martes, 3 de febrero de 2015

Equilibrando la balanza


Como cada uno de los días que componían los últimos meses, Garrett y su apreciada maestra recorrían las cavernas del tiempo mientras se enzarzaban en un debate sinfín. Quizás la joven dragona de nombre Nizdorni disfrutaba de aquella situación, pero el resultado final no era otro que el de instruir a su aprendiz como caminante del tiempo. Garrett a estas alturas ya conocía los entresijos de aquel lugar e incluso las manías y hábitos de las dragona, así que mientras caminaban alrededor de aquel gigantesco reloj de arena que coronaba el centro de las cavernas, el joven humano se percató de que ya habían rodeado el mismo al menos siete veces. La conversación entre ambos siempre derivaba en una serie de cuestiones de las cuales la dragona o bien no tenía conocimiento o por otro lado no le interesaba contestarlas, pero ambos paseaban lentamente hasta completar la décima vuelta, donde Nizdorni dejaba al humano con la palabra en la boca y sus preguntas en el aire.
Garrett aprovechó que aún quedaba un tiempo hasta terminar su instrucción del día para preguntar aquello que le inquietaba.
-Nizdorni, lo que no entiendo es...¿Por qué nosotros debemos permitir que ocurran cosas malas? ¿No deberíamos evitarlas?...
-Los caminantes del tiempo, al igual que los dragones de bronce, no somos jueces. Nosotros no decidimos joven aprendiz, tan solo vigilamos y nos aseguramos de que todo fluya como debe ser.
-¿Pero cómo no solucionar algo... que puede estar a tu alcance?
-Esas preguntas son las que corroen y dominan por dentro a los dragones infinitos...¿Por qué no hacer un mundo fiel a nuestros ideales? Es sencillo, porque nosotros no somos titanes, ni dioses,... nosotros tan solo somos espectadores del transcurso del tiempo en este mundo. Además dentro de todo lo malo siempre hay cosas buenas.-respondió la dragona con forma de gnoma mientras sonreía al humano.
-Quizás tengas razón, pero no encuentro nada positivo a por ejemplo... lo que ocurrió con Arthas y la plaga. ¿Qué beneficios obtuvimos de eso? ¿Acaso compensa las miles de muertes?
-Quizás si analizas los hechos podrías hallar tu mismo la respuesta, de ese modo nuestra conversación giraría en torno a algo más... fructífero.
Garrett miró a la gnoma arqueando una ceja
-Las últimas seis vueltas que hemos dado al reloj, tan solo has hablado de lo poco que te gusta el invierno y lo fría que está la nieve, mira a tu alrededor, estamos en un desierto... no creo que nuestra conversación pueda ser menos fructífera que eso.
-Oh, puede que tengas razón... bueno está bien. Por poner uno de los numerosos ejemplos... Arthas creó la plaga, de la cual salieron los renegados de la horda o incluso los caballeros de la muerte. Eso conllevó a que la Horda se hiciera más poderosa al contar con estos... no muertos. Sin los no muertos quizás los elfos de sangre no hubiesen formado parte de la Horda... y puede que entonces...
-¿Estas intentando decirme que gracias al rey Exánime la horda es más fuerte? Si intentas convencerme... no creo que estés usando un buen ejemplo.
-Garrett tu ahora eres caminante del tiempo, los caminantes sois neutrales al igual que nosotros los dragones. La horda es solo... el otro lado de la balanza. A veces un lado se inclina más que el otro, pero a fin de cuenta ambos son necesarios para este mundo. ¿Cómo si no podríamos haber derrotado al vuelo negro o a la legión ardiente? Cada uno de vosotros sois útiles, y en este tiempo habéis aprendido a luchar contra el verdadero enemigo.
-Puede que tengas razón... no lo había pensado de ese modo...aún así...
-Garrett las cosas a veces no están tan a flote como parecen, puede que algo malo ocurra en principio, pero quizás todo ello desemboque en algo bueno... cuando tengas dudas piensa en que la balanza se está equilibrando.

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Un resplandor deslumbró al elfo tras cruzar el portal oscuro. El sol en aquellas tierras llamadas Draenor estaba por ponerse, sin embargo aún alumbraba en el horizonte, tras aquel amasijo de vegetación y orcos que bañaba todo lo que abarcaba la vista.

El elfo sostuvo su asta fuertemente mientras se preguntaba si las tropas tanto de la Alianza como de la Horda serían capaces de frenar aquel avance. Sacudió la cabeza intentando deshacerse de sus dudas y avanzó rápidamente junto a algunos de los suyos. La primera línea lograba refrenar con éxito el avance de la Horda de hierro, mientras que los pocos que se escabullían entre las filas quedaban a merced de aquellos que acababan de cruzar como él mismo.

Caminó rápidamente mientras giraba en círculos varias veces la lanza sobre su cabeza anteponiéndola ante él , tras un ágil y ligero movimiento el elfo clavó su arma en el suelo y apoyándose le otorgó una patada a un orco que se acercaba. El orco cayó desde una altura considerable. El monje miró desde lo alto mientras sacaba una afilada daga de su apretado cinturón de cuero. Apuntó tan solo unas milésimas de segundos mientras el orco se levantaba lentamente. La daga cruzó en un parpadeo la distancia hasta el enemigo atravesando su garganta. ''Uno menos'' pensó.

El elfo acarició sus largos cabellos mientras observaba la sangrienta batalla que tenía lugar a su alrededor. Mirando con desdén a aquellos que dejaban sus vidas contra los temibles orcos, se preguntó como demonios había llegado a verse envuelto en aquella situación. Era mercenario sí, todos los suyos lo eran, pero realmente merecía la pena sacrificarse por algo así... El elfo miró a sus compañeros, como cada uno de ellos daba lo mejor de si mismo mientras luchaban fieramente contra aquellos enemigos que habían descubierto tan solo hacía unas semanas antes. Entre la multitud se fijó en un joven humano de cabellos rubios que fue fácilmente derribado por un orco haciendo que cayese desde una gran altura. El orco recorrió la distancia de un salto mientras acorralaba al humano que a esas alturas había perdido el arma. El monje extrajo una daga mientras observaba al orco caminar decididamente hacia el humano sosteniendo una gran maza entre sus manos. El humano se hizo con su escudo esperando el avance del enemigo, enemigo que caería en unos segundos bajo el filo de su daga...

De pronto una explosión hizo volar un edificio cercano. El elfo monje salió despedido cayendo de espaldas. Abrió los ojos rápidamente para percatarse de que una gran estructura de madera se avecinaba sobre él. Esquivó cada uno de los tablones que parecían llover del cielo mientras avanzaba entre las rocas desprendidas a causa de la explosión.

Evitó con éxito algún que otro enemigo que se abalanzaban sobre él mientras se abría paso. Con su lanza avanzó apartándolos a base de golpes aprovechando la ocasión para terminar con la vida de más de uno. Mientras luchaba fervientemente notó como algo desgarraba la piel de su brazo y le obligaba a dejar caer la daga que aun sostenía. Se giró rápidamente a la vez que miraba el sangrante corte de su brazo. El orco levantaba el hacha para asestar un segundo ataque, pero esta vez el monje interpuso su asta. Forcejeó con el enemigo durante unos segundos hasta que retrocedió hacia atrás gracias a una voltereta que realizó justo a tiempo. Mientras el orco y el elfo cruzaban sus miradas, éste ultimo aprovechó para depositar su mano sobre la herida. Una esfera de color verdoso salio de su mano para adentrarse lentamente en su herida, cicatrizándola con gran celeridad. El orco avanzó rápidamente cargando contra el elfo. Sin duda el monje era mucho más hábil y rápido que el enemigo pero aún así no podía confiarse, esquivó cada uno de los golpes del orco que rasgaban el aire ante el que se encontraba.

Una daga se hundió en la piel del orco, ahondando profundamente en su hombro. Ambos miraron hacia donde se encontraba una orca con varias de esas armas entre sus manos. El elfo aprovecho la distracción para cargar hacia el orco. Antes de que el enemigo pudiese reaccionar el monje apoyo la lanza en el suelo usándolo como pértiga para cruzar por encima del robusto cuerpo de su contrincante, mientras que una vez en el aire lanzaba el asta perforando la armadura del orco y atravesándole el pecho.

El elfo extrajo su arma del cuerpo ensangrentado de su enemigo y limpio el filo de ésta con un fuerte movimiento. Sin más dilación avanzó hacia los peldaños de piedra por los que había bajado minutos antes a toda prisa, pero cuando estaba a punto de realizar dicha acción algo llamó su atención. A lo lejos observó un débil reflejo, lo suficiente para ver un leve parpadeo de algo brillante. Avanzó cautelosamente abandonado el camino de piedra y adentrándose en la tierra y vegetación de lo que conformaba el resto de la jungla. Se arrodilló muy lentamente y de entre la maleza extrajo un objeto, un misterioso y singular objeto con forma de talismán.

El elfo de sangre observó entre sus manos la reliquia sin mediar palabra. Un escalofrío recorrió su cuerpo rápidamente. Kaltherian examinó el talismán, cada parte de él mientras ensimismado se centraba en la arena dorada que recorría el interior de la coraza de color negro que protegían los cristales azulados del artefacto.

-No puede ser...-susurró.

Sus manos temblaron mientras un sinfín de recuerdos nublaban su mente. Giró la mirada alerta al oír algunos pasos tras él. La orca de piel verdosa y pelo oscuro se acercó hasta él con sumo cuidado. A los que se sumaron en poco tiempo otro elfo de sangre que parecía ser un brujo y un goblin.

-¿Crees que es... aquello que busca el jefe?-preguntó la orca entre susurros a la vez que rompía el silencio que se había forjado entre ellos.
-Si lugar a duda,... y si no, es algo muy parecido.
-¡Vaya y yo que creía que el jefe estaba como una regadera!-exclamó el goblin con una aguda voz.
-Él dijo que tarde o temprano lo encontraríamos, que lo había visto...-interrumpió un elfo de sangre alto con cabellos rubios y de carácter serio.- Lo que no podía imaginar es que sería aquí...y mucho menos... ahora.
El elfo de sangre monje observó junto al grupo la belleza de aquel artefacto.
-Vosotros no hicisteis más que dudar de sus palabras... pero yo viví lo sucedido hace años. Cada muerte, cada derrota... mi hermana murió a manos de aquellos que tan solo querían adueñarse de los talismanes. Sin embargo... siento que este objeto posee un poder inimaginable... siento que ha llegado nuestro momento... la balanza se inclina otra vez a nuestro favor... y los Filos de las Sombras renacerán una vez más de sus cenizas.

Garrett despertó bruscamente del sueño en el que se encontraba. Se incorporó rápidamente en su cama cubierto por un frío sudor que recorría todo su cuerpo. Miró a su alrededor y observó entre la oscuridad como el resto de sus compañeros descansaban plácidamente en aquel edificio conocido como el cuartel de la ciudadela. Miró sus manos detenidamente y seguidamente acarició su poblada barba, respirando aliviadamente al ver que estaba bastante lejos que parecer un elfo de sangre. Los recuerdos producidos por aquella pesadilla se incrustaron en lo más profundo de su mente, taladrando la cordura de cualquiera que lo hubiese presenciado. Dentro de su cabeza recordó cada imagen, cada pensamiento e incluso cada sensación que inundaban al elfo, como si por un momento hubiesen sido uno. Sus dedos temblaron al recordar el nombre de Filos de las sombras, ya fuera por lo real que aquel sueño había parecido o bien por lo que había logrado saber acerca de ellos. Puede que su atormentada mente le estuviera jugando una mala pasada, tal y como había pasado días antes. Pero si ese sueño resultaba ser real... La Orden volvía a revivir a uno de sus peores enemigos, aquellos que serían capaces de inclinar la balanza.




Anunciamos que próximamente y si los miembros de La Orden están de acuerdo, comenzaremos un nuevo grupo de rol, esta vez situado con personajes de la Horda. Los Filos de las Sombras, aquellos que fueron grandes enemigos de la Orden han continuado sus andaduras hasta ahora, donde tras cruzar el portal oscuro sus destinos se han visto nuevamente entrelazados con los de la Orden. ¿Cuales serán las intenciones de estos? Todos eso podremos verlo dentro de muy poco, en el Capítulo II - El imperio del sol.