lunes, 24 de agosto de 2015

Julius Heide - El libro prohibido (Cap 2)


Capítulo 2: Aliados.

A Julius no le sorprendía que su uniforme militar le sentase como un guante pero odiaba sentirse tan cómodo con aquella armadura.
“Quizá después de todo no pueda cambiar el hecho de ser un simple soldado.”
La información que el comandante le había facilitado era sorprendente y había resultado cierta en todo, el portal oscuro había cambiado de color y un ejército de orcos intentaban invadir Azeroth desde aquel lugar. Tader había huido a aquel sitio y según los datos que manejaban en Ventormenta, pretendía atravesar aquel portal con la intención de huir de sus crímenes. Julius no podía permitir que algo así pasase y mucho menos cuando en los documentos se aseguraba que Tader se había hecho con un objeto de gran poder y debía ser detenido a toda costa.
-No debe ser agradable volver a estar en un campo de batalla.- Dijo Aomme a su lado.
Un escalofrío recorrió la espalda del paladín. A su alrededor podía ver soldados de todas las razas y edades, algunos incluso demasiado jóvenes para verse envueltos en una batalla como aquella. Sabía de sobra lo que ocurriría, sabía que muchos de aquellos soldados morirían terriblemente en nombre de sus patrias y el honor pero hacía tiempo que Julius no veía honor en aquellas masacres, no había nada más que dolor y miedo. Su mente volvía a recordar imágenes terribles de tantas batallas en las que se había visto envuelto, de tantos compañeros y amigos muertos en el fragor del combate. Lentamente giró su cabeza para observar a Aomme y se prometió que si alguien saldría con vida aquel día sería la cazadora. También pensó en sus amigos de la orden esperando que llegasen a entender algún día las razones que lo habían llevado a separarse de ellos y esperaba que se mantuviesen a salvo.
Se dio la orden de cargar sobre el enemigo, los soldados gritaban consignas al tiempo que seguían a sus líderes dispuestos a acabar con el enemigo. Muchos estudiosos que nunca habían pisado el campo de batalla hablaban maravillas del honor y la lucha a muerte con los enemigos de la alianza pero la verdad era muy diferente. En todas partes se escuchaban gritos de dolor y agonía mezclados con explosiones y golpes metálicos. Julius avanzaba derribando a los pocos enemigos que ofrecían resistencia y por un momento pensó que aquella sería una victoria fácil pero aquella idea desapareció en el momento que cruzó el portal.
Julius y Aomme veían a un enorme ejercito de orcos con otras criaturas enormes y armas de asedio, nuevamente aquel lugar iba a convertirse en una carnicería donde el bando ganador sólo podría disfrutar de su victoria lamiendo sus propias heridas.
Las máquinas de asedio abrieron fuego contra ellos, el paladín abrazó a la cazadora y se tiró al suelo con ella. Mientras intentaban protegerse podían notar como temblaba la tierra, aquella tierra que en aquellos momentos se convertía en el mejor amigo de los soldados que se pegaban a ella conscientes de lo cercana que estaba la muerte. En cuanto cesó el bombardeo los soldados se pusieron en pié y con fuerzas renovadas se lanzaron contra un enemigo mucho mayor en número. Nuevamente Julius sintió como los enemigos caían bajo su espada mientras otros caían bajo las flechas de Aomme, a ambos les habría gustado luchar hasta al final al lado de aquellos soldados que daban todo lo que tenían en la batalla pero por desgracia tenían órdenes que cumplir.
Mientras el ejército aliado atacaba fuertemente el flanco izquierdo del enemigo un pequeño grupo de soldados atravesaban las líneas enemigas para poder realizar una misión de vital importancia, la misión que debía dirigir Julius, pero el paladín se detuvo de golpe ante un joven que con una grave herida en su pecho sollozaba en el suelo gritando por su madre. Aomme vio que el paladín se detenía y quiso gritarle para que se diera prisa pero desistió sabiendo que el hombre al que amaba jamás podría perdonarse si no ayudaba a aquel muchacho. Julius situó sus manos en el pecho del soldado y estas empezaron a brillar mientras la luz acudía a su llamada, poco a poco la herida se fue cerrando hasta que al final fue completamente sanada. El soldado completamente sorprendido por la ayuda inesperada se levantó mirando a su salvador al tiempo que su expresión cambiaba al ver un enorme orco que se acercaba con su hacha, pero antes de que cualquier sonido saliese de su boca una flecha atravesó la garganta del orco que se derrumbó sin vida.
-Vuelve con tu unidad.- Ordenó Julius al soldado que asintió y salió corriendo.
Finalmente llegaron al supuesto punto de encuentro que marcaban las órdenes, Aomme había recriminado al paladín que hubiese bajado la guardia casi permitiendo que un enemigo lo atacase por la espalda pero Julius había insistido en que confiaba en que ella lo cubriría.
-¿Crees que alguno habrá conseguido atravesar la batalla?- Preguntó la cazadora.
-No tengo ni idea, ni sabemos nada de los supuestos refuerzos pero supongo que serán hombres capaces para venir a una misión de este tipo.- Respondió.
Los minutos pasaron lentamente mientras la pareja esperaba pacientemente, según los datos aportados por el comandante habría cinco soldados que se unirían a ellos para llevar a cabo la misión, una misión que Julius había categorizado ya como casi un suicidio. Estaban en un mundo que desconocían siguiendo el rastro de un criminal peligroso con un objeto de gran poder. Estaban también detrás de las líneas enemigas y tras ver la ferocidad de aquellos orcos, el paladín dudaba mucho que hicieran prisioneros.
-Si no llegan en cinco minutos nos iremos nosotros solos.- Dijo Julius.
-A menuda cita más emocionante Julius.- Bromeó Aomme.
En un instante se giraron preparados para luchar, un huargen se acercaba cuidadosamente pero en el momento que percibió el gesto de la pareja se detuvo en seco sujetando fuertemente una espada y un escudo. Durante unos segundos se examinaron mutuamente hasta que al final el huargen habló con una voz profunda.
-¿Sargento Heide?-
El paladín hizo un gesto a la cazadora y ambos bajaron las armas, el huargen los observó unos pocos segundos antes de hacer lo mismo, finalmente empezó a gruñir mientras su cuerpo cambiaba radicalmente hasta adoptar la forma de un hombre de cabellos oscuros.
-Bueno al menos no estaré solo en este cometido.- Dijo el guerrero.
-Así que eres uno de los soldados asignados a esta misión.- Replicó Julius.
-¿Soldado? ¿Asignado? Esa sí que es buena.- Dijo el hombre riéndose durante unos segundos aunque se detuvo al ver que el paladín no estaba bromeando.- No puede ser… ¿De verdad no sabes cómo se ha desarrollado este grupo?-
Julius quiso responder pero el hombre levanto un dedo pidiendo silencio al tiempo que olía el aire, tanto el paladín como Aomme se miraron sin comprender.
-Se acercan… son cuatro.- Dijo el hombre.
-Tu olfato… lo has desarrollado de una manera increíble.- Respondió Julius entendiéndolo que sucedía.- ¿Son orcos?-
-No, por lo que puedo detectar estuvieron con el ejército de la alianza seguro.- El hombre sonrió.- Supongo que formar parte también de esto.-
A los pocos minutos aparecieron ante ellos los cuatro soldados que había olfateado el huargen, un humano con un uniforme negro y armado con dos dagas, un caballero de la muerte que parecía mantenerse alejado de los demás, un pequeño gnomo con un bastón y una elfa nocturna que Julius supuso era una sacerdotisa de Elune.
-Tu olfato no se equivocaba, creo que esa habilidad nos vendrá bien.- Dijo Aomme.
-Si desde luego nos vendrá bien teniendo en cuenta que tenemos que rastrear a alguien. ¿Cómo te llamas?- Preguntó Julius.
-Kraus Huffman.- Respondió el guerrero.
Julius asintió y observó al grupo, en las manos de aquellos guerreros estaba detener a Tader, aunque ninguno de ellos podía aún ni imaginar a lo se enfrentaban realmente.


Escrito por Julius Heide