Brandon McAllan caminaba
solo por esas mismas calles. Alerta en todo momento por los seres que tomaban
las calles por la noche y podían acecharlo desde los callejones. De vez en
cuando se frotaba la cabeza. Aún le dolía del golpe recibido.
Junto con el golpe había
sido obsequiado con una visión de su futuro. El mago, Khaden, había usado esas
arenas mágicas sobre él. Gracias a eso había podido recordar un fragmento de su
pasado, así como ver un fragmento de lo que estaba por devenir. Ignoraba si la
visión había sido real, una artimaña del mago o solo un sueño pero le había
dado en que pensar...
Sacudió la cabeza despejando
esos pensamientos. Necesitaba la cabeza fría. Tener contactos en el submundo
era un deporte peligroso. Nunca se sabía si el siguiente encuentro podía ser el
último. Siempre se seguían unos protocolos no escritos para los encuentros
entre delincuentes, establecidos para tratar de poner un poco de orden en los
agentes del caos.
[Primera regla del protocolo
delincuente: La persona que solicita el encuentro, o con un mayor rango dentro
de la banda, debe llegar antes.]
Esta regla era de las más
frecuentemente incumplidas, pero si el otro individuo llegaba antes tenía la
picardía de esconderse, ya fuera por decoro o para planear una emboscada.
Brandon se colocó en la
esquina acordada en la hora acordada. Había visto su contacto, un enano de
barba oscura y cráneo rapado, escondido entre unas cajas y barriles bajo la
ventana de una casa. Sin embargo siguió el protocolo y le ignoró.
[Segunda regla del protocolo
delincuente: Las armas siempre visibles, peno nunca en la mano]
Era cuestión de marcar una
línea entre la ostentación de poder y una posible agresión.
El pelirrojo llevaba sus
armas al cinto, bien visibles. Aún así se cruzó de brazos para apartar sus
manos de ellas. En caso de un ataque siempre podría recurrir a sus armas
ocultas.
[Tercera regla del protocolo
delincuente: Para iniciar el encuentro, el que había sido convocado hablaba
primero.]
Brandon dejó que el enano se
escabullera por un callejón para aparecer luego como si acabara de llegar. El
pelirrojo no dijo nada, ni dio a entender que le había visto y que sabía que
llevaba rato observándolo. Dejó que fuera él quien hablara primero.
- ¿Porqué es roja la
serpiente? - sobrevino el enano cuando se hallaba a pocos metros de distancia.
- Porque está empapada en
vino. - Respondió Brandon, completando así el santo y seña ideado por su
antiguo jefe, Quincy Thaulberg, con su chiste sin gracia- Tengo que hacer que
cambien eso. Siempre me ha parecido una bufonada.
- Han cogido a Ormyr. -
siguió en enano. Parecía nervioso y obviamente cansado.- Ha habido... revuelo
entre los miembros de la banda aquí.
- ¿Quién se ha erigido jefe?
- Pasoroca. Se estuvo
debatiendo entre él y Ceñoumbrío. Pero al final se decantó la balanza.
Brandon se rió
interiormente. Era irónico que, pese al turbio propósito con el que se creó su
banda, rara vez había asesinatos internos. Incluso cuando había que decidir un
jefe regional sustituto, mientras el jefe seleccionaba a otro, se decidía por debate
entre los que tendrían que ser sus hombres. Establecer un orden dentro de la
banda fue una de las pocas cosas que hizo bien Quincy.
- Ormyr era un canalla.
Siempre lamiéndole el culo a Quincy...
- Entonces... ¿Es cierto? -
El enano se había acercado y bajado el tono de su ronca voz- ¿Has... has matado al jefe? Han llegado los
rumores pero ningún comunicado oficial.
- Todo lo que queda del jefe
debe estar en las barrigas de los peces del puerto de Ventormenta. - Le aclaró
Brandon.- Que Pasoroca esté atento. Pronto le llegarán las ordenes de Richard.
Él está al mando por ahora. De momento infórmale a tu jefe que os tomáis un
descanso. No conviene llamar la atención.
-¿Ricardo? - se extrañó el
enano. -¿Entonces... Qué vas a hacer tú?
- ¿Yo? - Brandon se detuvo
un instante antes de responder. Su intención había sido ir a Draenor, a buscar
a sus hermanos. Pero ahora, por un giro de los acontecimientos, no iba a poder
ir tan pronto como desearía. Sin embargo le sorprendió darse cuenta de que no
estaba preocupado. En la visión estaban a su lado, sanos y salvos. Pensó sin
embargo en esos chavales y en el viaje que el mago les prometía... En las
oportunidades que significaba formar parte de ello. - Yo voy a viajar un
tiempo. Quiero repasar que todas las zonas que controlamos siguen operativas y
en buen estado y quizá abrir nuevas zonas dónde establecernos.... No.-Sacudió
la cabeza ante el enano que iba anotando mentalmente su respuesta. - Eso habría
dicho antes. Voy a viajar por un tiempo y veré como está la banda si me viene
de paso pero no es ese mi objetivo. Por ahora Richard está al mando.
- ¿Y ya está? ¿Eso es todo
lo que debemos hacer? - El enano parecía un poco ofendido.- ¿Quedarnos quietos
y esperar a que vuelvas?
Brandon se detuvo cuando ya
se estaba empezando el camino de vuelta.
-Entrenad. Preparaos para
luchar.
-¿Se avecina una guerra de
bandas? -Preguntó el enano animado.
- No exactamente. Tan sólo
estad en buena forma. Cuando vuelva os diré más. Y espero no ver ninguna tripa
cervecera para entonces.
[Cuarta regla del protocolo
delincuente: Deja siempre tu huella]
Brandon se marchó de la
esquina oscura dejando a su contacto intrigado pero con la certeza de que
grandes cambios estaban por llegar.
***************************La visión*********************************
Brandon miró los ojos de ese
hombre. Eran unos ojos experimentados. Se notaba que habían visto muchas cosas.
Las cicatrices en el rostro y cuerpo del
hombre lo corroboraban. Sentado en una roca bajo una noche estrellada y frente
a una cálida hoguera. Una botella de brandy Gilneano pendía en su mano. Su
sonrisa parecía no perecer nunca.
El hombre no estaba solo.
Todo a su alrededor estaba repleto de hombres y mujeres cantando, bebiendo,
riendo. Sus tiendas abarrotaban el claro en el que estaban y seguían bajando la
colina. Todos armados, pues eran mercenarios.
La ardiente compañía
militarizada parecía estar acampada ya desde hacía unos días, quizá tras
realizar un buen trabajo y haber recibido su pago.
Brandon se volvió a fijar en
el hombre que parecía su líder. Todos lo miraban con respeto, con admiración, orgullosos de que fuera su líder.
Era un hombre que les había llevado a la victoria en más de una ocasión. Un
hombre que los había levantado del barro, de los escombros de la sociedad para
dirigirlos con éxito a un futuro que, pese a peligroso, les prometía riquezas y
prosperidad. Todos esos hombres eran hermanos y hermanas, compañeros en un
viaje a la fortuna.
Brandon observó los
hombres que más cerca estaban del líder y se dio cuenta de que eran sus
hermanos. Un mensajero llegó entonces con una carta para el líder. Este la
cogió con una mano, sin soltar la botella.
Soltó una risotada y arrojó la carta al fuego. Entonces se levantó y habló
con una voz ronca:
-Recoged. Partimos al alba.
Los chavales nos necesitan.
Brandon se acercó mucho al rostro del líder, que seguía mirando a través de él como si fuera un fantasma. Y se dio cuenta. Ese hombre era él.
Escrito por Vandante