La batalla era encarnizada, los tres compañeros combatían
desesperadamente por sobrevivir a este gran enemigo. Las fuerzas de éste no les
dejaban salir de la habitación y les atacaban sin parar. Por todos lados
aparecían elementales invocados por el mago inigualable. Sus poderes no se
debilitaban lo más mínimo y el grupo continuaba combatiendo, intentando abrirse
paso ante ese final. Se negaban a aceptarlo y no se rendirían jamás. Fue en ese
momento cuando Aran, convencido de su victoria, golpeó con el bastón el suelo,
alegando que ese combate se había acabado y preguntándoles cuál era la mejor
manera que se les ocurría para morir en ese lugar.
-¡Os concederé la muerte que deseéis. Ya estáis en vuestro límite
y no podréis contra mis poderosas invocaciones! -. El fantasma rió
descaradamente delante del grupo.
-¡Una sombra de esta torre como tú no podrá con nosotros! Somos
los guardianes y protectores de la torre y miembros de la Orden Eterna. Jamás
podrías derrotarnos -. Escupió hacia un lado el guerrero mientras se
incorporaba apoyándose en su espada mellada.
El mago miró fijamente a los ojos del hombre esperando ver
desesperación y confirmar que lo que decía era solo palabrería.
-Sólo eres un esbirro de mi hijo que vino aquí a torturarme, pero
no os lo permitiré. ¡Me he cansado de sufrir por toda la eternidad! ¡Os
destruiré aquí y ahora! -. Gritó la sombra y comenzó a canalizar una gran
cantidad de energía arcana mirando directamente hacia Akuo que se plantaba en
pie frente a él.
-¡Muere! -. Una gran bola de energía arcana se dirigió hacia el
guerrero amenazante, dispuesta a acabar con su vida y la de los demás miembros
del grupo. Una vez los alcanzase, no dejaría más que polvo y cenizas, y se
aproximaba más y más inexorablemente. Sin embargo el guerrero no se movía de su
posición ni aparentaba prepararse a hacerlo. ¿Planeaba recibirlo con su propio
cuerpo?
Fue entonces cuando, a pocos metros de alcanzarlo, el hechizo se
deshizo por completo esparciéndose en el aire y cubriendo la sala en un estado
inofensivo. El mago se sorprendió y al mismo tiempo le entró miedo al
presenciar lo que acababa de suceder con el hechizo en el que había invertido
tantísima magia arcana y con el que esperaba acabar de un solo golpe con los
intrusos. Busco al culpable con la mirada y encontró, un poco alejada de la
batalla, a Sharr con las palmas de las manos mirando una hacia la otra y
recitando unas palabras.
-¡¿Así que has sido tú?! ¡Maldita!-. El mago dirigió en ese mismo
instante a todos los elementales y aberraciones arcanas que había invocado
hacia la chica para acabar con ella en un primer lugar.
Ephdel apareció como un relámpago delante de la joven alzando su
espada en el aire con la punta apuntando
hacia el techo. Cubrió su arma de hielo rápidamente y acto seguido, justo antes
de que los elementales y abominaciones arcanas pudiesen alcanzarlo, la clavó en
el suelo, congelando a todos y cada uno de los enemigos sin distinción, fueran
hechos de magia, fuego, tierra, agua o viento.
Todos fueron atrapados en
la escarcha de la hojarruna del caballero de la muerte.
-¡¿Qué habéis hecho?! -. El mago, confuso y alterado, empezó a
lanzar fogonazos aleatorios a los miembros del grupo. Eso provocó que pudiesen
esquivarlos fácilmente sin exponerse.
-Simplemente derrotarte. Y no es la primera vez que lo hacemos.
Pero claro, tú no eres más que una ilusión que aparece y desaparece una y otra
vez para que la derrotemos. Ya estamos acostumbrados, aunque sigues siendo poco
más que una completa molestia-. Dijo el caballero alzando su espada del suelo y
señalando con la misma al fantasma.
– ¡Somos los guardianes de esta torre y miembros de la Orden
Eterna!¡Y te derrotaremos una y otra vez, no importe cuantas veces aparezcas! ¡Nosotros
y nuestros alumnos te devolveremos a las profundidades de la torre sin importar
lo que pase! -. Gritó el guerrero mientras Sharr dirigía un ataque hacia el
mago para obligarlo a protegerse consiguiendo que bajase la guardia. Entonces
Ephdel apareció a su espalda, dándole un tajo con su hojarruna de escarcha y,
para terminar, Akuo saltó con su espada, imbuida en hielo, sujeta con ambas
manos para clavársela en la cabeza al fantasma, logrando que quedara congelando
y posteriormente desapareciera.
-Bien. Será mejor que volvamos. Esto nos ha retrasado demasiado -.
Dijo el caballero de la muerte una vez desaparecieron los enemigos.
-Sí, estoy de acuerdo Ephdel. Ya tengo a por lo que veníamos.
Gracias por acompañarme -. Sonrió sincero el guerrero con el libro ya en su
propiedad.
-Yo querría quedarme un rato más… -. Dijo la chica por todo el
maná allí reunido que revoloteaba a su alrededor con una sonrisa de alegría.
-Prometo que volveremos. Mientras tenemos cosas que atender. Hemos
dejado desatendidos a los críos demasiado por esta aventurilla. ¿Vale? -. Dijo
el joven mientras acariciaba la cabeza de la deshacedora de hechizos.
-Está bien, que os veo cansados-. Sonrió la chica contenta de que
sus compañeros estuviesen bien.
-Venga, en marcha. Aún nos queda un largo camino de vuelta -. Dijo
Ephdel para que tanto Akuo como Sharr se apresurasen.
Escrito por: Akuo