Sentí como los latigazos golpeaban mi
espalda una y otra vez mientras rasgaban la piel que se encontrara a
su paso. Oí como los estallidos que éste provocaba quedaban
eclipsados por mis gritos de dolor. Incluso juraría que podía
contemplar como las gotas de sangre caían a mi alrededor empapando el
suelo en un gran charco rojo. Pero de pronto desperté.
Abrí los ojos sobresaltado por aquella
pesadilla, azotado por aquel temor que anidaban en lo más profundo de
mi ser. Miré a mi alrededor, todo seguía igual, continuaba
encarcelado en aquella celda junto al peor de mis enemigos, pero a
decir verdad podía respirar tranquilo, ya que tras varios días aún
no nos habían torturado ni nada parecido. Aunque sabía que ese día
llegaría.
Lo único que vimos en nuestros días de
cautiverio fue al robusto carcelero, que una vez al día nos traía un cuenco
de agua y un trozo de pan. No querían matarnos, al menos no aún,
pero tampoco nos iban a tratar como invitados.
Forcejeé por intentar escapar de allí
como cada día hacía al despertar, sin embargo esta vez un profundo
dolor recorrió mi cuerpo. Mis muñecas se hallaban ensangrentadas
por los grilletes, las llagas habían logrado extenderse tanto en
amplitud como en profundidad. No aguantaría mucho más en esa
situación, pero Lionell... su menudo cuerpo y su delgado rostro se
consumía día tras día, cada vez que mis ojos se habían cruzado
rencorosamente con su figura, había podido incluso notar como
llegaba a balancearse en un débil hilo entre la vida y la muerte.
Llegué incluso a sentir lástima por él, pero luego caí en la
cuenta de todo lo que había hecho, y lo único que deseé fue tener su
cuello entre mis manos.
Después de cuatro o cinco días, de
sus labios brotaron las primeras palabras, palabras que parecieron
cuchillos clavándose profundamente en mi alma. Lo odié aún más al
oírlo, deseé matarlo en ese instante, detestaba su voz y el tono con
el que se dirigía a mi... pero por desgracia no podía interponerme
ante sus actos, no mientras estuviese atado de manos.
-¿Quieres saber... por qué lo
hice...?-preguntó Lionell pausadamente
Me negué a responder
-Sé que nos escuchaste... a Caleb y a
mi antes de... desaparecer..., puede que no entendieras nuestras..
-¡No quiero saber nada de ti!
¡Cállate o juro que te mataré!-grité poseído por la ira que
albergaba desde hacía meses.
Lionell guardó silencio unos minutos
antes de continuar.
-No pido que me entiendas... ni
siquiera que me perdones... solo que me escuches...
Desee gritarle de nuevo, pero no
valdría de nada, si quería hablar, hablaría me opusiese o no.
-Debo admitir... que tuve la culpa de
muchas cosas. Cuando Caleb me arrebató el liderazgo de la Orden...
sentí un gran odio hacia él, y hacia todos los que habían
colaborado con que sus acciones tuvieran éxito. Los odié a todos, y
sentí como esa ira me consumía, como mis actos me marcaban...
siguiendo un sendero que no era el adecuado.-descansó unos segundos
antes de continuar.- Nizdorni se me apareció, me encontró... pero
no era la Nizdorni que conocíamos, sino una más oscura...
más...malvada. Me ofreció una gran oportunidad, una Orden que
podría liderar a mi antojo... un nuevo talismán más poderoso aún
si cabe que el de nuestra Orden... y lo único que tenía que hacer
era... facilitarle el camino. Al principio me pareció extraño...
pero rápidamente cedí y acepte su trato. Viajé hasta esta época,
hasta esta linea temporal... y comencé a llevar a cabo mi plan.
Descubrí que muchos de los antiguos guardianes que conocí... eran
aún jóvenes inexpertos, atrás habían quedado los poderosos y
sabios guardianes de mi época, dando lugar a... una débil Orden. El
encargo de la Nizdorni oscura me pareció de lo mas sencillo, e
incluso divertido. Acabar con vosotros sería tan simple que incluso
me hizo perder interés por un tiempo. Sin embargo... cuando conseguí arrebataros
el talismán... lo vi claro. Había sido utilizado... utilizado para
destruir la Orden por aquella misma que os había dado vida. Descubrí
por medio del artefacto todo lo que ocurriría, lo que os ocurría...
lo que nos ocurriría. No sobreviviríais a lo que os esperaba por
venir... no erais lo suficientemente poderosos, ni estabais tan
unidos como para enfrentaros a la Nizdorni oscura. Pero vuestra Orden
no era más que el principio, tras eso, iría a por su principal
objetivo, la nuestra.
-¡¿Quieres que me crea toda esa
patraña?!-grité alterado
-No quiero que me creas... solo que me
escuches...
Hubo un largo silencio sepultado solo
por mi agitada respiración, hasta que decidí ceder y dejarle
continuar.
-Sabía que Caleb, Nizdorni y Frederic
estudiaban la forma de que todo terminara de la mejor manera posible.
Investigué sobre nuestro pasado... y sobre el vuestro... y decidí...
ocupar el puesto de alguien que sería un temible enemigo vuestro,
el mismo Frederic. Actué en consecuencia, me enfrenté a vosotros a
sabiendas de que me esperaba una muerte segura... pero si lo hice fue
para fortaleceros. Muchos murieron en mi linea temporal enfrentándose
a Frederic, y muchos más cuando se enfrentaron a Nizdorni. Pero
aquí... nada de eso llegaría a ocurrir...
-¿Y qué hay de Thedya?, ¡Ella murió
por tu culpa!
-No pretendo justificar mis actos...
solo... quiero que sepas la verdad que muy pocos saben. Si vuestra
Orden caía, la nuestra lo haría después..., era algo... que no
podía permitir, por mucho que los odiara.
Durante los siguientes días mantuvimos
efímeras conversaciones sin importancia. Pensé detenidamente en sus
palabras, las cuales coincidían con aquello que oí meses atrás
antes de que Caleb y él se enfrentasen. Si sus palabras eran
ciertas... él no había trastocado tanto nuestra linea como lo había
hecho Caleb, de hecho, tan solo había salvado vidas, se había
enfrentado a nosotros solamente con el fin de hacernos mas fuertes, y
gracias a ello lo habíamos conseguido. Mi mente se negaba a
aceptarlo, pero mi corazón decía que Lionell no era más que un
crío al que todo esto le había quedado grande hacía mucho, un crío
temeroso que lo único que pretendía era regresar a casa.
Mientras Lionell dormía, seguí
pensando en sus palabras, quizás había logrado convencerme de la
veracidad de las mismas, o quien sabe si engañarme, pero el resto de
los miembros de la Orden... era otro cantar. De repente oí como
alguien abría la puerta de la celda. Sus pasos habían sido tan
suaves y delicados, a diferencia de los de nuestro carcelero, que ni
siquiera la había oído llegar. Era una mujer, vestida con una
capucha y ropajes de lo más provocativos que se ceñían
insinuantemente a cada una de sus curvas. Cuando se retiró la
capucha sentí como si un martillo cargado de esperanza me golpeara
en todo el pecho. No pude soltar palabra, ni siquiera podía
creerlo... ¡Era ella, Alice!
-Alice...has venido a...
Ni siquiera mis palabras tuvieron la
oportunidad de salir de entre mis labios cuando una bofetada me cruzó
la cara. Sentí el picor en la mejilla mientras intentaba buscar en
mi fuero interno la reacción que encajara con el golpe que acababa
de sufrir.
-Eres un estúpido, un niñato
irresponsable...-mientras continuaba.
Mi oídos no dieron a basto para oír la
cantidad de barbaridades que desprendieron sus carnosos labios
vestidos con un suave carmín rojizo.
-Pero... Alice...
-¡Ni Alice ni nada! ¡Has arruinado el
plan que íbamos a llevar a cabo por tu... egocentrismo, por tus ganas
de jugar a ser héroe!
-Pero...
Alice me fulminó con la mirada
mientras abría los grilletes que me mantenían preso, así que
decidí bajar la mirada y mantenerme en silencio intentando no
despertar a la bestia que aguardaba dentro de ella y que hasta el día
de hoy parecía haber estado dormida. Me acaricié las manos
doloridas y ensangrentadas, sentía un hormigueo alrededor de los
brazos e incluso me percaté de como fallaban ante mis indicaciones.
Me levanté con cuidado mientras me apoyaba en la impasible pared de
piedra. Lionell se despertó extrañado por la situación.
-¿Qué ocurre?-preguntó mientras
miraba a ambos intentando atar cabos.-¿Nos liberan?
Alice soltó una carcajada.
-No querido, he venido a liberarlo a
él, tu puedes continuar pudriéndote.-respondió mientras lo miraba
con indiferencia.
Ambos abandonamos el lugar recorriendo
los largos pasillos de las mazmorras. Aunque estaba impaciente por
salir de ahí, había algo dentro de mí que me frenaba, una
sensación extraña que parecía indicarme que algo iba mal.
-Alice...- dije mientras me detenía
apoyándome en mis rodillas.
-Debemos darnos prisa, no tenemos mucho
tiempo.
-Creo que... deberíamos... llevarlo
con nosotros.-dije mientras miraba el lugar por donde habíamos
venido.
-Estarás de broma..., es Lionell, el
mismo que te hizo... que nos hizo todo aquello, ¿Recuerdas?
-Lo sé... y no hay nadie que le odie
más que yo, pero... todos tenemos derecho a la redención.
En ese momento la mirada de la bruja se
cruzó con la mía, propinándome segundos después otra bofetada que me
hizo caer al suelo de rodillas.
-¿Sigues pensando lo mismo
ahora?-preguntó amenazante.
-Sí... creo que sí...-respondí tras
pensarlo unos segundos.
-¿Crees?-preguntó mientras enarcaba
una ceja.
-Estoy convencido que
deberíamos...salvarlo.
-Está bien, pero no cargaré con él,
ya bastante tengo con hacerlo contigo.
Retrocedimos hasta la celda y liberamos
a Lionell. Pasé su brazo alrededor de mi cuello para ayudarlo a
caminar. La verdad es que pesaba bastante poco, pero en aquel momento
me encontraba tan débil como para llegar a mantener mi propio cuerpo
en pie. Hice acopio de todas mis fuerzas y cruzamos rápidamente
aquellos largos pasillos. Tras abrir la puerta que nos guiaría hasta
nuestra libertad nos encontramos con un muro, pero no se trataba de
un muro de piedra, sino de alguien a quien había temido enfrentarme
desde el día que me capturaron, el carcelero.