Una gaviota había empezado a
seguirlos, se fijó Brandon. El aburrimiento hacía que se fijara en esos
pequeños detalles. Llevaban ya un tiempo navegando y desde que partieron de la
recientemente conquistada isla Canto de sirena la bruja encapuchada no había pronunciado una palabra. Vestida
con ropa de viajero pero teñida de tonos oscuros se había sentado en la parte
delantera del bote de vela y había permanecido inmóvil durante todo el trayecto.
No había aceptado la comida, nutritiva aunque algo rancia, que le ofreció
Brandon ni tampoco dio las gracias cuando este la cubrió con una manta por la
noche. Simplemente parecía en otro mundo, aislada de todo. Las facciones de su
rostro parecían de mármol, con los ojos rojos mirando al vacio pero secos, sin
una lágrima que asomase de ellos.
Brandon dejó escapar un
suspiro que se mezcló con el aire salado que impulsaba la vela. Se había
vestido para pasar desapercibido como su contratista, aun con el parche sobre
uno de sus ojos. Comandaba un pequeño bote con vela como el que utilizaban
algunos pescadores para adentrarse en el mar y recoger los frutos de su oficio.
Era una nave veloz, ligera y fácilmente manejable para un solo hombre. Podía
albergar hasta diez pasajeros, aunque en este caso solo llevaba uno y además
sin mucha conversación que dar.
La brisa marina que se
levantaba con el amanecer trajo a la mente del mercenario el recuerdo de su
isla. En este momento sus hombres estarían reconstruyendo los edificios que
ellos mismos bombardearon y adecuando el abrupto terreno a un entorno en el que
pudieran prosperar. Brandon tenía muchos planes para esa isla, haría de ella su
base principal y desde allí comandaría a los Espadas de la Tormenta por todo
Azeroth.
Pero ahora él se encontraba
a leguas de distancia en un pequeño bote con una mujer extraña. Se preguntaba
qué y cómo le había empujado a ayudar a Alice en su viaje. Se había enterado
del ataque que se produjo en la mansión de la Orden y las víctimas que se
produjeron. Sabía que Alice había perdido a su hombre, James Vandante, a manos
de Raymond, así que suponía que iba a buscarle en busca de venganza.
Brandon sabía que no podía
imaginarse cómo debía sentirse en ese momento. Una tormenta de ira y
desesperación debía estar desatada bajo las bellas facciones de la apasionada
mujer, desgarrando su ánimo y enterrando su espíritu. Y sin embargo en la
superficie permanecía calma, como una máscara para aparentar serenidad. Brandon
buscó alguna imperfección en la máscara de Alice. Aun habiendo alcanzado la
treintena de edad permanecía joven y bella y ni una arruga afloraba en su
rostro. Su piel se había vuelto pálida, como si llevara mucho sin ver la luz
del sol, hecho que contrastaba con el fuego que desprendía su mirada. Los
mechones que asomaban de la capucha eran de un negro azabache y permanecían
lisos pese a la humedad del ambiente.
Ellos nunca habían congeniado en especial y su
relación hasta la fecha había sido la de una amable cordialidad forjada por los
eventos pasados entre la Orden y los Espadas de la Tormenta y las reuniones
junto a los otros grupos, por eso Brandon se sentía en parte honrado y en parte
sorprendido por el hecho de que la bruja hubiera confiado en él antes que en
uno de los suyos.
Había respetado su silencio
hasta ahora, dejándole espacio. Pero no podía dejar de pensar que era su deber
tratar de ayudarla. La veía ahí, sola, sentada en la punta del bote con la
cabeza gacha. Tanta belleza y tanta tristeza. Quería ayudarla a recuperar la
sonrisa. Recordaba que tenía una bonita sonrisa.
Aprovechó que el viento
estaba en calma y ató una cuerda al timón para que el bote siguiera el rumbo
mientras él no lo sujetaba. Sacó dos trozos grandes de pan del saco de
provisiones y se acercó a la mujer esquivando la vela y manteniendo el equilibrio
sobre el balanceante bote. Ella lo ignoró, manteniéndose impasible sin
pestañear siquiera.
Brandon se sentó sobre un
cubo vuelto del revés frente a Alice, extendiendo la mano y ofreciéndole el pan
que ya estaba algo duro. La mujer de bellos rasgos le ignoró, fingiendo no
haber notado que estaba allí. Ni siquiera carraspeando o tosiendo lograba que
Alice le prestara atención.
- Alice... - Ella permaneció
en silencio.- Alice deberías comer algo.- Dijo Brandon decidido pero tratando
de no ser muy duro.
- Sigue navegando. - Fueron
las únicas palabras que salieron de su boca. Su voz sonaba apagada, seca y
apenas era audible. Era un murmullo fácilmente confundible con el rumor de las
olas. No hubo rencor o resentimiento en sus palabras, era una orden clara y
directa. Completamente desapasionada.
-No has comido nada desde
que salimos de puerto - hizo notar Brandon, buscando con la mirada pruebas de
la delgadez de la bruja bajo la ropa. - Y tampoco has dormido nada. No es sano
que permanezcas así por más tiempo. Come. -Trató de hacerla entrar en razón el
pelirrojo.
-Sigue navegando. - Repitió
ella con el mismo hilo de voz.
-Maldita sea mujer. - Alzó
la voz exasperado. - A este paso cuando pises tierra no serás más que huesos y
piel. Sin fuerzas para seguir el viaje.
Alice pestañeó una vez
volviendo el rostro hacia Brandon. Lentamente extendió la mano y aceptó la
comida que le ofrecía. El mercenario asintió serio y se levantó para volver a
su puesto. No había pasado un segundo cuando oyó tras de sí el chapoteo del
agua, el sonido de algo cayendo al agua y hundirse en ella. Se giró lentamente,
deseando que no fuera lo que imaginara. Pero así era, Alice había vuelto a
adoptar su postura habitual y no había más rastro del pan que unas migas
burbujeantes sobre las saladas olas. La gaviota que los seguía se abalanzó
sobre el mar para adueñarse del regalo antes que cayera presa de los peces
mientras el silencio inundó el bote.
La mujer que Brandon creía
conocer no correspondía en nada con la que ahora tenía ante sus ojos.
-Sigue navegando. - repitió.
Brandon se volvió
bruscamente hacia su puesto de timonel y recuperó el control de la nave. Sin
mediar palabra tiró de la cuerda con la que controlaba la vela y viró el timón
a estribor haciendo que el bote girara formando una U con su estela. La bruja
pareció reaccionar ante el cambio de rumbo y abandonó su silencio para lanzar a
Brandon una inquisitiva mirada cargada de desconfianza.
-¿Que estás haciendo?
-Sigo navegando. -Respondió
brusco el mercenario. Se había agotado su paciencia.
-Has cambiado de rumbo. -
Hizo notar la bruja con tono de recriminación.
-Muy observadora. - contestó
en el mismo tono el hombre del parche. Al ver que Alice esperaba algún tipo de
explicación siguió. - Te llevo de vuelta a casa.
Eso alteró a la bruja quien
por fin reveló una emoción en su rostro: Enfado. Se levantó airada para
plantarse frente a Brandon que la siguió con la mirada al horizonte.
- ¡Te contraté para que me
llevaras! ¡No puedes darte media vuelta!
- En mis contratos siempre
existe una clausula para renunciar al trabajo si lo considero oportuno. -
siempre manteniendo un tono calmado. - En tu caso creo que deberías estar en
casa, con los tuyos.
-No. No me llevarás de
vuelta. No tengo nada que hacer ahí.
- ¿Acaso los dejarás tirados
de este modo?
- No puedo volver... -
murmuró volviéndose de espaldas con voz quebradiza
-¿Por qué? - exigió saber
Brandon
-¡Porque él ya no está
allí!- explotó Alice encarándose con el mercenario. Al instante se tapó la boca
como queriendo evitar que esas palabras fueran dichas, pero ya era demasiado
tarde y las lagrimas empezaron a aflorar en sus ojos. Cayó de rodillas sobre el
bote mirando al cielo. Una bandada de cuervos los sobrevoló.
La bandada de James, pensó
Alice, ahí está de nuevo. Recordándome que él...
Brandon se levantó para
ayudar a levantar a la bruja y tratar de consolarla. No era un experto en este
tipo de situaciones pero simplemente no podía soportar que se quedara llorando
frente a él. Pero Alice rechazó la ayuda y le apartó de un empujón. Se levantó
brusca y se encaminó de vuelta a su puesto.
- Me llevarás al puerto más
cercano. - Dijo. Su voz se había teñido de un tono sombrío y áspero que a
Brandon le costaba desobedecer. - Y después te irás.
-Pero...- Se atrevió a
decir, pero sus palabras fueron interrumpidas por el siseo de las llamas
aparecer en la mano de la bruja.
-Me llevarás al puerto más
cercano.- Repitió esta vez con un tono muy amenazador. - O nos hundiré aquí y
ahora.
Brandon suspiró. Estaba
claro que no tenía sentido discutir con ella. No era la misma Alice que había
conocido una vez, la pérdida la había enloquecido. El pelirrojo viró el bote
para encaminarles a tierra mientras por dentro reflexionaba sobre cómo pueden
llegar a cambiar las personas y como un carácter tan fuerte podía volverse tan
oscuro.
A las pocas horas el bote
amarró en el muelle y la bruja se marchó por las tablas de madera sin siquiera
decir una palabra de agradecimiento o despedida. El mercenario observó la
sombría figura y el aura de dolor que la rodeaba. Antes de desembarcar había
podido verle el rostro y los ojos que antes parecían vacios y sin alma se
habían llenado de furia y ardían con un odio infernal que incluso en el
interior de Brandon, su "yo" huargen, le puso en alerta. La máscara
había caído y la tormenta de ira se reflejaba ahora en las bellas facciones de
la bruja.
Con el morral al hombro y
marcando el paso con su bastón Alice dejó atrás el puerto ignorando que tanto
hombres como animales le abrían paso asustados, pero sin saber de qué. Y solitaria
se adentró en los sombríos bosques.
Escrito por : Vandante y Helania