Brandon entró en la taberna sin llamar la atención. Había
cambiado su habitual vestimenta de combate por unas prendas más cómodas que no
levantaban sospechas acerca de su persona o sus negocios. También había dejado
atrás sus dagas, aunque mantenía ocultos un par de cuchillos por si acaso, y se
había quitado el parche. A ojos del mundo era un cliente más del antro en busca
de una cerveza con la que terminar el día. Un disfraz perfecto para infiltrarse
e investigar.
La taberna estaba abarrotada. Los parroquianos eran gente del
pueblo, en su mayoría pescadores y agricultores, que al caer la tarde se
resguardaban en ese edificio antes de volver a su hogar. El mercenario observó
los círculos de gente que se iban formando a medida que los conocidos se
llamaban los unos a los otros. La barra estaba apelmazada de viajeros que trataban
de pedir una habitación a un ajetreado tabernero que no paraba de llenar
jarras.
Brandon posó su mirada en cada uno de los clientes, buscando
a una persona en concreto. Para disimular hizo que la camarera le sirviera una
cerveza rubia y entabló conversación con un par de mercaderes mientras no
cejaba en su objetivo. Con una oreja en los mercaderes y la otra en las
conversaciones ajenas Brandon averiguó ciertas cosas: Que la Gwendolyn, la
mujer de uno de los mercaderes hacía unos magníficos pasteles de manzana. Que
el precio de los víveres y suministros de viaje estaba por las nubes
últimamente. Que el panadero local había pillado a su mujer en la cama del
herrero. Que esa noche se celebraba el torneo de Hearthstone en la taberna y
había varios participantes interesantes. Y que esa tarde Jonhy Cabezabuey había
roto todas las previsiones haciendo perder gran cantidad de dinero a aquellos
que apostaban por el campeón de los combates de lucha que se celebraban en el
sótano de la taberna.
Brandon asentía aburrido por la monotonía y falta de acción
de la escena. Era lo que tenían las tabernas de pueblo, que solo se contaban
cosas de pueblo. Tras un par de cervezas, se despidió amablemente de los
mercaderes y se escondió en un rincón a observar a la gente.
A medida que el sol desaparecía y los fanales de la calle se
iban encendiendo algunos clientes se iban retirando, quedando sólo aquellos a
quienes no les esperaban en casa o tenían negocios que atender. Los viajeros se
retiraron a sus habitaciones, los pueblerinos que debían madrugar para ir a
trabajar se despidieron alegres de sus amigos para volver a sus hogares. Otro
tipo de clientela llenó el local: los jugadores, los apostadores, mendigos que
buscaban una salida a su miseria y matones que buscaban aprovecharse de los
ganadores desprevenidos. El tabernero dispuso las mesas en paralelo y colocó un
tablero en cada una. El torneo de Hearthstone estaba a punto de empezar.
El mercenario interceptó uno de los folletos que anunciaba
los participantes en el torneo y buscó en él a su objetivo. Obviamente no
figuraba su nombre, habría usado un nombre falso. Brandon no estaba seguro de
si “él” había venido allí por el torneo
o había sido una coincidencia, pero si estaba en esa taberna, el pelirrojo
estaba seguro que participaría.
Cuando sonaron las once el tabernero gritó los nombres de los
primeros jugadores. Éstos tomaron sus posiciones y colocaron sus mazos de
cartas a un lado. La gente se arremolinó a su alrededor creando una pantalla que
impedía ver con claridad a Brandon, así que se acercó para ver las partidas una
por una. Aprovechó la multitud aglomerada para recoger la información que se
sabía de los contrincantes.
En la primera mesa estaban listos para jugar dos hombres que
parecían los opuestos. Uno era Henry Yargudsson, un extranjero que se
presentaba como un respetable hombre de la ciudad de Ventormenta, con sus
ropajes ricos y sus maneras finas. Pero bajo su mirada arrogante, Brandon
reconoció a un estafador de poca monta a quien las partidas le habían ido bien
últimamente y la codicia le impulsaba a venir a por más. Barajaba su mazo
indolentemente sonriendo a su contrincante. Éste era Peter Petroso, un mozo
joven que trabajaba en una granja cercana y al cual el sueldo no le alcanzaba
para cuidar a su madre enferma. Peter alternaba su nerviosa mirada entre las
manos y los ojos de su rival, como temiendo que si dejaba de observarle un solo
momento habría perdido la partida.
En la mesa contigua un enorme leñador llamado Gunter tiraba
una moneda al aire para decidir si era él o su rival quien obtenía el primer
turno. Los brazos anchos del jugador hacían que las cartas se vieran ridículas en
sus manos y su ceño fruncido relataba que no tenía muchas luces pues estaba
revelando a su contrincante su mala suerte con sus cartas iníciales. Frente a
él estaba sentada una vieja más doblada que un pandaren agradecido. Brandon
averiguó que era la Viuda Bronson, quien vivía sola en una cabaña alejada de
todo y que rara vez salía de su enclaustramiento. Por lo visto el Hearthstone
era una de las aficiones que compartía con su marido antes de que este
falleciera. Ahora la abuela miraba al pobre leñador con compasión en sus ojos
acuosos pero con una sonrisa que delataba que no iba a dejarse ganar.
En la tercera mesa un gnomo con sombrero de ala ancha
empezaba a lanzar sus cartas sobre el tablero. Se trataba de Irdunic
Muellechasco, un vendedor ambulante que trataba de encasquetar a los incautos
habitantes del pueblo sus inventos parcialmente defectuosos. El mercenario se
fijó que del ala derecha de su sombrero colgaba un molinillo metálico que daba vueltas ventilando justo sobre la zona
en la que recientemente había sido accidentalmente afeitado. Una ruidosa enana
era su rival. Johana Cantorodado era una chismosa habitual en la taberna,
especialista en repartir rumores fueran ciertos o no. El caso es que se
comentaba que se había ido de viaje a Forjaz recientemente, para ver a su
familiar que trabajaba bajo las órdenes directas del Consejo de los Tres
Martillos, lo cual por lo visto era solo otro rumor falso. Ahora mismo la enana
gritaba al gnomo que se apresurara a rendirse pues estaba ansiosa por ganar la
sustanciosa suma que había de premio.
Brandon paseó alrededor de las mesas, observando las jugadas
y sobre todo a los jugadores. Sus estilos de juego, sus movimientos, las
miradas, las sonrisas falsas y las caras estudiadas frente al espejo revelaban
mucho del tipo de persona que eran. Dejó que las partidas avanzaran mientras
observaba atentamente.
La partida de la primera mesa tenía un ritmo lento. Por una
parte el joven mozo tardaba en mostrar sus cartas, inseguro de que una jugada
precipitada le sacara fuera de la partida. Por otra parte el estafador parecía
disfrutar con el lento sufrimiento de su oponente y aumentaba su angustia con
sonrisas y expresiones faciales que incitaban las dudas en su rival pese a que
este tenía mejores cartas. Seguramente intentaba que sucumbiera a la presión y
abandonara antes de que se viera obligado a usar sus trucos.
Por otra parte la partida entre la viuda y el leñador
avanzaba a un ritmo similar. Aunque las cartas iniciales del bruto habían sido
malas, había logrado recuperarse y remontar la partida hasta igualarse con su
rival. Un ojo inexperto podía pensar que se debía a la suerte o a que su mazo
era mejor que el de la viuda Bronson, pero para alguien como Brandon estaba
claro que la mujer de plateados cabellos le estaba dejando ganar solo para
hacer la partida algo más interesante y quizás para no revelar sus cartas a sus
futuros contrincantes. Era ella quien dominaba la partida y solo dejaba que el
leñador pensara que tenía posibilidades para no herir su orgullo. La cara de
Gunter reflejaba su satisfacción al sentir que la suerte estaba de su lado.
Algo llamó la atención del mercenario pelirrojo en la partida
de la última mesa. El ventilador del sombrero del gnomo había empezado a girar
para calmar los calores de su portador. La partida estaba muy igualada. Aunque Irdunic
sacaba buenas cartas Johana parecía anticiparse a sus jugadas, inutilizando sus
cartas y destruyendo cada oportunidad que tuviera el mercader de dar un vuelvo
a la partida a su favor. La enana mantenía una sonrisa perene y no paraba de
chismorrear sobre cotilleos locales poniendo nervioso a su rival.
¿Será él? Pensó
Brandon. Esa habilidad para volver la
partida a su favor… como si pudiera ver las cartas de su rival… Un momento.
El mercenario se fijó en un hombre calvo sentado tras el gnomo. Vestía como
cualquier otro pueblerino pero algo no encajaba en él. Llevaba unas enormes
gafas de cristal que reflejaban toda luz e impedían ver sus ojos. Su postura
era algo incómoda, en opinión de Brandon, y debía serlo pues notó que sus
miembros temblaban pero se negaba a cambiar de posición. Entonces lo
comprendió. El mercenario se colocó detrás de la enana y confirmó que Las gafas
del hombre calvo servían de espejo y podían verse las cartas de Irdunic si se
estaba en un cierto ángulo… que justamente coincidía con el sitio dónde estaba
Johana. Seguramente había pagado al humano para asegurarse una victoria fácil.
Sin embargo el mercenario no comentó nada al respecto y dejó que siguiera la
partida. Debía seguir observando.
Una ola de exclamaciones le hizo volverse de nuevo a la
primera mesa. Peter había pasado a la ofensiva, armándose de valor sacó sus
mejores cartas y puso a su rival contra las cuerdas. En rápida sucesión sus
esbirros barrieron a los de Henry y le quitaron un buen número de vidas. Éste
maldijo en voz baja, sorprendido por la actuación del que consideraba un paleto
de pueblo. Trató de recomponerse y sacó un par de esbirros que atrajeran la
atención y cartas que le sanaban y daban amplificadores de protección. Y aunque
nadie lo vio, dejó caer unas cartas en mazo deslizándolas desde las anchas
mangas cuando fue a coger carta. Esperaba no haber tenido que usar esas cartas
pero ya estaba hecho, en el próximo turno la balanza cambiaria a su favor. Sólo
esperaba sobrevivir lo suficien…
Los pensamientos del estafador quedaron enmudecidos por la
sorpresa y su boca quedó abierta con casi un palmo de extensión. El maldito
crio acababa de sacar una carta de alto nivel… Una muy buena carta que le daría
la victoria. O intentaba neutralizarla como fuera o… Demasiado tarde. Arrasó el
tablero con sus cartas y la poderosa carta de alto nivel. Y con una sonrisa de
sincera satisfacción redujo las vidas de su rival a cero.
-
¡El primer ganador de la primera ronda es: Peter
Petroso! – gritó el tabernero que ejercía de arbitro
El gentío aplaudió al joven y el estafador se marchó
remugando y jurando que no volvería a un antro de tramposos como ese.
En la otra punta de la sala Johana se dispuso a rematar la
jugada. Estaba segura de que el gnomo sacaría ahora el esbirro de gran ataque
al que se le sumarían bonificadores de defensa haciéndolo un peligroso
objetivo. Tenía ese turno y el siguiente antes de que estuviera activo y lo
atacara. Así que con una sonrisa largamente preparada sacó a relucir su
impresionante arsenal. Las defensas de Irdunic decayeron rápidamente mientras
que la enana se fortaleció, decantando el tablero a su favor.
El sudor del mercader caía por su frente en grandes goterones
que su sombrero-ventilador no podía secar. Con los nervios de punta y muy
estresado por lo mal que le estaba yendo la partida sacó las cartas que le
quedaban, quedándose con la mano vacía. Rezó por dentro sobrevivir hasta que su
Rey Krush estuviera activo y listo para derribar a los esbirros de su rival. No
llegó a tener oportunidad. La estrategia de Johana acabó con todas sus cartas y
le dejó a cero puntos de vidas antes de que pudiera suplicar. La escandalosa
risa de la enana resonó por la taberna y se enraizó en su corazón.
El gnomo triste se fue del antro con la mirada baja y
lagrimas en los ojos por la humillación sufrida.
- ¡El segundo ganador de la primera ronda es: Johana
Cantorodado! - anunció el tabernero.
Los clientes se volvieron a la mesa de en medio dónde ambos
jugadores jugaban a un ritmo lento. El leñador se servía de una estrategia
ofensiva burda y poco sofisticada para ganar la partida mientras que la
estrategia de la abuela era reforzar sus defensas y curar a sus esbirros. Los
que los habían observado desde el principio estaban aburridos de ver como la
partida avanzaba sin grandes jugadas que les arrancaran una exclamación de
asombro. La preocupación se reflejaba en el rostro del leñador cada vez que
miraba su mazo menguante, pronto se terminarían las cartas y no conseguía
derrotar a la veterana.
La viuda Bronson suspiró cuando su oponente sacó la siguiente
carta que debía dañarla. Aburrida, miró a su alrededor, el joven mozo y la
enana charlatana observaban su partida tratando de descifrar sus técnicas. No
les iba a dar ese gusto. Cuando llegó su turno dejó de protegerse, sacó al
tablero cartas de potenciaron a sus esbirros, quienes se estrellaron contra las
cartas con habilidad de provocar de Gunter. Esa partida no le interesaba en
absoluto. Así que decidió ponerse dura y acabar con su inexperto contrincante de
una vez.
- ¡El tercer ganador de la primera ronda es: La viuda
Bronson! - Gritaba el tabernero al cabo de unos instantes.
La súbita victoria de la anciana desconcertó al leñador,
quién se fue a la barra para ahogar sus penas.
Al ser tres los finalistas se echó a suertes quién debía
pasar directamente a la final. Habiendo ganado Peter, Johana y la viuda Bronson
se entablaron en una mesa para jugar. El
compinche de la enana tomó posiciones detrás de la anciana abriéndose paso a codazos
entre la multitud. La partida empezó y
ambas contrincantes empezaron fuerte. Sabiendo que su rival era poderosa y muy
astuta sacaron sus mejores cartas sin guardarse nada para el final. Las caras
de asombro y exclamaciones se repetían como ecos en cada turno. Era un baile estratégico
de anular la carta rival y tratar de colocar una mejor. Pese a que la enana
hacía trampas la anciana no se dejaba amedrentar y sacaba a flote la situación
con jugadas que su rival no se esperaba.
Su partida se alargó un tiempo manteniendo a sus espectadores
en silencio, totalmente absortos en lo que pasaba. Finalmente, aunque la
anciana era una excelente jugadora no pudo contrarrestar la ventaja de Johana.
-¡La partida final se debutará entre Peter Petroso y Johana
Cantorodado!
Con una sonrisa y una muy leve reverencia la anciana felicitó
a su rival. La enana confiada le dedicó su mejor sonrisa y la despidió felicitándola
por la partida.
Animado por el público Peter ocupó el sitio de la viuda y
saludó a su rival. Prepararon su mazos y la partida empezó. Johana no se molestó en guardar sus cartas
para luego. Habiendo visto la partida anterior ya conocía sus ases en la manga
así que iría a por todas y despacharía al mozo antes de que pudiera darse
cuenta. Confirmó que el humano al que había contratado estaba bien situado en
su puesto. Pero para su sorpresa no pudo ver las cartas de su rival pues este
las mantenía en un plano oblicuo contra su cuerpo, ocultándolas para todas
salvo para él. La enana maldijo para sus adentros. Aún así creía poderle vencer
sin demasiada dificultad.
Las jugadas se sucedían a un ritmo continuado. Peter parecía
más confiado que en su primera partida y esta vez no dudaba en sacar sus
cartas. La enana tuvo que reconocer que no lo hacía nada mal e incluso le puso
contra las cuerdas en más de una ocasión. Se preguntó si estaba jugando con
ella pero tras esos ojos azules de niño no pudo descifrar nada.
-¡Tabernero! - Gritó Johana sin dejar de mirar a su rival con
una sonrisa. - Tráenos una cerveza a cada uno. Invito yo. ¿Bebes chico?
El joven Petroso asintió retomando su carácter vergonzoso.
Aceptó la jarra que le traía el tabernero y bebió largos tragos.
Ese era el momento. Johana aprovechó la distracción del
muchacho, que recostó la mano que sostenía las cartas sobre la mesa, para
verlas a través del reflejo de las gafas de su asociado. Reprimió una
exclamación al darse cuenta de que su rival tenía en la mano ases suficientes
para derrotarla en el siguiente turno. Por suerte se había enterado a tiempo y
podía volver la situación a su favor. Lanzó sobre el tablero las cartas que
iban a darle la victoria o como mínimo un tiempo más para seguir jugando.
Johana, mirando desafiante a los ojos de su rival, se preparó para recibir la
carta que esperaba que lanzase.
A la enana se le quedaron ojos como platos cuando no solo no
sacó la carta que ella esperaba, ¡sino que además sacó una que no había visto
en su mano! No había cogido carta desde que las había visto así que era
imposible que la hubiera obtenido ahora. Miró incrédula al joven de ojos
azules. ¡Estaba haciendo trampa, a ella, en frente de sus ojos! Y no podía
denunciarlo sin denunciarse ella misma. Una sonrisa macabra apareció en el
rostro de Peter. Maldito crio.
Johana asistió impotente a como la partida finalizaba sin
remedio, viendo caer todas sus defensas una tras otra. La rabia se acumuló en
su interior hasta que explotó.
- ¡El ganador del torneo de Hearthstone es: Peter Petroso!
La enana se marchó refunfuñando a gritos sobre tramposos y
humanos inútiles pero sus gritos fueron acallados por los vítores y aplausos
dedicados al joven. Cuando la multitud se separó y recibió su premio en monedas,
Peter se levantó para irse pero una mano le hizo sentarse de nuevo. El hombre
pelirrojo y con parche que había rondado a su alrededor durante la partida se
sentó en la silla que antes ocupaba la enana.
- Ha pasado mucho tiempo, Cedric.
El joven mozo no respondió pero entrecerró los ojos y miró
fijamente al hombre.
- Debo reconocer que haces un buen trabajo como siempre. -
Continuó Brandon. - Me ha costado encontrarte.
Peter hizo ademán de levantarse e irse pero Brandon volvió a
hablar.
- Espera. Te he buscado durante mucho tiempo. Al menos deja
que te cuente a que he venido. - Tras dudarlo un momento el joven se volvió a
sentar. - Bien. Gracias. Antes que nada permíteme felicitarte por ganar el
torneo. ¿Descubriste el truco que usaba la enana?
Peter asintió. En su mano volteaba una carta básica de Hearthstone.
- ¿Y cómo te las ingeniaste?
El mozo detuvo el juego de manos con la carta y se la mostró
a su interlocutor. La carta había cambiado a una de tipo superior.
- Tengo mis propios trucos Bran. - dijo una voz a su lado.
Brandon vio como la viuda Bronson se acercaba hasta el joven
y ponía una mano en su hombro. La figura del joven se esfumó y la viuda se
sentó dónde antes estaba el mozo llamado Peter. Entonces lo comprendió Brandon.
Cedric Nevado, el gran mago ilusionista. Crear un clon, cambiarle el aspecto o
incluso hacer que sus cartas parecieran otras era un juego de niños para él.
Brandon recordó lo que se decía sobre el mago: Que nadie conocía su aspecto
verdadero. Observó a la vieja como se guardaba la bolsa de monedas que había ganado
su clon con una sonrisa.
- Esa enana chismosa creía que podía ganar tres partidas con
un mismo truco... Le he enseñado que no siempre uno se sale con la suya. Y para
mayor humillación he usado su propio truco contra ella. - Siguió el mago.
Brandon recordó que la anciana se había colocado tras la
silla de la enana al terminar su partida.
- Sigues siendo tan bueno como siempre. Te has infiltrado en
la comunidad adoptando el aspecto de un individuo que no suele venir por aqui y
lo has usado a tu beneficio.
- Tu en cambio has empeorado Bran. Simplemente has esperado
ver quien ganaba para venir a hablarme, y ni siquiera has acertado.
- Eso no es del todo cierto. - admitió el mercenario. - Había
pistas que apuntaban a ti en todo momento. Esa mudez en tu clon. El horrible
gusto al escogerle un nombre, (¿Peter Petroso en serio?). Ese juego de manos
rápido que te gastabas. Esa partida perdida a posta. Y por supuesto, ese
inconfundible olor a jazmín. - Brandon sonrió mirando a la vieja e inspirando
hondo. - Mientras sigas usando ese perfume horroroso cualquiera de mis hermanos
podremos encontrarte.
- Realmente Quincy sabía a quién enviaba cuando os mandó tras
mi pista. - Hizo una pausa recordando tiempo atrás, cuando Brandon y sus
hermanos fueron mandados a cobrar una deuda gigantesca al mago. Por mucho
empeño que puso en despistarlos ellos le encontraban siempre. Malditos huargen
y su olfato. - He oído que está muerto...
- Es cierto. Ya no debes preocuparte por más cobradores de tu
deudas.
- Salvo que su sucesor opine lo contrario.
- No lo hace. Yo he tomado el mando.
- ¿Tú?- El mago miró incrédulo al mercenario. - ¿Cómo diablos
se te ocurre chico? Esa banda de asesinos y mala gente... Deberías haber
aprovechado para poner tierra de por medio entre esa gente y tu.
- No. Tengo otros planes para ellos. Y quiero que tú me
ayudes con ello.
El mago se quedó en silencio analizando al pelirrojo. Pese a
haber sido endeudado y cobrador compartían un vínculo que podía llamarse
amistad. Si la amistad existía en el mudo del subterfugio.
- ¿Que tienes pensado?
- Una compañía de mercenarios.
- ¿Quienes?
-Todos.
-¿Todos ellos?
-Sí.
-Estás loco.
-Puede. ¿Me ayudarás?
- ¿A cavar tu propia tumba? ¿A ver como tus propios hombres
te matan? ¿A ver como la desesperación te lleva hasta la locura por intentar
que los tipos más brutos de Azeroth se conviertan en niñitas obedientes?
- Sí, eso, más o menos.
- Pues claro. - salieron fuera de la taberna, dónde Cedric
cambió su aspecto al de un hombre joven, rubio y atractivo. - La muerte de
Quincy debe haber dejado un vacío de poder, uno MUY GRAN vacío de poder. Me
necesitarás para mantener las cosas bajo control.
Brandon asintió.
- La red de Quincy era enorme e incluía en ella varios tipos
con dominio sobre la magia y lo arcano. Quiero que seas tú quien los controle. Localízalos,
únelos bajo el estandarte de mi compañía mercenaria. Confío en ti para esta
tarea.
- Por supuesto. Esto... ¿Ahora debo llamarte jefe? - preguntó
el hechicero cambiaformas.
- No estaría mal- Rió Brandon.
Escrito por: Vandante