Alice leyó de nuevo la fina
caligrafía con la que estaban escritas las letras de la tarjeta. La tinta
dorada indicaba un lugar de encuentro al que ella estaba citada para verse con los
caminantes del tiempo que conocían la existencia del talismán. Aunque le había
extrañado que la citaran solamente a ella al final había accedido a ir al
encuentro, junto con todos los miembros de la Orden. No sabían que querían los
caminantes. Tanto ellos como la Orden llevaban tiempo enfrentándose por odios y
rencores pasados, pero si estaban dispuestos a dar un paso para dejar atrás
todo eso lo mínimo que podían hacer era escuchar.
Alice suponía que habría
sido idea de Ireli, Azurin y Khaden, y que entre los tres habrían convencido a
Garrett, pues dudaba que el caminante apartara su cabezonería por voluntad
propia. Y algo que mosqueaba a la bruja era el lugar de encuentro: una vieja
capilla alejada del mundo civilizado, en mitad de ninguna parte. ¿Por qué
desplazarse tantas leguas desde sus cavernas para encontrarse en esas ruinas?
Alice sacudió la cabeza
tratando de hacer desaparecer esos oscuros pensamientos. Un voto de confianza
era lo mínimo que podían darles a sus supuestos "aliados". Miró a su
alrededor buscando algo con que distraerse. James cabalgaba a su lado, con el
rifle a su espalda y un cuervo posado en un antebrazo. Al notar su mirada se
volvió hacia ella y le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y en su mudo
lenguaje de miradas se comunicaron sus estados de ánimo.
Frente a ellos abría la
marcha Zephiel, cuya mirada dura escrutaba el horizonte en busca de una amenaza
que quizás solo existía en su cabeza. El adusto guerrero había dejado clara su
opinión respecto a esta reunión y acudía a regañadientes y con un estado de
alerta máximo. Le seguían Caleb y
Lionell, enfrascados en una eterna discusión. Detrás suyo Lorraine, un poco
apartada para que no la molestasen con sus repetitivos argumentos sin sentido. Siguiéndolos
a ellos Kathaisa y Johana discutían sobre algún asunto que se traían entre
manos mientras Jace cerraba la marcha dando tragos de su petaca. Ninguno de
ellos estaba albergaba muchas esperanzas pero como mínimo la tarjeta había
despertado su curiosidad. La reciente muerte de Isnalar había supuesto un duro
golpe para todos. La experta arquera había muerto en combate, luchando incluso
cuando no le quedaron flechas en su carcaj. Su fallecimiento había endurecido
el carácter de sus compañeros volviéndolos algo más ariscos y desconfiados con
todos los que no pertenecieran a su grupo.
Llegaron a las viejas ruinas
de la capilla cuando el sol empezaba a desaparecer. Desmontaron y ataron los
caballos a un árbol cercano a las grandes puertas de madera. Ese edificio había
sido capilla, pero por su estructura habría servido tanto como cuartel militar
como pequeño fortín. Altos muros de piedra vieja se ahogaban bajo las hiedras
invasoras. Los ventanales habían perdido sus cristaleras y una pequeña parte
del techo se había derruido.
Por el momento no había
rastro de los caminantes ni de sus monturas. Supusieron que habían llegado
mediante un portal pero la pregunta de por qué elegir ese lugar reapareció en
la mente de Alice. Todo parecía completamente abandonado.
- Vosotros esperad aquí-
Indicó Zephiel a Caleb, Lionell, Lorraine, Jace y Johanna.
Ignorando las protestas de
los más jóvenes el guerrero empujó los pesados portones haciendo uso de su
fuerza, arrancando así un gutural chirrido a los goznes de la puerta. Entraron
en la amplia sala en silencio. Las ruinas de partes del techo y columnas caídas
ensuciaban por doquier junto a candelabros y decoraciones enterradas bajo
metros de polvo. Y no había señal alguna de los caminantes.
De repente las puertas se
cerraron detrás suyo con un fuerte golpe.
- Maldición. Sabía que era
una trampa. - masculló Zephiel
- Las puertas están
atrancadas.- dijo James, quién había corrido a comprobarlo. - Fuera parece que
están bien.
- ¿Estás ahí, Garrett? -
Preguntó Alice alzando la voz. - ¿A qué viene todo esto?
El retumbar de una risa
maquiavélica resonó haciendo eco entre los muros.
- No esperaba que me lo
pusierais tan fácil. - La voz de Raymond apareció como llegada desde la
ultratumba a medida que él se acercaba subiendo las escaleras de las
catacumbas. - Aunque la invitación era sólo para ti, Alice. El resto
simplemente... sobráis. Pero ya que habéis venido hasta aquí... os ahorraré la
molestia de hacer el trayecto de vuelta. - Su semblante apareció con una
sonrisa dibujada en el rostro.
Alice no le contestó. No con
palabras al menos. Pero si dejó que sus ráfagas de fuego hablaran por ella. Sin
embargo éstas chocaron contra una columna tras la que se refugió el brujo y se
desvanecieron sin dañarle.
- ¡Atacad! - gritó Raymond,
dejando que la ira se notara en su voz. - Traedme la bruja viva. Matad al
resto.
De entre las sombras de las
ruinas y de detrás de las puertas que daban a las recámaras empezaron a
aparecer esbirros encapuchados quienes no tardaron en rodear al grupo. Alice
vio cómo los secuaces de Raymond estaban rodeados por un escudo mágico de no
muy alto nivel. Sin duda eran aprendices de brujo, seguramente adiestrados por
el mismo Raymond en sus perversas artes. Alzó un escudo sobre su piel,
endureciéndola para el combate.
-¿Encerrarte con nosotros es
tu mejor plan, Raymond? - Le gritó Kathaisa con sorna.
Pese a sus palabras, la
ilusionista había empezado a urdir un plan para salir de esta con sus
ilusiones. A su lado Zephiel había desenfundado sus armas y sin esperar a los demás
cargó contra el primer brujo que se le acercó. El embate sirvió para tumbar al
esbirro pero otro ocupó su lugar.
Al otro lado de la sala
Alice les enseñaba el verdadero poder de un brujo bien entrenado. Las llamas
salían de sus dedos y recorrían la estancia hasta impactar en cada hombre y
mujer que se alzaba en su contra. Pronto empezaron a quedar apelotonados los
restos humeantes de aquellos que eran alcanzados por sus descargas ígneas pero
los secuaces de Raymond los hacían a un lado para seguir apareciendo. Un
disparo sonó muy cercano a su espalda, y al volverse vio como otro de los
brujos, que se había acercado sin que ella se diera cuenta, se desplomaba con
una bala en el cráneo. Buscó a James con la mirada para agradecérselo pero lo
encontró enfrascado en el combate, manteniendo una posición elevada de la que
los brujos intentaban arrojarle. Le ayudó incinerando al que se le acercaba por
detrás y a continuación se encaró con su próximo rival.
Aunque los enemigos eran
cortados, incinerados y acribillados a balazos estos no se rendían y luchaban
con un fervor sectario cercano a la locura. Aparecían más y más, llenando la
sala. Pronto los miembros de la Orden fueron arrinconados contra los muros.
Alice y James a un lado, Kathaisa y Zephiel al otro. Los ojos de Raymond
brillaban con la emoción de ver cercana la derrota de aquellos a quien tanto
odiaba.
Un estruendo hizo
resquebrajar las paredes de la capilla. Todos se pararon por unos instantes,
sorprendidos por la sacudida. Con pánico en sus cuerpos vieron como grietas
enormes escalaban por las paredes hasta el techo.
- ¡Salid de ahí! - gritó uno
de los brujos de toga morada a sus camaradas viles que se conglomeraban en el
centro de la sala.
Pero era demasiado tarde.
Grandes porciones del techo ya de por si semiderruido cayeron sobre los
desafortunados. Unos pocos lograron escapar refugiándose cerca la puerta pero
otros quedaron aplastados por enormes bloques de piedra. O eso creían ellos
pues en realidad no era más que una ilusión creada por Kathaisa para liberar el
paso. Entre la duda y la ira los brujos se quedaron por unos instantes quietos,
hasta que comprendieron lo que había pasado.
Fue entonces cuando los
enormes portones cayeron sobre ellos. Aquellos que se habían creído a salvo del
derrumbe del techo fueron aplastados por las puertas de madera de casi medio
metro de grosor... Más el peso del resto de miembros de la Orden pasando por
encima suyo.
Jace irrumpió en la sala
encabezando el grupo de rescate y se apresuró a sanar las heridas de sus compañeros
con su niebla sanadora. Caleb y Lionell aparecieron detrás suyo y como un dueto
mortal arrojaron sus respectivas descargas sobre los enemigos quienes cayeron
fulminados.
Una oleada de enemigos se
dirigió contra los recién llegados, sin embargo antes de que pudieran
alcanzarles todos resbalaron y cayeron al suelo.
- Ups. - dijo Johana
arrojando el vial ya vacio al suelo.- Será mejor que no vayáis tan rápido.
Luego sacó otro frasco, este
ya medio vacío tras usarlo con los goznes de la puerta, y se lo lanzó a uno de
los brujos. El cristal se rompió y el liquido verde impregnó la ropa oscura,
que rápidamente se disolvió, para luego corroer la carne del desdichado.
- ¡Argg... Malditos! - gritó
Raymond desde el fondo de la sala. - ¡Este lugar será vuestra tumba!
Sin que los miembros de la
Orden pudieran evitarlo el brujo levantó una barrera mágica que sustituyó el
hueco de la puerta y se expandió tapando las ventanas. Una nube negra se
estrelló contra el muro mágico. Los cuervos de James habían quedado fuera de la
capilla y buscaban infructuosamente el modo de entrar para auxiliar a su
maestro.
Raymond, con gestos solemnes,
desenfundó su espada que al instante se imbuyó en llamas moradas y se encaminó
a sus enemigos.
- ¡Yo mismo acabaré con
vosotros!
- No conseguirás más que tu
propia muerte. - Le contestó Zephiel embistiendo uno de sus secuaces. Con un
vistazo al campo de batalla trazó su ruta hasta el brujo. Con largas zancadas y
movimientos rápidos esquivó y paró los golpes que le caían por todos lados, adentrándose
en la marea morada hasta plantarse frente a Raymond. Un muro de llamas se
levantó a su espalda, Alice le protegía de los ataques de los esbirros, y desde
su atalaya de runas James abatía aquellos que se les acercaban demasiado.
Ansioso por quitarle la vida
a Zephiel Raymond atacó primero. Sus dotes de espadachín no eran las mejores
pero su espada de fuego morado era sin duda un arma peligrosa y los hechizos
que lanzaba con su mano libre debían ser esquivados sin fallo alguno. En cambio
los golpes del guerrero rebotaban contra el escudo mágico del brujo sin hacerle
un rasguño.
Zephiel bufó exasperado por
la inutilidad de sus ataques. Pero de repente notó que las fuerzas aumentaban.
Su brazo creció en fuerza y potencia. Reconociendo la magia de Kathaisa en su
repentina vigorización Zephiel descargó un potente golpe contra el escudo del
brujo. Sin embargo no fue suficiente para debilitar su magia y el arma del
guerrero salió despedida varios metros atrás. Creyéndose vencedor del asalto,
Raymond arremetió un tajo certero con su espada.
Zephiel notó el calor en su
rostro cuando el filo llameante pasó rozándole. La trayectoria de la espada
había sido desviada en el último momento al chocar con una crisálida protectora
proyectada por Jace.
- ¡Zephiel! ¡Retrocede! -
Gritó James - ¡Son demasiados! ¡Caleb, sácanos de aquí!
Alice observaba como la
marea de brujos inundaba la sala sin que pudieran detenerlos. Simplemente había
demasiados. Se reunió con el resto de miembros de la Orden frente a la barrera
mágica. Ella y Lionell se aseguraron de abrir camino para que Zephiel y James
pudieran llegar hasta ellos mientras el joven mago creaba un portal que les
sacaría de allí.
El portal se abrió.
-¡Todos adentró! -Gritó
Caleb
-¡No huiréis! - contestó
Raymond lanzando sus descargas sombrías a la carrera detrás de Zephiel.
Uno a uno fueron atravesando
el portal: Johana, Caleb, Kathaisa, Jace, Lionell, Alice, a la vez que veían
como los brujos se acercaban al portal. De entre ellos avanzaban Zephiel y
James. El cazador llegó junto al portal y se volvió para alagar una mano al
guerrero. No la necesitaba. Zephiel, incapaz de frenar, saltó hacia delante y
entró por el portal en el aire. James le siguió a continuación, justo en el
último momento cuando ya estaban a punto de alcanzarlos.
El suelo duro de la mansión
Darkhollow los recibió. Todos dejaron escapar un suspiro de alivio por haber
escapado de la trampa mortal. Alice buscó la mirada de James, comprobando que
se encontraba bien. Él la miró y sonrió, nada más que rasguños.
Pero su rostro se transformó
de repente. Su sonrisa se volvió una mueca de dolor, sus ojos verdes se
cerraron mientras profanaba un grito al cielo. El portal seguía abierto a su
espalda y de él salía un brazo que sujetaba una espada flamígera, que fue a
atravesar el abdomen de James.
- ¡No! ¡James! ¡Noooo! -
Gritó Alice mientras veía como la sangre acudía a borbotones por su boca.
- ¡Cierra el portal! -
ordenó Jace a Caleb
Pero fue demasiado
tarde. El cuerpo del cazador cayó inerte
hacia atrás y el brazo del brujo lo atrapó llevándolo a su lado del portal. El
portal se cerró y no quedó más que silencio.
Alice, que se había
abalanzado hacia delante, llegó a tiempo para ver la sonrisa demoníaca de
Raymond a través del portal mientras este se cerraba. Cayó de rodillas dónde
hacia unos segundos se encontraba su amado. Su preciado rifle caído sobre el
frío suelo. Nadie pudo decir una palabra.
- James... no...- Sollozó
Alice mientras las lágrimas acudían a sus ojos. - ¡Jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaames! -
Su gritó resonó entre los valles y bosques de Tirisfal, retumbando como el
lamento de una banshee. Los lobos y aves salvajes se unieron al grito pues
reconocieron el dolor que lo acompañaba. El dolor de un alma rota.
Escrito por: Vandante