miércoles, 6 de agosto de 2014

Zephiel Daroudji - Redención


Sentí como los latigazos golpeaban mi espalda una y otra vez mientras rasgaban la piel que se encontrara a su paso. Oí como los estallidos que éste provocaba quedaban eclipsados por mis gritos de dolor. Incluso juraría que podía contemplar como las gotas de sangre caían a mi alrededor empapando el suelo en un gran charco rojo. Pero de pronto desperté.

Abrí los ojos sobresaltado por aquella pesadilla, azotado por aquel temor que anidaban en lo más profundo de mi ser. Miré a mi alrededor, todo seguía igual, continuaba encarcelado en aquella celda junto al peor de mis enemigos, pero a decir verdad podía respirar tranquilo, ya que tras varios días aún no nos habían torturado ni nada parecido. Aunque sabía que ese día llegaría.

Lo único que vimos en nuestros días de cautiverio fue al robusto carcelero, que una vez al día nos traía un cuenco de agua y un trozo de pan. No querían matarnos, al menos no aún, pero tampoco nos iban a tratar como invitados.

Forcejeé por intentar escapar de allí como cada día hacía al despertar, sin embargo esta vez un profundo dolor recorrió mi cuerpo. Mis muñecas se hallaban ensangrentadas por los grilletes, las llagas habían logrado extenderse tanto en amplitud como en profundidad. No aguantaría mucho más en esa situación, pero Lionell... su menudo cuerpo y su delgado rostro se consumía día tras día, cada vez que mis ojos se habían cruzado rencorosamente con su figura, había podido incluso notar como llegaba a balancearse en un débil hilo entre la vida y la muerte. Llegué incluso a sentir lástima por él, pero luego caí en la cuenta de todo lo que había hecho, y lo único que deseé fue tener su cuello entre mis manos.

Después de cuatro o cinco días, de sus labios brotaron las primeras palabras, palabras que parecieron cuchillos clavándose profundamente en mi alma. Lo odié aún más al oírlo, deseé matarlo en ese instante, detestaba su voz y el tono con el que se dirigía a mi... pero por desgracia no podía interponerme ante sus actos, no mientras estuviese atado de manos.

-¿Quieres saber... por qué lo hice...?-preguntó Lionell pausadamente

Me negué a responder

-Sé que nos escuchaste... a Caleb y a mi antes de... desaparecer..., puede que no entendieras nuestras..
-¡No quiero saber nada de ti! ¡Cállate o juro que te mataré!-grité poseído por la ira que albergaba desde hacía meses.

Lionell guardó silencio unos minutos antes de continuar.

-No pido que me entiendas... ni siquiera que me perdones... solo que me escuches...

Desee gritarle de nuevo, pero no valdría de nada, si quería hablar, hablaría me opusiese o no.

-Debo admitir... que tuve la culpa de muchas cosas. Cuando Caleb me arrebató el liderazgo de la Orden... sentí un gran odio hacia él, y hacia todos los que habían colaborado con que sus acciones tuvieran éxito. Los odié a todos, y sentí como esa ira me consumía, como mis actos me marcaban... siguiendo un sendero que no era el adecuado.-descansó unos segundos antes de continuar.- Nizdorni se me apareció, me encontró... pero no era la Nizdorni que conocíamos, sino una más oscura... más...malvada. Me ofreció una gran oportunidad, una Orden que podría liderar a mi antojo... un nuevo talismán más poderoso aún si cabe que el de nuestra Orden... y lo único que tenía que hacer era... facilitarle el camino. Al principio me pareció extraño... pero rápidamente cedí y acepte su trato. Viajé hasta esta época, hasta esta linea temporal... y comencé a llevar a cabo mi plan. Descubrí que muchos de los antiguos guardianes que conocí... eran aún jóvenes inexpertos, atrás habían quedado los poderosos y sabios guardianes de mi época, dando lugar a... una débil Orden. El encargo de la Nizdorni oscura me pareció de lo mas sencillo, e incluso divertido. Acabar con vosotros sería tan simple que incluso me hizo perder interés por un tiempo. Sin embargo... cuando conseguí arrebataros el talismán... lo vi claro. Había sido utilizado... utilizado para destruir la Orden por aquella misma que os había dado vida. Descubrí por medio del artefacto todo lo que ocurriría, lo que os ocurría... lo que nos ocurriría. No sobreviviríais a lo que os esperaba por venir... no erais lo suficientemente poderosos, ni estabais tan unidos como para enfrentaros a la Nizdorni oscura. Pero vuestra Orden no era más que el principio, tras eso, iría a por su principal objetivo, la nuestra.

-¡¿Quieres que me crea toda esa patraña?!-grité alterado
-No quiero que me creas... solo que me escuches...

Hubo un largo silencio sepultado solo por mi agitada respiración, hasta que decidí ceder y dejarle continuar.

-Sabía que Caleb, Nizdorni y Frederic estudiaban la forma de que todo terminara de la mejor manera posible. Investigué sobre nuestro pasado... y sobre el vuestro... y decidí... ocupar el puesto de alguien que sería un temible enemigo vuestro, el mismo Frederic. Actué en consecuencia, me enfrenté a vosotros a sabiendas de que me esperaba una muerte segura... pero si lo hice fue para fortaleceros. Muchos murieron en mi linea temporal enfrentándose a Frederic, y muchos más cuando se enfrentaron a Nizdorni. Pero aquí... nada de eso llegaría a ocurrir...

-¿Y qué hay de Thedya?, ¡Ella murió por tu culpa!
-No pretendo justificar mis actos... solo... quiero que sepas la verdad que muy pocos saben. Si vuestra Orden caía, la nuestra lo haría después..., era algo... que no podía permitir, por mucho que los odiara.


Durante los siguientes días mantuvimos efímeras conversaciones sin importancia. Pensé detenidamente en sus palabras, las cuales coincidían con aquello que oí meses atrás antes de que Caleb y él se enfrentasen. Si sus palabras eran ciertas... él no había trastocado tanto nuestra linea como lo había hecho Caleb, de hecho, tan solo había salvado vidas, se había enfrentado a nosotros solamente con el fin de hacernos mas fuertes, y gracias a ello lo habíamos conseguido. Mi mente se negaba a aceptarlo, pero mi corazón decía que Lionell no era más que un crío al que todo esto le había quedado grande hacía mucho, un crío temeroso que lo único que pretendía era regresar a casa.

Mientras Lionell dormía, seguí pensando en sus palabras, quizás había logrado convencerme de la veracidad de las mismas, o quien sabe si engañarme, pero el resto de los miembros de la Orden... era otro cantar. De repente oí como alguien abría la puerta de la celda. Sus pasos habían sido tan suaves y delicados, a diferencia de los de nuestro carcelero, que ni siquiera la había oído llegar. Era una mujer, vestida con una capucha y ropajes de lo más provocativos que se ceñían insinuantemente a cada una de sus curvas. Cuando se retiró la capucha sentí como si un martillo cargado de esperanza me golpeara en todo el pecho. No pude soltar palabra, ni siquiera podía creerlo... ¡Era ella, Alice!

-Alice...has venido a...

Ni siquiera mis palabras tuvieron la oportunidad de salir de entre mis labios cuando una bofetada me cruzó la cara. Sentí el picor en la mejilla mientras intentaba buscar en mi fuero interno la reacción que encajara con el golpe que acababa de sufrir.

-Eres un estúpido, un niñato irresponsable...-mientras continuaba.

Mi oídos no dieron a basto para oír la cantidad de barbaridades que desprendieron sus carnosos labios vestidos con un suave carmín rojizo.
-Pero... Alice...
-¡Ni Alice ni nada! ¡Has arruinado el plan que íbamos a llevar a cabo por tu... egocentrismo, por tus ganas de jugar a ser héroe!
-Pero...

Alice me fulminó con la mirada mientras abría los grilletes que me mantenían preso, así que decidí bajar la mirada y mantenerme en silencio intentando no despertar a la bestia que aguardaba dentro de ella y que hasta el día de hoy parecía haber estado dormida. Me acaricié las manos doloridas y ensangrentadas, sentía un hormigueo alrededor de los brazos e incluso me percaté de como fallaban ante mis indicaciones. Me levanté con cuidado mientras me apoyaba en la impasible pared de piedra. Lionell se despertó extrañado por la situación.

-¿Qué ocurre?-preguntó mientras miraba a ambos intentando atar cabos.-¿Nos liberan?

Alice soltó una carcajada.
-No querido, he venido a liberarlo a él, tu puedes continuar pudriéndote.-respondió mientras lo miraba con indiferencia.

Ambos abandonamos el lugar recorriendo los largos pasillos de las mazmorras. Aunque estaba impaciente por salir de ahí, había algo dentro de mí que me frenaba, una sensación extraña que parecía indicarme que algo iba mal.

-Alice...- dije mientras me detenía apoyándome en mis rodillas.
-Debemos darnos prisa, no tenemos mucho tiempo.
-Creo que... deberíamos... llevarlo con nosotros.-dije mientras miraba el lugar por donde habíamos venido.
-Estarás de broma..., es Lionell, el mismo que te hizo... que nos hizo todo aquello, ¿Recuerdas?
-Lo sé... y no hay nadie que le odie más que yo, pero... todos tenemos derecho a la redención.

En ese momento la mirada de la bruja se cruzó con la mía, propinándome segundos después otra bofetada que me hizo caer al suelo de rodillas.

-¿Sigues pensando lo mismo ahora?-preguntó amenazante.
-Sí... creo que sí...-respondí tras pensarlo unos segundos.
-¿Crees?-preguntó mientras enarcaba una ceja.
-Estoy convencido que deberíamos...salvarlo.
-Está bien, pero no cargaré con él, ya bastante tengo con hacerlo contigo.

Retrocedimos hasta la celda y liberamos a Lionell. Pasé su brazo alrededor de mi cuello para ayudarlo a caminar. La verdad es que pesaba bastante poco, pero en aquel momento me encontraba tan débil como para llegar a mantener mi propio cuerpo en pie. Hice acopio de todas mis fuerzas y cruzamos rápidamente aquellos largos pasillos. Tras abrir la puerta que nos guiaría hasta nuestra libertad nos encontramos con un muro, pero no se trataba de un muro de piedra, sino de alguien a quien había temido enfrentarme desde el día que me capturaron, el carcelero.