Hacía ya horas que la noche había
arropado aquellas tierras, sin embargo, en aquel sombrío bosque la
oscuridad permanecía indemne sin albergar siquiera un atisbo de luz
en todo el día. Las hojas de los arboles se agitaban por la calurosa
brisa, que acompañaba el aire con el característico tintineo que
producían los numerosos artefactos y objetos que aquella majestuosa
raza de pájaros humanoides colgaban entre las ramas de los mismos.
Ruuan el vidente no dejaba de dibujar círculos en la tierra,
círculos que para otro ser quizás no tendría significado alguno,
pero para él era su futuro, el futuro de toda su raza. Faltaban
pocos minutos para la medianoche, y aunque los preparativos ya
estaban listos, el resto del consejo no había llegado. El arakkoa agitó la cabeza nervioso mientras se apresuraba a terminar el
principio de lo que conllevaría el ritual.
Las frondosas ramas se agitaron
compulsivamente mientras eran apartadas por el resto del grupo de
arakkoas que componían el consejo. Los tres arakkoas se reunieron en
silencio alrededor del círculo, esperando que Ruuan terminara de
ultimar los detalles del conjuro.
-El ritual está....listo ¡Gruuak!-
susurró el vidente alterado e impaciente por los hechos que
ocurrirían a continuación.
-¿Qué has visto esta vez
vidente?-preguntó con un profundo tono Kurekk, el guardia de la
garra.
Ruuan se tomó unos segundos antes de
responder. Paseó tranquilamente alrededor del círculo observando
con orgullo la perfección de los símbolos que contenían el ritual.
Los arakkoas, o al menos muchos de su raza habían sido antes seres
poseedores de una gran fe por su mayor deidad, la diosa Rukhmar, o
lo que ellos creían, la encarnación del sol. Durante años, décadas
o quien sabe si siglos, habían basado sus costumbres y creencias en
ella, sin embargo, esa era había quedado eclipsada tiempo atrás,
como la oscuridad de la noche apagaba lentamente la radiante luz de
un soleado día. El vidente prefería no pensar en ello, ni tampoco
en las consecuencias que tuvieron los actos de su gente, su nueva
gente, los arakkoas desterrados. Ahora las sombras era su nueva
creencia, y el dios Anzu avivaba la esperanza de que algún día
llegaran a sobreponerse contra sus antecesores. Ruuan suspiró al ver
el círculo plagado de los numerosos símbolos y runas, y pensó que
aún debían de sufrir mucho hasta llegar a ese ansiado momento.
El vidente encrespó su plumaje verdoso
y azulado mientras la profundidad de su mirada recorría los rostros
de cada uno de los presentes, aquellos que eran sus hermanos.
-He visto... nuestro... fin...
¡Gruuak!- confesó el vidente con la voz entrecortada.
El grupo permaneció en silencio unos
segundos mientras movían sus cabezas involuntariamente de manera
agitada.
-Vidente, no es la primera vez que ves
nuestro fin...-dijo un sacerdote de las sombras.
-Ishaal tiene razón... ¡Gruuaak!, ya
viste nuestro fin cuando los orcos construyeron el portal en la
selva...- dijo Raastok el arúspice oscuro.- Entonces dijiste que...
-¡Pero los forasteros se
interpusieron!-interrumpió el vidente mientras encrespaba su colorido
plumaje.-Los forasteros evitaron que eso sucediese ¡Gruuak!
-También aseguraste que el vacío
creado en Sombraluna absorbería todo el mundo...
destruyéndolo...-afirmó Ishaal
-¡Así es, Gruaaak! ¡Pero una vez más
los forasteros lo evitaron!
-¿Y qué ocurrió con el templo de los
Draenei? El templo de las almas debía explotar... aseguraste que
muchos de los nuestros morirían con ello ¡Gruaak!-dijo el guardia de
la garra Kurekk.
-¡También es cierto, Gruaak! Pero los
forasteros...
Kurekk abofeteó al vidente, que aunque
no fue un doloroso golpe se vio sorprendido por el impetuoso acto del
guardia.
-¡Estoy cansado de oír de esos
forasteros, Gruaak!-gritó Kurekk- Cada uno de ellos que mis ojos han
conocido estaban muertos... ¿Cómo es posible que sean tan poderosos
entonces, Gruaak? ¿Por qué ellos son capaces de evitar el futuro y
nosotros no?
Ruuan permaneció en silencio mientras
se acariciaba con su garra la zona donde había recibido la bofetada.
El vidente sabía que no le creerían de nuevo, no una cuarta vez...
al igual que conocía a cada uno de ellos y la paciencia no era algo
que predominase en su gente.
-No conozco todas las respuestas
hermanos... yo solo veo lo que ocurrirá a nuestra gente... os he
mantenido seguros y protegidos todo este tiempo... Gruuaak...
-Lo sabemos vidente, pero nuestra
paciencia tiene un límite, la batalla contra nuestros hermanos del
aire ha comenzado...
-¡Esos ya no son nuestros hermanos
Ishaal, cuida tus palabras Gruaak!-dijo Raastok alzando la voz.
-Aún así, la batalla se avecina... y
Terokk... ya no está aquí para protegernos... para guiarnos y
mantenernos unidos...Gruaak...
Los cuatro arakkoas allí presentes
desprendieron un suspiro mientras agachaban sus cabezas apesadumbrados. Ruuan arrancó un colgante que llevaba al cuello con
sus manos. El objeto de color oscuro azabache con vetas púrpuras
poseía un gran poder, ya que estaba en parte compuesto por unos
poderosos cristales que toda su raza conocían bien y de los cuales sus enemigos se estaban adueñando para crear una tecnología altamente destructiva.
-Si no queréis creerme... Gruuaak... al
menos miradlo con vuestros propios ojos...
El vidente susurró unas extrañas
palabras mientras agitaba el colgante a modo de péndulo sobre los
círculos dibujados en la arenosa y polvorienta tierra. De repente
Ruuan dejó caer el objeto, que descendió con gran celeridad, pero
antes de tocar el suelo se detuvo flotando en el aire. La arena
comenzó a girar alrededor de la brillante reliquia mientras
permanecía contenida en los límites del círculo tallado. El grupo
observaba atónito aquella columna de tierra que se alzaba frente a
sus ojos.
-¡Mostradnos el devenir de nuestra
raza Gruuak!-gritó el vidente.
Repentinamente el remolino de arena
dejó de girar, y toda la tierra que se había elevado cayó al
suelo. Dentro del círculo, varios picos de tierra comenzaron a
crecer, uno tras otro iban apareciendo lentamente sin dejar de
aumentar su tamaño. Los arakkoas miraban ensimismados como dentro
del gran círculo se forjaba el paisaje donde se encontraban, las
cumbres de Arakk. Cada montaña, cada bosque, cada ínfimo pedazo de
aquel lugar aparecía representado en esa maqueta de arena. Ruuan
permanecía concentrado en el conjuro, mientras el paisaje crecía y
crecía aventurándose y cubriendo parte del suelo situado al exterior
del círculo. El valle Sombraluna, Talador o incluso parte de Nagrand
crecieron ante ellos como si de un dibujo que cobraba vida lentamente
se tratara.
Tras varios minutos el paisaje dejó de
crecer, todo pareció paralizarse por unos instantes, hasta que en
lo alto de una de las montañas más altas se creó el Trecho
celestial.
-Es el trecho...-susurró el arúspice
oscuro.
Una luz brilló en lo alto de aquella
montaña de arena, el brillo era como el mismo sol, igual de
imponente y cegador. Fue entonces cuando la luz situada en lo alto de
aquel poblado habitado por los adeptos de Rukhmar, se convirtió en
una línea luminosa que descendió rápidamente hasta el suelo. La
ardiente luz arrasaba allá por donde pasara, destruyendo poblados
tanto de los desterrados como de cualquier otra raza. Sin embargo
algo desconcertó al grupo. El rayo resquebrajó parte de Arakk, y
toda la tierra de aquel mundo en miniatura comenzó a temblar. El
temblor continuó durante minutos, hasta que cumbres de Arrak se
partió en dos. La parte sur comenzó a separarse del resto mientras
se hundía bajo el agua, todo parecía ser engullido por el mar,
incapaz de mantenerse a flote. A pesar de que aunque el Trecho
celestial iba hundiéndose junto al resto, el rayo siguió perforando
sin descanso todo lo que hallaba a su paso, creando un gran grieta en
Sombraluna o aniquilando por completo partes de Talador o Nagrand.
El amuleto del vidente dejó de brillar
y todo el paisaje desapareció.
-Los adeptos... Gruuak... destruirán
todo....-dijo Ishaal atreviéndose a cortar el silencio que había
provocado entre ellos la visión que acababan de presenciar.
-Debe haber algo que podamos hacer...
Gruuak... debemos preparar a los nuestros, prepararlos para luchar...
para acabar con los seguidores de Rukhmar como debimos hacer tiempo atrás...
-Nada de eso nos salvará hermano
Raastok-afirmó el vidente.- En la visión...Gruuaak... ya se
presupone que nosotros intentaremos impedirlo... y así termina
nuestro final.
-¡Imposible vidente! ¡Debe de haber
alguna forma! ¡Gruuaak! ¡Debe detenerse como las veces anteriores!-
gritó Kurekk mientras se agitaba entre nervioso y asustado.
-Nosotros nunca lo detuvimos Gruuak,
fueron los forasteros... ellos son los que hicieron que las visiones
no se cumplieran.
-¡Pues hagamos que ellos solucionen
esto vidente!-propuso Raastok
-Pero los forasteros de estas
tierras... están... Gruuak... muertos..., los espíritus de ellos
vagan por los bosques... poco podrán hacer para ayudarnos ya...
-Entonces buscaremos más forasteros...
forasteros nuevos y más fuertes que nos ayuden.- dijo Kurekk
convencido de sus palabras.
-¿Cómo haremos tal cosa?...¡Gruuaak!
-Nos separemos y encontraremos
forasteros que quieran Gruuak, salvar el mundo.-ordenó Kurekk-
Ishaal, tu irás hacia el Este...donde la brisa siempre es fresca y
la noche cubre los azules bosques llenos de cuervos..Gruuaak. Raastok, tu viajarás
hacia el Norte, donde la luz del templo de las almas ilumina a su
alrededor y los arboles y pájaros son como el bronce...Gruuak. Y yo viajaré
hacia el Noroeste, donde el viento es frío y los vastos prados de
nieve cubren todo lo que alcanza la vista Gruuaak.
-¿Qué ocurrirá... Gruuaak... si no
lo conseguimos?- preguntó Ishaal
-Si tan solo uno lo consigue... quizás
logremos salvar a los nuestros... Gruuaak.- respondió el vidente
mientras recorría con la mirada a cada uno de los presentes.
-Rezad para que Anzu nos ayude...Gruuaak.
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Un nuevo mal amenaza con destruir el nuevo mundo en el que los miembros de la Orden se encuentran. Tras haber derrotado al clan Sombraluna y haber salvado el templo Auchindoun, nuestros héroes se enfrentarán a un reto aún mayor: Los Adeptos de Rukhmar. Estos seres que antaño gobernaron Draenor están tan desesperados que desatarán un terrible poder capaz de poner en peligro todo su mundo.
Los miembros de la Orden deberán luchar contra estos nuevos enemigos, criaturas salvajes, orcos de la horda de hierro y un sinfín de adversarios que intentarán acabar con su principal objetivo, acceder al lugar donde se encuentra el foco de poder: El Trecho Celestial.
Sin embargo esta vez el grupo actual de la orden no jugará solo en esta partida. Poco a poco se unirán nuevos grupos que intentarán alcanzar el mismo objetivo que ellos con igual o diferentes intenciones, convirtiendo este capitulo de la trama en una trepidante competición donde solo los mejores accederán a la ciudad de los seguidores de Rukhmar y desentrañarán el secreto que ahí les aguarda.
Con cientos de victorias a sus espaldas, el primer grupo compuesto por los salvadores de Sombraluna y Auchindoun viajarán hasta Cumbres de Arakk para encontrarse un gran misterio de luz y oscuridad que envuelve a la mistica raza conocida como los Arakkoas. ¿Serán capaces de alzarse victoriosos una vez más frente a sus contrincantes?
Tras sus fracaso en Gorgrond, este nuevo grupo formado por algunos de los miembros de la Orden partirán hacia Arakk con el fin de encontrarse con sus amigos, sin embargo una vez allí se verán inmersos en una gran prueba que les llevará más allá de lo que podian imaginarse. ¿Serán esta vez capaz de demostrar que ellos también merecen su lugar en la Orden?
Sedientos de venganza, los Filos de las Sombras descubrirán dentro de poco que sus archienemigos, los miembros de la Orden, no están tan lejos como esperaban. Será entonces cuando este grupo compuesto por razas de la Horda tendrá que decidir si enfrentarse a ellos o esperar pacientemente a que llegue su momento. ¿Podrán los Filos de las Sombras vencer las adversidades de Arakk para sobreponerse a la Orden, o caerán a manos de los peligros que esconde esa oscura tierra?
Próximamente en Capítulo II - El imperio del sol...