sábado, 24 de enero de 2015

Gronbel Tuercanegra - Un pueblo dividido

El cuerpo inerte yacía sobre las losas de la sala del trono imperial, el silencio y la tensión dominaban el ambiente de la amplia sala. Todos los presentes se miraban entre sí, nerviosos e inquietos, mientras la esposa del finado observaba a éste en silencio acariciando su ya fría piel. El emperador, Dagran Thaurissan, había sido abatido por un grupo de intrusos. Habían acabado con una gran parte de las instalaciones y ciudadanos de la capital Forjatiniebla.

  Gronbel Tuercanegra recorría los largos y amplios pasillos de la ciudad a la mayor velocidad que le conferían sus piernas. No podía dar crédito a lo que había acontecido en la ciudad. Tenía que ir saltando y esquivando cuerpos. Se desconocía si los intrusos se habían marchado. Cuando llegó a la sala del trono y comprobó con sus propios ojos que todo era cierto. Grimkrut Tuercanegra, su hermano, había llegado antes que él y lo esperaba totalmente desolado. Sobraban las palabras, había caído su emperador y ahora todas las miradas recaían sobre Moira y su hijo, heredero al trono.

 Todos los hierro negro acudieron al funeral de Thaurissan, en el que volvería a ser uno con la montaña. El féretro con el que sería arrojado estaba hecho con la piedra del corazón de la montaña, algo con lo que solo podían contar los grandes cargos. Antes de ser arrojado a la lava Moira dejó algo sobre el cuerpo aunque nadie llegó a ver lo que era. Para ellos era un gran emperador pese a las diversas opiniones sobre sus últimos tratos con los embajadores crepusculares. Se arrojó el cuerpo, viendo como era engullido por la lava. Todos se tomaron una jarra en recuerdo al emperador y para brindar por que el próximo sea igual o mejor que su padre. Moira sería la regente de la ciudad hasta que su hijo alcanzase la edad suficiente para gobernar. Era increíble que siendo de origen barbabronce fuese tan bien acogida como la regente, muchos la seguían sin dudarlo.

 Los días pasaban con una gran lentitud, se retiraron los cuerpos y se realizaron los actos fúnebres de despedida. El taller en el que trabajaba Gronbel estaba totalmente destrozado y aún quedaban manchas de la sangre de su maestro, el famoso Señor Gólem Argelmach. Junto al resto de los aprendices trabajó día y noche para devolverlo a su antiguo estado y recopilar todos los esquemas y libros que quedasen en buen estado.

 Por suerte los moldes de los golems seguían intactos, podrían reemplazar todos los que habían perdido. Gronbel quería aprovechar la situación para proponer el crear golems más novedosos y más defensas en la ciudad, pero la mayoría con su mente conservadora se oponía a ello. Lo primero en reconstruirse fue el Tragapenas. Estaba muy cerca del taller y así Gronbel podía tomarse con facilidad varias jarras de cerveza negra con su hermano.


Durante uno de estos días apareció Grimkrut en el taller buscando a Gronbel, parecía muy preocupado por lo que se alejaron a una sala contigua. La sala era un almacén lleno de cajas con todo tipo de trastos y piezas de los golems. Como la mayoría de las habitaciones de Forjatiniebla la estancia era lúgubre y la decoración brillaba por su ausencia.

-  Está ocurriendo lo que me temía, vigila tu espalda Gronbel… -dijo Grimkrut bastante nervioso mientras no paraba de mesarse su espesa barba.
-  ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido? -le preguntó Gronbel mientras intentaba calmarlo.
- Son esos hijos de ogra crepusculares. –escupió estas palabras mientras cambiaba su nerviosismo por pura rabia- Están convenciendo a la mayoría de los nuestros y estoy seguro de que dentro de poco querrán deshacerse de Moira.
- Antes dudaba de tus sospechas pero… -dijo pensativo mientras se colocaba bien sus gafas de ingeniería, lo cual suele hacer muchas veces- Ya he visto que incluso mis compañeros del taller se están uniendo a ellos… -suspiró y echó un trago a una jarra con un contenido tan oscuro que parecía aceite más que cerveza- No me gusta esto nada.
- Somos muchos en esta situación… no tengo ni idea de lo que ocurrirá, pero yo que tú haría copias de lo que fuese necesario y lo prepararía para el momento en el que tengamos que huir de aquí. –comentó dolorido, no podía soportar la idea de tener que abandonar la ciudad en la que lleva toda su vida.
- ¿Realmente crees que podrán echarnos de la ciudad? –preguntó Gronbel aún incrédulo.
- ¿Aún no lo ves? Si matan a Moira lo siguiente que harán es matar a todos los que somos fieles a ella. *dijo tajante, quedando bien claras sus palabras para su hermano*
- Estaré atento y preparado, si ocurre cualquier cosa cogeré lo que pueda e iré donde vaya Moira. *los hermanos se dieron un abrazo y se despidieron*



 La tensión en la ciudad aumentaba por momentos. Se rumoreaba la desaparición de algunos enanos y otros aparecían muertos en mitad de la calle sin que nadie supiese algo. Gronbel aprovechaba cualquier momento para copiar los documentos que podía sin ser visto. Solía ver a su hermano de un lado para otro de la ciudad pero nunca ha querido decirle lo que estaba haciendo.

 Un día Gronbel se percató de que muchos enanos se dirigían hacia el Círculo de la Ley, rodeaban a alguien pero no alcanzaba a verlo. Gronbel con gran curiosidad no dudó en ir a las gradas del círculo, y no se esperaba lo que ocurría. Estaban juzgando a un enano algo más bajo y escuálido de lo normal. Había gritado a varios embajadores del culto crepuscular diciendo que se fuesen de la ciudad y que dejasen de corromper a nuestro pueblo. La mayoría de los hierro negro le estaban arrojando todo tipo de objetos. Abrieron las jaulas y dejaron que las bestias lo despedazasen.
 ¿Dónde estaba Moira? No la veía en la sala, al igual que su hermano no aparecía por ninguna parte. Los hierro negro convencidos por los crepusculares estaban tomando el control de la ciudad y poco podía hacer. Gronbel abandonó la grada y regresó al taller, donde sin perder el tiempo recogió todos los documentos que había copiado y algunas piezas importantes. Cuando estaba saliendo del taller, mientras pensaba en que hacer a continuación, aparecieron varios de sus compañeros del taller. Gritaban su nombre, le señalaban y empezaban a perseguirle varios soldados a los que habían alertado.

 Nunca había corrido a tal velocidad, ni siquiera cuando murió el emperador. Su respiración estaba muy acelerada, no estaba acostumbrado a ese tipo de ejercicio físico y no conseguiría escapar durante mucho tiempo. No le habían cogido aún porque se conocía la ciudad como la palma de su mano, colándose por todo tipo de túneles y cornisas. Mientras cruzaba un pasadizo una mano emergió de la oscuridad y le agarró, tirándole a un recoveco antes de pronunciar palabra y le tapó la boca.

 Sus perseguidores pasaron de largo sin verle a él ni a su captor, el cuál para alegría de Gronbel era su hermano. 
-  No hagas ruido y sígueme, tenemos una máquina topo lista para escapar. –dijo Grimkrut entre susurros mientras se metía tumbado por un hueco que ni Gronbel conocía.
 Los hermanos recorrieron varios pasadizos y túneles que eran rara vez transitados, su estado era más que deficiente pero perfectos para su huida. Tras lo que le pareció a Gronbel una eternidad llegaron hasta una maquina topo muy bien escondida, en la que les esperaban varios hierro negro leales a Moira. Cuando entraron se cerraron las puertas de la máquina, pronto dejarían lo que había sido hasta entonces su vida atrás.


Escrito por Marther