Demian paseaba tranquilamente por los
jardines de la mansión cuando el joven Thomas apareció corriendo
entusiasmado como de costumbre.
-¡Demian, Demian!-gritaba el pequeño
emocionado mientras daba brincos en cada una de las zancadas que
recorrían la distancia hasta donde se encontraba.
-¿Qué ocurre esta vez
Thomas?-preguntó el corsario reparando en la presencia de Lorraine
que salía del edificio alertada seguramente por los numerosos gritos
del joven mago.
-¿Qué es todo este escándalo?- dijo
la chica cuando se aproximó hasta ellos.
-Zephiel nos ha mandado una misión,
tenemos que ir al puerto, a ayudar a los Espadas a descargar cajas
del barco... o a traerlas, creo que algo así.- asintió eufórico el
joven por querer participar en algo junto al resto del grupo, al
contrario que Lorraine, que no le hacía demasiada gracia todo
aquello.
Tras unos minutos meditándolo, Demian
decidió bajar al puerto a ofrecer la tal esperada ayuda de carga y
transporte la cual le habían encomendado. Se preguntó donde se
encontrarían el resto del grupo, y por qué cada vez que había que
arrimar el hombro todos se esfumaban como alma que lleva el diablo,
dejándole la mayoría de las veces casi todo el trabajo a él.
Una vez llegaron al puerto se
encontraron con algo que jamás hubieran imaginado. Uno de los suyos,
un miembro de los Espadas de la Tormenta yacía en el suelo herido de
muerte. Una gran herida cubría su pecho que teñía de rojo la camisa
que vestía. El último aliento del corsario solo sirvió para decir
''Emboscada''. Demian se temió lo peor, y rápidamente instó al
resto del grupo a que debían marcharse de aquel lugar. Si los que
habían hecho eso estaban aun por la zona... ellos podrían
convertirse en un objetivo fácil, ya que tan solo se encontraba él
con dos jóvenes inexpertos en combate real, y ni siquiera conocía
de quien se trataba ni cuantos componían el bando enemigo. Las
posibilidades no estaban de su parte, pero antes de que siquiera
pudiese pensar un plan, Thomas se había adentrado corriendo hasta el
puerto a toda prisa, situándolo en una ratonera sin salida. Demian
maldijo para si mismo, pero no podía abandonar al crió a su suerte.
-¡Thomas vuelve aquí!- gritaron tanto
el corsario como Lorraine esperando que se diese la vuelta y
volviese. Sin embargo dicha acción fue en vano y no tuvieron más
remedio que seguirlo.
Por todo el puerto podían verse varios
cadáveres de mercenarios miembros de los Espadas, pero ninguno de
los asaltantes, o al menos no dejaron los cuerpos en el campo de
batalla, donde al parecer habían masacrado a algunos de los suyos.
-Esto es peligroso... vamonos de aquí,
informaremos al jefe y los demás.
Tras decirlo, los tres se volvieron y
en el único camino para abandonar el puerto apareció un hombre que
vestía ropajes rojos como la sangre.
-¡¿Así que aun quedaba más escoria
de esta?!-gritó el que parecía ser el jefe del grupo.
-Así que erais vosotros...-dijo Demian
mirando de arriba a abajo al hombre que se plantaba ante él. El
corsario reconoció los ropajes e incluso el tabardo, denotando que
aquellos enemigos pertenecían a los Dagas Rojas, un grupo mercenario
que hacía meses o incluso años atrás se habían enemistado con
Espadas de la Tormenta.
-¡Vamos muchachos, acabad con ellos!
De la nada salieron tres hombres
vestidos el mismo modo que el primero. Tras mirar a ambos lados,
intentando encontrar una ruta de escape, Demian no consiguió
encontrar escapatoria alguna, y ordenó a los jóvenes que
permanecieran alerta para enfrentarse a sus enemigos.
Todos los allí presentes se enzarzaron
en un brutal combate por la supervivencia. Luchaban contra todo pronóstico hasta que consiguieron acabar con los tres Dagas Rojas
que habían obedecido las órdenes de su líder. Cuando de pronto, el
jefe del grupo llamó aún a más de sus hombres. Cinco fueron los
piratas que aparecieron rodeándolos dispuestos a terminar con cada
uno de ellos, y atacándolos sin cuartel.
Demian se enfrentaba a dos de ellos
mientras el líder miraba, disfrutando del espectáculo, lo cual
enfureció al corsario.
-¡Sucia rata cobarde!, mandas a tus
perros a hacer el trabajo sucio, mientras tu lo disfrutas...-gritó
Demian.-¡Enfréntate a mi si tienes lo que hay que tener!¡Vales
menos que las prostitutas de puerto, esas viejas que nadie quiere por
lo usadas que están!.-terminó Demian ardiendo en furia.
El pirata se dio por aludido y avanzó
para unirse a la batalla junto a sus hombres, y atacando directamente
a Demian logró asestar una estocada antes de que pudiera siquiera
reaccionar. El corte desgarró sus camisa por el costado abriendo una
gran hendidura en su piel, sin evitar que el corsario reprimiera un
grito de dolor.
-¡Maldito seas!.-gritó enfurecido y
compungido a partes iguales.-¡No eres más que una basura cobarde y
asquerosa! ¡Hoy morirás aquí, pagarás por todos los que has
matado!
-¡Respalda tus palabras con
actos!-respondió el pirata mientras se lazaba hacia Demian en un sinfín de ataques y forcejeos que tenía lugar entre ambos.
Demian recibía numerosos cortes y
heridas al no poder esquivar los ataques proveniente de los tres
enemigos, que parecían ponerse de acuerdo en atacarlo a la vez. De
repente vio su oportunidad cuando el joven Thomas lanzó un ataque
arcano que desarmó a uno de los cinco enemigos, y acto seguido el
corsario saltó hacia él, cogiendo rápidamente el arma del enemigo
y lanzándosela al mismo. El puñal cruzó la distancia entre ambos clavándose
en la cabeza del Daga Roja, acabando así con su vida.
El líder del grupo enemigo gritó
lleno de ira al ver como algunos de los suyos caían ante los
numerosos ataques del grupo, mientras que los que aún se mantenían
en pie seguían luchando con todas sus fuerzas. El jefe se
le abalanzó repentinamente provocando que ambos cayesen al suelo.
Demian forcejeó con el pirata, intentando quitárselo de encima. Con
un poco de esfuerzo logró alcanzar un pequeño revolver que guardaba
en su cinturón y disparó a quemarropa a su adversario. El disparo
no resultó mortal, pero logró poner distancia entre ellos. Demian
levanto de nuevo el arma de fuego y apuntó al pirata, pero entonces
una daga atravesó su mano obligándole a dejar caer el arma que
salió despedida varios metros a lo lejos.
Demian se agarró las mano sintiendo
como una gran punzada le atravesaba de dolor. Aunque había sido
herido anteriormente, notaba como sus fuerzas y sus ánimos
menguaban. Fue entonces cuando Jace apareció de la nada. El monje
realizó un sinfín de extraños movimientos que lograron revitalizar
al menos momentáneamente a parte del grupo. Juntos siguieron
luchando, enfrentándose a los enemigos como su fueran uno solo. Los
ataques de Lorraine lograban distraer y herir paulatinamente a cada
uno de los piratas, dejando la oportunidad a Thomas de lograr
acertar en los hechizos que lanzaba sin descanso. Demian intentaba
rematar a cada uno de los cuales el agotamiento y las numerosas heridas se habían adueñado de ellos, mientras que Jace se
concentraba en mantener vivo al grupo.
El jefe del bando enemigo se tambaleo
agotado, observando como sus hombres caían uno a uno hasta que solo
quedaba él en pie. Demian se lanzó hacia él dispuesto a terminar
con la vida del mismo. El pirata paró el ataque, sin embargo, Demian
contraatacó de nuevo dejando su guardia completamente descubierta,
momento en el que Thomas aprovechó para lanzarle una enorme bola de
energía que termino con su vida.
Tras lo ocurrido, el grupo tomó unos
minutos para descansar, mientras Demian se dedicaba a apilar los
cadáveres de sus compañeros caídos. Una vez terminó, los bañó en
óleo y lanzó la llama de una antorcha que servía para iluminar el
camino hacia el puerto, dándoles una despedida honorable. Al
terminar, cortó la cabeza del jefe enemigo, y pusieron rumbo al
castillo nuevamente.
El corsario subió cada uno de los
peldaños del lugar en el que se hospedaban, alejándose del resto del
grupo. Llamó a la puerta donde se encontraba los aposentos de
Brandon, que obviamente coincidían con los de la Líder de la Orden
Eterna, la señorita Alice. Se oyó un fuerte grito proveniente de su
interior, el cual pertenecía al líder de los Espadas interesado
malhumoradamente en saber quien era aquel que interrumpía sus
quehaceres.
-Soy Demian señor, tengo algo que
seguro le interesa.
La puerta de la habitación se abrió,
dejando ver al mercenario pelirrojo que tan solo vestía un pantalón
ligero, dejando su torso al descubierto. Brandon entrecerró la
puerta tras de sí, saliendo al pasillo donde aguardaba el joven
corsario.
-¿Se puede saber qué es lo que
quieres? Espero que sea importante.-Alzó la voz el líder de la
compañía.
Tras la pregunta Demian abrió un saco
donde se encontraba la cabeza del cabecilla de aquel pequeño grupo
de los Dagas rojas. Sus ojos se encontraron con los de Brandon que
convirtieron su rostro en un semblante lleno de dudas y preocupación.
-¿Estás seguro de que eran
ellos?.-preguntó el mercenarios
-Al menos un pequeño grupo de ellos,
señor.
-Bien, reúne a los Espadas y a los
miembros de la Orden, si han llegado hasta aquí... estamos en grave
peligro.
-Así lo haré señor.
Escrito por Akuo