jueves, 20 de agosto de 2015

La Orden 2.0 - El renacer del cuervo

Los relámpagos iluminaban intermitentemente el interior de la mansión, filtrándose cada haz de luz a través de las grandes vidrieras y ventanales de cristal que decoraban cada una de las paredes de aquella estancia. La lluvia no había menguado ni un instante, al igual que los allí presentes no habían cedido tampoco en sus intenciones de derrotar al sanguinario enemigo al que se enfrentaban. El vestíbulo se hallaba cubierto de sangre y cuerpos que yacían sin vida, cada peldaño, cada alfombra o cada parte de ese lugar había sufrido los estragos de aquel combate que se había alargado durante horas.

Raymond observó altivamente a sus enemigos, esperando expectante al final de varios escalones, como si vigilara desde lo alto el desenlace que se cernía sobre ellos. Los rayos que caían tras de sí, a metros de distancia, se dibujaban en una gran cristalera situada a su espalda. El brujo se percataba con ira de como uno a uno sus esbirros perecían a manos de los miembros de la Orden. Él más que nadie sabía que eran poderosos enemigos a tener en cuenta, sin embargo temió en aquel momento que los años que habían transcurrido, le hubiesen hecho olvidar la fiereza con la que sus rivales luchaban, llevándole a cometer una gran temeridad aquella noche. Su sonrisa iba mermando tras cada estocada, tras cada hechizo, tras cada vez que uno de los suyos caía muerto bajo el filo de alguno de ellos, pero esta vez, tenía un plan mejor, tenía un as bajo la manga, que aunque hubiera preferido reservar para otra ocasión, al menos le dejaría huir con vida una vez más...

Brandon atravesó con sus puñales el pecho de uno de sus enemigos, mientras observaba como todos allí se debatían a muerte contra cada uno de los que componían el grupo de Raymond. Zephiel luchaba fieramente sin descanso, los jóvenes, Lorraine, Khairos y Thomas, ayudados por Jace, se mantenían alerta atacando seguramente desde la retaguardia. Alice acababa con cada uno de los que se atrevían a acercarse demasiado al grupo, mientras que tanto Kathaisa como Sharr acababan con cualquier hechicero, mago o brujo que tuviera la insensatez de adentrarse en su campo de visión. Incluso el resto de aliados como algunos miembros de los Doe, Akuo, Chantalle o Marther hacían lo propio para acabar con las fuerzas de aquel amenazador enemigo.

Raymond chasqueó los dedos y varios sirvientes se acercaron rápidamente hasta él.
-Haced un portal, nos vamos de aquí.
Los magos asintieron obedientemente, sus manos comenzaron a brillar creando en cuestión de segundos un sinfín de motas luminosas, invocando entre ambos un gran vórtice que actuaría como puerta para transportar a los suyos hacia el otro lado, hacia un lugar seguro. Sin previo aviso el hechizo comenzó a fallar, las vetas luminosas de un tono azul traslucido comenzaron a esfumarse, haciendo que los esfuerzos de los magos fueran inútiles.

Zephiel asintió ante Sharr, que se encargaba desde su posición de anular la magia de los magos. Raymond giró rápidamente el rostro. Reprimió las ansias de lanzar una bola de fuego hacia la rompehechizos, ya que sabía que si los magos no podían hacer nada... su magia tampoco surgiría efecto.

-¡Esta vez no irás a ningún lado Raymond!...-gritó Zephiel.-¡Ya has jugado demasiado con nosotros!...¡Es hora... de que todo acabe para ti!

El brujo cubrió su rostro de ira y desesperación, sin embargo... él sabía que sus días no terminarían esa noche, no había llegado su momento, y la sonrisa que se dibujaba en las caras de sus enemigos, desaparecería rápidamente cuando tuviera su próxima oportunidad.

-Siento discrepar...-respondió mirando al grupo.- Pero aún tengo cosas que hacer... y no interferiréis en mis planes..., así que por vuestro bien, decidle a vuestra...-clavó la mirada en Sharr.- que se detenga.
-Creo que no lo has entendido.-dijo Alice.-¡Se ha terminado Raymond!
-¡No descansaré hasta separarte la cabeza del cuerpo por todo lo que has hecho!-añadió Brandon

El grupo aguardó ante la respuesta del brujo, aunque sabían que se hallaba acorralado sin salida, aún quedaban algunos de sus esbirros para protegerlo.

-No me dejáis elección... ¡Traedlo!- ordenó Raymond a varios guerreros situados tras los magos.

Los esbirros abandonaron la sala para aparecer nuevamente, aunque esta vez no volvieron solos. Los corpulentos guerreros sujetaban cada uno por un brazo al prisionero, arrastrándolo varios metros para después dejarlo caer a los pies del brujo. El humano maniatado sintió como sus rodillas golpeaban el suelo. Intentó apoyar las manos para no caer de bruces pero los grilletes las mantenían a su espalda, sin oportunidad de defenderse ni de valerse de ellas. Los largos cabellos ondulados de color azabache y la poblada y descuidada barba dejaban el rostro del prisionero en un estado más que deplorable, logrando hacer juego con el resto de su aspecto que tan solo estaba cubierto por un largo y mugriento pantalón. El consumido torso del humano lucía decenas de marcas de latigazos además de numerosas cicatrices entre las que podía distinguirse una gran línea en uno de los laterales del abdomen de éste. Raymond lo asió de la desaliñada cabellera, obligándole a mirar a los miembros de la Orden. El humano cerró los ojos, incapaz de afrontar el momento que había ansiando durante tanto tiempo, sintiendo como la culpa reconcomía sus entrañas, permitiendo al miedo apoderarse de su ser.

Zephiel entrecerró los ojos mientras sus músculos se tensaban, los dedos de su mano izquierda se aferraron más que nunca al hacha que sostenía, y segundos después extendió su otro brazo deteniendo el avance de Lorraine. La joven había dado ya varios pasos cuando sintió como el guerrero la frenaba. Alice frunció el ceño negando con la cabeza mientras sus ojos se empañaban y una primera lágrima recorría su mejilla. La bruja sintió como su sangre hervía en su interior, y como en cada latido su corazón parecía que fuera a salirse de su pecho. Brandon observó las manos temblorosas de su amada y rodeó el antebrazo de ésta con sus dedos para detenerla. Los ojos de Zephiel se desviaron tan solo un instante hacia Alice, que se hallaba ensimismada como si todo a su alrededor hubiera desaparecido.

-Es una trampa...-afirmó el guerrero mirando rápidamente a Kathaisa que negaba con la cabeza mientras permanecía absorta.
-Puede que sea una ilusión... pero...-respondió la ilusionista.-Ni yo misma podría igualarlo.
-Sharr.-ordenó Zephiel.

La rompehechizos asintió concentrando su magia en el humano, un aura invisible para el resto rodeo al prisionero cubriéndolo por completo. Cada atisbo de magia a su alrededor desapareció... sin embargo, a diferencia de lo que todos esperaban, el objetivo permaneció indemne.

-Es... él...-tartamudeó la maga.

Raymond sujetó una fina daga mientras la acercaba al cuello de James. La hoja del arma rozó la garganta del prisionero derramando una gota que resbaló por su cuello con presteza.

-Creo que ya sabéis lo que tenéis que hacer.-dijo el brujo ante las miradas impactadas de sus enemigos.
-No le... hagáis caso.-interrumpió la debilitada voz del cazador.

Alice sintió una punzada al oír su voz, percatándose por un momento como el temor a que se repitiera lo sucedido reaparecía tras todos estos años.

-Le tenéis...-continuó James.-No... os preocupéis por mi... matadlo de una vez por todas...

Raymond acercó aún más la daga a su cuello.

-¿Estáis seguro de que es lo que queréis?

Zephiel apretó su mandíbula con fuerza a la vez que su mirada recorría con ira el rostro del brujo.

-Sharr, deja que se vayan.-ordenó el guerrero.

La joven asintió controlando el nivel de su poder, permitiendo a los magos crear el portal que habían comenzado a invocar minutos atrás.

-Veis...-dijo Raymond.-Las cosas no siempre tienen por qué terminar mal...

El brujo sonrió hacia el grupo inclinando levemente su cabeza como gesto de saludo, aunque se trataba más bien de una burla ante la decisión que había obligado a tomar a sus enemigos. Zephiel observó como cada uno de los que componían el grupo de Raymond desaparecían sin dejar rastro, respirando aliviado cuando el portal se deshizo tras ellos.

Alice intentó avanzar hacia James, pero vio frustradas sus intenciones cuando Brandon la agarró del brazo.
-Alice, espera, espera... no sabemos si...-intentó decir el mercenario, sin embargo la fría mirada de la bruja se clavó en sus ojos.
-Suéltame ahora mismo...

Brandon relajó sus manos liberándola, sorprendido por la reacción que había tenido su amada. La bruja corrió hasta James, arrodillándose junto a él y rodeándolo con sus brazos observando sin descanso el rostro de éste. Alice rompió a llorar colmando sus ojos de lágrimas, mientras sus dedos recorrían la cara del humano. Sus labios se encontraron rápidamente con los de James, a la vez que sus brazos rodeaban el delgado cuerpo del cazador como si aquello no fuese más que un espejismo que fuera a esfumarse de un momento a otro. Lorraine apartó el brazo de Zephiel y corrió hacia la pareja, fundiéndose con ellos en un emotivo abrazo. El guerrero y la ilusionista no tardaron en acercarse y no dudaron un instante en unirse al grupo.

Khairos miró a un lado descubriendo como el pequeño Thomas se secaba las lágrimas de los ojos con la manga de su camisa. El joven mago miró al sacerdote sin saber muy bien como actuar, ya que si bien él no conocía a James, eran tantas las cosas que había oído del cazador que sintió como si ya fuera parte de su propia familia.

-Ve con ellos.-dijo Khairos con una sonrisa, y en ese instante el joven huargen corrió uniéndose al grupo.

Brandon contempló la escena bajando la mirada apesadumbradamente. Retrocedió varios pasos dirigiéndose hacia la puerta, dando la espalda al grupo.

-Brandon.-dijo Khairos deteniéndolo.- ¿No... te quedas?
El mercenario se giró levemente sin cruzar la mirada con el joven. Le costó algunos segundos elegir las palabras exactas con las que responder, aunque para él hubiera sido más fácil decir la verdad, decir que no pintaba nada allí.
-Creo que... es un momento...íntimo...-respondió Brandon con una sonrisa forzada.-Debería dejarles algo de tiempo. Iré a tomar algo de aire entretanto.

Brandon abandonó la estancia saliendo al exterior donde la lluvia arreciaba sin piedad. El mercenario se tambaleo mientras caminaba. Sintió como una dolorosa punzada le atravesaba el pecho y deseó en aquel instante que hubiera sido una espada la que se clavara en su corazón antes que sufrir el dolor que estaba destrozándolo. Sus piernas le fallaron obligándole a caer de rodillas. Sus manos se hundieron en un charco en el cual se perdían las lágrimas que brotaban de sus ojos. El mercenario apretó los puños y golpeó el suelo con rabia numerosas veces mientras sentía como dentro de su pecho algo se desgarraba, y como todo a su alrededor, todo aquello que conocía, se desmoronaba sin dejarle siquiera tiempo a recomponerse. Brandon gritó dejando escapar la ira que contenía, y fue entonces cuando su cuerpo comenzó a ensancharse, cubriéndose de un pelaje grisáceo y dando de sí sus ajustados ropajes de cuero. El huargen se agazapó y comenzó a correr, sus zarpas sintieron el frío suelo bajo ellas a la vez que su cuerpo se empapaba cada segundo que pasaba, pero nada de eso importaba ya. Brandon huyó sin mirar atrás, sin pensar que sería de él, sin temer siquiera por su destino... El líder del Espadas de la Tormenta había disputado cientos de batallas, había recibido infinidad de golpes y aflicciones, pero nadie le había enseñado nunca que las heridas que más duelen no son las que producen el filo de una espada.