martes, 4 de agosto de 2015

Serie de Alice y Brandon (2.0) parte 2 - Aislamiento


Una gaviota había empezado a seguirlos, se fijó Brandon. El aburrimiento hacía que se fijara en esos pequeños detalles. Llevaban ya un tiempo navegando y desde que partieron de la recientemente conquistada isla Canto de sirena la bruja  encapuchada no había pronunciado una palabra. Vestida con ropa de viajero pero teñida de tonos oscuros se había sentado en la parte delantera del bote de vela y había permanecido inmóvil durante todo el trayecto. No había aceptado la comida, nutritiva aunque algo rancia, que le ofreció Brandon ni tampoco dio las gracias cuando este la cubrió con una manta por la noche. Simplemente parecía en otro mundo, aislada de todo. Las facciones de su rostro parecían de mármol, con los ojos rojos mirando al vacio pero secos, sin una lágrima que asomase de ellos.

Brandon dejó escapar un suspiro que se mezcló con el aire salado que impulsaba la vela. Se había vestido para pasar desapercibido como su contratista, aun con el parche sobre uno de sus ojos. Comandaba un pequeño bote con vela como el que utilizaban algunos pescadores para adentrarse en el mar y recoger los frutos de su oficio. Era una nave veloz, ligera y fácilmente manejable para un solo hombre. Podía albergar hasta diez pasajeros, aunque en este caso solo llevaba uno y además sin mucha conversación que dar.

La brisa marina que se levantaba con el amanecer trajo a la mente del mercenario el recuerdo de su isla. En este momento sus hombres estarían reconstruyendo los edificios que ellos mismos bombardearon y adecuando el abrupto terreno a un entorno en el que pudieran prosperar. Brandon tenía muchos planes para esa isla, haría de ella su base principal y desde allí comandaría a los Espadas de la Tormenta por todo Azeroth.

Pero ahora él se encontraba a leguas de distancia en un pequeño bote con una mujer extraña. Se preguntaba qué y cómo le había empujado a ayudar a Alice en su viaje. Se había enterado del ataque que se produjo en la mansión de la Orden y las víctimas que se produjeron. Sabía que Alice había perdido a su hombre, James Vandante, a manos de Raymond, así que suponía que iba a buscarle en busca de venganza.

Brandon sabía que no podía imaginarse cómo debía sentirse en ese momento. Una tormenta de ira y desesperación debía estar desatada bajo las bellas facciones de la apasionada mujer, desgarrando su ánimo y enterrando su espíritu. Y sin embargo en la superficie permanecía calma, como una máscara para aparentar serenidad. Brandon buscó alguna imperfección en la máscara de Alice. Aun habiendo alcanzado la treintena de edad permanecía joven y bella y ni una arruga afloraba en su rostro. Su piel se había vuelto pálida, como si llevara mucho sin ver la luz del sol, hecho que contrastaba con el fuego que desprendía su mirada. Los mechones que asomaban de la capucha eran de un negro azabache y permanecían lisos pese a la humedad del ambiente.

Ellos  nunca habían congeniado en especial y su relación hasta la fecha había sido la de una amable cordialidad forjada por los eventos pasados entre la Orden y los Espadas de la Tormenta y las reuniones junto a los otros grupos, por eso Brandon se sentía en parte honrado y en parte sorprendido por el hecho de que la bruja hubiera confiado en él antes que en uno de los suyos.

Había respetado su silencio hasta ahora, dejándole espacio. Pero no podía dejar de pensar que era su deber tratar de ayudarla. La veía ahí, sola, sentada en la punta del bote con la cabeza gacha. Tanta belleza y tanta tristeza. Quería ayudarla a recuperar la sonrisa. Recordaba que tenía una bonita sonrisa.

Aprovechó que el viento estaba en calma y ató una cuerda al timón para que el bote siguiera el rumbo mientras él no lo sujetaba. Sacó dos trozos grandes de pan del saco de provisiones y se acercó a la mujer esquivando la vela y manteniendo el equilibrio sobre el balanceante bote. Ella lo ignoró, manteniéndose impasible sin pestañear siquiera.

Brandon se sentó sobre un cubo vuelto del revés frente a Alice, extendiendo la mano y ofreciéndole el pan que ya estaba algo duro. La mujer de bellos rasgos le ignoró, fingiendo no haber notado que estaba allí. Ni siquiera carraspeando o tosiendo lograba que Alice le prestara atención.

- Alice... - Ella permaneció en silencio.- Alice deberías comer algo.- Dijo Brandon decidido pero tratando de no ser muy duro.

- Sigue navegando. - Fueron las únicas palabras que salieron de su boca. Su voz sonaba apagada, seca y apenas era audible. Era un murmullo fácilmente confundible con el rumor de las olas. No hubo rencor o resentimiento en sus palabras, era una orden clara y directa. Completamente desapasionada.

-No has comido nada desde que salimos de puerto - hizo notar Brandon, buscando con la mirada pruebas de la delgadez de la bruja bajo la ropa. - Y tampoco has dormido nada. No es sano que permanezcas así por más tiempo. Come. -Trató de hacerla entrar en razón el pelirrojo.

-Sigue navegando. - Repitió ella con el mismo hilo de voz.

-Maldita sea mujer. - Alzó la voz exasperado. - A este paso cuando pises tierra no serás más que huesos y piel. Sin fuerzas para seguir el viaje.

Alice pestañeó una vez volviendo el rostro hacia Brandon. Lentamente extendió la mano y aceptó la comida que le ofrecía. El mercenario asintió serio y se levantó para volver a su puesto. No había pasado un segundo cuando oyó tras de sí el chapoteo del agua, el sonido de algo cayendo al agua y hundirse en ella. Se giró lentamente, deseando que no fuera lo que imaginara. Pero así era, Alice había vuelto a adoptar su postura habitual y no había más rastro del pan que unas migas burbujeantes sobre las saladas olas. La gaviota que los seguía se abalanzó sobre el mar para adueñarse del regalo antes que cayera presa de los peces mientras el silencio inundó el bote.

La mujer que Brandon creía conocer no correspondía en nada con la que ahora tenía ante sus ojos.

-Sigue navegando. - repitió.

Brandon se volvió bruscamente hacia su puesto de timonel y recuperó el control de la nave. Sin mediar palabra tiró de la cuerda con la que controlaba la vela y viró el timón a estribor haciendo que el bote girara formando una U con su estela. La bruja pareció reaccionar ante el cambio de rumbo y abandonó su silencio para lanzar a Brandon una inquisitiva mirada cargada de desconfianza.

-¿Que estás haciendo?

-Sigo navegando. -Respondió brusco el mercenario. Se había agotado su paciencia.

-Has cambiado de rumbo. - Hizo notar la bruja con tono de recriminación.

-Muy observadora. - contestó en el mismo tono el hombre del parche. Al ver que Alice esperaba algún tipo de explicación siguió. - Te llevo de vuelta a casa.

Eso alteró a la bruja quien por fin reveló una emoción en su rostro: Enfado. Se levantó airada para plantarse frente a Brandon que la siguió con la mirada al horizonte.

- ¡Te contraté para que me llevaras! ¡No puedes darte media vuelta!

- En mis contratos siempre existe una clausula para renunciar al trabajo si lo considero oportuno. - siempre manteniendo un tono calmado. - En tu caso creo que deberías estar en casa, con los tuyos.

-No. No me llevarás de vuelta. No tengo nada que hacer ahí.

- ¿Acaso los dejarás tirados de este modo?

- No puedo volver... - murmuró volviéndose de espaldas con voz quebradiza

-¿Por qué? - exigió saber Brandon

-¡Porque él ya no está allí!- explotó Alice encarándose con el mercenario. Al instante se tapó la boca como queriendo evitar que esas palabras fueran dichas, pero ya era demasiado tarde y las lagrimas empezaron a aflorar en sus ojos. Cayó de rodillas sobre el bote mirando al cielo. Una bandada de cuervos los sobrevoló.

La bandada de James, pensó Alice, ahí está de nuevo. Recordándome que él...

Brandon se levantó para ayudar a levantar a la bruja y tratar de consolarla. No era un experto en este tipo de situaciones pero simplemente no podía soportar que se quedara llorando frente a él. Pero Alice rechazó la ayuda y le apartó de un empujón. Se levantó brusca y se encaminó de vuelta a su puesto.

- Me llevarás al puerto más cercano. - Dijo. Su voz se había teñido de un tono sombrío y áspero que a Brandon le costaba desobedecer. - Y después te irás.

-Pero...- Se atrevió a decir, pero sus palabras fueron interrumpidas por el siseo de las llamas aparecer en la mano de la bruja.

-Me llevarás al puerto más cercano.- Repitió esta vez con un tono muy amenazador. - O nos hundiré aquí y ahora.

Brandon suspiró. Estaba claro que no tenía sentido discutir con ella. No era la misma Alice que había conocido una vez, la pérdida la había enloquecido. El pelirrojo viró el bote para encaminarles a tierra mientras por dentro reflexionaba sobre cómo pueden llegar a cambiar las personas y como un carácter tan fuerte podía volverse tan oscuro.

A las pocas horas el bote amarró en el muelle y la bruja se marchó por las tablas de madera sin siquiera decir una palabra de agradecimiento o despedida. El mercenario observó la sombría figura y el aura de dolor que la rodeaba. Antes de desembarcar había podido verle el rostro y los ojos que antes parecían vacios y sin alma se habían llenado de furia y ardían con un odio infernal que incluso en el interior de Brandon, su "yo" huargen, le puso en alerta. La máscara había caído y la tormenta de ira se reflejaba ahora en las bellas facciones de la bruja.


Con el morral al hombro y marcando el paso con su bastón Alice dejó atrás el puerto ignorando que tanto hombres como animales le abrían paso asustados, pero sin saber de qué. Y solitaria se adentró en los sombríos bosques.


Escrito por : Vandante y Helania