viernes, 21 de agosto de 2015

Prólogo Cap XVII - Sombras sin nombre

El silencio, al igual que la oscuridad, se habían adueñado de cada rincón del Casco Antiguo de Ventormenta, avisando a cada transeúnte que por sus calles deambulaba, que la noche y un sinfín de peligros aguardaban expectantes en cada recoveco de aquel mísero y sucio barrio de la ciudad. El gran reloj de la torre de Ventormenta marcó las tres en punto, y como cada noche a esa hora muchas tabernas cerraban sus puertas, plagadas en su mayoría de maleantes y desamparados que aprovechaban hasta el último segundo para saciar su sed. La Ratonera no era una excepción.

Sus pequeños pies pisaban cada adoquín de los oscuros callejones sin temor alguno. El gnomo de cabellos rojizos caminó sin descanso de camino a casa mientras la abundante ingesta de alcohol se adueñaban de él por momentos, embriagando sus sentidos y adormeciéndolo casi por completo. Sin embargo, Rheddy sabía como regresar a casa, o a lo que ahora al menos parecía ser su nuevo hogar, la sede de los Espadas de Tormenta.

El gnomo no pudo evitar dejar huir un bostezo mientras estiraba sus menudos brazos, cuando de repente su pie se introdujo en una zanja entre las baldosas, provocando una nefasta caída que le obligó a clavar la rodilla en el suelo que causó algún que otro gesto de disgusto. En ese mismo momento un agudo silbido rozó su mejilla, rasgando la piel de su rostro y dejando escapar varias gotas de sangre que resbalaron rápidamente por su cara. Rheddy se llevo las manos a la cara reaccionando ante el profundo corte, y miró al frente donde una daga permanecía indemne incrustada en una viga de madera que sostenía con resistencia los cimientos de una de las casas apiladas que abarrotaban la zona. Su mirada se volvió rápidamente hacia atrás, y fue entonces cuando el brillo de la luna reflejó el filo del acero que se dirigía nuevamente hacia él. El gnomo esquivó con maestría el ataque mientras sus pequeñas manos se aferraban a sus puñales que hasta entonces descansaban en su cinturón. La ebriedad no dificultó que se mantuviera repentinamente alerta, examinando a su alrededor buscando la procedencia de su atacante, sin embargo, la oscuridad camuflaba con total eficacia a su letal enemigo.

-¡Sal de tu escondrijo, sabandija!-gritó Rheddy.-¡No te tengo ningún miedo!

Las palabras del gnomo se expandieron por la zona viéndose de pronto acompañadas por una misteriosa risa que invadió aquel lugar, intentando desesperadamente poner en preaviso al pequeño asesino. Rheddy sostuvo con determinación sus armas, a la vez que su ceño rojizo se fruncía al apretar con fuerza su mandíbula. Una silueta apareció frente a él, tomando forma a cada paso que acortaba la distancia entre ambos. La escasa luz de la noche iluminó a su enemigo lentamente, tomando aquellos segundos vitales hasta mostrar por completo al humano que acechaba entre sombras. Sus ojos azules como el cristal, sus cabellos blancos, su rostro pintado parcialmente cual máscara... El gnomo abrió los ojos aún más si cabía, sin salir de su asombro por lo que éstos veían, reconociendo claramente a aquel despiadado ser. Las manos del pequeño gnomo temblaron de repente mientras desprendía las últimas palabras que sus labios pudieron emitir en lo que fue un leve y vano susurro que se esparció entre la penumbra, perdiéndose para siempre junto con la vida del pequeño asesino.



Los delicados dedos de la joven asieron los extremos de la pajarita que rodeaba el cuello del mercenario, mientras entrelazaba cada una de las partes para dar lugar a la forma común de aquel incómodo accesorio. Brandon gruñó ante la mirada de Elizabeth, sin necesidad siquiera de transformarse en huargen para mostrar que estaba en contra de aquel elaborado paripé. Sus enguatadas manos recorrieron su atuendo sintiendo una extraña sensación que exigía de si mismo una huida inmediata.
-Elizabeth, entiendo que tenga que vestirme con todo... esto, pero... ¿Realmente era necesaria la pajarita?
-Por supuesto que es necesaria.-replicó la humana.- No vas a hablar con un cualquiera Brandon, es hora de que aprendas cual es tu lugar en cada momento.
-Los Espadas siempre hemos solucionado los problemas por nuestra cuenta.-respondió el líder mercenario.-No hemos necesitado más que nuestra gente para salvarnos el pellejo, no entiendo por qué esta vez ha de ser diferente.
-Los Espadas, como tu dices.-dijo la joven haciendo una mueca con el labio mientras doblaba correctamente el cuello de la camisa de Brandon.- Solo llevan unos pocos meses funcionando. Tienes mucho que aprender, como por ejemplo, que no todo se soluciona clavando un puñal en el pecho del problema en cuestión.-terminó Elizabeth mientras arrebataba las armas del mercenario y peinaba con sus dedos los cabellos rojizos del humano.

La joven sacudió con su mano varias motas que se posaban sobre el hombro de la chaqueta de su líder asegurándose de que ya estaba listo. Ambos miraron el gran portón de madera con el símbolo de un león que representaba a la Alianza en todo su esplendor.

-¿Quieres que entre contigo?-preguntó Elizabeth dubitativamente examinando el rostro de su joven amigo.
-Si dices que es algo que debo aprender... entonces será mejor que me acostumbre cuanto antes.
-¿Eso es un no?
-Si, Elizabeth, es un no, lo haré yo solo.

Brandon golpeó en varias ocasiones la gran y robusta puerta, hasta que de su interior se oyó un gran grito proveniente de un humano con voz bastante grave. El mercenario se adentró lentamente, observando cada detalle a su alrededor. A diferencia de en otras ocasiones, sabía que no se encontraba en peligro, o quizás no entre el peligro al que estaba acostumbrado, pero aquello no dejaba de ser un momento extremadamente incomodo para si mismo. El humano caminó lentamente hasta colocarse frente a un corpulento hombre de cabellos oscuros y poblada barba. El general se encontraba ataviado con unas resplandecientes armaduras de placas cubierta en su mayoría por un amplio tabardo azulado que poseía el símbolo del mismo león que había visto segundos antes grabado en la puerta. El humano se acomodó en su amplio sillón aterciopelado de un tono bermellón, mientras levantaba la vista de sus pergaminos y tareas para fijarse detenidamente en el mercenario sin evitar ser invadido por una cara de circunstancia.
-¿Y bien? ¿Qué demonios quieres?-irrumpió con un estruendo por voz que sobresaltó a Brandon debido a la vasta autoridad que éste emanaba a su alrededor.-No tengo todo el día amigo, no puedes hacerte una idea de lo mucho que tengo que hacer...
-Lo siento señor.-tartamudeo Brandon mientras entrelazaba sus dedos.- Venía a pedir ayuda... mi nombre es Brandon McAllan, soy el líder de una organización mercenaria. Espadas de la Tormenta, el asunto es que..
-¿Espadas de qué...?-interrumpió el general-¿Qué clase de nombre es ese? Mira chico, no tengo tiempo para sandeces... ve al grano.
-Por supuesto.- asintió Brandon sintiéndose cada vez más cohibido y acorralado.-Desde hará varias semanas, algunos de mis hombres han sido asesinados... he venido hasta aquí con la intención de solicitar ayuda en la investiga...
-¿Asesinados?-exclamó el general.-¿Por qué demonios debería interesarme vuestros asuntos, pequeñajo?
Brandon frunció el entrecejo mientras sin percatarse, sus manos se dirigían a su cinturón, donde esperaba encontrar sus armas, sin embargo sus dedos solo encontraron el vacío otorgado por la ausencia de éstas. Su mirada se desvió hacia la puerta donde Elizabeth vigilaba exhaustivamente al mercenario, y se percató de que sus dagas reposaban sobre sus manos. El mercenario cerró los puños con fuerza, sintiéndose ultrajado, burlado y sin salida.
-¿Y bien? ¿No tienes nada que decir pelo panocha?

Brandon golpeó la mesa con el puño mientras la ira se acumulaba en su interior. Sus actos comenzaron a adueñarse de sí mismo a la vez que su vista comenzaba a nublarse por la rabia que acumulaba sin cesar y que ansiaba estallar arrasando y destrozando todo a su alrededor.

-¡Ya está bien! ¡No voy a aguantarte ni una más!-gritó el mercenario intentando evitar la transformación que terminaría por hacerle perder los estribos.-¡Voy a hacerte pagar cada una de tus palabras!
-¡Mal, mal y mal por enésima vez!- gritó el comandante que repentinamente se puso en pie mientras su aspecto variaba lentamente.
Sus cabellos cortos oscuros se tornaron castaños mientras crecían hasta recogerse en una cola de caballo, sus pobladas barbas azabache se transformaron en una cuidada perilla, mientras que su corpulenta figura se encogió dando lugar al menudo cuerpo del joven ilusionista.

-¡Una de estas... te vas a llevar un puñetazo!-amenazó Brandon mientras agarraba por el cuello de la camisa a Cedric.
-Suéltame...-balbuceó el susodicho mientras comenzaba a faltarle el aire.
-Brandon, lo hacemos por tu bien.-respondió Elizabeth mientras intentaba calmar las ansias del huargen.
-¿Y si hubiese sido un general de verdad?-añadió el ilusionista mientras se masajeaba el cuello.-¿Le hubieses amenazado también?
-Cedric tiene razón, tus métodos... ya no son tan válidos como lo eran antes.
Brandon exhaló un suspiro mientras intentaba respirar hondo y serenarse para controlar sus violentos impulsos.
-Está bien...puede que tengáis razón... pero la próxima vez...-murmuró mientras amenazaba a Cedric con el puño.
-¡La próxima vez qué!-se jactó el ilusionista.-¡No te equivoques Brandon, tu y yo no somos tan amigos como crees!

De pronto un portazo sonó en la entrada de la base de los Espadas de Tormenta, situada en el piso inferior. Los sonoros y profundos pasos se acercaron rápidamente escaleras arriba hasta alcanzar al resto del grupo, interrumpiendo la acalorada discusión que mantenían hasta entonces. Ricardo llegó alterado fijando la vista en sus compañeros.
-Ricardo...¿Estas bien? ¿Ocurre algo?-preguntó Elizabeth con curiosidad y preocupación mientras los dos jóvenes dejaban sus disputas a un lado y se fijaban en el recién llegado.
-El gnomo...-susurró mientras negaba con la cabeza y su rostro se tornaba frío.

La expresión del grupo cambió drásticamente, ambos se miraron las caras esperando que aquello no fuera mas que un error, una confusión o quizás un mal sueño del que pronto despertarían. Sin embargo las palabras de Ricardo eran tan reales que el grupo solo pudo permanecer en silencio sin articular palabra alguna, sin entender que era lo que realmente estaba ocurriendo. Espadas de la Tormenta estaba recibiendo su peor golpe cuando sus cimientos no eran lo suficientemente consistentes como para soportar tal desgracia.


El general Hammond Clay miró al grupo que permanecía de pie al otro lado del robusto escritorio de madera color caoba ataviado con hileras de papeles y libros entre los que destacaba únicamente un tintero de cristal junto a una pluma dorada. El humano, de cabellos rubios y largas barbas permaneció en silencio unos segundos mientras buscaba las palabras con la que dirigirse al grupo sin llegar a herirlos por sus numerosas pérdidas pero sin tampoco anunciar más de lo que simples civiles debían saber. Brandon miró de reojo a Cedric y Elizabeth, situados a ambos lados, y se sintió por primera vez seguro de sí mismo en aquella desconocida y novedosa situación en la que se hallaba. La simulación de Cedric no había fallado ni en lo más mínimo. El decorado, el lugar, incluso el tremendo parecido del general habían resultado ser prácticamente idénticos a lo que había vivido en el despacho de su base. Por un momento sus pensamientos divagaron alejándose de aquel lugar. Era cierto que tanto el ilusionista como Brandon no habían comenzado con buen pie, y que para el mercenario, Cedric no era más que un charlatán y estafador de poca monta al que necesitaba momentáneamente, sin embargo, por primera vez temió tener que darle la razón a sus palabras. Quizás se había equivocado con él, incluso puede que su poder resultara útil a largo plazo después de todo. Las cosas no habían fluido como Brandon esperaba en general tras la fundación de la banda. Catherine se hallaba a millas de distancia, sus hermanos aún permanecían desparecidos en aquel nuevo continente llamado Draenor, las discusiones con Cedric eran cada vez más frecuentes, y ahora la muerte de Rheddy...

-Mis condolencias por lo ocurrido señor McAllan.-rompió a decir el General Clay llamando de nuevo la atención del líder mercenario.-Nuestros mejores hombres trabajan en casos similares a lo que os ha sucedido.
-¿Casos similares?-preguntó Cedric enarcando una ceja.
-Así es. Por desgracia no sois la única banda mercenaria que ha perdido hombres entre sus filas.-respondió el militar.-El IV:7 ya investiga lo sucedido, sin embargo, al igual que en vuestro caso, las pistas tras los asesinatos son...prácticamente nulas. Sin testigos, sin razones aparentes, sin...
-Entonces...-interrumpió Elizabeth.-¿Alguien está matando mercenarios porque si? ¿No es algo...únicamente en nuestra contra?
-Es mucho más complejo que todo eso joven.-añadió el general.-Aún no puedo asegurar nada, pero os mantendré informado en cuanto posea más datos de la situación.

Brandon asintió en forma de agradecimiento, y seguidamente el grupo abandonó la sala. El rostro del mercenario permaneció serio mientras abandonaban el castillo de la ciudad. Sus manos se deshicieron de la asfixiante pajarita terminando por tirarla al suelo y pisarla para asegurarse de que Elizabeth se lo pensara antes de recogerla. Brandon había sentido miedo, ira, odio,...pero la frustración era algo que nunca cabía en sus planes, hasta ese momento.

-Al final no hemos conseguido nada...-dijo el mercenario malhumoradamente.-¡Dos semanas de espera... para absolutamente nada!
-Era nuestro deber intentarlo.-respondió Elizabeth-Y baja la voz Brandon, recuerda que aún estamos en los jardines del castillo.
-Tarde o temprano encontrarán al causante.-dijo el ilusionista convencido de la veracidad de sus palabras.-Y entonces pagará por lo que ha hecho.
-¿Tarde o temprano? Cedric, han matado a más de una veintena de nuestros mejores asesinos...-espetó Brandon.- ¿Crees que voy a seguir esperando con los brazos cruzados?
-Tranquilízate Brandon, yo no tengo la culpa de nada de esto. No lo pagues tus problemas conmigo...-respondió Cedric encarándose con el mercenario.
-¡¿Mis problemas?!-gritó nuevamente.-¡Dirás nuestros problemas!
-¡Son tus puñeteros problemas cuando tú decidiste ponerte al mando de todo esto!
-¡Chicos, parad!-interrumpió la joven.-Discutiendo no solucionaremos nada...al menos hemos descubierto que no es nada personal hacia los Espadas, lo que significa que hay más organizaciones y mercenarios en nuestra misma situación.
-Tienes razón.-dijo el mercenario.-Pero no podemos esperar a que el resto reaccione para actuar...
-¿Tienes algún plan mejor?
-Pues el de siempre... nos las arreglaremos nosotros mismos...


El general Hammond se recostó en su sillón mientras acariciaba su barba. ¿Qué demonios estaba pasando? Se preguntó. En las últimas semanas las cosas en la ciudad se habían descontrolado demasiado. Casi medio centenar de mercenarios y asesinos habían aparecido muertos, pero desgraciadamente no solo afectaban a ese gremio, algunos de sus hombres también habían caído al verse envueltos en el misterioso asunto. Tan solo recordar el último ataque le puso los pelos de punta. Hacía días que algún extraño se había adentrado en las mazmorras de Ventormenta, matando a la mayoría de asesinos que allí permanecían y al menos a una veintena de guardias. Sabía que lo que sus ojos vieron aquel día no sería fácil de olvidar... pero... ¿Asesinos... que matan asesinos? Pensó Clay. ¿Dónde diantres se había visto algo semejante? ¿Y con qué propósito?...Ni siquiera el IV:7 había hallado nada al respecto, eso sin contar que siete de los mejores espías habían caído en similares circunstancias. Hammond se masajeó la frente sin saber por primera vez en sus décadas de mando como actuar.

Varios golpes en la puerta lograron llamar su atención evadiéndole momentáneamente de sus preocupaciones. A los pocos segundos un joven escuálido de tez pálida y cabellos claros se acercó a toda prisa hasta su posición extendiendo el brazo con un pergamino entre sus dedos.

-¿De qué se trata?.-preguntó el general con curiosidad mientras tomaba la misiva.
-Correo de la teniente Thorn, mi señor.-contestó el joven.- Informa sobre la situación en Draenor, incluido el avance contra la Horda de Hierro además de esclarecer parte de lo sucedido en la ciudadela del Almirante... Taylor.
El general Clay sintió como se le secaba la garganta al oír aquel nombre.
-¿De Thorn...? Qué demonios querrá ahora...- murmuró el general Clay comenzando a desenrollar el pergamino mientras hacía un gesto con la mano indicando al joven mensajero que podía retirarse. Los ojos del humano se posaron en el papiro cubierto de letras escritas en tinta azabache, mientras se centraban en leer cada una de las palabras que allí relataban, cuando casi al final del mensaje algo captó su atención.

Además del resto de información de carácter relevante que les he hecho llegar, me gustaría comentaros General Clay, algo que aunque no deja de ser meramente informativo, creo que podría tener gran relevancia en el futuro. Tras los numerosos meses que he pasado al mando de la fortaleza de Bajaluna en Draenor, me he encontrado con un grupo de llamémosles ''héroes'' los cuales he aprendido a tener en cuenta con el paso del tiempo. El misterioso grupo, apodado ''La Orden Eterna'' se ha dado a conocer no solo en esta base de Sombraluna, sino en todo Draenor tras las numerosas hazañas que han realizado, en su mayoría con éxito. Cabe destacar entre ellas, la colaboración e indispensable participación en la batalla contra el Clan Sombraluna y las fuerzas de Ner'zhul, además de la ayuda aportada a los draenei de Karabor y el consejo de los Exarcas. La expedición hacia Gorgrond con el fin de localizar a un grupo de exploradores del Kirin Tor, su enfrentamiento contra las fuerzas de Gul'dan en Auchindoun, su arriesgada misión en Arakk y las numerosas maniobras defensivas que han hecho que esta fortaleza siga hoy día en pie.

Desconozco cuales son las habilidades de cada uno de los miembros del grupo, o qué estrategia militar usan si es que hacen uso de alguna, pero os aseguro que uno de sus hombres valen al menos por diez soldados de la Alianza. La mayoría de ellos descansan en el fuerte de Bajaluna, esperando posiblemente cualquier misión que les sea encomendada. Sabed pues que me tomo la libertad de anunciar que la organización al completo estará a vuestra entera disposición si así lo necesitáis.

Sin más dilación,
Teniente Thorn.


El general Clay volvió a recostarse sobre su sillón una vez más mientras dejaba el pergamino en la mesa.

-¿Así que la Orden Eterna?... Quizás sea hora de probar si Thorn tiene razón y son tan buenos como asegura...



Gracias a sus heroicos logros tras las numerosas misiones en Draenor, La Orden Eterna ha logrado ser reconocida entre los altos mandos de la Alianza, donde a partir de ahora se labrarán un futuro como grupo o facción a las órdenes ésta. Sin embargo su primera misión llevará al grupo al límite donde el destino del grupo penderá de un hilo y sus decisiones determinaran el devenir de la organización.

Los Espadas de la Tormenta y La Orden Eterna lucharán por descubrir qué es lo que está ocurriendo y pone en peligro no solo a los mercenarios, sino a algo mucho mayor. Ambos grupos deberán enfrentarse a una despiadada organización de asesinos de élite que no dudarán en obedecer ciegamente a su misterioso y sombrío líder. Los miembros de la Orden deberán seguir sus instintos sin saber que la línea que separa un héroe de un asesino es demasiado fina, y que cada acto cuenta.

Novedades del capítulo!:

-Reajuste de Talentos y habilidades
-Nuevos enemigos
-Nuevo sistema de combates (Duelos)
-Nueva moneda: Insignias de asesino
-Nuevos objetos de tienda: Armaduras y Bonus
-Listados de Bonus de Clase a elegir
-Nuevas y varias armonizaciones a la vez por personaje
-Armonizaciones de grupo
-Serie de relatos de Ivy
-Final totalmente abierto
-Nueva clase únicamente obtenible en este capítulo: 

ASESINO



Y muchas cosas más... próximamente en el Capítulo XVII