jueves, 20 de agosto de 2015

Julius Heide - El libro prohibido (Cap 1)


Capítulo 1: Hacer lo correcto.

Julius permanecía de pié frente a aquellas figuras sombrías. No sabía como pero su armadura volvía a ser la del ejercito de Ventormenta e incluso su espada personal no se encontraba en sus manos si no el arma oficial que le habían obsequiado por su ascenso a sargento despues de la batalla de Costasur.
“¿Dónde demonios estoy?”
El paladín observo a aquellas sombras que parecían acercarse amenazadoramente. No tenía ni idea de donde se encontraba pero de alguna manera sabía que algo iba terriblemente mal en aquel lugar, había oscuridad donde se suponía que la luz debía reinar.
-¡Dar la cara! ¡No os temo!- Gritó desafiante.
Pero la valentía de Julius se tornó culpa y desesperación al momento que las figuras avanzaron y pudo distinguirlas, eran sus antiguos compañeros caídos en batalla solo que no alegres y bromistas como los recordaba, si no llenos de ira.
-No puede ser, vosotros… vosotros estáis muertos…- Balbuceó.
El comandante Wills se acercó lentamente, en su cara había un intento de sonrisa pero al paladín le pareció que aquella mueca correspondía a alguien que no conocía el verdadero significado de sonreir.
-Si, Sargento, estamos todos muertos por tu culpa.- Dijo el comandante.
-Fuiste un egoísta y sólo te salvaste tu.- Susurro la pequeña Sara que contaba con varias heridas en el pecho dejando ver sus entrañas.
-No…no fue mi culpa… yo hice todo lo posible…- Intentó replicar.
Las figuras se acercaron más y el paladín intentó alzar su arma solo para descubrir que ya no se encontraba en sus manos.
-¿Lo hiciste? No te creemos, tu nos dejaste morir por que sólo te preocupabas por ti mismo.- Fue Kurt quien hablo esta vez, le faltaba media cara e incluso se podía ver su cráneo agrietado.
Sin saber cómo Julius se vio de repente sujeto por sus brazos por los cadáveres de Kovav y Devon mientras el gigantón Reck se acercaba con una enorme hacha en sus manos, aquella arma tenía una cara en su filo que no paraba de gritar y el paladín supo en aquel instante que era una de las muchas almas que habían perecido ante su espada, ante sus manos manchadas de sangre que jamás podrían estar limpias.

Se despertó sin gritar, simplemente abrió los ojos mientras un escalofrío recorría su espalda pero aquel leve movimiento fue suficiente para despertar a la mujer que estaba en sus brazos.
-¿Otra pesadilla?- Preguntó Aomme.
-Sí, lamento que te despertases.-
Aquellos sueños se habían estado repitiendo desde que Julius había sobrevivido a la batalla de Costasur, o la carnicería como solían llamarla aquellos afortunados que habían conseguido salir con vida de aquel sinsentido. Solamente Aomme sabía de aquellos sueños pues no quería preocupar a nadie con esos problemas aunque la mujer a la que amaba y compartía su lecho insistía en buscar ayuda.
-No te preocupes.- Respondió la cazadora abrazándolo.
Julius sonrió al tiempo que la besaba, en el fondo de su corazón sabía que tener a Aomme a su lado había evitado que se volviera loco por sus compañeros caídos y aquellas vidas que había arrebatado en su vida de soldado.
-Tomaré un poco el aire, tu descansa mañana tenemos que ponernos en marcha.- Dijo.
La mujer asintió al tiempo que cerraba sus ojos. El paladín se vistió con su ropa de civil pero no olvidó llevar su espada con él, si algo había aprendido en su vida de soldado era a no bajar la guardia nunca.
La fría brisa nocturna golpeó su rostro tranquilizándolo, su pesadilla ya no parecía tan importante y empezó a andar lentamente y sin hacer ruido. La Orden había acudido a la llamada de gente importante, las noticias sobre el fuerte de Nethergade eran cada vez más preocupantes y el mismo ejército se había desplazado a la zona lo que hacía saber a Julius por su propia experiencia que sucedía algo muy grave.
Avanzó unos metros para detenerse de golpe, por instinto su mano se fue a la empuñadura de su espada y observó la oscuridad detenidamente.
-Hacéis más ruido que un grupo de enanos borrachos, dar la cara.-
Tras unos segundos de vacilación unos soldados salieron de sus escondites, muchos de aquellos novatos habían escuchado historias de Julius y se mostraban sorprendidos de la facilidad con la que habían sido descubiertos. Entre aquel grupo había un hombre que destacaba por encima de todos, aunque llevaba la misma armadura que los demás su insignia no dejaba lugar a dudas.
-Veo que lo que se cuenta de usted es cierto. Soy el comandante Sam Everet. Supongo que usted es el sargento Julius Heide.-
-Ex sargento, ya no soy un soldado.- Respondió estudiando al hombre.
-Lamento decirle que ha sido reincorporado.- El comandante sonrió. –Necesitamos sus habilidades en un asunto urgente.
-Lo lamento, tendrán que buscarse a otro.- Respondió y se giró para abandonar aquel lugar.
-Eoben Tader.- La sola mención de aquel nombre hizo que el paladín se detuviese. –Usted mismo consiguió que lo encerrasen por sus crímenes, pero ahora ha escapado ayudado por algún antiguo compañero. Se ha hecho con algo que nos preocupa tremendamente.
-No creo que sea asunto mío.- Respondió Julius.
-Eso es discutible.- El comandante sonrió. –Nadie se libra tan fácilmente del servicio militar Sargento, usted conoce bien a Tader, ya lo detuvo una vez y esperamos que lo haga de nuevo.
-¿Y si me niego? –
-Bueno, quizá tengamos que tener en cuenta las acciones de esa mujer tan unida a usted, aunque sea una mercenaria no puede tomar parte en ciertos asuntos y podríamos investigar también a ese grupo con el que se relaciona. Vamos Sargento, Aomme Higurashi puede ayudar también en esta misión, sabemos que es una cazadora muy capaz. Por cierto ¿Podría decirle que deje de apuntarme?
Julius hizo un gesto y Aomme salió de la oscuridad apuntando con su arco al comandante, ningún soldado se había percatado de la presencia de la cazadora y muchos no disimulaban para nada su asombro.
-¿Por qué es tan importante ahora detener a Tader?- Preguntó el paladín.
El comandante le lanzó un pergamino, durante unos segundos Julius estudió lo que decían hasta que finalmente tragó saliva al tiempo que levantaba la vista.
-Esto no puede ser verdad.- Dijo.
El comandante hizo un gesto y dos soldados depositaron una caja en el suelo.
-Su vieja armadura, reparada y lista para el combate, además encontrará sus órdenes y como debe proceder en el interior. Gracias por su ayuda Sargento.-
Los soldados se retiraron lentamente hasta que Aomme y Julius quedaron solos.
-Malditos chantajistas. ¿Qué haremos?- Preguntó ella.
-Lo que nos han mandado. En este asunto hay en juego muchas vidas y no puedo permitir que Tader esté en libertad. Por desgracia no podremos ayudar a la orden pero será mejor que no sepan nada de esto.-
-Julius Heide.- Aomme sonrió.- Siempre intentando salvar al mundo.- Y sin decir nada más besó al paladín.

Bajo la noche y antes de partir ambos miraron atrás sabiendo que no verían a sus compañeros en mucho tiempo.

Escrito por Julius Heide