jueves, 28 de mayo de 2015

Prólogo Cap I (2.0) - Cantos de Sirena (Parte 1)


El estruendo recorrió rápidamente la isla Canto de Sirena en toda su extensión, alertando así a todos los mercenarios que hacían ya horas que habían puesto en marcha sus quehaceres diarios, incluso previniendo a aquellos que aún descansaban, logrando que se sobresaltaran violentamente.
Cedric abrió los ojos de repente. Sus iris color marrón caramelo se colorearon veta a veta adquiriendo un todo azulado en tan solo unos segundos. Arrojó a un lado las sabanas y se acercó hasta la ventana, donde apartó cuidadosamente la cortina lo suficiente para poder vislumbrar como el gentío corría agitado de una lado para otro entre gritos de incertidumbre y temor. El ilusionista enarcó una ceja mientras su larga cabellera y su poblada barba de color castaño oscuro se acortaban y se teñían gradualmente de un tono azabache. El humano acarició su perilla para asegurarse de que el resultado era cuanto menos excelente, a la vez que abría la ventana asomándose al exterior para descubrir qué era aquello que estaba teniendo lugar. Cedric se percató de que los mercenarios corrían hacia el puerto, sin embargo tras otear el horizonte en busca de aquello que aun no lograba encontrar, se dio de bruces con la realidad cuando un fuerte estruendo sonó a lo lejos. La bola de cañón destrozó de un impacto uno de los grandes edificios de la isla, convirtiéndolo en añicos en cuestión de segundos del que solo quedó una columna de humo y un mar de restos de madera. Cedric permaneció impactado, pensado que con algo de suerte quizás todo aquello no era más que un sueño.

El ilusionista reaccionó a los pocos segundos y se vistió a toda prisa con la muda color negro que descansaba sobre el gran sillón a los pies de la cama. Se puso sus botas rápidamente cuando el siguiente estruendo tuvo lugar. Por unos instantes tuvo la necesidad de acercarse hasta la ventana una vez más para salir de su asombro, pero esta vez no hizo falta. El disparo impacto en la habitación contigua a la suya derribando la pared que dividía los aposentos de Robert y el suyo, y logrando arrasar con todo lo que intentara bloquear su trayectoria. Cedric cayó de espaldas al suelo cuando de repente el edificio comenzó a tambalearse. El mago miró hacia arriba temiendo que ocurriera aquello que estaba teniendo lugar. El techo del edificio comenzó a resquebrajarse, la vigas y tablones de madera crujían entonando un audible griterío al resentirse bajo el peso que soportaban, haciendo que varios trozos comenzaran a desprenderse. El mago se concentró deshaciendo su cuerpo en miles de motas luminosas que aparecieron en mitad de la calle, donde aún en el suelo observó como el lugar del que había salido segundos antes, se venía abajo.

Cedric volvió la vista hacia el puerto mientras se ponía en pie. Corrió sin detenerse ni un segundo sin poder evitar chocar con algún que otro mercenario en el camino. Varios barcos de gran tamaño con velas color carmín se alzaban imponentes en el horizonte, que no cesaban ni un instante en atacar sin piedad la hasta entonces base de los espadas. El mago recorrió el puerto con la mirada sin saber siquiera como actuar. El Vela negra se hundía en el mar con un gran agujero en el casco que atravesaba de lado a lado, un segundo navío no había corrido mejor destino, quedando partido en dos trozos, pero el mazazo llegó cuando entre los barcos enemigos se encontraba El Trueno. Catherine debía ser estúpida si creía que ella sola podría enfrentarse a los numerosos barcos enemigos, pensó Cedric. Pero entonces lo vio claro. El potente barco viró sobre si mismo encarándose con allá donde se encontraban, y sin más dilamiento disparó contra aquel que había sido su hogar.

Los numerosos disparos borraron la taberna y el gran edificio central del mapa. Un agudo pitido recorrió los oídos del mago ensordeciéndolo unos instantes. La polvareda cubrió todo el poblado uniéndose al fuego y humo que ya formaban parte de aquel lugar desde hacía varios minutos. Cedric no recordaba aquel lugar tan destrozado desde que tuvo lugar la invasión, solo que en ese momento tanto él como los Espadas se encontraban en la otra cara de la moneda. Entre el barullo, el ilusionista oyó como una voz lo llamaba, sin dudarlo un segundo acudió guiándose por el agudo tono. Elizabeth estaba arrodillada ante lo que parecía el cuerpo de alguien. Sus manos temblaban sin saber como reaccionar, la joven había encontrado a la capitana del barco allí tumbada tras uno de los disparos. Cedric se acercó a toda prisa arrodillándose junto a ambas.
-Cedric...-tartamudeó Elizabeth entre lágrimas.
Los ojos de cerrados de Catherine hacían juego con su cuerpo sin vida. Cedric sintió una punzada en el pecho seguido de un gran nudo en la garganta que le obligó a desatar los primeros botones de su camisa. Sus ojos claros se clavaron en la joven de cabellos rubios que miraba compungida el cuerpo de su amiga.
-Lo siento Elizabeth...
La joven rompió en un llanto, puede que Elizabeth fuera muy astuta e inteligente, pero no estaba acostumbrada a la batalla, y por consiguiente las perdidas no formaban parte de la mayoría de sus vivencias, haciendo que fueran aún más duras si cabía.
-Necesito que hagas algo Eli.-dijo el mago mientras sostenía entre sus manos el rostro de la humana.-Lleva a todos los que encuentres a un lugar seguro, guíalos hacia el faro. Esperadme allí...
-Pero Cedric.-interrumpió.-Y si...
-Tranquila, no tardaré.

Cedric observó como su compañera se marchaba tambaleándose, después miró el rostro de Catherine y acarició su frente mientras agarraba una de sus manos. Lo siento Catherine... pensó.

La pérdida de su compañera y amiga había hecho que el ilusionista despertase de su aturdimiento, permitiéndole barajar las escasas opciones de las que disponían. Por suerte los hermanos McAllan junto con parte del grupo se hallaban fuera de la base realizando algunos encargos, dejando a Ricardo y a él mismo al cargo de la isla. ¡Ricardo!, pensó. No había visto al grandullón por ningún lado, con lo que su preocupación aumentó considerablemente. Caminó sin poder evitar trastabillar en varias ocasiones tropezando con los escombros que ahora asfaltaba el camino. El ilusionista se percató de que varios botes habían tomado tierra, y tanto enemigos como mercenarios se enfrascaban en una sangrienta batalla. Cedric miró las escena con impotencia, sabía que no había vuelta atrás... que aquello estaba perdido desde mucho antes de que abriera los ojos esa mañana al desperar. ¡Retirada!, gritó, pero su voz ni siquiera llegó a aquellos que no veían más que sed de sangre y venganza en el bando contrario. El ilusionista sabía que los que no cedieran... morirían allí, o quien sabe si los enemigos decidían hacer con ellos algo peor que la misma muerte.

Cedric se concentró notando como su cuello comenzaba a desprender un sutil cosquilleo, e incluso pudo sentir como algunos vellos rojizos comenzaban a brotar bajo su mandíbula cubierta de barba negra. Carraspeo en un par de ocasiones asegurándose del tono que ahora desprendían sus nuevas cuerdas vocales. ¡Retirada! Gritó nuevamente, solo que esta vez fue la voz de Brandon la que salió de su garganta recorriendo la zona. Algunos mercenarios se detuvieron y se giraron rápidamente buscando entre las numerosas siluetas al que era su jefe, aunque obviamente no lograban localizarlo. ¡Todos al faro, rápido!, gritó nuevamente Cedric, provocando que gran parte de su gente le obedeciera a ciegas.

Ricardo salió de entre los restos de la taberna, esperanzado en encontrarse con su líder en aquel momento crucial, sin embargo su gesto se torció cuando no vio más que el truco con el cual Cedric engañaba a su gente. El robusto mercenario cargaba con el cuerpo sin vida de su esposa, mientras sus ojos reflejaban una mezcla de dolor e ira. Se arrodilló depositándola en el suelo mientras acariciaba los cabellos de la humana a la vez que apretaba con fuerza la mandíbula. El ilusionista se acercó a él con presteza.

-Ricardo...-dijo mientras observaba el rostro del mismo.-Debemos irnos... en unos minutos no quedará nada...
-La han matado...-respondió apretando los puños.-Han destrozado la base,... se han llevado el Trueno...¿Crees que voy a huir como una sabandija?
-Ricardo...no hay nada que ya podamos hacer...
-¡No habrá nada que tú puedas hacer!-exclamó resaltando con énfasis las palabras al dirigirse al ilusionista.-Pero yo... acabaré con ellos con mis propias manos...

El mercenario se puso en pie, los músculos de sus brazos parecían que fuera a romper de un momento a otro los jirones que llevaba por camisa. Ricardo caminó decididamente hacia el puerto mientras cargaba su rifle preparándose para hacer uso de él. Cedric observó como se alejaba paso a paso, sintiendo como lo perdía al igual que había perdido a Catherine aquel mismo día. Ricardo no era el más afín a él, quizás ni siquiera se llevaban tan bien como aparentaban, el grandullón siempre había visto las artes ilusorias del mago como un gran acto de cobardía, y eso había provocado que Cedric cediera en las intenciones de convertirse en grandes amigos. Aún así el mago sabía que los McAllan y muchos allí veían a Ricardo como algo más que un superior o compañero, muchos lo veían como un padre, como un hermano o como un fiel aliado capaz de dar su vida por aquello que consideraba justo o necesario. Cedric se maldijo por lo que iba a hacer, quizás esto provocaría que el mercenario le odiase de por vida, pero entonces pensó, quizás pudiera vivir soportando el odio de éste, pero no podría continuar viendo en Brandon y el resto la tristeza y pesar por su pérdida.

Una tromba arcana salio disparada de las manos del mago girando sobre si misma hasta impactar en la cabeza del mercenario que se desplomó inconsciente. Cedric corrió hasta él arrodillándose rápidamente. Espero que algún día me perdones..., susurró.

El mago posó sus manos sobre el robusto humano y ambos desaparecieron de aquel lugar teletransportándose hasta las afueras del faro, donde se encontraba gran parte de la banda. Elizabeth, Lilla, y algunas decenas más de mercenarios esperaban respuestas del mago, que antes de decir nada comenzó a agitar sus manos mientras desprendía un haz de color azul traslúcido alrededor de éstas. El portal apareció frente a ellos de repente. El ilusionista asintió apenado ante los allí presentes, y mientras cada uno de ellos cruzaba al otro lado, no podían evitar echar la vista atrás sintiendo que un gran vacío inundaba ahora el pecho de cada uno de los supervivientes, preguntándose si quizás algún día serían capaz de llenarlo nuevamente.


El brujo caminó por el barco acercándose al capitán de los Dagas rojas, que a su vez observaba el horizonte con una amplia sonrisa en el rostro que se dibujaba conforme se acariciaba el cuidado bigote caoba.

-Ahí tienes lo que querías.-dijo Raymond.-La isla de los Espadas...
-Nunca tuve fe en tus palabras.-respondió Francis Tarken, el capitán.-Pero debo reconocer que habéis conseguido y superado con creces los términos de nuestro pacto.
-Ahora necesito que cumpláis vuestra parte...-indicó el brujo.-Los Espadas no son más que la punta del iceberg, sin embargo, si ellos caen... me será mucho más fácil destruir al resto...
-Confiad en mi, quiero ver la cabeza de los McAllan en una pica tanto como tú...
-Tomadlo como pago por adelantado.-dijo Raymond señalando el navío apodado como El Trueno.
-¿Tienes alguna idea sobre que hacer con los Espadas traidores?-pregunto Francis refiriéndose a aquellos mercenarios que habían traicionado a los suyos propios favoreciendo a los Dagas rojas.
-Matadlos.-respondió firmemente.-No quiero llevarme sorpresas..., y...encargaos de que les llegue el mensaje al resto. Deben temer a los Dagas rojas, así la sorpresa será mayor cuando se encuentren conmigo...



La isla Canto de Sirena ha sido destruida, y con ella Espadas de la Tormenta ha visto menguadas sus fuerzas. Sin embargo el enemigo sigue amenazante con la esperanza de acabar con cada uno de los grupos de la Orden. Los mercenarios de Brandon deberán buscar aliados en el resto de facciones para lograr acabar con aquellos que les acechan, sin saber que el verdadero enemigo aguarda expectante a que llegue ese ansiado momento.


Raymond y los suyos ya han movido ficha, pero... ¿Qué movimiento harán los Espadas de la Tormenta? Próximamente en el Capítulo I – Cantos de Sirena.