martes, 3 de marzo de 2015

Prólogo Cap II - El imperio del sol


Hacía ya horas que la noche había arropado aquellas tierras, sin embargo, en aquel sombrío bosque la oscuridad permanecía indemne sin albergar siquiera un atisbo de luz en todo el día. Las hojas de los arboles se agitaban por la calurosa brisa, que acompañaba el aire con el característico tintineo que producían los numerosos artefactos y objetos que aquella majestuosa raza de pájaros humanoides colgaban entre las ramas de los mismos. Ruuan el vidente no dejaba de dibujar círculos en la tierra, círculos que para otro ser quizás no tendría significado alguno, pero para él era su futuro, el futuro de toda su raza. Faltaban pocos minutos para la medianoche, y aunque los preparativos ya estaban listos, el resto del consejo no había llegado. El arakkoa agitó la cabeza nervioso mientras se apresuraba a terminar el principio de lo que conllevaría el ritual.

Las frondosas ramas se agitaron compulsivamente mientras eran apartadas por el resto del grupo de arakkoas que componían el consejo. Los tres arakkoas se reunieron en silencio alrededor del círculo, esperando que Ruuan terminara de ultimar los detalles del conjuro.

-El ritual está....listo ¡Gruuak!- susurró el vidente alterado e impaciente por los hechos que ocurrirían a continuación.
-¿Qué has visto esta vez vidente?-preguntó con un profundo tono Kurekk, el guardia de la garra.

Ruuan se tomó unos segundos antes de responder. Paseó tranquilamente alrededor del círculo observando con orgullo la perfección de los símbolos que contenían el ritual. Los arakkoas, o al menos muchos de su raza habían sido antes seres poseedores de una gran fe por su mayor deidad, la diosa Rukhmar, o lo que ellos creían, la encarnación del sol. Durante años, décadas o quien sabe si siglos, habían basado sus costumbres y creencias en ella, sin embargo, esa era había quedado eclipsada tiempo atrás, como la oscuridad de la noche apagaba lentamente la radiante luz de un soleado día. El vidente prefería no pensar en ello, ni tampoco en las consecuencias que tuvieron los actos de su gente, su nueva gente, los arakkoas desterrados. Ahora las sombras era su nueva creencia, y el dios Anzu avivaba la esperanza de que algún día llegaran a sobreponerse contra sus antecesores. Ruuan suspiró al ver el círculo plagado de los numerosos símbolos y runas, y pensó que aún debían de sufrir mucho hasta llegar a ese ansiado momento.

El vidente encrespó su plumaje verdoso y azulado mientras la profundidad de su mirada recorría los rostros de cada uno de los presentes, aquellos que eran sus hermanos.
-He visto... nuestro... fin... ¡Gruuak!- confesó el vidente con la voz entrecortada.

El grupo permaneció en silencio unos segundos mientras movían sus cabezas involuntariamente de manera agitada.
-Vidente, no es la primera vez que ves nuestro fin...-dijo un sacerdote de las sombras.
-Ishaal tiene razón... ¡Gruuaak!, ya viste nuestro fin cuando los orcos construyeron el portal en la selva...- dijo Raastok el arúspice oscuro.- Entonces dijiste que...
-¡Pero los forasteros se interpusieron!-interrumpió el vidente mientras encrespaba su colorido plumaje.-Los forasteros evitaron que eso sucediese ¡Gruuak!
-También aseguraste que el vacío creado en Sombraluna absorbería todo el mundo... destruyéndolo...-afirmó Ishaal
-¡Así es, Gruaaak! ¡Pero una vez más los forasteros lo evitaron!
-¿Y qué ocurrió con el templo de los Draenei? El templo de las almas debía explotar... aseguraste que muchos de los nuestros morirían con ello ¡Gruaak!-dijo el guardia de la garra Kurekk.
-¡También es cierto, Gruaak! Pero los forasteros...
Kurekk abofeteó al vidente, que aunque no fue un doloroso golpe se vio sorprendido por el impetuoso acto del guardia.
-¡Estoy cansado de oír de esos forasteros, Gruaak!-gritó Kurekk- Cada uno de ellos que mis ojos han conocido estaban muertos... ¿Cómo es posible que sean tan poderosos entonces, Gruaak? ¿Por qué ellos son capaces de evitar el futuro y nosotros no?
Ruuan permaneció en silencio mientras se acariciaba con su garra la zona donde había recibido la bofetada. El vidente sabía que no le creerían de nuevo, no una cuarta vez... al igual que conocía a cada uno de ellos y la paciencia no era algo que predominase en su gente.
-No conozco todas las respuestas hermanos... yo solo veo lo que ocurrirá a nuestra gente... os he mantenido seguros y protegidos todo este tiempo... Gruuaak...
-Lo sabemos vidente, pero nuestra paciencia tiene un límite, la batalla contra nuestros hermanos del aire ha comenzado...
-¡Esos ya no son nuestros hermanos Ishaal, cuida tus palabras Gruaak!-dijo Raastok alzando la voz.
-Aún así, la batalla se avecina... y Terokk... ya no está aquí para protegernos... para guiarnos y mantenernos unidos...Gruaak...

Los cuatro arakkoas allí presentes desprendieron un suspiro mientras agachaban sus cabezas apesadumbrados. Ruuan arrancó un colgante que llevaba al cuello con sus manos. El objeto de color oscuro azabache con vetas púrpuras poseía un gran poder, ya que estaba en parte compuesto por unos poderosos cristales que toda su raza conocían bien y de los cuales sus enemigos se estaban adueñando para crear una tecnología altamente destructiva.

-Si no queréis creerme... Gruuaak... al menos miradlo con vuestros propios ojos...

El vidente susurró unas extrañas palabras mientras agitaba el colgante a modo de péndulo sobre los círculos dibujados en la arenosa y polvorienta tierra. De repente Ruuan dejó caer el objeto, que descendió con gran celeridad, pero antes de tocar el suelo se detuvo flotando en el aire. La arena comenzó a girar alrededor de la brillante reliquia mientras permanecía contenida en los límites del círculo tallado. El grupo observaba atónito aquella columna de tierra que se alzaba frente a sus ojos.

-¡Mostradnos el devenir de nuestra raza Gruuak!-gritó el vidente.

Repentinamente el remolino de arena dejó de girar, y toda la tierra que se había elevado cayó al suelo. Dentro del círculo, varios picos de tierra comenzaron a crecer, uno tras otro iban apareciendo lentamente sin dejar de aumentar su tamaño. Los arakkoas miraban ensimismados como dentro del gran círculo se forjaba el paisaje donde se encontraban, las cumbres de Arakk. Cada montaña, cada bosque, cada ínfimo pedazo de aquel lugar aparecía representado en esa maqueta de arena. Ruuan permanecía concentrado en el conjuro, mientras el paisaje crecía y crecía aventurándose y cubriendo parte del suelo situado al exterior del círculo. El valle Sombraluna, Talador o incluso parte de Nagrand crecieron ante ellos como si de un dibujo que cobraba vida lentamente se tratara.

Tras varios minutos el paisaje dejó de crecer, todo pareció paralizarse por unos instantes, hasta que en lo alto de una de las montañas más altas se creó el Trecho celestial.

-Es el trecho...-susurró el arúspice oscuro.

Una luz brilló en lo alto de aquella montaña de arena, el brillo era como el mismo sol, igual de imponente y cegador. Fue entonces cuando la luz situada en lo alto de aquel poblado habitado por los adeptos de Rukhmar, se convirtió en una línea luminosa que descendió rápidamente hasta el suelo. La ardiente luz arrasaba allá por donde pasara, destruyendo poblados tanto de los desterrados como de cualquier otra raza. Sin embargo algo desconcertó al grupo. El rayo resquebrajó parte de Arakk, y toda la tierra de aquel mundo en miniatura comenzó a temblar. El temblor continuó durante minutos, hasta que cumbres de Arrak se partió en dos. La parte sur comenzó a separarse del resto mientras se hundía bajo el agua, todo parecía ser engullido por el mar, incapaz de mantenerse a flote. A pesar de que aunque el Trecho celestial iba hundiéndose junto al resto, el rayo siguió perforando sin descanso todo lo que hallaba a su paso, creando un gran grieta en Sombraluna o aniquilando por completo partes de Talador o Nagrand.



El amuleto del vidente dejó de brillar y todo el paisaje desapareció.

-Los adeptos... Gruuak... destruirán todo....-dijo Ishaal atreviéndose a cortar el silencio que había provocado entre ellos la visión que acababan de presenciar.
-Debe haber algo que podamos hacer... Gruuak... debemos preparar a los nuestros, prepararlos para luchar... para acabar con los seguidores de Rukhmar como debimos hacer tiempo atrás...
-Nada de eso nos salvará hermano Raastok-afirmó el vidente.- En la visión...Gruuaak... ya se presupone que nosotros intentaremos impedirlo... y así termina nuestro final.
-¡Imposible vidente! ¡Debe de haber alguna forma! ¡Gruuaak! ¡Debe detenerse como las veces anteriores!- gritó Kurekk mientras se agitaba entre nervioso y asustado.
-Nosotros nunca lo detuvimos Gruuak, fueron los forasteros... ellos son los que hicieron que las visiones no se cumplieran.
-¡Pues hagamos que ellos solucionen esto vidente!-propuso Raastok
-Pero los forasteros de estas tierras... están... Gruuak... muertos..., los espíritus de ellos vagan por los bosques... poco podrán hacer para ayudarnos ya...
-Entonces buscaremos más forasteros... forasteros nuevos y más fuertes que nos ayuden.- dijo Kurekk convencido de sus palabras.
-¿Cómo haremos tal cosa?...¡Gruuaak!
-Nos separemos y encontraremos forasteros que quieran Gruuak, salvar el mundo.-ordenó Kurekk- Ishaal, tu irás hacia el Este...donde la brisa siempre es fresca y la noche cubre los azules bosques llenos de cuervos..Gruuaak. Raastok, tu viajarás hacia el Norte, donde la luz del templo de las almas ilumina a su alrededor y los arboles y pájaros son como el bronce...Gruuak. Y yo viajaré hacia el Noroeste, donde el viento es frío y los vastos prados de nieve cubren todo lo que alcanza la vista Gruuaak.
-¿Qué ocurrirá... Gruuaak... si no lo conseguimos?- preguntó Ishaal
-Si tan solo uno lo consigue... quizás logremos salvar a los nuestros... Gruuaak.- respondió el vidente mientras recorría con la mirada a cada uno de los presentes.
-Rezad para que Anzu nos ayude...Gruuaak.


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Un nuevo mal amenaza con destruir el nuevo mundo en el que los miembros de la Orden se encuentran. Tras haber derrotado al clan Sombraluna y haber salvado el templo Auchindoun, nuestros héroes se enfrentarán a un reto aún mayor: Los Adeptos de Rukhmar. Estos seres que antaño gobernaron Draenor están tan desesperados que desatarán un terrible poder capaz de poner en peligro todo su mundo.

Los miembros de la Orden deberán luchar contra estos nuevos enemigos, criaturas salvajes, orcos de la horda de hierro y un sinfín de adversarios que intentarán acabar con su principal objetivo, acceder al lugar donde se encuentra el foco de poder: El Trecho Celestial. 

Sin embargo esta vez el grupo actual de la orden no jugará solo en esta partida. Poco a poco se unirán nuevos grupos que intentarán alcanzar el mismo objetivo que ellos con igual o diferentes intenciones, convirtiendo este capitulo de la trama en una trepidante competición donde solo los mejores accederán a la ciudad de los seguidores de Rukhmar y desentrañarán el secreto que ahí les aguarda.

Con cientos de victorias a sus espaldas, el primer grupo compuesto por los salvadores de Sombraluna y Auchindoun viajarán hasta Cumbres de Arakk para encontrarse un gran misterio de luz y oscuridad que envuelve a la mistica raza conocida como los Arakkoas. ¿Serán capaces de alzarse victoriosos una vez más frente a sus contrincantes?


Tras sus fracaso en Gorgrond, este nuevo grupo formado por algunos de los miembros de la Orden partirán hacia Arakk con el fin de encontrarse con sus amigos, sin embargo una vez allí se verán inmersos en una gran prueba que les llevará más allá de lo que podian imaginarse. ¿Serán esta vez capaz de demostrar que ellos también merecen su lugar en la Orden?


Sedientos de venganza, los Filos de las Sombras descubrirán dentro de poco que sus archienemigos, los miembros de la Orden, no están tan lejos como esperaban. Será entonces cuando este grupo compuesto por razas de la Horda tendrá que decidir si enfrentarse a ellos o esperar pacientemente a que llegue su momento. ¿Podrán los Filos de las Sombras vencer las adversidades de Arakk para sobreponerse a la Orden, o caerán a manos de los peligros que esconde esa oscura tierra?


Próximamente en Capítulo II - El imperio del sol...