lunes, 10 de agosto de 2015

Akuo Blackwood - El deber llama

Los días pasaban en la fortaleza y Akuo terminó recuperándose de todo el  daño que recibió a lo largo de lo vivido en Draenor desde que llegaron. El trabajar para la teniente no era más que unas vacaciones remuneradas. Sin embargo necesitaba acción, necesitaba sentir hervir su sangre.

En uno de los entrenamientos que llevaba a cabo con los novatos, los cuales la teniente le ordenó entrenar, los sacó fuera de los muros de la ciudadela para que manchasen sus manos por primera vez, aunque fuese un simple animal salvaje, ya que sus habilidades no estaban a la par de ningún enemigo. Quizás alguno de los sobresalientes podría hacer frente al reto. Los demás solo servirían para ser aniquilados por el enemigo.

Fue entonces cuando caminando por un sinuoso camino de barro que se adentraba en el bosque pudieron ver a lo largo del mismo un escarpado acantilado que llevaba a un paso en caída libre. En la cima de esa elevación del terreno un grupo de orcos festejaba su victoria por la emboscada sobre ellos. Acto seguido alzaron sus fusiles amenazantes hacia el grupo.

-¡Corred!  -. Grité, haciendo que los soldados se retirasen y volviesen a la fortaleza mientras me quedaba distrayendo al enemigo.

-Pero… Señor -. Dijo Peter preocupado.

Sin mediar palabra con él, desenvainé mi espada y empuñé mi escudo. Estaba deseoso de combate y no pensaba en la superioridad numérica de la que disfrutaba el enemigo. Solo en hundir mi hoja en su carne. Tras mi reacción pude escuchar como Peter se daba la vuelta y retornaba a la ciudadela junto al resto de mis aprendices.

-¡Vamos! -. Grité a los orcos momentos antes de lanzarme corriendo, atravesando rápidamente el camino hasta adentrarme en el bosque, librándome por poco de los disparos de esas bestias con el cerebro del tamaño del de un ogro.

Tras varios minutos conseguí hacer que se moviesen. Estaban al alcance de mi hoja y sin tenerme a la vista. Había recibido algunos balazos, pero nada grave. Me subí a un árbol para conseguir la ventaja de la altura y, cuando el primer grupito pasó, me abalancé sobre ellos con una sed de sangre y un deseo de derramar sus entrañas por el suelo insaciable.

-¡Moriréis hoy! ¡Preparaos para reuniros con vuestro creador, bestias repugnantes! -. Ataqué como si no hubiese mañana. Sin perder de vista los movimientos de los enemigos que quedaban en pie, enfrentándome. Visualizaba sus movimientos, esquivaba y lanzaba certeras estocadas así como tajos a los puntos vitales de los orcos, intentando acabar lo más rápido posible. Conseguí matar a todos los del grupo, pero con la mala suerte de ser herido en una pierna. Nada grave que no se pudiese recuperar, solo que no era el mejor momento para una herida así.

Los demás orcos me encontraron y ni se atrevieron a venir cuerpo a cuerpo. Se mantenían a cierta distancia con sus fusiles en alto, dispuestos a matarme con cobardía y traición. Fue entonces cuando una jabalina atravesó el cráneo de uno de ellos. Eran Jared y los demás que venían en mi ayuda liderados por Ephdel. Tras ver esa escena me alcé y, lanzando un brutal rugido que llamó la atención de los orcos, les di una oportunidad para masacrarlos mientras estos estaban distraídos.


Caí al suelo agotado aunque satisfecho. Había sido capaz de plantarles cara y proteger a mis alumnos, aunque al final las cosas se torciesen y tuviesen que ayudarme ellos. Tras eso volvimos al cuartel y me dediqué a recuperarme y a adiestrar a los muchachos para que fuesen aún mejores guerreros en el futuro.

Escrito por: Akuo