jueves, 23 de abril de 2015

Diario de reclutamiento: El baile

Lady Nesma Meziere era un buen partido, pensó el joven Lord Calligan. Había llegado hace unos años a Ventormenta, llegada desde su residencia en el campo dónde se había criado con una refinada educación. La joven se había mostrado tímida al principio pero pronto había aprendido los tejemanejes de la corte y era una activa partícipe de los bailes que organizaban las casas nobles del reino.

Huérfana de pequeña, había crecido bajo el amparo de su tío y había heredado su fortuna cuando éste falleció por enfermedad. Calligan la observó con ojos hambrientos. Su tierna e inocente apariencia le daba un atractivo extra a su ingente fortuna, desprotegida ante los encantos de pretendientes como él.

Ahora mismo se encontraba al otro lado del salón de baile de la mansión O’Dain. Los O’Dain eran nobles gilneanos que se habían asentado en Ventormenta recientemente y trataban de hacerse un hueco en la corte con bailes y fiestas. Sin embargo su casa mantenía la decoración típica de una casa de su reino de origen. El noble se movió con cautela por la sala, dando un rodeo para que su presa no lo viera venir.

Lady Nesma se encontraba rodeada de otras nobles y adineradas señoras de la corte, uno de los círculos que se formaban para cuchichear elegantemente sobre los chismes más vergonzosos de la corte. Lady Nesma era una habitual del círculo de Lady Leproux, una mujer de la que Calligan había aprendido a mantenerse alejado… por las malas.

     - Si me disculpan, damiselas. –dijo el galán pasando una rápida mirada por el resto de señoras del corro para luego volver su vista a su presa. - ¿Querría Lady Meziere concederme el siguiente baile?

     - Es usted muy gentil Lord Calligan. Pero seguro que hay otras damas que estarán agradecidas de contentarle. – intervino la gallina madre para proteger a su cría.

     - Sólo quiero la oportunidad de honrar a nuestros anfitriones gilneanos con un baile al estilo Ventormentino. Y en mi opinión Lady Meziere es la bailarina perfecta para tal cometido. – Calligan volvió sus ojos desafiante hacia lady Leproux. – A menos que quiera disputarse ese título, Lady Leproux.

La noble no cambió la sonrisa de su rostro pero un destello de ira cruzó sus ojos.

     - Gracias por su preocupación Lady Leproux. Pero el caso es que me apetece bailar y no querría ofender a nuestros anfitriones alno aprovechar la preciosa sala que nos han preparado. – hizo un asentimiento de reconocimiento a Lady O’Dain sentada junto a Lady Leproux. – Lord Calligan ha sido muy amable al pedirme para bailar.

Reprimiendo una sonrisa voraz el noble se llevó a la joven hasta el borde de la pista de baile. Cuando sonó la siguiente canción se adentraron junto a otras parejas con largos vestidos y apretados trajes a dar vueltas sobre el entarimado de madera.  Calligan no había mentido al alagar la habilidad de Lady Nesma como bailarina. Los movimientos encantadoramente hipnóticos por su sencillez y dulzura hacía con los que se movía arrebataban miradas celosas de los otros nobles de la sala.

Sin perder tiempo el galán se dispuso a encandilar a la joven bailarina. Primero la alagó, comentó sus dotes y habilidades e hizo que se sintiera más cómoda a su lado. Trató de llevar la conversación a temas en los que ella se sintiera segura hablando. No mencionó su tío o su fortuna si no que habló de chismes, cotilleos y los vestidos que habían traído las otras nobles. Calligan sabía que algunas nobles aparentaban ser más estúpidas de lo que eran para que las subestimaran, pero mirando los inocentes ojos de la joven se convenció de que este no era el caso. La pureza de la criatura encendía en el noble unos instintos salvajes que le instaban a poseerla.

Cuando los músicos pararon de tocar la joven le dio las gracias y se dispuso a volver junto a sus amigas pero él la detuvo agarrándola por el brazo y se la llevó a parte junto a un ventanal que daba al balcón. Lady Nesma no podía resistirse sin montar un escándalo, algo totalmente impropio de una dama de la corte.

     - No se retire aún, Lady Meziere. Su conversación es muy interesante. Cuénteme más acerca de ese escándalo del que me hablaba. – El galán asentía sin escuchar a lo que le respondía la joven. En su cabeza estaba absorto pensando en sus próximos pasos. Si conseguía adueñarse de la fortuna de la chica, tanto su estatus como sus propiedades crecerían exponencialmente. Perdido en sus pensamientos no se dio cuenta que un mayordomo se acercó con una bandeja.

     - ¿Canapés, Milord, Milady? – ofreció el mayordomo pelirrojo.

Calligan estuvo a punto de echar a patadas al mayordomo pero se contuvo.

     - ¿Tiene hambre Lady Nesma? Puedo llamarla Lady Nesma, ¿verdad?

     - Yo… No tengo hambre ahora mismo.

     - Bien, - se volvió hacia el sirviente.- entonces tráenos champagne de Villanorte. Estaremos en el balcón.

     - Por supuesto, Milord. – Asintió el mayordomo.

Sin darle tiempo a reaccionar, llevó a la joven al balcón, dejando atrás el ruido de las conversaciones y consiguiendo un poco de privacidad gracias a las gruesas cortinas.

Calligan se colocó entre la noble y la salida, un mensaje oculto de que no tenía sitio dónde huir. Ella se sentó en la barandilla, algo turbada por la actitud de su pretendiente.

     - Hace una noche preciosa como para quedarnos encerrados dentro, ¿No cree?

     - Sí. Hoy se ven muchas estrellas.

     - Y ninguna brilla como lo hace usted…

     - ¿Cómo dice?

El mayordomo volvió con dos copas de champagne en una bandeja y las ofreció a ambos nobles. Calligan tomó la suya y dio un largo trago, cogiendo fuerzas, mientras que Lady Nesma sólo tomó un sorbo apartando la mirada del hombre. En cuanto el mayordomo se volvió dentro el noble pasó al ataque.

Lanzó su copa al jardín bajo el balcón y se abalanzó sobre la joven. La agarró por las muñecas y apretó sus labios contra los de la noble. Ella hizo una mueca de disgusto apartándose y tratando de liberarse.

     - Lord Calligan, ¿Qué hace? ¡Apartese!

El noble no se apartó. Si conseguía dejar embarazada a la chica ya tendría su vida solucionada. Pues o bien se vería obligada a casarse con él para evitar el escándalo o podría quitarle el dinero mediante chantajes. Además, el elemento que perfeccionaba su plan era el poder probar las dulces carnes de Lady Nesma, tan jugosa y apetecible…

Un pinchazo le apartó de sus pensamientos.

Lady Nesma Meziere vio como Lord Calligan caía primero de rodillas y luego bocaarriba con una mancha roja creciente en su vientre.

     - Eres tan impaciente como siempre, Eli – dijo una voz tras el noble agónico. Lady Nesma miró como el mayordomo traía una mesa de largos manteles y la miraba tanto a ella como al noble. – Un momento más y su muerte habría parecido más natural, ¿ves? – El mayordomo señaló como el noble moribundo se agarraba el cuello como si se ahogara pese a que su herida estaba en el vientre. Se dio cuenta de que tampoco había gritado, como tampoco lo había hecho el mayordomo que ahora colocaba la mesa sobre el cadáver, ocultándolo con los largos manteles. Se fijo bien en el hombre pelirrojo.

     - ¿Quién er…? ¿Brandon? ¿Eres tú?

     - Ha pasado tiempo, pero no esperaba que tardases tanto en reconocerme, Eli.

     - ¿Quién machucos esperas que te reconozca vestido de estirado canapé de bajo rio? – contestó la noble con un perfecto argot de los bajos fondos de Gilneas mientras soltaba una sonora carcajada. - ¿Qué diablos se te pierde aquí, aparte de matar mis acosadores? ¿Era veneno por cierto? – Dijo mirando de nuevo su copa.

     - Sí, pero no te preocupes, sólo en su copa. – Decía mientras se colocaba el parche. – He venido a verte a ti Elisabeth.

     - Me he enterado de que ahora tú dices estar al mando del negocio de Quincy.

     - Así es. Más o menos. La misma gente pero con distintos objetivos.

     - ¿Vas a ser el nuevo “capo” al que todos van a temer? – preguntó sarcástica Elisabeth Lobet, también conocida como Lady Nesma Meziere.

     - No exactamente. Escúchame antes de sacar tus propias conclusiones. A veces piensas demasiado rápido. – dijo mientras le servía otra copa. – Ahora mismo todos los delincuentes de la banda de Quincy están dispersos, repartiendo el mal… Un mal que recae sobre los que son como éramos nosotros… Lo recuerdas ¿verdad?

     - Perfectamente. – contestó secamente. La ahora joven y guapa noble no había sido siempre así. Ella nació en las calles de los barrios bajos de Gilneas y creció junto a Brandon y sus hermanos, compartiendo desgracias y siendo criados por el mismo mafioso. Hasta tuvo una relación con el hermano pequeño de Brandon, Rob. Pero mientras los hermanos fueron entrenados en combate y saqueo, la ladronzuela fue entrenada en el arte del teatro. La educaron para aparentar, engañar y timar. Los papeles que creaba eran tan realistas que convencía al más incrédulo de lo que ella quisiera. Era una experta manipuladora.

     - Quiero evitar que sucedan cosas así si fuera posible. Matar a todos los hombres de Quincy daría demasiado trabajo y a la larga no sería beneficioso pues siempre habría más y más. En cambio pienso unirlos bajo una compañía mercenaria, reconvertirlos en hombres y mujeres de provecho…

     - ¿Y has decidido empezar por mí?  Bran… Mírame… - La joven estaba sentada en la barandilla y se cruzó de piernas con un movimiento provocativo.  El mercenario tuvo que reconocer que había crecido para convertirse en una mujer muy atractiva, pero le faltaba el carácter de Cath para que pudiera gustarle. – Soy una joven noble con posibles. Rica y con pretendientes detrás de mí. Dime porque debería apoyarte en tu descabellada cruzada a la locura.

     - Oh, no te pido que empuñes una espada y me sigas a empalar orcos. Necesito tu ayuda, pero de otro modo. – La joven alzó una ceja curiosa. – Lo que voy a hacer no es fácil. Sé que tengo enemigos por doquier. Puedo encargarme de asesinos y bandas rivales sin problema. Pero si el gobierno declara que la compañía y sus integrantes son delincuentes…

     - Que lo son – interrumpió Eli.

     - No por mucho tiempo. Si los declaran como tal todo se irá al garete. Unir a todos los maleantes Eli, para que las calles sean un poco más seguras.

     - ¿No sería mejor meterlos a todos en el agujero?

     - No. Eso no acabaría con ellos. Otros aparecerían ocupando su lugar. En cambio si los convierto en un símbolo, en algo que represente un cambio para ese tipo de personas…

     - Veo lo que quieres decir. – Dijo la noble al cabo de un rato. - ¿Y que quieres de mí?

     - Debes ser nuestro contacto en las altas esferas. Consíguenos mecenazgo, aplaca las dudas sobre nuestra conducta, haznos buena publicidad. Sin tu ayuda no duraremos mucho.

La joven meditó un instante sobre el negocio que le proponía su amigo de la infancia.

     - No se… Brandon. Te ayudaré lo que pueda. Pero no dejaré que me salpiques. Si te hundes lo harás tu sólo.

     - No va a haber ningún hundimiento, Eli. Solo gloria y fortuna nos espera de aquí en adelante.


     - Eso espero, Bran. Necesito más vestidos para el próximo baile.
                                                                                Escrito por: Vandante