lunes, 3 de agosto de 2015

Serie de Alice y Brandon (2.0) parte 1 - Negación

La lluvia caía sin cesar en las tierras sombrías de Tirisfal. El repiquetear de las gotas sobre las cristaleras de la mansión Darkhollow aportaba música a lo que habría sido un silencio sepulcral. Un trueno sordo hizo retumbar los cimientos de la augusta edificación cuya torre se alzaba imponente como el colmillo de una gran bestia que quisiera desgarrar el cielo. El ánimo de los inquilinos de la torre estaba por los suelos. El reciente ataque había supuesto un duro golpe para todos, sobre todo por lo que habían perdido. El duelo los había encerrado en sus habitaciones, donde cada uno trataba de superar la pérdida a su manera.

Pero no Alice. Alice no se iba consumir llorando en su habitación. Una ira contenida le daba un aspecto de serenidad muy antinatural para lo que de la situación se habría esperado. En su interior estaba muy claro. Todo tenía que haber sido un truco de Raymond. James no podía estar muerto. No después de todo lo que había hecho por ellos, por ella. Compadecía al resto que no lo veían tan claro, quizás fuera porque no habían compartido un vínculo tan íntimo como lo habían hecho ellos. En su corazón lo sentía vivo, sabía que estaba en algún lugar esperando a ser rescatado.

Se movía arriba y abajo de su habitación cogiendo aquello que creía necesario para embarcarse en su viaje y dejándolo sobre la cama, al lado del zurrón que poco a poco iba llenando. Concentrada en su tarea no se dio cuenta de que alguien la observaba desde la puerta abierta. Alice se sorprendió cuando unos nudillos llamaron contra el marco. Se volvió para encontrarse a un hombre de pelo canoso cuya mirada severa solía convertirse en pesadillas para sus enemigos.

-¿Te vas? - preguntó Zephiel sin andarse con rodeos.

- Sí. - Respondió la bruja de manera algo brusca. - No puedo quedarme aquí.

- Alice... - Empezó a decir el guerrero. Ya habían discutido la noche anterior cuando ella les había reprochado que dieran a James por muerto tan fácilmente. - Sabes que James no querría que...

-¡Eso no lo sabes! - Gritó Alice al hombre, quien permaneció impasible aunque unas arrugas aparecieran alrededor de sus ojos.- ¡Nadie de vosotros sabe lo que querría o haría James! ¡Nadie lo conoce como lo conozco yo!

- ¿Por qué niegas aquello que viste con tus propios ojos? Sé que es duro admitirlo pero James ya no está aquí. Raymond lo empaló de lado a lado y nadie podría sobrevivir a eso.

- ¡Cállate! James no puede estar... - hizo una pausa, incapaz de pronunciar la palabra "muerto". - Pudo sobrevivir... si Raymond quisiera mantenerlo vivo de algún modo... para torturarle... James tiene información, seguro que le mantendrá con vida para tratar de sacarle lo que sepa. - su voz se teñía con un tinte de desesperación, incapaz de discernir si sus argumentos tenían sentido alguno.

- No hay modo de que sobreviviese a esas heridas. - Los comentarios de Zephiel eran crudos pues no creía que ser suave fuera a ayudar a Alice a ver la realidad.- Cuando se llevaron su cuerpo ya estaba muerto, Alice.

- ¡Eso no lo sabes! ¿Puedes mirarme a los ojos y jurarme que James, el James que ha sido como un hermano para todos, el que nos ha salvado en más de una ocasión apartándonos del peligro, está m...? - Se tapó la boca con una mano mientras trataba de contener las lágrimas.

Un espeso silencio se instaló entre ambos, incapaces de decir una palabra más. Al fin Zephiel dio un paso adelante para terminar con la tensión del momento.

- Necesitas tiempo. Debes dejar que las heridas se cierren. No puedes negar lo que viste con tus propios ojos.

Zephiel avanzó hacia ella tratando de darle un abrazo y intentar consolarla pero Alice lo esquivó. Con un movimiento ágil cogió el zurrón y su bastón y salió por la puerta. A paso vivo recorrió los largos pasillos que antaño habían sido cómplices de sus secretos y ahora le parecía que se mofaban de ella por haber perdido lo que más amaba. Bajó las escaleras casi saltando los escalones. Por fin llegaba a la gran puerta de madera oscura que iniciaría su viaje. Cogió el pomo pero antes de que pudiera girarlo la voz de Zephiel la detuvo.

-¡Alice!

Ella esperó a que dijera algo, girando levemente la cabeza para encararse al guerrero.

- ¿Porqué te vas? ¿Dónde piensas ir?

- No lo sé. - Respondió honestamente. No tenía ninguna pista de dónde estaba James, pero si podía rastrear a Raymond seguro que le encontraría.

- Quédate Alice. Quédate con nosotros y superémoslo juntos. Todos echaremos de menos a James pero...

-No puedo. No puedo quedarme aquí. - Dijo Alice negando con la cabeza. - Está todo tan... lleno de él. Allí dónde mire solo veo cosas que me lo recuerdan. Que me recuerdan lo que le ha pasado. - quebrándosele la voz al final.

-Pero...

- No Zephiel. Debo hacer esto sola. Tú has dicho que necesito tiempo. Pero también espacio. Cuando esté lista volveré. Pero ahora solo quiero estar sola. - Mintió. Sabía que si decía que iba a buscar a James intentarían detenerla, ellos creían que estaba muerto. Y no lo estaba. Alice no quería creer que lo estaba.

Ambos se miraron a los ojos comprendiéndose mutuamente. El tiempo pasado juntos había generado un vínculo por el que se sentían como hermanos y por ello Alice pudo comprender porque Zephiel trataba de retenerla pero no iba a detenerla. Ellos también la necesitaban, pero tenía que hacer esto. Al final el guerrero cedió, bajando la cabeza y esbozando la media sonrisa que se le dibujaba cuando perdía las discusiones. Cuando alzó de nuevo su vista a la bruja, la mirada de Zephiel se había suavizado un poco y asintió con la cabeza. Entendía que Alice lo pasaba mal, no estaba de acuerdo con que se fuera pero no se lo impediría. Eso le bastaba a Alice, no quería tener que herir a nadie más. Sin mediar otra palabra giró el pomo de la puerta y, sin mirar atrás, abandonó la mansión.

Con los zapatos llenos de barro y su ropa completamente empapada por la lluvia Alice meditaba sin cesar de andar. El plan era encontrar a James y rescatarlo, pero no sabía dónde se encontraba. Tenía una ligera idea de dónde encontrar a Raymond pero no sería tarea fácil llegar hasta allí, al menos sin ayuda. El viaje por tierra duraba demasiado y se hacían demasiados rodeos. Necesitaba la ayuda de un viejo aliado.






Brandon contemplaba animado la construcción de lo que sería el edificio más importante de la base de los Espadas de la Tormenta en la Isla Canto de Sirena: La taberna. Todos sus hombres estaban trabajando en la construcción y lo hacían con ánimo, cantando himnos mercenarios en honor a su compañía y a su líder. Admiró la animosidad con la que mercenarios y corsarios trabajaban codo con codo para construir lo que sería su hogar a partir de entonces. El combate por la toma de la isla había sido una campaña dura pero había resultado muy fructífera.

- Tienes visita jefe - Dijo una voz a su espalda.

Brandon se giró para ver quien le hablaba y al no ver a nadie bajó la vista. Lilla, la pequeña gnoma de pelo rosado lo miraba con sus grandes ojos.

-¿Visita? ¿De quién se trata?

- No lo ha dicho. Es una mujer que lleva un bastón. Te espera en el embarcadero.

- Bien, gracias por informar Lilla.

Empezó a andar sin prisa hacia el improvisado puerto. Lo habían hecho ellos mismos tras destruir el que habían construido los piratas. Por el camino observó la gran bahía que se formaba entre los altos espigones de la isla, maravillado con la perfección de esa fortaleza natural. Tenía planes para esa isla. A medida que se acercaba examinó la figura de la mujer que solicitaba ser atendida por el jefe de los Espadas. No tardó mucho en identificarla como Alice Kyteler, una aliada miembro de la Orden, lo cual le la colocaba en una prioridad elevada en la agenda del mercenario. Recordó la carta que había recibido recientemente, informándole del ataque a su base por parte de un brujo llamado Raymond. No sabía a qué había venido Alice, quizá a recriminarle que no les auxiliara, quizás a pedirle ayuda para acabar con el brujo.

- Alice Kyteler. - Dijo haciéndose el sorprendido cuando llegó a una distancia cercana a la bruja. - Bienvenida a la Isla Canto de Sirena.

- Gracias. - contestó cortante Alice.

-Antes que nada, permíteme darte mi pésame por la pérdida de...

Alice torció el gesto con esas palabras por lo que Brandon se calló antes de terminar la frase. La herida aún debía ser reciente y sería mejor no comentar nada al respecto.

- ¿A qué has venido? -preguntó adoptando el tono cortante de su interlocutora.

- Quiero que me lleves a un lugar en concreto. Necesito un transporte pequeño, fiable, veloz y discreto.

- Bien. Puedo mandar que te lleven allí donde quieras, y tenemos unas barcazas que conseguimos en Trinquete que...

- No. Quiero que me lleves tú.

Brandon la miró fijamente frunciendo un poco el ceño. No se parecía a la Alice que recordaba, no solía tener esa ansiedad en su interior, pero debía ser normal tras el golpe que había recibido.

- Acabamos de conquistar esta isla. - trató de explicar el pelirrojo. -Tengo mucho que supervisar. La construcción de la base no es algo que deba dejar en manos de otros.

- Años atrás, cuando conociste a la Orden, formulaste un juramento. Una promesa con la que te ofrecías a ayudar a la Orden y sus miembros siempre que fuera necesario y como fuera necesario. No quiero uno de tus hombre McAllan. La promesa la hiciste tú. Necesito un hombre discreto y sé que tu vas a saber permanecer callado, pues así lo prometiste.

El silencio se hizo entre ambos, solo amenizado por el cantar de las gaviotas. Brandon meditó lo que le había dicho mientras Alice esperaba impaciente una respuesta. Al fin el mercenario preguntó:

-¿Cuándo necesitas partir?

- Cuanto antes mejor.- respondió la bruja de ojos verdes.

- Bien. -Brandon emitió un apesadumbrado suspiro de resignación. -déjame que ate algunos cabos y nos marcharemos con la marea.


Alice asintió y se sentó al final del rústico embarcadero, esperando el momento de partir. Entonces vio en la distancia una peculiar nube negra. Al fijarse detenidamente advirtió que no era una nube, sino una bandada de pájaros que volaban como si fueran uno. Los cuervos de James, pensó, si tan solo ellos pudieran llevarla hasta él...


Escrito por: Vandante y Helania