martes, 4 de agosto de 2015

Revelación - Selim del Desierto (Parte 4)

“Todos somos libres de elegir nuestro camino pero no podemos eludir nuestras responsabilidades.”

El tiempo siguió pasando, Selim y Luccy se hicieron adultos mientras seguían entrenando, ambos competían por superar al otro pero extrañamente acaban siempre empatando es esa competencia. Stilgar por su parte se sentía orgulloso  y veía cada vez más próximo el día que sería “reemplazado”.
En el medio del desierto avanzaba una caravana, llevaban varias cajas con material de contrabando, la mayor parte de aquellos productos habían sido robados para vender a ricachones que querían presumir pero sin pagar el coste real. Entre aquellos delincuentes de poca monta había un guardia el cual era el encargado de que todo saliera bien. Aquel hombre obeso y violento llevaba trabajaba para un pez gordo de la nobleza, por decirlo de otra manera era un hombre con un jefe poderoso y peligroso.
De repente la caravana se detuvo al ver en medio de la arena un pañuelo negro, el guardia ordenó a gritos a uno de sus secuaces que lo recogiese, nadie sabía que pintaba un pañuelo solitario en aquel lugar. El hombre se acercó lentamente y se agachó a recoger la prenda, era de buena calidad y seguramente podrían venderla por unos cuantos oros. Totalmente confiado se giró sonriendo a sus compañeros, prácticamente no escuchó la arena moverse detrás suya ni fue consciente del cuchillo que le cortó la garganta.
Selim observó al resto de los enemigos mientras caía a sus pies la primera victima de aquella emboscada. Se llevó la mano a la boca y silbó fuertemente.
-¡Defenderos inútiles!- Gritó el guardia.
Pero aquellos delincuentes no eran rivales para la tribu del desierto. Luccy salió rápidamente de su escondite para acabar con gran efectividad con dos enemigos y con un grito de guerra se lanzó a la cabeza de los demás guerreros.
En unos pocos minutos la tribu acabó con todos los enemigos menos el guardia que permanecía encima de la carreta mirando con odio a Selim.
Luccy avanzó dispuesta a acabar con aquel hombre pero Selim la detuvo sonriente.
-Ya te has divertido bastante, este es mío.- Dijo.
- Siempre igual, quedamos que si había uno gordo me tocaba a mí.- Protestó ella.
- Si pero la última vez te pasaste y no dejaste casi nada para los demás.-
Selim, se acercó sonriente al enemigo que bajó de un salto profiriendo amenazas e insultos. Todos esperaban que el joven del desierto acabara con la vida de aquel hombre en unos pocos segundos pero algo extraño sucedió. Selim se dedicó a esquivar los lentos y torpes ataques del guardia sin atacar, parecía que algo le preocupaba o quizá estaba sorprendido por alguna cosa que los demás no podían ver.
-¡Selim deja de jugar ya!- Gritó Luccy.
Aquel obeso guardia pareció sorprenderse mucho al oír le nombre de su oponente.
-Tú... tú eres… - Balbuceó pero no pudo acabar la frase pues Selim reaccionó apuñalando su garganta y acabando finalmente con su vida.
Todos los hombres jalearon al ganador del combate pensando que Selim había jugado con su presa quitándole cualquier honor a su muerte pero Luccy sabía que algo raro había pasado y se acercó a él.
-No es normal que luches así. ¿Sucede algo?- Preguntó ella.
-No te preocupes, es que me recordaba a alguien.- Respondió.
-Ya veo, alguien de misteriosa vida que nunca me quieres contar.- Replico Luccy
-Exactamente hermanita.-
-Eres un aburrido.- Finalizó ella mientras volvía con el grupo.
Selim se quedó unos segundos mirando la espada del guardia, una espada que tenía un símbolo muy importante para él, un símbolo que pertenecía a una casa noble, a su casa.
Cuando regresaron al refugio empezaron a repartirse todo el cargamento, la mayor parte de las cosas no eran útiles para alguien que vivía en el desierto pero siempre le encontrarían una utilidad a todo. Lo más importante era el agua y los alimentos, en la tribu no existían el dinero ni los lujos pues todos compartían lo que tenían para ayudarse y sobrevivir. Las pocas propiedades que se solían tener eran usadas para intercambiar o incluso apostadas en duelos, estos duelos eran una cuestión de honor y perder uno era considerado una desgracia para la familia entera que incluso preferían una muerte honorable del perdedor a que su vida fuese perdonada.
Selim accedió a su pequeña vivienda, una tienda de lona, y rebusco en un morral de donde sacó una cajita. Suspirando la abrió para observar el anillo que se encontraba en su interior, había pertenecido a su padre y algún día lo mostraría para recuperar su posición, aunque no estaba seguro de si quería abandonar la vida en el desierto. Nadie conocía su historia antes de unirse a la tribu, solo Stilgar que guardaba el secreto para evitar cualquier burla que pudiera dañar la famosa leyenda de la leona y su cachorro.
No se lo había contado ni a Luccy y para estar más seguro no usaba su apellido, todos los conocían como Selim del desierto. Pero aquel hombre lo había reconocido, aquel hombre llevara una espada de su familia seguramente robada o puede que vendida por aquel que había orquestado todo para acabar con su padre y su familia.
Tantas cosas en la cabeza acabaron por marearlo, pero una cosa estaba clara, vengaría la muerte de su padre a cualquier precio.
Stilgar entró en la tienda para ver como Selim ocultaba rápidamente su anillo.
-Todo ha ido bien, pero Luccy me ha dicho que estabas raro.- Dijo el veterano.
-El último hombre que abatí me conocía y llevaba una espada de mi familia.- Respondió
-¿Venganza?- Preguntó Stilgar.
-No renunciare a ella.- Dijo Selim.
-No te pido que lo hagas, pero recuerda que ahora tu familia es la tribu y tienes un deber con ella.-
Selim suspiró, consideraba a la tribu su familia pero en su mente había empezado a formase una idea y dudaba mucho que la tribu se lo perdonase.


Escrito por Julius