El estruendo recorrió rápidamente la
isla Canto de Sirena en toda su extensión, alertando así a todos
los mercenarios que hacían ya horas que habían puesto en marcha sus
quehaceres diarios, incluso previniendo a aquellos que aún
descansaban, logrando que se sobresaltaran violentamente.
Cedric abrió los ojos de repente. Sus
iris color marrón caramelo se colorearon veta a veta adquiriendo un
todo azulado en tan solo unos segundos. Arrojó a un lado las sabanas
y se acercó hasta la ventana, donde apartó cuidadosamente la
cortina lo suficiente para poder vislumbrar como el gentío corría
agitado de una lado para otro entre gritos de incertidumbre y temor.
El ilusionista enarcó una ceja mientras su larga cabellera y su
poblada barba de color castaño oscuro se acortaban y se teñían
gradualmente de un tono azabache. El humano acarició su perilla
para asegurarse de que el resultado era cuanto menos excelente, a la
vez que abría la ventana asomándose al exterior para descubrir qué
era aquello que estaba teniendo lugar. Cedric se percató de que los
mercenarios corrían hacia el puerto, sin embargo tras otear el
horizonte en busca de aquello que aun no lograba encontrar, se dio de
bruces con la realidad cuando un fuerte estruendo sonó a lo lejos.
La bola de cañón destrozó de un impacto uno de los grandes
edificios de la isla, convirtiéndolo en añicos en cuestión de
segundos del que solo quedó una columna de humo y un mar de restos
de madera. Cedric permaneció impactado, pensado que con algo de
suerte quizás todo aquello no era más que un sueño.
El ilusionista reaccionó a los pocos
segundos y se vistió a toda prisa con la muda color negro que
descansaba sobre el gran sillón a los pies de la cama. Se puso sus
botas rápidamente cuando el siguiente estruendo tuvo lugar. Por unos
instantes tuvo la necesidad de acercarse hasta la ventana una vez más
para salir de su asombro, pero esta vez no hizo falta. El disparo
impacto en la habitación contigua a la suya derribando la pared que
dividía los aposentos de Robert y el suyo, y logrando arrasar con
todo lo que intentara bloquear su trayectoria. Cedric cayó de
espaldas al suelo cuando de repente el edificio comenzó a
tambalearse. El mago miró hacia arriba temiendo que ocurriera
aquello que estaba teniendo lugar. El techo del edificio comenzó a
resquebrajarse, la vigas y tablones de madera crujían entonando un
audible griterío al resentirse bajo el peso que soportaban, haciendo
que varios trozos comenzaran a desprenderse. El mago se concentró
deshaciendo su cuerpo en miles de motas luminosas que aparecieron en
mitad de la calle, donde aún en el suelo observó como el lugar del
que había salido segundos antes, se venía abajo.
Cedric volvió la vista hacia el puerto
mientras se ponía en pie. Corrió sin detenerse ni un segundo sin
poder evitar chocar con algún que otro mercenario en el camino.
Varios barcos de gran tamaño con velas color carmín se alzaban
imponentes en el horizonte, que no cesaban ni un instante en atacar
sin piedad la hasta entonces base de los espadas. El mago recorrió
el puerto con la mirada sin saber siquiera como actuar. El Vela negra
se hundía en el mar con un gran agujero en el casco que atravesaba
de lado a lado, un segundo navío no había corrido mejor destino,
quedando partido en dos trozos, pero el mazazo llegó cuando entre
los barcos enemigos se encontraba El Trueno. Catherine debía ser
estúpida si creía que ella sola podría enfrentarse a los numerosos
barcos enemigos, pensó Cedric. Pero entonces lo vio claro. El
potente barco viró sobre si mismo encarándose con allá donde se
encontraban, y sin más dilamiento disparó contra aquel que había
sido su hogar.
Los numerosos disparos borraron la
taberna y el gran edificio central del mapa. Un agudo pitido recorrió
los oídos del mago ensordeciéndolo unos instantes. La polvareda
cubrió todo el poblado uniéndose al fuego y humo que ya formaban
parte de aquel lugar desde hacía varios minutos. Cedric no recordaba
aquel lugar tan destrozado desde que tuvo lugar la invasión, solo
que en ese momento tanto él como los Espadas se encontraban en la
otra cara de la moneda. Entre el barullo, el ilusionista oyó como
una voz lo llamaba, sin dudarlo un segundo acudió guiándose por el
agudo tono. Elizabeth estaba arrodillada ante lo que parecía el
cuerpo de alguien. Sus manos temblaban sin saber como reaccionar, la
joven había encontrado a la capitana del barco allí tumbada tras
uno de los disparos. Cedric se acercó a toda prisa arrodillándose
junto a ambas.
-Cedric...-tartamudeó Elizabeth entre
lágrimas.
Los ojos de cerrados de Catherine
hacían juego con su cuerpo sin vida. Cedric sintió una punzada en
el pecho seguido de un gran nudo en la garganta que le obligó a
desatar los primeros botones de su camisa. Sus ojos claros se
clavaron en la joven de cabellos rubios que miraba compungida el
cuerpo de su amiga.
-Lo siento Elizabeth...
La joven rompió en un llanto, puede
que Elizabeth fuera muy astuta e inteligente, pero no estaba
acostumbrada a la batalla, y por consiguiente las perdidas no
formaban parte de la mayoría de sus vivencias, haciendo que fueran
aún más duras si cabía.
-Necesito que hagas algo Eli.-dijo el
mago mientras sostenía entre sus manos el rostro de la humana.-Lleva
a todos los que encuentres a un lugar seguro, guíalos hacia el faro.
Esperadme allí...
-Pero Cedric.-interrumpió.-Y si...
-Tranquila, no tardaré.
Cedric observó como su compañera se
marchaba tambaleándose, después miró el rostro de Catherine y
acarició su frente mientras agarraba una de sus manos. Lo siento
Catherine... pensó.
La pérdida de su compañera y amiga
había hecho que el ilusionista despertase de su aturdimiento,
permitiéndole barajar las escasas opciones de las que disponían.
Por suerte los hermanos McAllan junto con parte del grupo se hallaban
fuera de la base realizando algunos encargos, dejando a Ricardo y a
él mismo al cargo de la isla. ¡Ricardo!, pensó. No había visto al
grandullón por ningún lado, con lo que su preocupación aumentó
considerablemente. Caminó sin poder evitar trastabillar en varias
ocasiones tropezando con los escombros que ahora asfaltaba el camino.
El ilusionista se percató de que varios botes habían tomado tierra,
y tanto enemigos como mercenarios se enfrascaban en una sangrienta
batalla. Cedric miró las escena con impotencia, sabía que no había
vuelta atrás... que aquello estaba perdido desde mucho antes de que
abriera los ojos esa mañana al desperar. ¡Retirada!, gritó, pero
su voz ni siquiera llegó a aquellos que no veían más que sed de
sangre y venganza en el bando contrario. El ilusionista sabía que
los que no cedieran... morirían allí, o quien sabe si los enemigos
decidían hacer con ellos algo peor que la misma muerte.
Cedric se concentró notando como su
cuello comenzaba a desprender un sutil cosquilleo, e incluso pudo
sentir como algunos vellos rojizos comenzaban a brotar bajo su
mandíbula cubierta de barba negra. Carraspeo en un par de ocasiones
asegurándose del tono que ahora desprendían sus nuevas cuerdas
vocales. ¡Retirada! Gritó nuevamente, solo que esta vez fue la voz
de Brandon la que salió de su garganta recorriendo la zona. Algunos
mercenarios se detuvieron y se giraron rápidamente buscando entre
las numerosas siluetas al que era su jefe, aunque obviamente no
lograban localizarlo. ¡Todos al faro, rápido!, gritó nuevamente
Cedric, provocando que gran parte de su gente le obedeciera a ciegas.
Ricardo salió de entre los restos de
la taberna, esperanzado en encontrarse con su líder en aquel momento
crucial, sin embargo su gesto se torció cuando no vio más que el
truco con el cual Cedric engañaba a su gente. El robusto mercenario
cargaba con el cuerpo sin vida de su esposa, mientras sus ojos
reflejaban una mezcla de dolor e ira. Se arrodilló depositándola en
el suelo mientras acariciaba los cabellos de la humana a la vez que
apretaba con fuerza la mandíbula. El ilusionista se acercó a él
con presteza.
-Ricardo...-dijo mientras observaba el
rostro del mismo.-Debemos irnos... en unos minutos no quedará
nada...
-La han matado...-respondió apretando
los puños.-Han destrozado la base,... se han llevado el
Trueno...¿Crees que voy a huir como una sabandija?
-Ricardo...no hay nada que ya podamos
hacer...
-¡No habrá nada que tú puedas
hacer!-exclamó resaltando con énfasis las palabras al dirigirse al
ilusionista.-Pero yo... acabaré con ellos con mis propias manos...
El mercenario se puso en pie, los
músculos de sus brazos parecían que fuera a romper de un momento a
otro los jirones que llevaba por camisa. Ricardo caminó
decididamente hacia el puerto mientras cargaba su rifle preparándose
para hacer uso de él. Cedric observó como se alejaba paso a paso,
sintiendo como lo perdía al igual que había perdido a Catherine
aquel mismo día. Ricardo no era el más afín a él, quizás ni
siquiera se llevaban tan bien como aparentaban, el grandullón
siempre había visto las artes ilusorias del mago como un gran acto
de cobardía, y eso había provocado que Cedric cediera en las
intenciones de convertirse en grandes amigos. Aún así el mago sabía
que los McAllan y muchos allí veían a Ricardo como algo más que un
superior o compañero, muchos lo veían como un padre, como un
hermano o como un fiel aliado capaz de dar su vida por aquello que
consideraba justo o necesario. Cedric se maldijo por lo que iba a
hacer, quizás esto provocaría que el mercenario le odiase de por
vida, pero entonces pensó, quizás pudiera vivir soportando el odio
de éste, pero no podría continuar viendo en Brandon y el resto la
tristeza y pesar por su pérdida.
Una tromba arcana salio disparada de
las manos del mago girando sobre si misma hasta impactar en la cabeza
del mercenario que se desplomó inconsciente. Cedric corrió hasta él
arrodillándose rápidamente. Espero que algún día me perdones...,
susurró.
El mago posó sus manos sobre el
robusto humano y ambos desaparecieron de aquel lugar
teletransportándose hasta las afueras del faro, donde se encontraba
gran parte de la banda. Elizabeth, Lilla, y algunas decenas más de
mercenarios esperaban respuestas del mago, que antes de decir nada
comenzó a agitar sus manos mientras desprendía un haz de color azul
traslúcido alrededor de éstas. El portal apareció frente a ellos
de repente. El ilusionista asintió apenado ante los allí presentes,
y mientras cada uno de ellos cruzaba al otro lado, no podían evitar
echar la vista atrás sintiendo que un gran vacío inundaba ahora el
pecho de cada uno de los supervivientes, preguntándose si quizás
algún día serían capaz de llenarlo nuevamente.
El brujo caminó por el barco
acercándose al capitán de los Dagas rojas, que a su vez observaba
el horizonte con una amplia sonrisa en el rostro que se dibujaba
conforme se acariciaba el cuidado bigote caoba.
-Ahí tienes lo que querías.-dijo
Raymond.-La isla de los Espadas...
-Nunca tuve fe en tus
palabras.-respondió Francis Tarken, el capitán.-Pero debo reconocer
que habéis conseguido y superado con creces los términos de nuestro
pacto.
-Ahora necesito que cumpláis vuestra
parte...-indicó el brujo.-Los Espadas no son más que la punta del
iceberg, sin embargo, si ellos caen... me será mucho más fácil
destruir al resto...
-Confiad en mi, quiero ver la cabeza de
los McAllan en una pica tanto como tú...
-Tomadlo como pago por adelantado.-dijo
Raymond señalando el navío apodado como El Trueno.
-¿Tienes alguna idea sobre que hacer
con los Espadas traidores?-pregunto Francis refiriéndose a aquellos
mercenarios que habían traicionado a los suyos propios favoreciendo
a los Dagas rojas.
-Matadlos.-respondió firmemente.-No
quiero llevarme sorpresas..., y...encargaos de que les llegue el
mensaje al resto. Deben temer a los Dagas rojas, así la sorpresa
será mayor cuando se encuentren conmigo...
La isla Canto de Sirena ha sido
destruida, y con ella Espadas de la Tormenta ha visto menguadas sus
fuerzas. Sin embargo el enemigo sigue amenazante con la esperanza de
acabar con cada uno de los grupos de la Orden. Los mercenarios de
Brandon deberán buscar aliados en el resto de facciones para lograr
acabar con aquellos que les acechan, sin saber que el verdadero
enemigo aguarda expectante a que llegue ese ansiado momento.
Raymond y los suyos ya han movido
ficha, pero... ¿Qué movimiento harán los Espadas de la Tormenta?
Próximamente en el Capítulo I – Cantos de Sirena.