miércoles, 10 de junio de 2015

Espadas de la Tormenta 2.0 - Han vuelto


Demian paseaba tranquilamente por los jardines de la mansión cuando el joven Thomas apareció corriendo entusiasmado como de costumbre.

-¡Demian, Demian!-gritaba el pequeño emocionado mientras daba brincos en cada una de las zancadas que recorrían la distancia hasta donde se encontraba.
-¿Qué ocurre esta vez Thomas?-preguntó el corsario reparando en la presencia de Lorraine que salía del edificio alertada seguramente por los numerosos gritos del joven mago.
-¿Qué es todo este escándalo?- dijo la chica cuando se aproximó hasta ellos.
-Zephiel nos ha mandado una misión, tenemos que ir al puerto, a ayudar a los Espadas a descargar cajas del barco... o a traerlas, creo que algo así.- asintió eufórico el joven por querer participar en algo junto al resto del grupo, al contrario que Lorraine, que no le hacía demasiada gracia todo aquello.

Tras unos minutos meditándolo, Demian decidió bajar al puerto a ofrecer la tal esperada ayuda de carga y transporte la cual le habían encomendado. Se preguntó donde se encontrarían el resto del grupo, y por qué cada vez que había que arrimar el hombro todos se esfumaban como alma que lleva el diablo, dejándole la mayoría de las veces casi todo el trabajo a él.

Una vez llegaron al puerto se encontraron con algo que jamás hubieran imaginado. Uno de los suyos, un miembro de los Espadas de la Tormenta yacía en el suelo herido de muerte. Una gran herida cubría su pecho que teñía de rojo la camisa que vestía. El último aliento del corsario solo sirvió para decir ''Emboscada''. Demian se temió lo peor, y rápidamente instó al resto del grupo a que debían marcharse de aquel lugar. Si los que habían hecho eso estaban aun por la zona... ellos podrían convertirse en un objetivo fácil, ya que tan solo se encontraba él con dos jóvenes inexpertos en combate real, y ni siquiera conocía de quien se trataba ni cuantos componían el bando enemigo. Las posibilidades no estaban de su parte, pero antes de que siquiera pudiese pensar un plan, Thomas se había adentrado corriendo hasta el puerto a toda prisa, situándolo en una ratonera sin salida. Demian maldijo para si mismo, pero no podía abandonar al crió a su suerte.

-¡Thomas vuelve aquí!- gritaron tanto el corsario como Lorraine esperando que se diese la vuelta y volviese. Sin embargo dicha acción fue en vano y no tuvieron más remedio que seguirlo.

Por todo el puerto podían verse varios cadáveres de mercenarios miembros de los Espadas, pero ninguno de los asaltantes, o al menos no dejaron los cuerpos en el campo de batalla, donde al parecer habían masacrado a algunos de los suyos.

-Esto es peligroso... vamonos de aquí, informaremos al jefe y los demás.

Tras decirlo, los tres se volvieron y en el único camino para abandonar el puerto apareció un hombre que vestía ropajes rojos como la sangre.

-¡¿Así que aun quedaba más escoria de esta?!-gritó el que parecía ser el jefe del grupo.
-Así que erais vosotros...-dijo Demian mirando de arriba a abajo al hombre que se plantaba ante él. El corsario reconoció los ropajes e incluso el tabardo, denotando que aquellos enemigos pertenecían a los Dagas Rojas, un grupo mercenario que hacía meses o incluso años atrás se habían enemistado con Espadas de la Tormenta.

-¡Vamos muchachos, acabad con ellos!

De la nada salieron tres hombres vestidos el mismo modo que el primero. Tras mirar a ambos lados, intentando encontrar una ruta de escape, Demian no consiguió encontrar escapatoria alguna, y ordenó a los jóvenes que permanecieran alerta para enfrentarse a sus enemigos.

Todos los allí presentes se enzarzaron en un brutal combate por la supervivencia. Luchaban contra todo pronóstico hasta que consiguieron acabar con los tres Dagas Rojas que habían obedecido las órdenes de su líder. Cuando de pronto, el jefe del grupo llamó aún a más de sus hombres. Cinco fueron los piratas que aparecieron rodeándolos dispuestos a terminar con cada uno de ellos, y atacándolos sin cuartel.

Demian se enfrentaba a dos de ellos mientras el líder miraba, disfrutando del espectáculo, lo cual enfureció al corsario.
-¡Sucia rata cobarde!, mandas a tus perros a hacer el trabajo sucio, mientras tu lo disfrutas...-gritó Demian.-¡Enfréntate a mi si tienes lo que hay que tener!¡Vales menos que las prostitutas de puerto, esas viejas que nadie quiere por lo usadas que están!.-terminó Demian ardiendo en furia.

El pirata se dio por aludido y avanzó para unirse a la batalla junto a sus hombres, y atacando directamente a Demian logró asestar una estocada antes de que pudiera siquiera reaccionar. El corte desgarró sus camisa por el costado abriendo una gran hendidura en su piel, sin evitar que el corsario reprimiera un grito de dolor.

-¡Maldito seas!.-gritó enfurecido y compungido a partes iguales.-¡No eres más que una basura cobarde y asquerosa! ¡Hoy morirás aquí, pagarás por todos los que has matado!
-¡Respalda tus palabras con actos!-respondió el pirata mientras se lazaba hacia Demian en un sinfín de ataques y forcejeos que tenía lugar entre ambos.

Demian recibía numerosos cortes y heridas al no poder esquivar los ataques proveniente de los tres enemigos, que parecían ponerse de acuerdo en atacarlo a la vez. De repente vio su oportunidad cuando el joven Thomas lanzó un ataque arcano que desarmó a uno de los cinco enemigos, y acto seguido el corsario saltó hacia él, cogiendo rápidamente el arma del enemigo y lanzándosela al mismo. El puñal cruzó la distancia entre ambos clavándose en la cabeza del Daga Roja, acabando así con su vida.

El líder del grupo enemigo gritó lleno de ira al ver como algunos de los suyos caían ante los numerosos ataques del grupo, mientras que los que aún se mantenían en pie seguían luchando con todas sus fuerzas. El jefe se le abalanzó repentinamente provocando que ambos cayesen al suelo. Demian forcejeó con el pirata, intentando quitárselo de encima. Con un poco de esfuerzo logró alcanzar un pequeño revolver que guardaba en su cinturón y disparó a quemarropa a su adversario. El disparo no resultó mortal, pero logró poner distancia entre ellos. Demian levanto de nuevo el arma de fuego y apuntó al pirata, pero entonces una daga atravesó su mano obligándole a dejar caer el arma que salió despedida varios metros a lo lejos.

Demian se agarró las mano sintiendo como una gran punzada le atravesaba de dolor. Aunque había sido herido anteriormente, notaba como sus fuerzas y sus ánimos menguaban. Fue entonces cuando Jace apareció de la nada. El monje realizó un sinfín de extraños movimientos que lograron revitalizar al menos momentáneamente a parte del grupo. Juntos siguieron luchando, enfrentándose a los enemigos como su fueran uno solo. Los ataques de Lorraine lograban distraer y herir paulatinamente a cada uno de los piratas, dejando la oportunidad a Thomas de lograr acertar en los hechizos que lanzaba sin descanso. Demian intentaba rematar a cada uno de los cuales el agotamiento y las numerosas heridas se habían adueñado de ellos, mientras que Jace se concentraba en mantener vivo al grupo.

El jefe del bando enemigo se tambaleo agotado, observando como sus hombres caían uno a uno hasta que solo quedaba él en pie. Demian se lanzó hacia él dispuesto a terminar con la vida del mismo. El pirata paró el ataque, sin embargo, Demian contraatacó de nuevo dejando su guardia completamente descubierta, momento en el que Thomas aprovechó para lanzarle una enorme bola de energía que termino con su vida.

Tras lo ocurrido, el grupo tomó unos minutos para descansar, mientras Demian se dedicaba a apilar los cadáveres de sus compañeros caídos. Una vez terminó, los bañó en óleo y lanzó la llama de una antorcha que servía para iluminar el camino hacia el puerto, dándoles una despedida honorable. Al terminar, cortó la cabeza del jefe enemigo, y pusieron rumbo al castillo nuevamente.

El corsario subió cada uno de los peldaños del lugar en el que se hospedaban, alejándose del resto del grupo. Llamó a la puerta donde se encontraba los aposentos de Brandon, que obviamente coincidían con los de la Líder de la Orden Eterna, la señorita Alice. Se oyó un fuerte grito proveniente de su interior, el cual pertenecía al líder de los Espadas interesado malhumoradamente en saber quien era aquel que interrumpía sus quehaceres.

-Soy Demian señor, tengo algo que seguro le interesa.
La puerta de la habitación se abrió, dejando ver al mercenario pelirrojo que tan solo vestía un pantalón ligero, dejando su torso al descubierto. Brandon entrecerró la puerta tras de sí, saliendo al pasillo donde aguardaba el joven corsario.
-¿Se puede saber qué es lo que quieres? Espero que sea importante.-Alzó la voz el líder de la compañía.
Tras la pregunta Demian abrió un saco donde se encontraba la cabeza del cabecilla de aquel pequeño grupo de los Dagas rojas. Sus ojos se encontraron con los de Brandon que convirtieron su rostro en un semblante lleno de dudas y preocupación.
-¿Estás seguro de que eran ellos?.-preguntó el mercenarios
-Al menos un pequeño grupo de ellos, señor.
-Bien, reúne a los Espadas y a los miembros de la Orden, si han llegado hasta aquí... estamos en grave peligro.

-Así lo haré señor.


Escrito por Akuo