La esbelta silueta se perfilaba
por la luz del amanecer filtrada entre las rendijas de la lona que hacía las
veces de puerta en aquella gran tienda de campaña. La joven pelirroja se sentó
en el borde del camastro y comenzó a vestir la parte inferior de su atractivo cuerpo.
Por un segundo miro al hombre que descansaba en el camastro y mientras hacía un
gesto de desprecio con su rostro, se levantó y comenzó a ponerse la camisa que
la noche anterior había dejado en el suelo. Tomó su chaleco de cuero y se dirigió
al escritorio improvisado donde recogió un pergamino. Se tomó unos segundos
para releer el pergamino. Una sonrisa se
le esbozo en la cara al volver a ver la firma del jefe de expedición.
-Una gran noche y un salvoconducto por un precio
insignificante.-susurró Pirotheus mirando al hombre que aun dormía.
Con el salvoconducto en una mano,
el chaleco en la otra y la camisa sin abrochar, dejando entrever los contornos de su busto, cruzo el campamento bajo la
lasciva mirada de algunos arqueólogos madrugadores. Llego a una tienda modesta
al final del campamento donde un enorme orco preparaba una mochila llena de
equipo de espeleología y medición.
-Rigut, ya tenemos los permisos pertinentes –dijo agitando
el pergamino -, ¿dónde demonios se ha metido Drumur?
-Estoy aquí dentro jefa –dijo un enano de larga barba negra
que salía de la tienda- he estado reajustando las lentes de mis binoculares, se
habían desajustado durante el ataque de los bandidos.
-¿Todo listo Rigut?. –pregunto la joven pelirroja.
El orco asintió mientras se ponía pie aprovechando el impulso para cargarse la pesada mochila de
herramientas al hombro. –Todo listo jefa –espeto el orco con la mayor
delicadeza que un orco podía acumular.
-Pues en marcha, ya hemos perdido demasiado tiempo con
asuntos burocráticos. Es hora de pasar a
la acción.-dijo la joven tomando su mochila llena de pergaminos.
El trío
de arqueólogos avanzo por la tórrida arena de Uldum en dirección a las
pirámides de Orsis, dos impresionantes y enormes estructuras de granito
construidas en épocas pasadas por los Tol’vir. Con la caída del sol las
temperaturas comenzaron a bajar drásticamente y montaron su campamento entre
los restos de una muralla.El fuego central del campamento quedaba protegido por las dos
tiendas de lona, y la muralla Tol’vir. Alrededor de este se sentaban los tres en silencio, degustando una
gran pieza de carne que el orco había preparado.
-Descansad esta noche, el viaje ha sido duro, pero la jornada
de mañana puede que lo sea más si es que conseguimos entrar en esa dichosa
pirámide.-dijo la pelirroja mientras se estiraba desmesuradamente.
- Repasare los jeroglíficos una vez más antes de dormir,
espero que no se me escape nada –musito el enano mientras revisaba unos papiros
en dirección a su tienda.
-Vamos Rigut, la noche está siendo muy fría y sabes que me
cuesta mucho dormir si tengo frío.
-Si jefa. –contestó escuetamente el orco al ver la figura de
su superiora entrando en la tienda principal.
Rigut dio un último bocado a la
carne y se puso en pie. Con un rápido movimiento, lanzo un montón de arena con
su pie contra el fuego ahogándolo casi al instante. Y se dirigió a la tienda.
Con su gran mano aparto la lona de la entrada. Al ver a Pirotheus ya tumbada
sobre la manta comenzó a quitarse su pechera de cuero. La joven disfrutaba de la imagen del torso
desnudo y musculado de su amigo orco y le hizo un gesto para que le acompañara.
El corpulento orco se tumbó a su lado y le abrazo presionándola contra su
cuerpo para hacerla entrar en calor. Y así permanecieron hasta que la luz del
sol del desierto los despertó.
-¡Vamos holgazanes!. -Dijo con aire sonoro la joven.
El grupo avanzo hasta la puerta
de la pirámide. Una enorme puerta llena de jeroglíficos les impedía el paso. El
orco y la joven giraron su cabeza hacia el enano esperando soluciones.
-Ummm según esto y esto… y esto otro –susurraba el enano
poniendo en orden sus notas mil y una vez repasadas- Rigut álzame necesito
llegar a las más altas. –subiendo el tono de voz-
El orco cogió por la cintura al enano y lo elevo por encima
de sus anchos hombros.
-Así mucho mejor, gracias.
Pirotheus observaba la escena
impaciente mientras el enano presionaba los jeroglíficos en el orden correcto
ayudado por el orco. Cuando el enano pulso el ultimo símbolo, la piedra comenzó
a temblar y bruscamente ascendió por encima de sus cabezas.
-¡Buen trabajo Drumur!,
-Muchas gracias jefa, espero que ese Harrison Jones se
arrepienta toda la vida de no haberme dado aquel trabajo –dijo con orgullo.
-Estoy segura que yo no me arrepentiré. Encended las
antorchas.
El
grupo se aventuró en la oscuridad de la pirámide, una oscuridad que ni la luz
de las antorchas sofocaba. Confundida
por ello Pirotheus cerró los ojos para
intentar acostumbrarlos a la oscuridad. Al abrirlos se encontró en un campo de
batalla. A su alrededor cientos de orcos de piel pardusca combatían contra
soldados de la Alianza y de la Hordaen lo que parecia una espesa jungla. Tras de ella una enorme estructura de
piedra que confinaba un gran portal dimensional se desmoronaba en un terrible
estruendo. La joven miro alrededor y sonrió sádicamente al ver a unos cuantos
cuerpos orcos mutilados muertos a sus pies. Instintivamente salto para abalanzarse contra el pecho del siguiente enemigo y
atravesarle el corazón con sus armas. El
orco de la Horda de hierro mordió el polvo rápidamente y ella se giró
como acto reflejo para vigilar su retaguardia.
Fue en ese momento cuando vio a Rigut blandiendo su hacha con la mano
derecha abatiendo enemigos mientras en
su brazo izquierdo sostenía el cuerpo inerte de Drumur.
-Te lo dije jefa, este no era sitio para el
sabelotodo-espeto furioso el orco mientras defendía el cuerpo sin vida de su
amigo.
Al volver a ver el cadáver del
enano, Pirotheus estallo en cólera y se lanzó contra el grupo de orcos que
asediaban a su amigo pielverde. Los miembros sesgados de los orcos volaron por
los aires por los iracundos movimientos de los filos de la humana cuando un
profundo alarido le paralizo. Giro una vez más sobre sí misma para enfrentarse
a lo que se avecinaba, pero para su sorpresa el alarido no era intimidatorio
sino de dolor. Una lanza atravesaba desde la espalda a Rigut dejando su serrada
hoja ensangrentada a escasos centímetros de la cara de Pirotheus.
-¡¡Noooo Rigut!! -Chillo la humana.
Pirotheus se incorporó empapada en sudor con el corazón brutalmente
acelerado. Miro alrededor con ansiedad buscando a Rigut, pero el orco
no estaba allí. A su lado Beatrice, Cireni,
Joe, Seid y Monlee descansaban sin preocupaciones. La joven se sacudió la
cabeza para recobrar la compostura no reparando en el compañero que la
observaba.
-¿Estas bien Pirotheus?.- Pregunto Garret desde su asiento
al escuchar el grito de la estrafalaria guerrera.
La joven pelirroja se giró dando la espalda al paladín, como
si algo hubiera herido su orgullo.
–No ha sido nada perillitas…. solo… ha sido
un sueño…
Escrito por Azurin