jueves, 6 de agosto de 2015

Serie de Alice y Brandon (2.0) parte 5 - Aceptación

Los rayos de luz la alcanzaron en la pequeña cueva de la que se había apropiado para pasar la noche. Lentamente abrió los ojos cansados arrepintiéndose de inmediato. Pues habría preferido seguir durmiendo eternamente a despertar en un mundo sin James a su lado. Se rascó la cabeza magullada por dormir sobre la roca dura, aunque en cierto sentido el dolor era un alivio. No se levantó. No tenía ningún lugar al que ir, ningún motivo que le diera ánimos cada mañana para seguir adelante. Ya no había más "buenos días cielo"' al despertar ni sonrisas dulces que le besaran.

Alice se quedó tumbada en el suelo, mirando el techo de la cueva fijamente, tratando de no ver la cara de James en las formas de la piedra. Palpó su bolsa hasta que encontró el último mendrugo de provisiones que le quedaba y se lo comió sin ganas.

Había huido de Brandon después que este la sacara de las garras de Raymond. Ni siquiera se lo había agradecido. Simplemente quería estar sola. Sin nadie que le hiciera recordar. Había esperado que él se fuera a cazar algo para comer y simplemente se marchó.

Se le habían agotado las lágrimas. Su mundo entero se había derrumbado al ver ese cofre de cenizas. La risa de Raymond aún la taladraba por dentro. Se maldecía a si misma por no haberle arrancado el corazón cuando lo tuvo delante, pero la verdad es que no pudo hacer nada salvo sentir como una parte de ella misma moría. Como se le escapaba la vida del cuerpo como lo hacían las cenizas de la mano del brujo.

Todo el camino desde la mansión Darkhollow había sido para nada. De nada había servido abandonar a los suyos sino para perseguir el tonto sueño en el que James seguía con vida. Su cazador de pelo oscuro ya no estaba, había muerto y no volvería.

Su mano volvía constantemente al collar que pendía de su cuello. El collar que James le había regalado hacía tanto y que ahora estaba roto. La gema se había desprendido en el combate y Alice ya no la recuperaría nunca. La delicadamente tallada estructura de madera en la que iba engastada era para ella un recordatorio de lo vacía que estaría su vida sin él.

Un ruido la distrajo de sus cavilaciones. Un aleteo y el movimiento de las ramas de un árbol. Su inicial sorpresa dejó paso a una curiosidad compungida. Sabía lo que habían sido esos ruidos. Los llevaba oyendo desde que salió de la mansión, siguiéndola allí dónde fuera. Rápidamente salió de la cueva, y entornó los ojos tratando de no ser deslumbrada por la luz diurna. Allí, esas ramas se acababan de mover aún cuando no soplaba ni una brizna de viento y una sombra había desaparecido frente a sus ojos.

Alice corrió, aún cuando a su cuerpo le faltaban las fuerzas. El ánimo y la emoción daban vida a sus miembros para que persiguiera la alada figura por el bosque, saltando raíces y apartando matorrales. Guiada por los graznidos se perdió entre los árboles, siguiendo solo el impulso de su corazón. Sin dejar que un par de tropiezos frenaran su carrera, Alice llegó a un claro donde la espesura dejaba lugar a un circulo de piedras coronado por las ramas de un inmenso y viejo roble.


La bruja de ojos verdes miró a su alrededor buscando el ave que la había llevado hasta allí y para su sorpresa la estaba esperando. Junto con el resto de la bandada. Alice se quedó parada un momento, sin poder hacer otra cosa que observar como la multitud de pájaros la miraban fijamente desde las ramas de los árboles que rodeaban el claro. Lentamente avanzó hasta el centro del círculo de piedras, girando sobre sí misma para admirar la cantidad de criaturas emplumadas que ahí se congregaban. Tantos ojos vidriosos fijados en ella no la intimidaron pero si se sintió impresionada pues era la primera vez que los veía sin James controlándolos.

De repente una oleada de graznidos se despertó entre la bandada, alertados por la presencia de una figura a espaldas de Alice. Ella se volvió, preparada para defenderse si hacía falta, pero ante sus ojos sólo estaba el pelirrojo mercenario. Brandon McAllan, la había seguido durante todo su viaje, transportista, guardaespaldas y molesto acompañante. Sin embargo la había ayudado a huir de Raymond por lo que al menos le debía que no lo incinerara ahí mismo. La bruja notó que su aspecto estaba desmejorado, sus ropas sucias de hollín y sangre seca tapaban alguna que otra herida mal vendada. El parche que solía intercambiar de un ojo a otro estaba guardado en un bolsillo a la espera de ser reparado. Llevaba sus armas enfundadas pero tenía sus manos sobre ellas y la mirada fija en los cuervos.

- ¿Que es lo que quieres? - preguntó Alice de manera algo brusca.

- Acércate sin hacer movimientos bruscos - le dijo sin alzar la voz, instándola a que se alejara de los cuervos. Sus ojos no se apartaban de las aves y su cuerpo se mantenía en tensión.

- No me harán daño. - dijo la bruja de pelo azabache confiada, atrayendo la mirada de Brandon quién relajó su postura. - Pero responde, ¿A qué has venido?

El mercenario respondió sin dudar un segundo.

- A llevarte a casa.

Una punzada en el corazón afligió a Alice al recordar a Kathaisa, Lorraine, Johana, Zephiel, Jace... y todos los que vivían en la mansión. Todos los miembros de la Orden a los que había dejado atrás al embarcarse en este camino. ¿Cómo podría volver? ¿Cómo podría mirarles a la cara?

- No... No puedo volver. Aún no... -dijo negando con la cabeza.

- No solo puedes sino que debes. -Acercando un paso hacia ella. - He combatido junto a vosotros en muchas ocasiones y sé que sois una familia, todos. Os necesitáis los unos a los otros para seguir adelante, para hacer frente a la tarea que se os ha encomendado. No puedes permitirte que la pena por la pérdida...

- ¿Qué sabrás tú de lo que he perdido yo? - le interrumpió aguantando una dura mirada. - ¿Que sabes tú de lo que es para mí una familia?

- Tengo la mayor familia de los reinos del este. - Respondió serenamente el líder mercenario recordando a todos sus hombres quienes estarían festejando en su recientemente conquistada isla. - Y en ella han habido pérdidas, quizás no tan cercanas como la tuya, pero no por ello menos dolorosas. - Dejó pasar unos segundos mientras Alice digería las palabras de Brandon. - En nuestra familia tenemos un modo de despedir a nuestros hermanos caídos. Se nos permite llorarlos durante una noche, pero a la mañana debemos vivir felices. Vivir como ellos lo habrían hecho, vivir por ellos. No nos quedamos aletargados por la pena, pues de ese modo les estaríamos insultando a ellos y a su recuerdo.

A los ojos de Alice empezaron a aparecer lágrimas, las cuales creía agotadas, al recordar cada sonrisa que James le había dedicado, como le brillaban los ojos cuando se emocionaba al ver un polluelo de cuervo romper el cascarón y cada beso que le había regalado en sus noches de amor bajo la luna. Ese era el James que quería recordar. Ese y no las cenizas.

Sin darse cuenta Brandon había avanzado hasta ella y estaba plantado mirándola a los ojos. Con una mano rebuscó en los bolsillos internos de su casaca hasta encontrar lo que buscaba y mostrárselo a la bruja. Se trataba de una pequeña gema azul marino, pulida y redondeada. Ante la mirada interrogadora de ella Brandon se explicó.

- Esta gema es una simple piedra azul.- Empezó. - Una simple gema azul que algún enano extrajo de una mina, pulió y vendió a un mercader o a varios hasta que llegó a manos de un herrero. Esta gema era la que estaba encastada en mi antiguo sable. El sable con el que cree los Espadas de la Tormenta, el sable del que nació mi familia. - Dejó una pausa para que Alice admirara los brillos cristalinos de la piedra. - Ese sable hace mucho que se quebró por el desgaste de usarlo. Sin embargo conservé la gema en forma de promesa. Una promesa que inicié hace ya más de una década por la que me insto cada día a vivir lo mejor que pueda, por los míos y por los que he dejado atrás.


Brandon cogió con su mano el colgante de madera que colgaba del cuello de Alice. Collar que una vez había tallado James y que ahora permanecía incompleto. Con manos hábiles encastó la gema en el collar, reparando la parte que le faltaba.

-Aunque las cosas cambien debemos seguir adelante. En el camino perdemos cosas pero podemos encontrar otras. - terminó sonriendo.

Alice cogió entre sus manos el collar, mirándolo con ojos húmedos. Lo atesoró entre sus dedos y por un momento guardó silencio cerrando los ojos, haciéndose una promesa a sí misma. Cuando levantó la cabeza la tristeza había desaparecido de su rostro y una sonrisa brillaba en sus labios. A Brandon le pareció que el claro se iluminaba de repente con esa sonrisa.

-Gracias. - dijo ella.

Brandon asintió y fue a responder pero un extraño movimiento en los cuervos lo puso en alerta de nuevo. Alice observó como el cuervo más cercano a ella se rascaba con el pico hasta arrancarse una pluma. A continuación la sobrevoló dejando caer la pluma encima suyo. Poco a poco pero cada vez más rápido cada cuervo repitió el mismo acto. Pronto la bruja se vio bañada por una lluvia de plumas negras que caían lentamente hasta el suelo.


Alice reconoció este acto. James se lo había explicado en una ocasión. Cuando lograba domesticar a un cuervo salvaje este le entregaba una de sus plumas, en señal de que le reconocía como jefe de bandada y se sometía a sus direcciones. Y ahora entregaban sus plumas a ella. ¡La estaban reconociendo como líder!

-¿Por qué hacen eso? - preguntó Brandon tenso.

Alice se volteó para mirar a los ojos de un cuervo en cuya mirada veía ahora el brillo de la inteligencia. En cierto modo veía la mano de James en esto. Una señal que hacía lo correcto en seguir adelante. En vivir por él y seguir con su legado. Le entregaba su bandada como en vida le había entregado su corazón. Alice sonrió mientras una lágrima le recorría la mejilla.


- Ahora son mi bandada.


Escrito por: Vandante y Helania