miércoles, 27 de mayo de 2015

La Orden 2.0 - La Torre de Cristal


Sus pisadas rechinaron por toda la sala propagándose con un sutil eco cada vez que el caballero de la muerte posaba sus pesadas botas en el suelo de cristal. La frágil superficie parecía quejarse cada vez que alguno de ellos caminaba sobre la misma, sin embargo, aunque todo allí fuera de cristal poseía la extrema rigidez y dureza como para soportar no solo sus pasos, sino cualquier golpe que pudiera recibir.

Ephdel pasó sus dedos por el grabado central de la puerta cristalina. Como si de varias piezas de un gran rompecabezas se tratase, cada trozo de la puerta se unían en un símbolo rodeado de varias circunferencias que daba lugar a un mecanismo situado en el corazón de cada una de las aperturas de aquel misterioso lugar. A su alrededor el paisaje era muy distinto, la vegetación se propagaba por la zona, los insectos, depredadores y otros animales coexistían en aquel ilusorio espacio, e incluso los innumerables sonidos de la selva y la asfixiante humedad del ambiente, podían palparse claramente por cada uno de ellos.

El caballero de la muerte miró al guerrero con impaciencia, esperando la respuesta a la pregunta que había formulado minutos atrás. Akuo repasaba sin descanso el pergamino de varios metros de longitud con el listado de peligros que les acecharían tras abandonar la sala.

-Estamos en Sholazar...-respondió por fin el guerrero.-Estoy seguro de que tras esa puerta se encuentra...Rocanegra.
-¿Rocanegra? ¿Estás seguro?

Akuo asintió, y tras el gesto Ephdel posó su mano dubitativamente en el mecanismo central de la puerta, que segundos después comenzó a girar dejando paso a los humanos. Ambos se adentraron cautelosamente, mientras observaban como el suelo arenoso de la jungla pasaba a ser de roca oscura, la humedad se transformaba en un calor insoportable y los tonos verdosos del paisaje anterior ahora eran sustituidos por el intenso color de la lava. Caminaron lentamente hacia el corazón de la montaña, donde podían ver en plena ebullición las bolsas de magma que estallaban a gran distancia bajo ellos. Ephdel comenzó a sentir como las altas temperaturas se cebaban consigo, debilitándolo por momentos.

-Si quieres salir vivo de aquí, debemos darnos prisa.-dijo Akuo al ver el rostro compungido del caballero de la muerte.-Sé bien donde está la próxima puerta, por allí.-señaló

El grupo corrió por la pasarela que rodeaba la zona central de la montaña, donde pudieron observar como un gran pedrusco se hallaba suspendido en el aire por cadenas. Ephdel y Akuo avanzaron sin detenerse un solo instante, adentrándose por los entresijos que formaban aquel ancestral lugar durante casi media hora.
La puerta de cristal ni siquiera estaba oculta, los orcos o enanos pasaban a su lado sin inmutarse, claro que ellos tan solo veían ahí un espacio vacío. Akuo y Ephdel se ocultaron examinando los alrededores en busca de enemigos. Eran pocos los orcos que aún se mantenían con vida allí, y mucho menos los enanos que habían decidido continuar bajo la montaña.
-Parece despejado...-susurró Akuo
-Demasiado fácil..., no hemos encontrado ni un solo enemigo decente en la selva...-murmuró el caballero de la muerte.-Parece cuanto menos extraño que aquí tampoco los haya.
-¿Los habrá matado ella?
-No seas estúpido...-dijo Ephdel enarcando una ceja ante el comentario de su compañero.

Ephdel avanzó algunos pasos acercándose a la puerta. Analizó los alrededores descubriendo varios orcos que descansaban junto a una hoguera en uno de los recovecos que llevaban de camino a la cumbre. El caballero de la muerte hizo un gesto a su compañero y depositó la mano sobre el círculo central. La puerta comenzó a abrirse nuevamente como había hecho la anterior.
-Ulduar...-dijo Akuo mientras cruzaban al otro lado.

Las rocas se convirtieron en muros metálicos con paredes cristalinas, pero no se trataba del mismo cristal que la puerta, sino uno de tonos azulados y dorados. El edificio tenía numerosas decoraciones titánicas y aunque a simple vista parecía desierto, se escuchaban un sinfín de sonidos que reflejaban que allí había más vida de la que parecía.

-Es la tercera sala.-aseguró el guerrero.
-Quedan cuatro más para salir de aquí.
-Lo malo es que... no tenemos mucho tiempo. En menos de una hora comenzarán a cambiar una a una.
-Pues debemos encontrarla rápido...-ordenó el caballero de la muerte.

Ephdel desenvainó su espada, asegurándose en cada paso que no eran sorprendidos por algún enemigo capaz de retrasarlos más aún si cabía. Aquel lugar era más peligroso del que cualquier mortal pusiese llegar a comprender, cada minuto, cada hora que alguien sobreviviera allí dentro, era un milagro en si mismo, y no se refería a Ulduar, sino a algo mucho mayor que englobaba todas esas salas. Titanes, bestias salvajes u orcos no eran nada comparado al peor de los temores que pisaban aquellos suelos de cristal.

Tanto el guerrero como el caballero de la muerte recorrieron a prisa los largos pasillos, ocultándose de aquellos enemigos que habitaban en el complejo titánico. Akuo no se despegaba ni un segundo de los numerosos mapas encriptados a los que había que añadir las decenas de pergaminos escritos por él mismo que guardaba en una gran bolsa a su espalda.

-¿Encuentras la puerta?-preguntó a Ephdel mientras repasaba uno de los papiros.
-No debería estar lejos.- respondió rápidamente.-Apuesto a que está dentro del invernadero.
-Opino lo mismo.
-¿Qué hay tras esa puerta?
-Un templo...pero.. no estoy seguro.-susurró Akuo sin estar completamente convencido de sus palabras.
-Pues vayamos.

Ambos ascendieron por los numerosos peldaños que desembocaban en una especie de puente improvisado que parecía ser brazos y torso de una estatua con forma de titán. Cruzaron hacia el otro lado y continuaron hasta adentrarse en el sagrario interior de Ulduar. Esperaron hasta que algunos de los metálicos enemigos desaparecieran de su punto de visión, y después lograron por fin poner sus pies en aquel jardín plagado de árboles y vegetación que deambulaban a sus anchas por la zona.

La fría mirada del caballero de la muerte recorrió aquel lugar, sus ojos se centraron en cada una de las ilusiones que había, sin embargo... sabía que esos espejismos eran tan letales que no le hacía falta siguiera vacilar ante su mera presencia. Tanto él como Akuo llevaban años custodiando aquel lugar, quizás más de una década incluso. La torre era tan peligrosa que tan solo en sus inicios logró mermar las unidades de cada uno de los grupos. Poco después, el Consejo de la Orden había ordenado mantener cerrado y vigilado aquel lugar, y para ello se asegurarían formando un grupo compuesto por un miembro de cada facción de la Orden. Había pasado ya mucho tiempo desde aquello... y donde cinco habían sido los primeros en custodiar ese lugar maldito,... ahora solo quedaban tres.

Ephdel se percató de que no estaban solos cuando vislumbró entre la maleza una figura femenina. La humana de cabellos rubios y piel morena, permanecía ensimismada mientras parecía extraer una sustancia de una gran flor de pétalos anaranjados.

-¡Akuo!.-gritó el caballero de la muerte mientras señalaba a la joven que se giró sobresaltada al oír la voz de Ephdel.
-Por fin...-dijo el guerrero mientras se acercaba a la maga.-Pensé que te habíamos perdido.
-¿Realmente crees que soy tan estúpida como para perderme aqui?.-dijo Sharr sin mirar en ningún momento a sus compañeros.
-Creo que eres estúpida como para dejar pasar el tiempo y que acabes muerta aquí.-respondió Ephdel mientras se acercaba.
Sharr levantó la mirada enarcando una ceja ante el caballero de la muerte, a la vez que terminaba de guardar las muestras que necesitaba.
-No vuelvas a arriesgarte tanto, ¿Me has oído?-exclamó Akuo.

El guerrero de cabellos castaños y barba poblada, que pasaba de los treina, frunció el ceño ante la joven. Había perdido a muchos compañeros entre esas paredes, y con cada pérdida había menguado sus esperanzas en recuperarlos, incluso sus ánimos de destruir aquel lugar maldito se habían visto afectados.

Un agudo pitido recorrió la estancia repentinamente obligando al grupo a taparse los oídos por el dolor que producía al taladrar cada una de sus mentes. Sharr miró a ambos negando con la cabeza, los tres sabían lo que eso significaba, y si alguno cometía el error... sus vidas pasarían a pender de un fino hilo. La joven cerró con fuerza los ojos mientras intentaba vaciar su mente de pensamientos sin sentido, de temores y miedos que no dudarían en aniquilarla si les daba tal oportunidad.

El estridente sonido cesó tan rápido como había aparecido. Sharr se incorporó mirando a sus compañero, ambos parecían no haber sufrido daño alguno. Ephdel y la joven se acercaron a Akuo, que permanecía paralizado sin soltar palabra. El caballero de la muerte arrugó la frente mientras caminaba hacia el humano.

Frente a ellos apareció una nube de humo negro que comenzó a acumularse expandiéndose y contrayéndose, hasta que de ella surgió una figura. Sus botas negras cubiertas de escarcha,.. sus armaduras oscuras,... su casco que dejaban ver esa gélida mirada de odio y poder... e incluso la gran espada conocida como Agonía de escarcha se materializó frente a ellos. El rey exánime miró sus manos mientras las abría y cerraba, recorriendo tras ello con sus ojos la sala en la que se encontraba hasta detenerse en el grupo.

-Enhorabuena Ephdel...-dijo Sharr.-Ya lo has conseguido...eres tan predecible...
-No he sido yo.-respondió mirando a Akuo.
-Sufriréis una muerte atroz... vuestras almas serán mías...
La voz del rey exánime retumbó en los oídos de los tres humanos, sin que ninguno de ellos logrará evitar sentir un escalofrío ante la desgarradora voz.

-¡Corred!.-gritó la joven.

Ephdel agarró a Akuo el brazo y tiró de él, mientras se percataba de como el suelo y todo alrededor de su enemigo comenzaba a congelarse sin dilamiento. El grupo cruzó el invernadero, evitando ser alcanzados por la marea de escarcha ni tampoco ser asaltados por ninguno de los seres que allí se encontraban. Sharr se adelantó al resto y depositó su mano sobre el emblema central de la siguiente puerta de cristal. La misma se abrió rápidamente y el grupo cruzó. La vegetación dio lugar a grandes columnas con dragones tallados que ascendían alrededor de ellas, el suelo de hierba se transformó en grandes losas con dibujos geométricos de tonalidades verdosas, y las plantas andantes habían dado lugar a monjes que se enfrentaban a otros pandaren corruptos.

-¡El templo de Jade, la siguiente está en el mirador!-gritó Sharr.
-¡Rápido!
La puerta tras ellos se destruyó, y Arthas depositó su pie lentamente en aquel lugar situado en pandaria.

-Podéis intentar huir... pero no escapareis...

Los guardianes corrieron por el templo sin mirar atrás. Akuo intentó recomponerse, sabía que no estaba ayudando a sus aliados, y que por su culpa quizás no lograran escapar con vida de allí. El guerrero observó como las paredes del templo comenzaban a congelarse, incluso los pandaren caían petrificados por el hielo.

-¡Queda poco aguantad!- gritó el caballero de la muerte.-¡Cerremos la puerta de la sala tras entrar!
-¿Servirá de algo?.-preguntó Sharr
-Al menos nos dará algo de tiempo.-respondió el guerrero.

El grupo cruzó el gran portón con dragones color jade tallados en la misma, y tras ello hicieron acopio de todas sus fuerzas para cerrarlo antes de que comenzarán a congelarse, intentando así frenar por unos segundos el avance del enemigo.

-No tendremos mucho tiempo, debemos cruzar a la siguiente sala.-dijo Ephdel

Una voz interrumpió la armonía de aquel lugar con un desgarrador susurro que se adentró en los cuerpos de cada uno de ellos sembrando una gran duda irrefrenable.

-Rendios... o morir...

El Sha de la duda se materializó ante ellos. Antes de poder reaccionar, la enorme criatura golpeó a Sharr haciendo que saliera despedida por los aires. Akuo desenvainó rápidamente su espada para atacar al enemigo, pero sus golpes eran inútiles. El Sha golpeó al guerrero que cayó de bruces varios metros atrás. Ephdel se mantuvo en guardia mientras observaba preocupado a sus compañeros. El caballero de la muerte esquivó varios de los golpes que aquel ser volátil intentaba asestarle. La puerta tras él se quebró en pedazos, y la voz del rey exánime logró hacerle más daño que cualquier golpe que hubiera recibido de aquel residuo de dios antiguo. Arthas se detuvo ante la criatura, que a su vez logró ver en el señor de la muerte aquello que tanto anhelaba, la duda. Ambos permanecieron enfrentados sin saber bien como reaccionar.

-¡Ephdel, rápido!-gritó Sharr que se encontraba con Akuo junto a la puerta de cristal ya abierta.
El caballero de la muerte miró al rey exánime y seguidamente al Sha.
-Creo que tenéis... asuntos que resolver...

Los guardianes cruzaron la puerta nuevamente. El balcón del templo se transformó en un gran muro de piedra elevado a gran distancia del suelo, donde Klaxxis y Pandaren luchaban sin descanso. Las grandes bolas de fuego cruzaban entre ellos, las catapultas lanzaban grandes piedras y los dos bandos lograban hacer de aquella batalla una devastadora guerra. Mientras corrían por encima de la muralla, Akuo miró a su izquierda observando como el sol se ponía en aquellas místicas tierras y entonces chasqueó los dedos.

-Estamos en la puerta del sol poniente.-respondió el guerrero sin dejar de correr.
-¿Cuantas salas queda?-preguntó Sharr.
-Hemos cruzado Sholazar, Rocanegra, Ulduar, el templo y esta...
-Nos quedan dos.-respondió Ephdel tras mirar al frente y descubrir que la siguiente puerta se encontraba al final del camino.
-Yo no crucé Sholazar... ni Rocanegra.-insinuó Sharr respirando agitadamente sin detenerse.
-¿Cómo que no? Es por donde hemos venido...
-Yo fui por Nexo y Cámaras de piedra.
-Eso no es buena señal...-respondió Akuo.
-No queda mucho para que las salas se transformen de nuevo, salgamos de aquí antes de que no haya salida alguna.-añadió el caballero de la muerte.

El grupo avanzó hasta el final del sendero esquivando numerosos ataques de los bandos que se encontraban enfrentados. Akuo puso su mano en la puerta abriéndola, y seguidamente se introdujeron en una sala totalmente oscura. La puerta de cristal desapareció, mientra ambos intentaban recuperar el aliento. Varios focos con una tenue luz de color púrpura comenzó a iluminar la estancia, mostrando lo que parecía un castillo. Los ostentosos decorados, las largas alfombras de color violeta, y las cortinas y cuadros adornaban aquel siniestro lugar. Akuo desenrolló rápidamente el pergamino para descubrir el lugar en el que se encontraban pero entonces Sharr lo detuvo.
-No hace falta...-dijo la joven con la voz temblorosa.-Es el castillo de Vicent Leproux.

Akuo y Ephdel se mantuvieron en silencio, si bien ellos no habían llegado a enfrentarse a ese enemigo, para Sharr había resultado un antes y un después en su vida. La maga recordó aquella época, cuando no era más que una cría y se vio obligada a obedecer a aquel desalmado brujo cuyo fin era el de matar a los que eran sus compañeros, sus amigos.

Los guardianes de la torre caminaron cautelosamente por los largos pasillos, manteniéndose alerta.

-Solo queda una sala más tras esta...-susurró Akuo.-Si logramos encontrar la puerta... estaremos prácticamente salvados...
-¿Sabes donde se encuentra Sharr?
-Es posible...

Sharr guió a sus compañeros por los largos corredores de aquel descomunal edificio. Al parecer era bien entrada la noche, haciendo que se encontraran pocos enemigos a los que enfrentarse. Tras subir numerosas escaleras, encontraron la gran biblioteca y allí, junto a las numerosas estanterías se hallaba la penúltima puerta de cristal.

-¿Correteando como ratas por mis dominios?- gritó la voz de un humano con un marcado acento proveniente de Kul'tiras.

Sharr se quedó paralizada, reconocía aquella voz, y lo que era peor... la temía. La maga se giró para encontrarse con un joven ataviado con togas, de cabellos rojizos oscuros que poseía una visible quemadura en parte de su rostro. Se encontraba tal cual se hallaba en sus recuerdos, sin variar siquiera un ápice, claro que después de todo aquello no era más que una ilusión. Ilusión que había creado un desquiciado mago para torturar a todos los miembros de la Orden, adentrando en la torre no solo los peores temores de todo Azeroth sino también los de los propios miembros de la misma.

-Sharr... debemos seguir...-susurró Akuo.
La joven apretó los puños, era tal el odio que sentía por Vicent que barajó la posibilidad de enfrentarse a él haciéndolo desaparecer de una vez del listado de sus miedos.
-No hay tiempo.-insistió Ephdel

Tan y como había sucedido anteriormente, un pitido volvió a asolar al grupo, sin embargo esta vez, algunos de ellos no pudieron evitar caer en la tentación de recordar aquello que más temían. Un estruendo irrumpió tambaleando los cimientos de aquel imponente castillo. Parte de la habitación se deshizo en pedazos, por el cual apareció un gran dragón infinito que sobrevoló la estancia desprendiendo varios rayos que destruían todo a su paso. Por si fuera poco, una nube de humo materializó la figura de una sin'dorei, que levantaba su mirada arrogante ante el grupo mientras sostenía un cristal violáceo sobre sus manos. Akuo miró hacia atrás descubriendo el rostro temeroso de la joven maga que negaba, y leyendo en sus labios lo que parecía ser una disculpa por el error que acababa de cometer. El guerrero lanzó su espada sin pensárselo dos veces. El arma cruzó la sala en segundos atravesando el pecho de Kashadia que se desvaneció en una nube de humo negro. Una bola de fuego derribó a Ephdel que hizo que diera varias vueltas en el aire hasta impactar de nuevo contra el duro suelo.

-¡Sharr... necesito que lo hagas!.-ordenó Akuo que recogía su espada del suelo.-¡Hazlo ya!

La joven humana asintió, sus ojos se centraron en Vicent, que no cedía en sus ataques. Las explosiones de fuego que desprendia intentaban golpear a Akuo repetidamente, sin embargo el guerrero esquivó cada una de ellas colmando de gran agilidad cada uno de sus movimientos. Las manos de Sharr comenzaron a despender un aura de color cian, su ceño se frunció en un intento de concentrarse en ignorar al gran dragón que seguía destruyendo todo a su paso. Vicent mostró una sonrisa cuando de sus manos salió desprendida una gran descarga del caos. El hechizo desapareció en el aire, cambiando drásticamente el rostro del brujo, que se giró instantáneamente hacia la maga. El humano realizó otro hechizo que se anuló de igual manera. Los poderes de Sharr contrarrestaban cada uno de sus ataques, dejándolo totalmente indefenso. La espada de Akuo sesgó por la mitad el tronco de Vicent, que desapareció al igual que había hecho Kashadia en una nube de humo.

Ambos corrieron hacia Ephdel evitando los ataques del gigantesco dragón azabache y cían. Ayudando al caballero de la muerte, el grupo llegó a la puerta y tras pulsarla el mecanismo que la abría, cruzaron una vez más.

El paisaje dio lugar a numerosas plataformas de se hallaban suspendidas en el aire. Tanto el suelo como el resto de superficies eran de color blanco, de un material parecido al mármol. Varios torbellinos se erguían ante ellos girando sobre si mismos manteniéndose a flote.

-Cumbres del vórtice...-murmuró Sharr
-¡La puerta está donde el dragón de viento!-exclamó Akuo señalando hacia arriba.

Los guardianes avanzaron acabando con cada uno de los elementales y enemigos que intentaban plantarles cara. En lo alto de la plataforma encontraron la puerta, protegida por un dragón de gran tamaño que se hallaba suspendido en el aire. Los tres miembros se pusieron alerta, tras el enemigo se encontraba la verdadera salida, la única que les dejaría a buen recaudo.

Un haz de luz recorrió la sala, y en pocos segundos todo comenzó a temblar. Akuo miró hacia un lado para percatarse de lo que estaba sucediendo.

-Está... ocurriendo el cambio...

El cielo, el suelo y todo a su alrededor comenzó a resquebrajarse, creando un sinfín de líneas fracturándose repetidamente. El mármol sobre el que pisaban perdió su esencia mostrándose tal y lo que era más allá de la ilusión, cristal. Las columnas comenzaron a hacerse añicos, las plataformas se deshacían en mil pedazos y todo lo que se encontraba tras el antiguo paisaje ahora era negro. Ephdel observó como el mismo dragón comenzaba a cristalizarse.

-¡Ahora!- gritó

Sharr, Akuo y Ephdel corrieron hasta la puerta. La enorme criatura no dejaba de atacar a ciegas mientras su piel se despedazaba y caía trozo a trozo. El grupo se agachó ante un intento de derribo por parte del enemigo, que no pudo evitar que su cola golpeara la plataforma rompiéndose en pedazos y quebrando la superficie más de lo que se encontraba. Sharr usó una traslación para adelantarse al resto logrando así abrir la puerta y cruzándola al instante. Ephdel vio como el suelo cedía tras ellos, miró a Akuo y asintió a la vez que ambos comenzaban a correr haciendo uso de todas sus energías. Los humanos saltaron hacia el interior de la puerta cayendo dentro de ella tan solo segundos antes de que todo desapareciera al otro lado de la misma.

El grupo recobró el aliento mientras descansaban sobre el suelo del vestíbulo de la torre. Allí todo era de cristal, pero las ilusiones no afectaban a ese lugar, cobrando vida solamente tras las puertas cristalinas.

-Sharr... no vuelvas a hacerlo...-recriminó Akuo
-Intentaba buscar una forma de solucionarlo... de buscar... un fallo en todo esto.
Akuo miró a la joven con lástima, sabía que era lo que intentaba, llevaba años buscando la forma de anular la magia que se concentraba en aquel lugar, pero el guerrero sabía que era inútil. Por muy hábil que fuera la joven maga... el creador de la torre se había tomado las molestias de que fuera un lugar tan letal, que rara vez alguien pudiera salir con vida de allí.

La torre de cristal no era tan solo un lugar de entrenamiento o una zona plagada de peligros...sino aquel espacio donde los peores temores de cada uno cobraban vida...