miércoles, 15 de abril de 2015

Diario de reclutamiento: Los asesinos

A Brandon le gustaba oír el repiquetear de las gotas sobre los adoquines de las embarradas calles del Casco Antiguo de Ventormenta. Era una melodía dulce que apaciguaba el ajetreado escándalo que solía predominar en la capital. Era pasada medianoche y no había nadie en la calle. Tras las ventanas cerradas, los ciudadanos ignoraban a las ratas y mendigos que buscaban resguardo de la lluvia bajo cualquier porche o agujero.

Avanzó a buen paso por las callejuelas, seguro de dónde iba y preparado para lo que se encontraría. Llamó a una puerta de madera oscura que quedaba parcialmente oculta en una esquina de un callejón sin salida, la entrada a la Ratonera. La Ratonera era un tugurio maloliente adecuado para simular una taberna, dónde aquellos que ejercían la profesión del espionaje y el asesinato podían descansar con relativa seguridad. Un antro dónde emborracharse entre trabajo y trabajo.

Un pandaren de mirada hosca abrió una ventanilla en la puerta que quedaba a la altura de los ojos y le miró entrecerrando los párpados. No dijo nada, pero Brandon habló de todos modos.

- Cuchillos sin filo. -dijo en voz de queda. La contraseña para entrar a la Ratonera.

El pandaren cerró la ventanilla y Brandon oyó como se abrían numerosos cerrojos. Un instante después la puerta se abría frente a él y el gorila se echaba a un lado, no sin antes recibir su moneda de plata de peaje.

El mercenario entró, atravesó el túnel sin luz y bajó las escaleras lo más sigilosamente que pudo. Cuando vio que los escalones se terminaban, se retiró la capucha revelando su pelo y barba rojo anaranjado así como el parche del ojo, que hoy llevaba en el ojo derecho. Entró en la sala de tenue iluminación y se dirigió con paso seguro a la barra. Galileo Montoya, el dueño de la Ratonera, había encontrado una caverna olvidada de las cloacas de Ventormenta y la había convertido en el centro neurálgico de la sociedad criminal de la ciudad humana. El entarimado de madera del suelo ocultaba la roca oscura que se extendía y subía hasta formar las paredes de la sala. En el techo de la caverna había una enorme cúpula con lámparas de araña robadas que iluminaban la estancia junto a las antorchas y velas que llenaban el lugar.

Pese a que ninguno de los parroquianos se giró para ver al recién llegado, Brandon estaba seguro que prácticamente todos le estaban observando de reojo. Allí estaba concentrada la flor y la nata del mundo del subterfugio: Ghan Filopresto, Morbrad Acechagris, Cirso Gnarts y hasta Harry Tres Sangres se había pasado esa noche por el local. Brandon reconoció a muchos que habían pertenecido a la banda de Quincy. Tras la muerte del jefe no pudo evitar que se produjera una cierta desbandada y los asesinos no destacaban por su carácter leal.

Pero si quería recomponer la banda en forma de compañía de mercenarios necesitaría a los asesinos.

Posando una moneda de plata sobre la barra el mercenario mandó una orden silenciosa al camarero para que le sirviera una jarra. Cuando se la trajo dejó caer otra moneda cerca de su mano, la señal de que buscaba información. Las veloces manos del camarero se apresuraron a recoger la propina y miró al pelirrojo esperando que formulara su pregunta.

-¿Dónde está Raúl? - inquirió en medio susurro.

El camarero no respondió, no verbalmente, pero hizo un movimiento de cabeza señalando en dirección a un rincón de la sala y acto seguido se volvió a servir a más clientes. Brandon se tomó un momento para beberse la jarra. Había sabido que Raúl se había hecho con el control de la mayoría de asesinos que trabajaban para Quincy, si los quería de vuelta tendría que lidiar con él. No esperaba que fuera fácil ni siquiera que fuera seguro pero estaba preparado. Y por si las cosas se torcieran sus armas estaban impregnadas con el veneno que le había dado Rheddy unas horas antes.

Terminó la jarra y se volvió en dirección al rincón señalado por el camarero. Desde allí le dirigieron unas miradas hoscas unas sombrías figuras que Brandon reconoció como parte de los asesinos de la banda. Lentamente se acercó pero antes de llegar se levantaron un par de matones, anchos como bueyes, de una mesa cercana para cortarle el paso. Brandon se preparó para alcanzar sus armas rápidamente si fuera necesario.

- ¡Dejad pasar al cachorro! - Dijo una voz grave detrás de los matones. Estos obedecieron y volvieron a sus respectivas mesas.

El mercenario avanzó no sin obligarse a esbozar una sonrisa en el rostro. Miró al hombre dueño de la voz grave y le examinó metódicamente. Raúl no había cambiado nada, quizás solo aumentado su aura de maldad. El pelo negro le caía por el rostro lleno de cicatrices y una barba mal cuidada le convertía en un ser poco agraciado. Era un hombre robusto y grande que, pese a parecer un matón corto de luces, poseía una astucia que le convertía en un peligroso enemigo. Y por supuesto era un experto asesino.

- Pero mira quien se arrastra hasta la ratonera... el perro de Brandon McAllan - dijo Raúl a los compinches que le rodeaban. Estaban sentados a su alrededor, todos buscando el favor de aquel que se había hecho con el mando- ¿Qué es lo que quieres perro? ¿Cómo te atreves a bajar aquí después de lo que hiciste?

- ¿Hacer qué, Raúl? He estado algo ocupado últimamente... al cargo de la banda...

El asesino profirió una sonora carcajada a la que sus compinches no tardaron a unirse.

- Sí... Ya he oído esa mentira antes. - Raúl tomó un trago de cerveza y escupió al suelo.- Matas al gordinflón de Quincy y dices hacerte con el negocio... Chaval... Una sabandija como tú no está preparada para hacerse cargo de semejante cotarro. No deberías haber salido del cenagal al que te enviaron.

Brandon ignoró el quejido del matón al que le arrebató la cerveza y tomó un trago.

- Tras la muerte del jefe no tardaste demasiado en tomar el control de sus agentes asesinos. Ahora la mayor parte de ellos te siguen... hacia el desastre... - hizo una pausa para beber y examinó los rostros de los secuaces de Raúl por si reaccionaban de algún modo. - No estás hecho para estar al mando Raúl. Eres un buen asesino y muy listo, pero hace falta más que eso para dirigir el negocio como lo hacía Quincy. No tienes la visión de futuro que tenemos otros...

El asesino rió de nuevo, esta vez su risa sonó más forzada y en seguida respondió al insulto.

- Visión de futuro dices... Dudo de que tengas incluso futuro alguno. Tendrás suerte si sales de aquí con vida... Escúchame bien renacuajo. Yo formé parte de la banda de Quincy desde sus inicios. Fui uno de sus oficiales de mayor rango. Cumplí las ordenes del gordinflón mientras me interesó, pero ahora que está muerto nada me ata a ti o a tu patético intento de banda. Aunque consiguieras reunir los pedazos de la antigua banda no será lo mismo. Y por supuesto no voy a aceptar ordenes de alguien como tú.

- No te recomiendo abandonar ahora. Las cosas están a punto de cambiar y mucho. Se avecina algo grande y creo que os interesa a todos estar bien resguardados. No os voy a mentir. - Brandon se dirigía a todos los asesinos de su antigua banda, quienes escuchaban atentamente. - Necesito a los asesinos si quiero que la banda resurja y llegue a buen puerto. Solos cada uno por su lado no conseguiremos nada, juntos lo podemos conseguir todo...

- Tú mismo reconoces tu ineptitud. - le cortó Raúl. - Ninguno de nosotros volverá a formar parte de la banda. Y esta es mi última palabra. - se dirigió a sus compinches. - Chicos dadle una paliza y sacadlo de mi vist...

Antes de que pudiera terminar la frase, Brandon se había abalanzado sobre él, esquivando los guardias que salieron a interceptarle. Con un salto se subió a la mesa mientras desenfundaba las dagas recubiertas del veneno de Rheddy. Raúl se lo había visto venir durante toda la conversación y también estaba listo, con sus propias armas desenfundadas.

- Supongo que ya recuerdas lo que hacía Quincy con los desertores... - dijo el mercenario saltando hacia delante.

El combate sería corto. Brandon suponía que las armas de Raúl también tendrían aplicadas un veneno, por lo que aquel que recibiera el primer corte estaría muerto. Y por otra parte los secuaces del asesino no tardarían en unirse a la pelea. Tenía poco tiempo si quería liquidar la fuente de sus problemas. Con Raúl muerto, los asesinos se desperdigarían de nuevo y él podría reunirlos bajo su bandera mercenaria.

El pelirrojo fue el primero en atacar, tratando de cortar el cuerpo del asesino. Las dagas de ambos chocaron. Empezó un baile de cortes  esquivados y fintas en la que ambos buscaban el cuerpo enemigo, tratando de mantener el propio lejos del filo rival. Un par de matones trataron de coger al mercenario pero este se libró de ellos fácilmente y les utilizó para impulsarse de vuelta a Raúl. Éste lo esquivó y le propinó un golpe que le tumbó de espaldas al suelo. El asesino no perdió tiempo y se lanzó contra Brandon, quien milagrosamente pudo detener el ataque enemigo cogiéndole las muñecas. Forcejearon en esa posición pero poco a poco las dagas del asesino se acercaban al cuello mercenario.

Entonces Brandon transformó su cuerpo en el de un huargen y su fuerza y su tamaño incrementó. Arrojó al asesinó lejos de un zarpazo y se deshizo de los secuaces que venían a por él. Recuperó una de sus dagas y se volvió de nuevo a Raúl. Pero éste había saltado y se encontraba en medio de un vuelo hacia él con su arma apuntando al corazón. Con los reflejos aumentados, la bestia se apartó a un lado y colocó la daga dispuesta a cortar al enemigo. El mismo impulso del asesino fue lo que le hizo desgarrarse el cuello.

El silencio se adueñó por un instante de la sala. Brandon recuperó su forma humana así como su segunda arma y observó a su alrededor. Los parroquianos seguían a lo suyo y no intervendrían pero los secuaces más próximos a Raúl habían empuñado las armas y aún no las bajaban. Muerto su líder por segunda vez en poco tiempo la mayoría de los asesinos se encontraban confusos.

- Tú... ¡Maldito! - Exclamó uno de los hombres de confianza de Raúl corriendo hacia él para clavarle su puñal.

- ¡BASTA!

Una voz retumbó entre las paredes de la caverna deteniendo el avance del airado secuaz. Entre las filas de curiosos que presenciaban la escena se abrió paso un hombre alto y canoso pero aún fuerte y robusto. Galileo Montoya, antiguo asesino de renombre y dueño de la Ratonera era un hombre que se hacía escuchar.

- ¿Qué diablos ocurre aquí? - Con un rápido vistazo miró a Brandon, sus armas, el cuerpo de Raúl y el secuaz que había intentado atacar al mercenario. Su vista se posó de nuevo en el pelirrojo. - Tú... He oído hablar de ti... has causado más problemas de los que crees. Y por si no bastara ahora vienes a mi casa y rompes mis reglas. ¿Crees que la contraseña de la entrada son solo palabras bonitas? Al entrar aquí juráis cesar el derramamiento de sangre para descansar y tomaros un descanso.

- Lo sé. - Respondió Brandon manteniendo el tipo ante el legendario asesino retirado. -Esperaba no tener que recurrir a esta opción pero no me dejó alternativa.

- Bah... Sabes perfectamente a lo que venias. Sí has terminado de manchar el lugar con tus despojos vete. Y no vuelvas a aparecer por aquí - Dijo eso y se dio media vuelta para volver a su despacho.

Mientras se ibael veterano y el corro de observadores se dispersaba, Brandon se fijó en una figura que quedaba al lado de la puerta. Esbozó una sonrisa y se dirigió hacia él.

- ¿Lo has alertado tú?

- Bueno chaval... Armabais un buen escándalo. Yo solo hice notar que a los clientes nos gusta tomarnos las pintas en paz. - Contestó sonriente Rheddy, el gnomo asesino.

- Su intromisión me ha salvado el pellejo. Si llegan a echárseme todos encima no lo llego a contar. - Empezó a subir las escaleras con su contacto al lado.

- No has conseguido lo que venías a hacer. Tu plan para volverlos a todos mercenarios... No creo que vayas a convencerlos así.

- Tenía que librarles del influjo de Raúl. Ahora volverán a desperdigarse y trabajar por libre. - Brandon hizo un movimiento con la mano para apaciguar al gnomo que ya empezaba a protestar por el aumento de competencia en el negocio. - Estarán libres, pero no durante mucho tiempo. Dejemos que pase un tiempo, entonces se les presentará un nuevo líder, uno al que aceptarán por ser uno de los suyos. Uno que les conduzca por el buen camino.

- ¿En quién has pensado?

Brandon miró de reojo a Rheddy, pero este se hizo el desentendido.

- Oh, venga ya... Sabes que estás hecho a medida para el cargo. Como líder de los asesinos de la compañía podrás controlar el negocio desde la cúspide, saber de mano que ocurre en todo momento. - El pelirrojo calló un momento ante la sonora carcajada del gnomo. - Una proeza así solo la confiaría a alguien como tú...

- Creo que te equivocas, chico. Una tarea como esta es más propia del viejo Galileo. - El gnomo calló por un instante. - Pero pensaré en lo que me dices. No prometo nada pero ya te diré algo.


- Bien. - Asintió Brandon mientras salían al exterior. - Sé que lo harás.


                                                                               Escrito por Vandante