martes, 5 de agosto de 2014

Julius Heide - Los protegeré a todos


El paladín sujeto con fuerza su espada sin dejar de mirar al tronco de entrenamiento, suspiró lentamente preparándose física y mentalmente. Pequeñas gotas de lluvia le caían por el rostro pero aquello no lo desconcentraba ni incomodaba, a Julius Heide siempre le había gustado la lluvia.
Con gran velocidad cargó hacia el tronco esquivando un ataque imaginario y lanzó cuatro fuertes golpes que dejaron en la madera unos cortes precisos, el sabía que era muy fácil romper aquel objeto de un simple corte pero sus ataques buscaban herir en una zona pequeña con máxima fuerza. Con un último impulso se dispuso a lanzar su ataque más poderoso, su espada brilló levemente con el poder de la luz al tiempo que con todas sus fuerzas daba el golpe, el tronco recibió el impacto y estalló reducido a astillas.
“No está mal, pero aún tiene que ser más potente.”
Muchos de sus compañeros decían que no debía entrenar tanto, que se esforzaba demasiado en golpear aquellos troncos todas las noches. Pero Julius sabía que aquello era necesario. Cuando guió al grupo para encontrar a Caleb todos regresaron sin ninguna herida grave pero Ivy había escapado ante sus narices y no había podido convencer al Garrett futuro.
“Los protegeré a todos.”
Y no lo pensaba como algo imposible, sus compañeros, o más bien sus amigos, debía defenderlos de cualquier peligro, esa era su razón de ser. No volvería a perder a sus compañeros otra vez. En el ejército había sido el único superviviente de su unidad en dos ocasiones pero sin duda la que más pesaba en su corazón era la batalla de Costasur, aunque sabía que aquello no había sido una batalla.
Las lunas brillaban majestuosas en el claro cielo del monasterio en el bosque de Jade, quizá sólo era una ilusión pero el paladín juraría que aquella luz aliviaba sus penas como si fuera la misma luz que acudía a su llamada cuando luchaba. En su corazón había mucho pesar, su familia perdida, sus compañeros muertos en batalla, su fracaso con Faby y Aomme. Mientras se sentaba al amparo de un árbol que le protegía de la lluvia, no pudo evitar preocuparse por la cazadora. ¿Estaría bien? Sabia que fuerte pero no entendía sus intenciones de permanecer sola ante cualquier peligro.
Suspirando rebuscó en la bolsa que llevaba en la cintura sacando la carta del cuervo que le había confiado Garrett. Dudaba si era lo correcto usar aquel objeto tan especial para calmar su preocupación pero en el fondo necesitaba saber si había algún problema. Cerró los ojos para volver a abrirlos a los pocos segundos, en la carta se veía el rostro de Aomme sin ningún daño y seguía en las Tierras de la Peste pero algo le preocupaba, en el rostro de la cazadora se veía furia y odio.
-¿Qué ha sucedido para que estés así?- Preguntó tontamente a la carta.
Al final aquel objeto sólo le había dado nuevas preocupaciones, por un momento pensó en hablar con Faby y contarle todo, lo que pensaba y lo que había pasado, pero tenía demasiadas dudas sobre si se lo tomaría bien. Mientras guardaba la carta se descubrió deseando ir en busca de Aomme para decirle…
“Ella quiere estar sola, da igual lo que le diga o haga.”
Completamente desanimado por la situación se quedó dormido apoyado en aquel árbol.

Se encontraba en el campo de batalla, el comandante Wills revisaba hasta el mínimo detalle de toda la unidad, se detuvo frente a Kart y lo miró fijamente.
-¡Soldado! ¿Por qué sus botas tienen restos de suciedad?- Gritó marcialmente.
- Señor no he tenido tiempo de limpiarlas, señor.- Respondió el soldado.
- El próximo permiso queda cancelado.- Bramó el comandante.
Todos suspiraron e incluso se escuchaba alguna tímida protesta, Kurt era un gran soldado y uno de los mejores tiradores que había pero su rebeldía era incorregible. Por su parte el comandante Wills era muy estricto pero un auténtico soldado del frente que siempre luchaba al lado de sus hombres. Había perdido un brazo en Rasganorte pero eso no le impedía seguir en el ejército y luchar con fiereza.
Tras aquella revisión la unidad tomó posición, la intención era tomar los alrededores de Costasur con un ataque masivo pero la horda también había preparado una defensa terrible, todas la unidades estaban ya preparadas para el combate.
-Julius, ¿Qué te parece esto?- Le preguntó Kurt mientras preparaba su fusil.
-Una mala idea.- Respondió sinceramente.
Sonaron varios cuernos, la horda parecía prepararse para atacar ellos y los comandantes de la alianza empezaron a gritar órdenes preparándose para el combate.
El paladín observó a sus compañeros, aquellos en los que confiaba y que podía considerar su única familia. Estaba Reck el gigantón, más grande que un orco, que afilaba su hacha con una sonrisa cínica, Kovav que jugueteaba con sus enormes dagas y que solía soportar las burlas de toda la unidad por su calvicie, Devon con su sentido del humor siempre intacto y Sara que a pesar de ser bajita y delgada nadie se atrevía a llevarle la contraría en nada.
La horda cargaba ya en dirección a ellos, tantos enemigos sedientos de sangre avanzando de esa manera encogía el corazón de los reclutas, algunos incluso se tiraban al suelo a llorar, en esos casos algún compañero le propinaba unas bofetadas, podía parecer algo brutal pero era el mejor método para que los novatos recobrasen la compostura. Los nuevos reclutas solían ver a los veteranos como Julius y sus compañeros con admiración y ellos intentaban enseñarles rápidamente todo lo que sabían para que pudieran sobrevivir.
“Pensar que somos veteranos y ninguno llega a los 30 años.”
El comandante Wills alzo su mano y gritó en señal de ataque, todo el ejército aliado reaccionó avanzando a gritos de ánimo y patriotismo. En su unidad Julius encabezaba junto a Reck la carga al igual que habían hecho en tantas ocasiones.
-¿Listo para la fiesta, pequeño?- Gritó el gigantón.
-No, me he olvidado la ropa de gala.- Bromeó.
El paladín salto en el momento del choque lanzando un golpe con sus pies a un orco con cicatrices que se derrumbó para recibir el hacha de Reck.
El infierno se había desatado, Julius se defendía con su espada lanzando furiosos contraataques, había perdido la cuenta de cuantos enemigos había abatido e incluso no notaba las diferentes heridas que había recibido en el salvaje cuerpo a cuerpo. Los gritos y el ruido de las armas se mezclaban con el olor de la sangre y la pólvora, varias explosiones lanzaban cuerpos por los aires indicando que los magos de ambos bandos usaban sus hechizos más poderosos. Reck, que había perdido su arma, tenía en cada una de sus enormes manos a un goblin, con su tremenda fuerza hizo chocar sus cabezas hasta dejarlos inertes pero inmediatamente varios orcos se lanzaron contra el apuñalándolo mortalmente, antes de morir el gigante humano tubo tiempo de romper el cuello de uno de los orcos de un certero puñetazo. Loco de furia Julius saltó en medio de los orcos y los mató uno a uno vengando a su compañero, solo que no se mataba por venganza o furia, si no por miedo. Se mataba para salvar la vida, asesinar o ser asesinado.
Buscando a sus compañeros pudo ver a Kovav en el suelo, una flecha le atravesaba el cuello. Sara también había caído con una espada renegada atravesándole el pecho.
-¡Por la alianza!-
Era el comandante Wills que en ese momento atravesaba a un troll con su arma, Julius mató a un nuevo enemigo que se lanzó contra el y vio a Kurt disparando a unos metros, el también buscaba desesperadamente a sus compañeros.
-¡Kurt! ¡Aquí!- Gritó desesperado.
El tirador giró su cabeza y una sonrisa iluminó su rostro, Julius corrió hacia su compañero que extendía una mano hacia el pero en el momento que estaba  a punto de llegar una enorme explosión de fuego los lanzó por el aire. Se golpeó con violencia contra el suelo, alzando la vista vio el cadáver de Kurt en el barro y entonces todo se volvió oscuridad.
Cuando volvió en si estaba debajo de varios cadáveres, los apartó para ver el horror que había dejado aquella batalla. La lucha había terminado sin un vencedor, los pocos supervivientes de cada bando se limitaban a lamentarse y reunirse para retirarse, Julius vio que entre los supervivientes de la alianza no quedaba nadie de su unidad, solo quedaba el.
-Señor.- Le dijo un soldado herido levemente en un brazo. –Usted es el único suboficial que queda con vida.-
“Esto no puede estar pasando. Esto no es una batalla, ha sido una carnicería.”
A donde la vista alcanzaba sólo había cadáveres.
-Sólo quedamos unos pocos y algunos heridos.- Insistió el recluta.
-Coger a los heridos, nos retiramos.- Ordenó.
El chico asintió e hizo señas a sus compañeros pero estés parecieron asustarse y sacaron sus armas. El paladín se giró para ver a un tauren que se había acercado a el, aquello lo confundía. ¿Acaso querían seguir luchando a pesar de todo?
-Por favor.- Dijo el tauren.
Pudo observar que los supervivientes de la horda también lo miraban esperando con miedo a que se iniciase una pelea.
-Soldado, bajar las armas.- Ordenó nuevamente.
El recluta dudó unos instantes pero finalmente ante la templanza de Julius hizo gestos a los demás que obedientemente guardaron las armas, por su parte el paladín observó aliviado que un orco daba ordenes para que los supervivientes de la horda hiciesen lo mismo.
-Tú tienes el don de la luz, ayúdame por favor.- Suplicó el tauren.
Asintió y siguió a la criatura que le mostró una hembra tauren herida gravemente por un corte que le atravesaba todo el pecho. Se giró hacia el que hacía poco era su enemigo, su especialidad no era curar pero ver la desesperación de aquel tauren le hizo olvidar que podía estar cometiendo un acto de traición y podían juzgarlo, aún así haría todo lo posible por sanar aquella herida. Se arrodilló y puso sus manos en aquel corte.
La luz sabe elegir a aquellos que son justos para darles su don y Julius lo es, aquel gesto de bondad hizo que sus manos se iluminasen y la herida se cerrase en unos minutos. Cuando estuvo completamente curada la tauren se puso en pie con ayuda de su compañero.
-Muchas gracias, siempre recordaremos tu amabilidad joven humano.- Le agradeció el tauren.
Unos minutos después los supervivientes de ambos bandos abandonaban aquel lugar cada uno en una dirección, la batalla de Costasur fue olvidada rápidamente pues ni los generales más sanguinarios podían ver nada positivo en aquella matanza. Julius sólo podía pensar que en aquella guerra no había honor, sólo muerte y dolor.

Se despertó viendo las hojas del árbol donde se había quedado dormido. No pudo sentirse aliviado pensando que había tenido una pesadilla pues por desgracia su sueño era mas bien un recuerdo, todo había pasado tal cual había soñado.
Había dejado de llover, se puso en pie encaminándose hacía su casa, en aquella ocasión perdió a todos sus compañeros pero jamás volvería a pasar, no lo permitiría.
“Yo los protegeré a todos.”

Escrito por Julius Heide