lunes, 3 de agosto de 2015

La tribu - Selim del Desierto (Parte 2)


“Y llegará una leona enferma que guiara a la tribu cuando estén perdidos y su cachorro será el futuro.”

Con un poco de agua y comida Selim y su madre se adentraron en el implacable desierto a sabiendas de que era el único lugar donde estarían a salvo de aquellos que los perseguían. Ninguno de ellos quería hablar sobre lo que había sucedido y las pocas palabras que se dirigían eran sobre como sobrevivirían y cuanto tiempo tendrían que ocultarse en aquel lugar.
La mujer observaba como su hijo había cambiado radicalmente en solo un día, siempre llevaba la mano en la empuñadura de su daga y su actitud desenfadada se había substituido por una más sombría, incluso en sus ojos podía ver su necesidad de venganza. Sentía pena por el, pero sabía que la esperanza de llevar una vida lejos de luchas y violencia había muerto hacía unas noches.
Llevaban ya 5 días avanzando por la arena interminable, estaban agotados y las provisiones empezaban a escasear pero aún así Selim no se quejaba en ningún momento y ayudaba a su madre en todo lo que podía, por su parte ella había empezado a notar ciertos dolores en su cuerpo, quizá fuera el cansancio o otra cosa pero tenía que seguir adelante, tenía que honrar el sacrificio del hombre que amaba. En aquel instante observó a Selim parado en la arena mirando al horizonte con una mirada decidida y no pudo evitar pensar en el padre del chico, era su mismo reflejo en aquel momento.
Fue en ese mismo instante cuando un ligero movimiento hizo saber a la mujer que no estaban solos, la persona que se ocultaba era realmente buena y solamente alguien con un entrenamiento tan eficaz como el de ella habría sido capaz de detectar aquel pequeño indicio. Decidido se alzó al tiempo que desenvainaba sus dagas.
-Selim ten cuidado, no estamos solos.-
El chico asintió pero en ese mismo instante la arena bajo sus pies se movió al tiempo que emergía de el un hombre completamente vestido de marrón, sus ropajes sólo dejaban ver sus ojos, unos ojos que solo con verlos lograban encoger el corazón del más valiente. En un instante estaban rodeados por unos siete hombres y mujeres, todos vestido de igual forma pero ninguno imponía tanto como el primer hombre que en ese mismo instante sostenía una daga en el cuello de Selim.
-Siento curiosidad, estáis en mi desierto sin nada de valor, no sois como la basura que suele pasar por aquí, os doy una oportunidad de explicaros antes de terminar con vuestras vidas por entrar en nuestros dominios.- Dijo aquel hombre.
La mujer entendió por fin a quien tenía delante, aunque muchos los consideraban una leyenda aquellos hombres existían de verdad. Eran conocidos como la tribu del desierto, vivían en uno de los lugares más infernales para la supervivencia y atacan sin piedad a aquellos que invadían sus dominios robándoles todo, eran muy pocos los que habían sobrevivido a un encuentro con ellos y en todo caso habían vuelto sin ninguna de sus pertenencias. Sin embargo ella sabía que aquella tribu tenía su sentido del honor, al igual que sus propias creencias, una de las muchachas del servicio había formado parte del a tribu durante un tiempo, aún recordaba que antes de caer muerta por una certera puñalada había acabado ella sola con casi una decena de enemigos. Había hablado varias veces con aquella chica y quizá todo lo que le explicó podría salvar tanto su vida como la de su hijo.
-Hablo al líder de la tribu del desierto, no entramos en vuestros dominios para buscaros, solo estamos de paso y no tenemos nada de valor, apelo a vuestra misericordia.- Dijo.
Hubo un pequeño momento de intriga entre todos los que estaban en aquel lugar e incluso el hombre que tenía la vida de Selim en sus manos se permitió unos segundos para estudiar la situación tranquilamente.
-Veo que sabes quien somos mujer, pero no puedo ofrecer misericordia a aquellos cuyas intenciones desconocemos, mi veredicto es la muerte.- Respondió el hombre que acto seguido levanto su daga dispuesto a matar al chico.
-¡Alto!- Gritó ella sabiendo que sólo le quedaba una posibilidad. –Como dictan las leyes del desierto te desafió a duelo.-
Los miembros de la tribu se miraron unos a otros incapaces de ocultar su sorpresa, nunca ningún extranjero había pedido un duelo pues muy pocos conocían sus leyes. El líder observó pensativo a la mujer y tras unos segundos soltó a Selim que corrió hacia su madre, lentamente se quitó la mascara dejando ver un rostro cubierto por una barba y el pelo corto, su expresión era tranquila pero la mujer pensó que aquella persona era realmente peligrosa, quitar la vida era algo normal para el.
-Esta bien mujer, tanto tu como el niño os enfrentareis a mi.-
El resto de los hombre se arrodillaron en un circulo, dos de ellos ofrecieron sus dagas a Selim y su madre y ambos comprobaron que aquellas armas eran realmente de una gran calidad, incluso mejores que los que ellos mismos portaban.
-Esos cuchillos son nuestra arma, la daga de nuestra tribu, es un honor que podáis morir usándolas.- Dijo el hombre como si pudiera leerles la mente.
Finalmente el hombre hizo una reverencia con las dagas en las manos, todo el mundo guardaba silencio como si fueran soldados entrenados con la mayor disciplina.
-Me llamo Stilgar Crimson, y entablo duelo con vosotros.- Anunció.
-Somos Anna y Selim y entablamos duelo contigo.- Replicó ella.
Fue entonces cuando los hombres por fin empezaron a murmurar, entre lo que se decían Anna pudo entender que aquel hombre nunca había sido vencido y que era una suerte poder verlo en un duelo.
El combate se inició con Stilgar atacando a Selim, aquel hombre pensaba que el chico era una presa fácil y como si fuera una hiena atacaría al más débil. Para su sorpresa el chico desvió sus ataques y hábilmente lanzo varios golpes que obligaron al veterano luchador a retroceder, por su parte la mujer también se lanzó al ataque y en un momento Stilgar sintió que si tenía el más mínimo descuido perdería el combate, aquellos dos extranjeros eran increíblemente rápidos y hábiles y usaban una técnica extraña danzando alrededor de él.
Selim luchaba con todo su corazón, completamente seguro de que no dejaría que su madre también muriese delante de el, esta vez lucharía y la salvaría, nunca más tendría miedo y se quedaría quieto. Anna por su parte luchaba aguantando el dolor que llevaba sintiendo durante tanto tiempo, el rival era alguien realmente excepcional y si su hijo no fuera por su hijo seguramente acabaría derrotada.
Los hombres de la tribu se habían quedado sin palabras mientras veían a los dos extranjeros danzar alrededor de su líder que parecía no poder hacer otra cosa que defenderse, todos sabían que el gran Stilgar nunca había perdido una lucha y que era el líder más grande que jamás había tenido la tribu pero aquella mujer y aquel niño luchaban de una manera inimaginable para ellos.
Finalmente Stilgar pudo ver una apertura en el chico, aquel pequeño luchaba realmente bien pero con demasiada ira, con un movimiento veloz le propinó un puntapié en el pecho y se dispuso a dar muerte a aquel rival pero una sensación en el cuello le hizo detenerse en seco, de alguna manera la mujer había adivinado su movimiento, como si al tiempo que luchaba con el estudiara tanto los movimientos del enemigo como del chico y eso le había permitido tener la daga en su cuello.
-Tu ganas mujer dame muerte.- Dijo Stilgar comprobando como todos sus hombres no salían de su asombro, incluso pudo oír de uno de ellos la palabra “leona”.
Se preguntaba si sería cierta aquella leyenda sobre el futuro líder que salvaría a la tribu en su momento más oscuro y no pudo evitar pensar que al menos su muerte serviría para traer a aquel futuro líder.
-No te mataré, pero como ganadora del duelo exijo asilo en tu tribu.- Dijo Anna sabiendo que entre aquella gente su hijo estaría seguro.
Stilgar retrocedió sorprendido y observó a sus hombres, algunos de ellos miraban al chico casi con devoción. Supo entonces que fuera o no cierta aquella leyenda, aquella dos personas que tenía delante podían llegar a ser realmente fuertes e importantes en la historia de la tribu, aquel chico tenía el potencial para ser un gran guerrero y aprovechando la leyenda podría convertirse en alguien capaz de reunir a toda la tribu con un fanatismo sin comparaciones si el les ordenaba morir lo harían sin pensarlo. El cachorro de la leona que salvaría a la tribu y convertiría el desierto en un paraíso.
-Está bien, a partir de hoy, formareis parte de la tribu.-


Escrito por Julius