Lady Nesma Meziere era un buen partido, pensó el joven Lord
Calligan. Había llegado hace unos años a Ventormenta, llegada desde su
residencia en el campo dónde se había criado con una refinada educación. La
joven se había mostrado tímida al principio pero pronto había aprendido los
tejemanejes de la corte y era una activa partícipe de los bailes que
organizaban las casas nobles del reino.
Huérfana de pequeña, había crecido bajo el amparo de su tío y
había heredado su fortuna cuando éste falleció por enfermedad. Calligan la
observó con ojos hambrientos. Su tierna e inocente apariencia le daba un
atractivo extra a su ingente fortuna, desprotegida ante los encantos de
pretendientes como él.
Ahora mismo se encontraba al otro lado del salón de baile de
la mansión O’Dain. Los O’Dain eran nobles gilneanos que se habían asentado en
Ventormenta recientemente y trataban de hacerse un hueco en la corte con bailes
y fiestas. Sin embargo su casa mantenía la decoración típica de una casa de su
reino de origen. El noble se movió con cautela por la sala, dando un rodeo para
que su presa no lo viera venir.
Lady Nesma se encontraba rodeada de otras nobles y adineradas
señoras de la corte, uno de los círculos que se formaban para cuchichear elegantemente
sobre los chismes más vergonzosos de la corte. Lady Nesma era una habitual del
círculo de Lady Leproux, una mujer de la que Calligan había aprendido a
mantenerse alejado… por las malas.
- Si me disculpan, damiselas. –dijo el galán pasando una
rápida mirada por el resto de señoras del corro para luego volver su vista a su
presa. - ¿Querría Lady Meziere concederme el siguiente baile?
- Es usted muy gentil Lord Calligan. Pero seguro que hay
otras damas que estarán agradecidas de contentarle. – intervino la gallina
madre para proteger a su cría.
- Sólo quiero la oportunidad de honrar a nuestros
anfitriones gilneanos con un baile al estilo Ventormentino. Y en mi opinión
Lady Meziere es la bailarina perfecta para tal cometido. – Calligan volvió sus
ojos desafiante hacia lady Leproux. – A menos que quiera disputarse ese título,
Lady Leproux.
La noble no cambió la sonrisa de su rostro pero un destello
de ira cruzó sus ojos.
- Gracias por su preocupación Lady Leproux. Pero el caso
es que me apetece bailar y no querría ofender a nuestros anfitriones alno
aprovechar la preciosa sala que nos han preparado. – hizo un asentimiento de
reconocimiento a Lady O’Dain sentada junto a Lady Leproux. – Lord Calligan ha
sido muy amable al pedirme para bailar.
Reprimiendo una sonrisa voraz el noble se llevó a la joven
hasta el borde de la pista de baile. Cuando sonó la siguiente canción se
adentraron junto a otras parejas con largos vestidos y apretados trajes a dar
vueltas sobre el entarimado de madera. Calligan no había mentido al alagar la
habilidad de Lady Nesma como bailarina. Los movimientos encantadoramente
hipnóticos por su sencillez y dulzura hacía con los que se movía arrebataban
miradas celosas de los otros nobles de la sala.
Sin perder tiempo el galán se dispuso a encandilar a la joven
bailarina. Primero la alagó, comentó sus dotes y habilidades e hizo que se
sintiera más cómoda a su lado. Trató de llevar la conversación a temas en los
que ella se sintiera segura hablando. No mencionó su tío o su fortuna si no que
habló de chismes, cotilleos y los vestidos que habían traído las otras nobles.
Calligan sabía que algunas nobles aparentaban ser más estúpidas de lo que eran
para que las subestimaran, pero mirando los inocentes ojos de la joven se
convenció de que este no era el caso. La pureza de la criatura encendía en el
noble unos instintos salvajes que le instaban a poseerla.
Cuando los músicos pararon de tocar la joven le dio las
gracias y se dispuso a volver junto a sus amigas pero él la detuvo agarrándola
por el brazo y se la llevó a parte junto a un ventanal que daba al balcón. Lady
Nesma no podía resistirse sin montar un escándalo, algo totalmente impropio de
una dama de la corte.
- No se retire aún, Lady Meziere. Su conversación es muy
interesante. Cuénteme más acerca de ese escándalo del que me hablaba. – El
galán asentía sin escuchar a lo que le respondía la joven. En su cabeza estaba
absorto pensando en sus próximos pasos. Si conseguía adueñarse de la fortuna de
la chica, tanto su estatus como sus propiedades crecerían exponencialmente.
Perdido en sus pensamientos no se dio cuenta que un mayordomo se acercó con una
bandeja.
- ¿Canapés, Milord, Milady? – ofreció el mayordomo
pelirrojo.
Calligan estuvo a punto de echar a patadas al mayordomo pero
se contuvo.
- ¿Tiene hambre Lady Nesma? Puedo llamarla Lady Nesma,
¿verdad?
- Yo… No tengo hambre ahora mismo.
- Bien, - se volvió hacia el sirviente.- entonces
tráenos champagne de Villanorte. Estaremos en el balcón.
- Por supuesto, Milord. – Asintió el mayordomo.
Sin darle tiempo a reaccionar, llevó a la joven al balcón,
dejando atrás el ruido de las conversaciones y consiguiendo un poco de
privacidad gracias a las gruesas cortinas.
Calligan se colocó entre la noble y la salida, un mensaje
oculto de que no tenía sitio dónde huir. Ella se sentó en la barandilla, algo
turbada por la actitud de su pretendiente.
- Hace una noche preciosa como para quedarnos encerrados
dentro, ¿No cree?
- Sí. Hoy se ven muchas estrellas.
- Y ninguna brilla como lo hace usted…
- ¿Cómo dice?
El mayordomo volvió con dos copas de champagne en una bandeja
y las ofreció a ambos nobles. Calligan tomó la suya y dio un largo trago,
cogiendo fuerzas, mientras que Lady Nesma sólo tomó un sorbo apartando la
mirada del hombre. En cuanto el mayordomo se volvió dentro el noble pasó al
ataque.
Lanzó su copa al jardín bajo el balcón y se abalanzó sobre la
joven. La agarró por las muñecas y apretó sus labios contra los de la noble.
Ella hizo una mueca de disgusto apartándose y tratando de liberarse.
- Lord Calligan, ¿Qué hace? ¡Apartese!
El noble no se apartó. Si conseguía dejar embarazada a la
chica ya tendría su vida solucionada. Pues o bien se vería obligada a casarse
con él para evitar el escándalo o podría quitarle el dinero mediante chantajes.
Además, el elemento que perfeccionaba su plan era el poder probar las dulces
carnes de Lady Nesma, tan jugosa y apetecible…
Un pinchazo le apartó de sus pensamientos.
Lady Nesma Meziere vio como Lord Calligan caía primero de
rodillas y luego bocaarriba con una mancha roja creciente en su vientre.
- Eres tan impaciente como siempre, Eli – dijo una voz
tras el noble agónico. Lady Nesma miró como el mayordomo traía una mesa de
largos manteles y la miraba tanto a ella como al noble. – Un momento más y su
muerte habría parecido más natural, ¿ves? – El mayordomo señaló como el noble
moribundo se agarraba el cuello como si se ahogara pese a que su herida estaba
en el vientre. Se dio cuenta de que tampoco había gritado, como tampoco lo
había hecho el mayordomo que ahora colocaba la mesa sobre el cadáver,
ocultándolo con los largos manteles. Se fijo bien en el hombre pelirrojo.
- ¿Quién er…? ¿Brandon? ¿Eres tú?
- Ha pasado tiempo, pero no esperaba que tardases tanto
en reconocerme, Eli.
- ¿Quién machucos esperas que te reconozca vestido de
estirado canapé de bajo rio? – contestó la noble con un perfecto argot de los
bajos fondos de Gilneas mientras soltaba una sonora carcajada. - ¿Qué diablos
se te pierde aquí, aparte de matar mis acosadores? ¿Era veneno por cierto? –
Dijo mirando de nuevo su copa.
- Sí, pero no te preocupes, sólo en su copa. – Decía
mientras se colocaba el parche. – He venido a verte a ti Elisabeth.
- Me he enterado de que ahora tú dices estar al mando
del negocio de Quincy.
- Así es. Más o menos. La misma gente pero con distintos
objetivos.
- ¿Vas a ser el nuevo “capo” al que todos van a temer? –
preguntó sarcástica Elisabeth Lobet, también conocida como Lady Nesma Meziere.
- No exactamente. Escúchame antes de sacar tus propias
conclusiones. A veces piensas demasiado rápido. – dijo mientras le servía otra
copa. – Ahora mismo todos los delincuentes de la banda de Quincy están
dispersos, repartiendo el mal… Un mal que recae sobre los que son como éramos
nosotros… Lo recuerdas ¿verdad?
- Perfectamente. – contestó secamente. La ahora joven y
guapa noble no había sido siempre así. Ella nació en las calles de los barrios
bajos de Gilneas y creció junto a Brandon y sus hermanos, compartiendo
desgracias y siendo criados por el mismo mafioso. Hasta tuvo una relación con
el hermano pequeño de Brandon, Rob. Pero mientras los hermanos fueron
entrenados en combate y saqueo, la ladronzuela fue entrenada en el arte del
teatro. La educaron para aparentar, engañar y timar. Los papeles que creaba
eran tan realistas que convencía al más incrédulo de lo que ella quisiera. Era
una experta manipuladora.
- Quiero evitar que sucedan cosas así si fuera posible.
Matar a todos los hombres de Quincy daría demasiado trabajo y a la larga no
sería beneficioso pues siempre habría más y más. En cambio pienso unirlos bajo una
compañía mercenaria, reconvertirlos en hombres y mujeres de provecho…
- ¿Y has decidido empezar por mí? Bran… Mírame… - La joven estaba sentada en la
barandilla y se cruzó de piernas con un movimiento provocativo. El mercenario tuvo que reconocer que había
crecido para convertirse en una mujer muy atractiva, pero le faltaba el
carácter de Cath para que pudiera gustarle. – Soy una joven noble con posibles.
Rica y con pretendientes detrás de mí. Dime porque debería apoyarte en tu
descabellada cruzada a la locura.
- Oh, no te pido que empuñes una espada y me sigas a
empalar orcos. Necesito tu ayuda, pero de otro modo. – La joven alzó una ceja
curiosa. – Lo que voy a hacer no es fácil. Sé que tengo enemigos por doquier.
Puedo encargarme de asesinos y bandas rivales sin problema. Pero si el gobierno
declara que la compañía y sus integrantes son delincuentes…
- Que lo son – interrumpió Eli.
- No por mucho tiempo. Si los declaran como tal todo se
irá al garete. Unir a todos los maleantes Eli, para que las calles sean un poco
más seguras.
- ¿No sería mejor meterlos a todos en el agujero?
- No. Eso no acabaría con ellos. Otros aparecerían
ocupando su lugar. En cambio si los convierto en un símbolo, en algo que
represente un cambio para ese tipo de personas…
- Veo lo que quieres decir. – Dijo la noble al cabo de
un rato. - ¿Y que quieres de mí?
- Debes ser nuestro contacto en las altas esferas. Consíguenos
mecenazgo, aplaca las dudas sobre nuestra conducta, haznos buena publicidad.
Sin tu ayuda no duraremos mucho.
La joven meditó un instante sobre el negocio que le proponía
su amigo de la infancia.
- No se… Brandon. Te ayudaré lo que pueda. Pero no
dejaré que me salpiques. Si te hundes lo harás tu sólo.
- No va a haber ningún hundimiento, Eli. Solo gloria y
fortuna nos espera de aquí en adelante.
- Eso espero, Bran. Necesito más vestidos para el
próximo baile.
Escrito por: Vandante