y las pisadas de sus caballos.

- ¿Que tal llevas tu entrenamiento?.- Preguntó Ezekiel rompiendo aquel silencio.
- Oh.. Bien. -Contestó Danna sobresaltándose un poco, pues estaba distraída contemplando el paisaje.
- ¿Has conseguido descubrir alguna forma mas de sacarle poder?. -Refiriéndose al Orbe de ámbar que el anciano regaló a Danna tiempo atrás.
- Si, ayer mientras entrenaba con Elliot, sucedió algo extraño..

La ambigua pareja continuaba hablando mientras se desviaba por un sendero para alejarse del camino y llegar a un lugar menos transitado, a salvo de miradas indeseadas donde poder entrenar con este artefacto sin temor a ser descubiertos.
Pero de repente fueron asaltados por unos desconocidos, tres humanos a pié que por sus modales y forma de actuar no parecían personas de fiar.

- Eh vosotros dos ¿Donde vais por aquí?.- Se apresuro a decir el hombre del centro.
- ¿No.. nosotros? Estamos dando un paseo. - Contestó Danna.
- ¿Son ellos? Preguntó el de la derecha, ignorando la respuesta de la muchacha.
- No estoy seguro, el jefe fue quien los vio, iré a buscarlo. - Contestó este, y salió corriendo hasta desaparecer tras la arboleda.
- A mi no me suenan sus caras. - Dijo el tercer hombre.
- Solo somos un pobre viejo y una muchacha dando un paseo, dejadnos seguir. - Dijo Ezekiel empezando a preocuparse.
- ¡De aquí no se mueve nadie!.- Gritó el primero haciendo encabritar a la yegua de Danna. - Os tendremos que matar de todos modos.
- ¿Co..como? .- Tartamudeó Danna, y antes de que se diera cuenta uno de los asaltantes la agarró del brazo y la tiró de su montura.
- ¡Danna!.- Gritó Ezekiel.
- ¡Callete viejo!.- Y al instante el otro se lanzó contra el viejo para hacerlo caer.
- Como lo vueltas a tocar lo lamentarás.. -Amenazó Danna apretando con rabia la empuñadura de espada.


Los dos hombres comenzaron a reir por la amenaza de la chica, y entre risas se lanzaron sobre ellos intentando asestarles varias estocadas que tanto el anciano como la joven iban esquivando a duras penas, Danna se defendía bien y pudo propinar varios golpes a sus enemigos, el viejo sacando aliento lograba mantenerse en pié

- ¡ Danna! Es hora de demostrar lo que has aprendido. Gritó el viejo tras recibir un duro golpe que le hizo clavar su rodilla en la tierra.

La Joven asintió y sin mediar palabra comenzó a concentrarse, en breves segundos la esfera ámbar que adornaba el puño de su espada irradiaba destellos de luz de ese mismo color, cada vez mas intenso, sintió como su brazo y su espada se hubieran fundido en uno mientras esta terminó de iluminarse por completo y en ese instante asestó un duro golpe a su oponente, tan rápido que a este no le dio tiempo a reaccionar convirtiéndolo en piedra y estallando en cientos de minúsculas piedras color ámbar.
Ágilmente se puso delante del otro oponente que observó atónito el final de su compañero y Danna repitió el mismo golpe corriendo este la misma suerte.
- Rápido, salgamos de aquí! A los caballos. - Ordenó Ezekiel.
Danna miró a a su maestro, aún incrédula por lo que acababa de suceder, esta había sido la primera vez que había sacado tanto poder de su Orbe, pero unas voces la sacaron de su estado de embelesamiento volviendo a conectar con la realidad. Levantó la cabeza y vio a otro grupo de hombres, justo donde comenzaba la arboleda, el del centro, con túnicas de brujo, el que parecía el jefe la señalaba, vio como levantaba el otro brazo y sostenía en su mano un orbe como el suyo, pero de color púpura  y como este levitaba sobre su mano comenzando a irradiar luz de su mismo color. El suelo comenzó a oscurecerse, la cargada nube avanzaba como una masa hacia ellos,como una ola sombría devastando todo lo que encontraba a su paso mientras el jefe gritaba.
- ¡Quiero a esa chica y el Orbe que lleva en su espada! .
- Danna! Vámos ya!.- Volvió a insistir el viejo.
La pareja se apresuró a subir en sus monturas y comenzaron a galopar sin rumbo fijo tan rápido como podían.
Volvieron al camino y salieron de nuevo de el hacia una senda que ni sabían hacia donde llevaba, el corazón de Danna latía tan deprisa y tan fuerte que temía que le saliera del pecho cogiendo las riendas con una mano y llevando la otra hacia el punto donde lo sentía latir con mas fuerza, inconscientemente, para impedir que saliera. En su cabeza demasiadas emociones le impedían pensar pero seguía galopando y dejándose guiar por el viejo, correr sin rumbo les hizo llegar hasta un desfiladero  con altas montañas y frente a ellos se alzaba un muro de rocas cerrándole el paso,  evitando su huida y obligando les a detenerse.
Danna vio en la expresión del viejo algo que no había visto nunca hasta ese día, algo que podría llamar temor ,sin miedo a equivocarse y más aun cuando al girarse para comprobar si les seguían pudo ver al grupo de brujos acortando distancias.

- ¡Estamos acorralados!- Grito el viejo.

El líder sonreía a ver que no tenían escapatoria y volvió a alzar su Orbe volviendo a extender una capa de oscuridad sobre el suelo que se acercaba a ellos inexorablemente.
De repente el viejo avistó  una posible vía de escape, detrás de unas rocas de menor altura creyó ver una grieta y le hizo señas a Danna para que le siguiera.
Los caballos escalaron esas rocas con dificultad y siguiendo la grieta podía verse como se habría ante ellos un estrecho sendero que que ambos reconocieron como su única vía de escape y su salvación.
El viejo miró atrás comprobando que la ola de oscuridad  sobre la tierra no se detenía y que les pisaba los talones cuando de repente su caballo trastabilló haciéndole doblar una de sus patas delanteras provocando una fuerte sacudida en el jinete, Ezekiel tuvo que detenerse y Danna volvió sobre sus pasos para ayudarlo.
- Danna.. escúchame bien.. .- Dijo Ezekiel agitado y cansado por el esfuerzo. Sal de aquí, corre todo lo rápido que puedas y no mires atrás. Los dos nunca saldremos vivos de esto, y tal vez tu sola puedas conseguirlo.
- ¡No! No voy a dejarte aquí, monta  conmigo en Perla, ella nos sacará de aquí, no te abandonaré.. .- Danna negaba entre sollozos.
- Danna, no voy a repetírtelo dos veces, sal de aquí ya! .- Ezekiel no paraba de mirar hacia atrás como la negrura de la tierra se aproximaba sin que nada pudiera detenerla y engullendo todo obstáculo en su camino.

En ese instante Danna sintió como si algo golpeara fuertemente la grupa de su yegua, el fuerte azote que el viejo le había dado hizo que esta empezara a galopar encabritada sin que Danna pudiera hacer nada para evitarlo y perdiendo todo el control sobre ella.
Perla corría como el viento, parecía que sabia que tenia que alejarse de allí y Danna se dejaba llevar desistiendo ante la imposibilidad de frenar a su montura, aceptando sin mas remedio la ultima voluntad de su gran amigo Ezekiel.
Pasaron horas y aunque Danna pudo retomar el control de su caballo ya sabia que era tarde para volver atrás y ayudar al anciano, apenada por no poder haber hecho nada para salvar su vida, siguió adelante concienciada de que ahora ya lo mejor que podía hacer era alejarse todo lo que pudiera de aquel lugar y sin opción de retorno hacía su hogar, para no poner en peligro la vida de su familia.
Con el rostro de aquel humano brujo grabado en su mente se juró a si misma cobrarse venganza, la muerte de sus gran amigo no sería en balde.
Cuando por fin se detuvo junto a un arroyo para que Perla pudiera calmar su sed, desmontó, sintió sus piernas aun temblorosas, su boca también seca y mientras se refrescaba en el arroyo junto a su yegua pensó en las palabras que la noche antes le dijo su padre.

“ Debes de ser fuerte hija mía, lo superaras, eres joven tu voluntad férrea y tu corazón de hierro, esto terminará por ser solo una pequeña anécdota en tu vida. Lo superaras y sacarás fuerzas de donde ni te imaginas que las tienes.”

Danna se levantó, miro al horizonte y murmuró.. -Que razón tenias padre..

Escrito por: Helania