Los relámpagos iluminaban
intermitentemente el interior de la mansión, filtrándose cada haz
de luz a través de las grandes vidrieras y ventanales de cristal que
decoraban cada una de las paredes de aquella estancia. La lluvia no
había menguado ni un instante, al igual que los allí presentes no
habían cedido tampoco en sus intenciones de derrotar al sanguinario
enemigo al que se enfrentaban. El vestíbulo se hallaba cubierto de
sangre y cuerpos que yacían sin vida, cada peldaño, cada alfombra o
cada parte de ese lugar había sufrido los estragos de aquel combate
que se había alargado durante horas.
Raymond observó altivamente a sus
enemigos, esperando expectante al final de varios escalones, como si
vigilara desde lo alto el desenlace que se cernía sobre ellos. Los
rayos que caían tras de sí, a metros de distancia, se dibujaban en
una gran cristalera situada a su espalda. El brujo se percataba con
ira de como uno a uno sus esbirros perecían a manos de los miembros
de la Orden. Él más que nadie sabía que eran poderosos enemigos a
tener en cuenta, sin embargo temió en aquel momento que los años
que habían transcurrido, le hubiesen hecho olvidar la fiereza con la
que sus rivales luchaban, llevándole a cometer una gran temeridad
aquella noche. Su sonrisa iba mermando tras cada estocada, tras cada
hechizo, tras cada vez que uno de los suyos caía muerto bajo el filo
de alguno de ellos, pero esta vez, tenía un plan mejor, tenía un as
bajo la manga, que aunque hubiera preferido reservar para otra
ocasión, al menos le dejaría huir con vida una vez más...
Brandon atravesó con sus puñales el
pecho de uno de sus enemigos, mientras observaba como todos allí se
debatían a muerte contra cada uno de los que componían el grupo de
Raymond. Zephiel luchaba fieramente sin descanso, los jóvenes,
Lorraine, Khairos y Thomas, ayudados por Jace, se mantenían alerta
atacando seguramente desde la retaguardia. Alice acababa con cada uno
de los que se atrevían a acercarse demasiado al grupo, mientras que
tanto Kathaisa como Sharr acababan con cualquier hechicero, mago o
brujo que tuviera la insensatez de adentrarse en su campo de visión.
Incluso el resto de aliados como algunos miembros de los Doe, Akuo,
Chantalle o Marther hacían lo propio para acabar con las fuerzas de
aquel amenazador enemigo.
Raymond chasqueó los dedos y varios
sirvientes se acercaron rápidamente hasta él.
-Haced un portal, nos vamos de aquí.
Los magos asintieron obedientemente,
sus manos comenzaron a brillar creando en cuestión de segundos un
sinfín de motas luminosas, invocando entre ambos un gran vórtice
que actuaría como puerta para transportar a los suyos hacia el otro
lado, hacia un lugar seguro. Sin previo aviso el hechizo comenzó a
fallar, las vetas luminosas de un tono azul traslucido comenzaron a
esfumarse, haciendo que los esfuerzos de los magos fueran inútiles.
Zephiel asintió ante Sharr, que se
encargaba desde su posición de anular la magia de los magos. Raymond
giró rápidamente el rostro. Reprimió las ansias de lanzar una bola
de fuego hacia la rompehechizos, ya que sabía que si los magos no
podían hacer nada... su magia tampoco surgiría efecto.
-¡Esta vez no irás a ningún lado
Raymond!...-gritó Zephiel.-¡Ya has jugado demasiado con
nosotros!...¡Es hora... de que todo acabe para ti!
El brujo cubrió su rostro de ira y
desesperación, sin embargo... él sabía que sus días no
terminarían esa noche, no había llegado su momento, y la sonrisa
que se dibujaba en las caras de sus enemigos, desaparecería
rápidamente cuando tuviera su próxima oportunidad.
-Siento discrepar...-respondió mirando
al grupo.- Pero aún tengo cosas que hacer... y no interferiréis en
mis planes..., así que por vuestro bien, decidle a vuestra...-clavó
la mirada en Sharr.- que se detenga.
-Creo que no lo has entendido.-dijo
Alice.-¡Se ha terminado Raymond!
-¡No descansaré hasta separarte la
cabeza del cuerpo por todo lo que has hecho!-añadió Brandon
El grupo aguardó ante la respuesta del
brujo, aunque sabían que se hallaba acorralado sin salida, aún
quedaban algunos de sus esbirros para protegerlo.
-No me dejáis elección... ¡Traedlo!-
ordenó Raymond a varios guerreros situados tras los magos.
Los esbirros abandonaron la sala para
aparecer nuevamente, aunque esta vez no volvieron solos. Los
corpulentos guerreros sujetaban cada uno por un brazo al prisionero,
arrastrándolo varios metros para después dejarlo caer a los pies
del brujo. El humano maniatado sintió como sus rodillas golpeaban el
suelo. Intentó apoyar las manos para no caer de bruces pero los
grilletes las mantenían a su espalda, sin oportunidad de defenderse
ni de valerse de ellas. Los largos cabellos ondulados de color
azabache y la poblada y descuidada barba dejaban el rostro del
prisionero en un estado más que deplorable, logrando hacer juego con
el resto de su aspecto que tan solo estaba cubierto por un largo y
mugriento pantalón. El consumido torso del humano lucía decenas de
marcas de latigazos además de numerosas cicatrices entre las que
podía distinguirse una gran línea en uno de los laterales del
abdomen de éste. Raymond lo asió de la desaliñada cabellera,
obligándole a mirar a los miembros de la Orden. El humano cerró los
ojos, incapaz de afrontar el momento que había ansiando durante
tanto tiempo, sintiendo como la culpa reconcomía sus entrañas,
permitiendo al miedo apoderarse de su ser.
Zephiel entrecerró los ojos mientras
sus músculos se tensaban, los dedos de su mano izquierda se
aferraron más que nunca al hacha que sostenía, y segundos después
extendió su otro brazo deteniendo el avance de Lorraine. La joven
había dado ya varios pasos cuando sintió como el guerrero la
frenaba. Alice frunció el ceño negando con la cabeza mientras sus
ojos se empañaban y una primera lágrima recorría su mejilla. La
bruja sintió como su sangre hervía en su interior, y como en cada
latido su corazón parecía que fuera a salirse de su pecho. Brandon
observó las manos temblorosas de su amada y rodeó el antebrazo de
ésta con sus dedos para detenerla. Los ojos de Zephiel se desviaron
tan solo un instante hacia Alice, que se hallaba ensimismada como si
todo a su alrededor hubiera desaparecido.
-Es una trampa...-afirmó el guerrero
mirando rápidamente a Kathaisa que negaba con la cabeza mientras
permanecía absorta.
-Puede que sea una ilusión...
pero...-respondió la ilusionista.-Ni yo misma podría igualarlo.
-Sharr.-ordenó Zephiel.
La rompehechizos asintió concentrando
su magia en el humano, un aura invisible para el resto rodeo al
prisionero cubriéndolo por completo. Cada atisbo de magia a su
alrededor desapareció... sin embargo, a diferencia de lo que todos
esperaban, el objetivo permaneció indemne.
-Es... él...-tartamudeó la maga.
Raymond sujetó una fina daga mientras
la acercaba al cuello de James. La hoja del arma rozó la garganta
del prisionero derramando una gota que resbaló por su cuello con
presteza.
-Creo que ya sabéis lo que tenéis que
hacer.-dijo el brujo ante las miradas impactadas de sus enemigos.
-No le... hagáis caso.-interrumpió la
debilitada voz del cazador.
Alice sintió una punzada al oír su
voz, percatándose por un momento como el temor a que se repitiera lo
sucedido reaparecía tras todos estos años.
-Le tenéis...-continuó James.-No...
os preocupéis por mi... matadlo de una vez por todas...
Raymond acercó aún más la daga a su
cuello.
-¿Estáis seguro de que es lo que
queréis?
Zephiel apretó su mandíbula con
fuerza a la vez que su mirada recorría con ira el rostro del brujo.
-Sharr, deja que se vayan.-ordenó el
guerrero.
La joven asintió controlando el nivel
de su poder, permitiendo a los magos crear el portal que habían
comenzado a invocar minutos atrás.
-Veis...-dijo Raymond.-Las cosas no
siempre tienen por qué terminar mal...
El brujo sonrió hacia el grupo
inclinando levemente su cabeza como gesto de saludo, aunque se
trataba más bien de una burla ante la decisión que había obligado
a tomar a sus enemigos. Zephiel observó como cada uno de los que
componían el grupo de Raymond desaparecían sin dejar rastro,
respirando aliviado cuando el portal se deshizo tras ellos.
Alice intentó avanzar hacia James,
pero vio frustradas sus intenciones cuando Brandon la agarró del
brazo.
-Alice, espera, espera... no sabemos
si...-intentó decir el mercenario, sin embargo la fría mirada de la
bruja se clavó en sus ojos.
-Suéltame ahora mismo...
Brandon relajó sus manos liberándola,
sorprendido por la reacción que había tenido su amada. La bruja
corrió hasta James, arrodillándose junto a él y rodeándolo con
sus brazos observando sin descanso el rostro de éste. Alice rompió
a llorar colmando sus ojos de lágrimas, mientras sus dedos recorrían
la cara del humano. Sus labios se encontraron rápidamente con los de
James, a la vez que sus brazos rodeaban el delgado cuerpo del cazador
como si aquello no fuese más que un espejismo que fuera a esfumarse
de un momento a otro. Lorraine apartó el brazo de Zephiel y corrió
hacia la pareja, fundiéndose con ellos en un emotivo abrazo. El
guerrero y la ilusionista no tardaron en acercarse y no dudaron un
instante en unirse al grupo.
Khairos miró a un lado descubriendo
como el pequeño Thomas se secaba las lágrimas de los ojos con la
manga de su camisa. El joven mago miró al sacerdote sin saber muy
bien como actuar, ya que si bien él no conocía a James, eran tantas
las cosas que había oído del cazador que sintió como si ya fuera
parte de su propia familia.
-Ve con ellos.-dijo Khairos con una
sonrisa, y en ese instante el joven huargen corrió uniéndose al
grupo.
Brandon contempló la escena bajando la
mirada apesadumbradamente. Retrocedió varios pasos dirigiéndose
hacia la puerta, dando la espalda al grupo.
-Brandon.-dijo Khairos deteniéndolo.-
¿No... te quedas?
El mercenario se giró levemente sin
cruzar la mirada con el joven. Le costó algunos segundos elegir las
palabras exactas con las que responder, aunque para él hubiera sido
más fácil decir la verdad, decir que no pintaba nada allí.
-Creo que... es un
momento...íntimo...-respondió Brandon con una sonrisa
forzada.-Debería dejarles algo de tiempo. Iré a tomar algo de aire
entretanto.
Brandon abandonó la estancia saliendo
al exterior donde la lluvia arreciaba sin piedad. El mercenario se
tambaleo mientras caminaba. Sintió como una dolorosa punzada le
atravesaba el pecho y deseó en aquel instante que hubiera sido una
espada la que se clavara en su corazón antes que sufrir el dolor que
estaba destrozándolo. Sus piernas le fallaron obligándole a caer de
rodillas. Sus manos se hundieron en un charco en el cual se perdían
las lágrimas que brotaban de sus ojos. El mercenario apretó los
puños y golpeó el suelo con rabia numerosas veces mientras sentía
como dentro de su pecho algo se desgarraba, y como todo a su
alrededor, todo aquello que conocía, se desmoronaba sin dejarle
siquiera tiempo a recomponerse. Brandon gritó dejando escapar la ira
que contenía, y fue entonces cuando su cuerpo comenzó a
ensancharse, cubriéndose de un pelaje grisáceo y dando de sí sus
ajustados ropajes de cuero. El huargen se agazapó y comenzó a
correr, sus zarpas sintieron el frío suelo bajo ellas a la vez que
su cuerpo se empapaba cada segundo que pasaba, pero nada de eso
importaba ya. Brandon huyó sin mirar atrás, sin pensar que sería
de él, sin temer siquiera por su destino... El líder del Espadas de
la Tormenta había disputado cientos de batallas, había recibido
infinidad de golpes y aflicciones, pero nadie le había enseñado
nunca que las heridas que más duelen no son las que producen el filo
de una espada.