Como cada uno de los días que
componían los últimos meses, Garrett y su apreciada maestra
recorrían las cavernas del tiempo mientras se enzarzaban en un
debate sinfín. Quizás la joven dragona de nombre Nizdorni disfrutaba
de aquella situación, pero el resultado final no era otro que el de
instruir a su aprendiz como caminante del tiempo. Garrett a estas
alturas ya conocía los entresijos de aquel lugar e incluso las
manías y hábitos de las dragona, así que mientras caminaban
alrededor de aquel gigantesco reloj de arena que coronaba el centro
de las cavernas, el joven humano se percató de que ya habían
rodeado el mismo al menos siete veces. La conversación entre ambos
siempre derivaba en una serie de cuestiones de las cuales la dragona
o bien no tenía conocimiento o por otro lado no le interesaba
contestarlas, pero ambos paseaban lentamente hasta completar la
décima vuelta, donde Nizdorni dejaba al humano con la palabra en la
boca y sus preguntas en el aire.
Garrett aprovechó que aún quedaba un
tiempo hasta terminar su instrucción del día para preguntar aquello
que le inquietaba.
-Nizdorni, lo que no entiendo es...¿Por
qué nosotros debemos permitir que ocurran cosas malas? ¿No
deberíamos evitarlas?...
-Los caminantes del tiempo, al igual
que los dragones de bronce, no somos jueces. Nosotros no decidimos
joven aprendiz, tan solo vigilamos y nos aseguramos de que todo fluya
como debe ser.
-¿Pero cómo no solucionar algo... que
puede estar a tu alcance?
-Esas preguntas son las que corroen y
dominan por dentro a los dragones infinitos...¿Por qué no hacer un
mundo fiel a nuestros ideales? Es sencillo, porque nosotros no somos
titanes, ni dioses,... nosotros tan solo somos espectadores del
transcurso del tiempo en este mundo. Además dentro de todo lo malo
siempre hay cosas buenas.-respondió la dragona con forma de gnoma
mientras sonreía al humano.
-Quizás tengas razón, pero no
encuentro nada positivo a por ejemplo... lo que ocurrió con Arthas y
la plaga. ¿Qué beneficios obtuvimos de eso? ¿Acaso compensa las
miles de muertes?
-Quizás si analizas los hechos podrías
hallar tu mismo la respuesta, de ese modo nuestra conversación
giraría en torno a algo más... fructífero.
Garrett miró a la gnoma arqueando una
ceja
-Las últimas seis vueltas que hemos
dado al reloj, tan solo has hablado de lo poco que te gusta el
invierno y lo fría que está la nieve, mira a tu alrededor, estamos
en un desierto... no creo que nuestra conversación pueda ser menos
fructífera que eso.
-Oh, puede que tengas razón... bueno
está bien. Por poner uno de los numerosos ejemplos... Arthas creó
la plaga, de la cual salieron los renegados de la horda o incluso los
caballeros de la muerte. Eso conllevó a que la Horda se hiciera más
poderosa al contar con estos... no muertos. Sin los no muertos quizás
los elfos de sangre no hubiesen formado parte de la Horda... y puede
que entonces...
-¿Estas intentando decirme que gracias
al rey Exánime la horda es más fuerte? Si intentas convencerme...
no creo que estés usando un buen ejemplo.
-Garrett tu ahora eres caminante del
tiempo, los caminantes sois neutrales al igual que nosotros los
dragones. La horda es solo... el otro lado de la balanza. A veces un
lado se inclina más que el otro, pero a fin de cuenta ambos son
necesarios para este mundo. ¿Cómo si no podríamos haber derrotado
al vuelo negro o a la legión ardiente? Cada uno de vosotros sois
útiles, y en este tiempo habéis aprendido a luchar contra el
verdadero enemigo.
-Puede que tengas razón... no lo había
pensado de ese modo...aún así...
-Garrett las cosas a veces no están
tan a flote como parecen, puede que algo malo ocurra en principio,
pero quizás todo ello desemboque en algo bueno... cuando tengas
dudas piensa en que la balanza se está equilibrando.
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Un resplandor deslumbró al elfo tras
cruzar el portal oscuro. El sol en aquellas tierras llamadas Draenor
estaba por ponerse, sin embargo aún alumbraba en el horizonte, tras
aquel amasijo de vegetación y orcos que bañaba todo lo que abarcaba
la vista.
El elfo sostuvo su asta fuertemente
mientras se preguntaba si las tropas tanto de la Alianza como de la
Horda serían capaces de frenar aquel avance. Sacudió la cabeza
intentando deshacerse de sus dudas y avanzó rápidamente junto a
algunos de los suyos. La primera línea lograba refrenar con éxito
el avance de la Horda de hierro, mientras que los pocos que se
escabullían entre las filas quedaban a merced de aquellos que
acababan de cruzar como él mismo.
Caminó rápidamente mientras giraba en
círculos varias veces la lanza sobre su cabeza anteponiéndola ante él
, tras un ágil y ligero movimiento el elfo clavó su arma en el
suelo y apoyándose le otorgó una patada a un orco que se acercaba.
El orco cayó desde una altura considerable. El monje miró desde lo
alto mientras sacaba una afilada daga de su apretado cinturón de
cuero. Apuntó tan solo unas milésimas de segundos mientras el orco
se levantaba lentamente. La daga cruzó en un parpadeo la distancia
hasta el enemigo atravesando su garganta. ''Uno menos'' pensó.
El elfo acarició sus largos cabellos
mientras observaba la sangrienta batalla que tenía lugar a su
alrededor. Mirando con desdén a aquellos que dejaban sus vidas
contra los temibles orcos, se preguntó como demonios había llegado
a verse envuelto en aquella situación. Era mercenario sí, todos los
suyos lo eran, pero realmente merecía la pena sacrificarse por algo
así... El elfo miró a sus compañeros, como cada uno de ellos daba
lo mejor de si mismo mientras luchaban fieramente contra aquellos
enemigos que habían descubierto tan solo hacía unas semanas antes.
Entre la multitud se fijó en un joven humano de cabellos rubios que
fue fácilmente derribado por un orco haciendo que cayese desde una
gran altura. El orco recorrió la distancia de un salto mientras
acorralaba al humano que a esas alturas había perdido el arma. El
monje extrajo una daga mientras observaba al orco caminar
decididamente hacia el humano sosteniendo una gran maza entre sus
manos. El humano se hizo con su escudo esperando el avance del
enemigo, enemigo que caería en unos segundos bajo el filo de su
daga...
De pronto una explosión hizo volar un
edificio cercano. El elfo monje salió despedido cayendo de espaldas.
Abrió los ojos rápidamente para percatarse de que una gran
estructura de madera se avecinaba sobre él. Esquivó cada uno de los
tablones que parecían llover del cielo mientras avanzaba entre las
rocas desprendidas a causa de la explosión.
Evitó con éxito algún que otro
enemigo que se abalanzaban sobre él mientras se abría paso. Con su
lanza avanzó apartándolos a base de golpes aprovechando la ocasión
para terminar con la vida de más de uno. Mientras luchaba
fervientemente notó como algo desgarraba la piel de su brazo y le
obligaba a dejar caer la daga que aun sostenía. Se giró rápidamente
a la vez que miraba el sangrante corte de su brazo. El orco levantaba
el hacha para asestar un segundo ataque, pero esta vez el
monje interpuso su asta. Forcejeó con el enemigo durante unos
segundos hasta que retrocedió hacia atrás gracias a una voltereta
que realizó justo a tiempo. Mientras el orco y el elfo cruzaban sus
miradas, éste ultimo aprovechó para depositar su mano sobre la
herida. Una esfera de color verdoso salio de su mano para adentrarse
lentamente en su herida, cicatrizándola con gran celeridad. El orco
avanzó rápidamente cargando contra el elfo. Sin duda el monje era
mucho más hábil y rápido que el enemigo pero aún así no podía
confiarse, esquivó cada uno de los golpes del orco que rasgaban el
aire ante el que se encontraba.
Una daga se hundió en la piel del
orco, ahondando profundamente en su hombro. Ambos miraron hacia donde
se encontraba una orca con varias de esas armas entre sus manos. El
elfo aprovecho la distracción para cargar hacia el orco. Antes de
que el enemigo pudiese reaccionar el monje apoyo la lanza en el suelo
usándolo como pértiga para cruzar por encima del robusto cuerpo de
su contrincante, mientras que una vez en el aire lanzaba el asta
perforando la armadura del orco y atravesándole el pecho.
El elfo extrajo su arma del cuerpo
ensangrentado de su enemigo y limpio el filo de ésta con un fuerte
movimiento. Sin más dilación avanzó hacia los peldaños de piedra
por los que había bajado minutos antes a toda prisa, pero cuando
estaba a punto de realizar dicha acción algo llamó su atención. A
lo lejos observó un débil reflejo, lo suficiente para ver un leve
parpadeo de algo brillante. Avanzó cautelosamente abandonado el
camino de piedra y adentrándose en la tierra y vegetación de lo que
conformaba el resto de la jungla. Se arrodilló muy lentamente y de
entre la maleza extrajo un objeto, un misterioso y singular objeto
con forma de talismán.
El elfo de sangre observó entre sus
manos la reliquia sin mediar palabra. Un escalofrío recorrió su
cuerpo rápidamente. Kaltherian examinó el talismán, cada parte de
él mientras ensimismado se centraba en la arena dorada que recorría
el interior de la coraza de color negro que protegían los cristales
azulados del artefacto.
-No puede ser...-susurró.
Sus manos temblaron mientras un sinfín
de recuerdos nublaban su mente. Giró la mirada alerta al oír algunos pasos tras él. La orca de piel verdosa y pelo oscuro se acercó
hasta él con sumo cuidado. A los que se sumaron en poco tiempo otro
elfo de sangre que parecía ser un brujo y un goblin.
-¿Crees que es... aquello que busca el
jefe?-preguntó la orca entre susurros a la vez que rompía el silencio que se había forjado entre ellos.
-Si lugar a duda,... y si no, es algo
muy parecido.
-¡Vaya y yo que creía que el jefe
estaba como una regadera!-exclamó el goblin con una aguda voz.
-Él dijo que tarde o temprano lo
encontraríamos, que lo había visto...-interrumpió un elfo de sangre
alto con cabellos rubios y de carácter serio.- Lo que no podía
imaginar es que sería aquí...y mucho menos... ahora.
El elfo de sangre monje observó junto
al grupo la belleza de aquel artefacto.
-Vosotros no hicisteis más que dudar
de sus palabras... pero yo viví lo sucedido hace años. Cada muerte,
cada derrota... mi hermana murió a manos de aquellos que tan solo
querían adueñarse de los talismanes. Sin embargo... siento que este objeto posee un poder inimaginable... siento que ha
llegado nuestro momento... la balanza se inclina otra vez a nuestro
favor... y los Filos de las Sombras renacerán una vez más de sus
cenizas.
Garrett despertó bruscamente del sueño
en el que se encontraba. Se incorporó rápidamente en su cama
cubierto por un frío sudor que recorría todo su cuerpo. Miró a su
alrededor y observó entre la oscuridad como el resto de sus
compañeros descansaban plácidamente en aquel edificio conocido como
el cuartel de la ciudadela. Miró sus manos detenidamente y
seguidamente acarició su poblada barba, respirando aliviadamente al
ver que estaba bastante lejos que parecer un elfo de sangre. Los
recuerdos producidos por aquella pesadilla se incrustaron en lo más
profundo de su mente, taladrando la cordura de cualquiera que lo
hubiese presenciado. Dentro de su cabeza recordó cada imagen, cada
pensamiento e incluso cada sensación que inundaban al elfo, como si
por un momento hubiesen sido uno. Sus dedos temblaron al recordar el
nombre de Filos de las sombras, ya fuera por lo real que aquel sueño
había parecido o bien por lo que había logrado saber acerca de
ellos. Puede que su atormentada mente le estuviera jugando una mala
pasada, tal y como había pasado días antes. Pero si ese sueño
resultaba ser real... La Orden volvía a revivir a uno de sus peores enemigos, aquellos que serían capaces de inclinar la balanza.
Anunciamos que próximamente y si los miembros de La Orden están de acuerdo, comenzaremos un nuevo grupo de rol, esta vez situado con personajes de la Horda. Los Filos de las Sombras, aquellos que fueron grandes enemigos de la Orden han continuado sus andaduras hasta ahora, donde tras cruzar el portal oscuro sus destinos se han visto nuevamente entrelazados con los de la Orden. ¿Cuales serán las intenciones de estos? Todos eso podremos verlo dentro de muy poco, en el Capítulo II - El imperio del sol.