jueves, 28 de agosto de 2014

Daños irreparables


Zephiel abrió los ojos lentamente, sintió como un agudo pitido resonaba en sus oídos mientras que una sensación de pesadez parecía aplastar tanto su cuerpo como su mente. Permaneció tumbado en el abrupto suelo sin moverse, sin pestañear siquiera, dedicando tan solo unos pocos segundos a intentar recordar lo que había ocurrido. Levantó la cabeza incorporándose cuidadosamente, miró sus manos ensangrentadas por numerosos cortes y heridas, y se percató de que estaba lleno de tierra y polvo de pies a cabeza.

Se detuvo intentando analizar sus recuerdos, hasta que entonces lo vio claro. Una sensación de terror y dolor le invadió el pecho. A su alrededor tan solo quedaban escombros de lo que había sido un gran castillo. No podía creerlo, no podía asimilarlo, tan solo algunos restos de las robustas paredes de ese lugar, junto con un par de columnas que se erguían orgullosas entre la devastación, era lo único que había logrado mantenerse en pie. Todo se había venido abajo.

El joven guerrero se puso en pie lentamente, sentía como la angustia y la incertidumbre se apoderaba de sus movimientos, evitando que sus músculos y su cabeza obedecieran sus ordenes. Pocas veces antes en su vida se había dejado llevar por tales sentimientos, pero esto era distinto, el paisaje era grotesco, desolador, y lo que es peor... todos sus compañeros y amigos estaban en ese castillo, en esa gran torre que se había derrumbado con ellos dentro.

Caminó tambaleándose, escrutando en cada recoveco, detrás de cada roca intentando encontrar a alguien. Así fue, tan solo unos pasos de distancia del lugar donde había ido a parar se encontraba un cuerpo sepultado por una gran roca. Tan solo la cabeza del humano sobresalía, mientras parecía tener la mirada fija en el cielo. Zephiel sintió incluso lastima al ver el cuerpo sin vida de aquel hombre, Vicent Leproux, que merecida o no, había tenido una muerte horrenda.

Dejó de lado el cadáver del brujo para continuar con su búsqueda. A escasos metros vio lo que parecía ser un cuerpo. Corrió torpemente hasta él sin evitar trastabillar en varias ocasiones.

Chantalle... susurró mientras se arrodillaba junto al cuerpo de la joven de cabellos rojizos. Zephiel acarició el rostro de su amada mientras las lágrimas brotaban de sus verdosos ojos. Chantalle reaccionó a las caricias del joven mientras abría los ojos lentamente. La joven sonrió a la vez que se quejaba del dolor que sentía en todo el cuerpo.

-Chantalle... todo ha terminado... -susurró Zephiel mientras la besaba en la frente.
-¿Está muerto?-preguntó cruzando una mirada tristeza con el guerrero.

Zephiel asintió y pudo ver como la joven relajó sus finas y ahora magulladas facciones.

-Quédate aquí, buscaré ayuda.

Siguió buscando a su alrededor, intentando no pensar en el estado en que se encontraría el resto de sus compañeros. Entonces vio a Alice, que caminaba desorientada entre los escombros.

-¡Alice! -gritó mientras corría hacia ella.
-Zephiel...-dijo llevándose una mano a la cabeza.-¿Dónde están el resto?¿Qué ha ocurrido?
-El castillo se vino abajo.-respondió mientras observaba las numerosas heridas superficiales que poseía la bruja por sus brazos y rostro.- Necesito que cuides de Chantalle mientras intento encontrar a los demás.
-Por supuesto.
Alice asintió mientras se encaminaba hacia el lugar que el joven le había indicado.

A lo lejos vio como un grupo de personas corría hasta él. Intentó adivinar de quien se trataba pero la polvareda que había en la zona le impidió hacerlo hasta que ya estaban cerca de él. Khaden, Beatrice Golden y Sharr se detuvieron al llegar.
-Zephiel ¿estás bien?-preguntó Khaden
-Sí.-respondió mientras observaba que los tres no tenían siquiera un rasguño ni estaban cubiertos de polvo.
-El castillo...-susurró Khaden incrédulo por el estado en el que había quedado.
-¿Vosotros estáis bien?
-Sí, Khaden logró hacer un portal segundos antes de que se derrumbara. Aparecimos en el bosque.-respondió la joven Sharr.
-Habéis tenido suerte entonces-dijo mirando a Khaden dubitativamente
-Sí, fue increíble.-dijo Beatrice sin creer aún que el mago hubiese sido capaz de crear el portal justo a tiempo.
-Necesito vuestra ayuda chicos, Khaden necesito que mantengas un portal abierto hasta Forjaz. Debéis ir a la Casa Doe, avisar a Cross Nesai de que llevaremos heridos.
-Por supuesto.-respondió el mago rápidamente
-Chantalle y Alice están tras aquella roca de allí, están levemente heridas.
-Nos encargaremos de ellas, y avisaremos a Cross Nesai.-dijo Beatrice.
-Bien, seguiré buscando al resto.

Tras decir esto el grupo cumplió las indicaciones del guerrero, disponiéndose a abrir un portal hacia la sede de la Casa Doe. Tan solo Cross Nesai podría tratar con algo de tal calibre, cuanto antes le pusieran sobre aviso mejor.

Mientras seguía buscando, el joven guerrero notaba como sus fuerzas se agotaban, mientras que su preocupación aumentaba. A lo lejos vislumbro un luminoso reflejo. Se acercó rápidamente para encontrar el cuerpo inconsciente de Garrett. Se arrodillo junto al guardián rápidamente examinándolo. Aún respiraba, poseía varias heridas en el cuerpo, la mayoría de ellas habían quedado en golpes sin importancias neutralizadas por las armaduras. Intentó despertarlo pero no reaccionaba, entretanto limpió con el dorso de su mano una herida que tenía el paladín junto a la ceja que había ensangrentado parte de su rostro.

Zephiel gritó buscando auxilio sin alejarse del guardián, hasta que al cabo de unos minutos después apareció Tahlean que cargaba con el cuerpo de Akuo.

-Tahlean.-dijo aliviado mientras el elfo dejaba cuidadosamente el cuerpo de su compañero en el suelo.
-Ha perdido la conciencia, se recuperará.-dijo el elfo seriamente refiriéndose al guerrero.
-El guardián está igual, ¿Sabes algo del resto?
-He visto a algunos en aquella dirección, pensaba ponerlo a salvo a él y después volver.
-Khaden ha creado un portal hacia Forjaz, parte del grupo ya lo ha cruzado, deberíamos llevarlos hasta allí.
-Yo me encargaré-respondió el elfo mientras cogía de nuevo entre sus brazos el cuerpo inerte de Akuo y lo cargaba en uno de sus hombros. Seguidamente se agachó y cogió al guardián para cargarlo sobre el otro hombro.

Zephiel observó como el delgado elfo cargaba con ambos cuerpos, por su constitución parecía que Tahlean fuese a quebrarse en dos de un momento a otro, pero sabía que no era así. Lo había visto muchas veces entrenar en el monasterio y cargar con varios barriles pesados en cada uno de sus brazos. Zephiel siempre se había preguntado para que serviría ese entrenamiento, para qué cargar barriles, por fin acababa de descubrir la respuesta.

Se dirigió rápidamente hasta la ubicación que el elfo le había indicado, encontrando a varios de sus compañeros. Julius y Faby se encontraban alrededor de Isnalar. La elfa tenía un hueso de la pierna sobresaliendo, mientras que el paladín parecía tener el hombro desencajado.

-Zephiel...-dijo Julius.
-¿Cómo os encontráis?
-Isnalar está bastante grave.-respondió Faby mientras vendaba con tela la pierna de la elfa que no paraba de quejarse por el dolor.
-¿Cómo están el resto? ¿Cómo está el guardián?-respondió Julius preocupado.
-Por ahora bien, la mitad del grupo se dirige a Forjaz, debéis ir con ellos.

Zephiel miró a su alrededor y vio como una gran roca parecía haberse partido en dos trozos cayendo a ambos lados del grupo.
-Habéis tenido suerte...-dijo señalando la roca partida en dos.-Podría haberos aplastado.

Julius miró a Faby con el semblante serio.
-Sí...fue una suerte...
-Ocurrió todo muy deprisa.-interrumpió la paladina.
-Bueno, aún así debéis salir de aquí.
-Me quedaré a ayudar.-dijo Julius que se ponía en pie llevándose la mano al hombro con un gesto de dolor.
-Así no puedes quedarte, mírate el hombro.
-Estaré bien, no es nada que no se pueda curar.
-Hablo en serio, volved a Forjaz, Isnalar os necesita, y Garrett también está allí, os necesitará cuando despierte.

Julius asintió en contra de su voluntad, esperando unos minutos a que Zephiel se marchara para hablar con sus compañeras de lo ocurrido.

-Faby... ¿Qué es lo que ha pasado exactamente?-preguntó Julius con la mirada fija en la paladina.
-Ha sido suerte, ya lo habéis oído
-La roca cayó en tu espalda y se rompió en dos, eso no es suerte.-dijo la elfa mientras hacía una mueca de dolor al intentar moverse.
-Todo ha pasado muy deprisa, habrá sido vuestra imaginación, yo no lo recuerdo así.
-Faby, los tres lo hemos visto...-el paladín se detuvo unos segundos al percatarse de una cosa.- Faby...tienes los ojos... de color dorado...
-Ya he dicho que no es nada, deberíamos irnos ya, Isnalar debería ver a un medico, ha perdido mucha sangre, y tú también deberías sanarte ese hombro.


Mientras sorteaba los obstáculos que habían causado aquel desastre, Zephiel recorría el extenso terreno que formaba aquel lugar. Había encontrado algunos cadáveres por el camino, tanto de enemigos como de algunos de los soldados de las casas nobles que habían decidido ayudarlos. Sin duda esta guerra había causado más perdidas de las esperadas.

El guerrero vio algo extraño que sobresalía tras una gran roca. Corrió hasta allí para encontrarse con un gran pedrusco de forma extraña, cubierto completamente de partículas de polvo que se habían posado tras lo ocurrido. Zephiel pasó la mano por el pedrusco y sintió que estaba completamente helado. Limpió rápidamente aquella extraña roca y encontró al pandaren metido dentro de un bloque de hielo. El guerrero cogió una gran piedra del suelo y golpeó decididamente el bloque en numerosas ocasiones con todas las fuerzas que le era posible. Tras varios golpes el hielo se rompió en varios trozos dejando caer al maestro Monlee de su interior.

-Maestro...
-Pensé que nunca saldría de ahí dentro.-dijo cogiendo aire mientras estiraba los brazos entumecidos por la postura en la que había permanecido.-Ha faltado muy poco...
-Maestro, necesitamos encontrar al resto, aun faltan varios.

El guerrero y el pandaren continuaron peinando la zona hasta que encontraron a la sacerdotisa Beatrice. Se hallaba en el suelo arrodillada, mientras lloraba desconsoladamente. El pandaren agarró al guerrero del brazo impidiendo que continuara avanzando.
-Cuidado chico...

Zephiel no sabía a qué se refería el pandaren hasta que vio que Beatrice tenía a Alasios entre sus brazos. Las lágrimas no dejaban de recorrer su blanquecino rostro mientras observaba el cuerpo sin vida de su tío. Beatrice no había podido sanarlo, posiblemente el monje ya estaba muerto cuando tuvo lugar el desprendimiento, o el golpe había sido tan nefasto que desgraciadamente ya no había manera de remediarlo. Zephiel sabía que cabía la posibilidad de que algo así ocurriese, pero no estaba preparado para afrontarlo. Ambos se acercaron lentamente hasta Beatrice mientras se mantenían en silencio. El pandaren rodeo con el peludo brazo a la sacerdotisa intentando consolarla, pero era imposible. Una sensación de tristeza invadió a ambos al ver el cuerpo inerte del monje. Alasios había sido un fiel compañero, un valiente luchador y un hombre de honor. Toda la Orden lo respetaba, y no solo porque fuese el hermano de Lord Cross Nesai o porque fuese noble, lo respetaban porque se había ganado ese respeto a pulso, porque había combatido junto a todos ellos en numerosas ocasiones, y ahora... ya no volvería.

Monlee observó el rostro del joven guerrero.
-Ve a buscar al resto, yo me encargaré de todo.
Zephiel asintió alejándose de aquel lugar, tambaleándose apesadumbrado. La muerte de Alasios no solo será un gran golpe para toda la Orden, sino para aquellos que forman parte de su familia también, Karin, Beatrice, Ireli y sobretodo Cross Nesai. ¿Cómo iban a poder encajar semejante tragedia?


Ireli sintió que la cabeza le iba a explotar cuando abrió los ojos. No veía nada a su alrededor, intentó caminar hasta que su pie le propinó un doloroso pinchazo al apoyarlo en el suelo. No pudo evitar soltar un grito ante aquello, pero aún así continuó caminando resistiéndose a caer derrotada. Agitó su mano intentando apartar aquella nube de tierra que se había formado cubriendo toda la periferia del lugar afectado.

La caminante del tiempo tropezó cayendo de bruces al suelo. Frente a ella encontró una espada, una que conocía lo suficientemente bien, era la de Garrett. Se puso en pie rápidamente mirando a su alrededor mientras gritaba el nombre de su compañero. Bastaron unos segundos hasta que recibió respuesta, los susurros del caminantes fueron lo suficientemente audibles para que Ireli lograra encontrarlo. Ireli levantó varias rocas haciendo acopio de todas sus fuerzas, aguantando el dolor que sacudía su delgado cuerpo. La caminante observó a Garrett, sus labios temblaron ante la situación mientras observaba como un afilado hierro le atravesaba el abdomen.

-Ireli...- dijo Garrett sin fuerzas, mientras tosía y se retorcía de dolor ante el mas mínimo movimiento.
-Garrett... no...

La caminante no pudo evitar derramar numerosas lágrimas, Garrett había sido como un padre para ella, y ahora estaba debatiéndose entre la vida y la muerte.

-Ireli... lo siento... debí...- las palabras del caminante se esfumaban con presteza.
-No digas nada, saldremos de esta, te lo prometo.- susurró mientras le acariciaba el rostro con suavidad a la vez que pedía ayuda.

Beatrice oyó desde lejos los gritos de su hija evitando que cruzara el portal hacia Forjaz. La sacerdotisa acudió rápidamente y encontró el cuerpo de Garrett tumbado y a su hija junto a él. La situación estremeció a la sacerdotisa, otra vez no, pensó. Los ojos de la caminante del tiempo se iluminaron cargados de esperanza al ver a su madre junto a ella.

-Madre, debes salvarlo... por favor...-suplicó Ireli.
-No sé si...-Beatrice observo la grave situación en la que se encontraba, se arrodillo junto al cuerpo ya sin sentido del humano y posó sus manos rápidamente sobre él.-Necesito que saques el hierro.

Ireli asintió y agarró el afilado hierro. Ambas se miraron y fue entonces cuando la caminantes extrajo el gran trozo de metal que lo atravesaba. Garrett recobro el sentido retorciéndose y gritando por el insoportable dolor que recorría su cuerpo. Beatrice puso sus manos sobre el ensangrentado abdomen del humano. Sus manos temblaban, temía no poder salvarlo, observó como la herida no menguaba y cada vez manaba más sangre de ella.

-Madre...-dijo Ireli con los ojos empapados en lagrimas.-Madre por favor...
-No puedo hacerlo...-dijo mientras sus manos temblaban y no respondían a sus peticiones.

La joven paladina juntó sus manos con las de su madre, mientras suplicaba con la mirada que lo salvase.

-Te ayudaré madre.

Ambas pusieron sus manos concentrándose, rezando a la luz para que lo sanase. Al cabo de unos pocos segundos pudieron observar como una gran masa de luz cubría al humano, sellando poco a poco cada herida, cada rasguño, incluso aquella que había estado a punto de matarlo. Ireli no pudo reprimir una sonrisa al ver que su madre lo estaba consiguiendo, que su madre había salvado a aquel hombre al que tanto quería. Madre e hija se abrazaron mientras intentaban apaciguar los nervios y la ansiedad que las desbordaban.


Zephiel caminó durante un tiempo buscando en cada rincón de aquel lugar al resto de los que aún no había logrado encontrar. La muerte de Alasios le había dejado impactado, supuso que le hubiese ocurrido lo mismo con cualquiera de sus compañeros, pero aún así, la vida ya había tratado suficientemente mal al monje, no merecía un final así, ninguno lo merecía. Cuando estaba a punto de tirar la toalla encontró a los últimos de sus compañeros.

Se acercó rápidamente hasta el mago. Caleb estaba sentado en el suelo, inmóvil, mirando paralizado el cuerpo de Lionell. El brujo parecía estar descansando plácidamente en aquel rocoso suelo, pero no era así, su pecho ya no se hinchaba al respirar, su corazón había dejado de latir hacía minutos. Zephiel sintió nuevamente el peso de la situación como si pretendiera aplastarlo, obligándole a caer de rodillas junto a Caleb. El mago ni siquiera desvió la mirada, ni tampoco se molestó en ocultar sus lágrimas, Zephiel en cambio no sabía como reaccionar, había odiado a Lionell desde hacía mucho tiempo, tanto que el odio y el rencor había tenido tiempo para solidificarse dentro de su ser. Pero ahora..., ahora todo era muy distinto. Las ultimas semanas habían limado algunas de las asperezas que había entre ambos, y aunque el rencor perseveraba, no podía evitar sentir lástima tanto por el joven como por Caleb.

Miró a Caleb que permanecía con la mirada fija en el brujo. Aunque el mago había visto demasiado en su corta vida, seguía siendo demasiado joven para haber soportado pérdidas como estas.

-Caleb, sé que es duro...-esperó unos segundos.- Sé que nada de lo que te diga calmará el dolor que sientes ahora mismo pero...tienes que expulsarlo, echar todo ese dolor de tu interior y no dejar que te consuma. Lionell... lo hubiese querido así...

Caleb siguió en la misma posición mientras se limpiaba las lágrimas con la manga de la toga.
-¿Cómo...cómo voy a... hacer eso?-tartamudeó Caleb mientras sus ojos color celeste cubiertos de lagrimas se cruzaban con los del guerrero.- Lionell era como un hermano para mi, él... se arriesgó por salvarme...ni siquiera pude agradecérselo.
-Caleb, nosotros te ayudaremos, sabes que puedes contar con nosotros.-respondió mientras agarraba fuertemente la mano del joven mago.-Después de todo, nosotros somos tu familia.
Caleb rompió a llorar enérgicamente mientras se apoyaba en Zephiel. El guerrero sabía que necesitaría mucho tiempo hasta que volviera a ser feliz, hasta que el dolor de su corazón llegara a cicatrizar, pero no solo él. Todos y cada uno de los miembros que componía la Orden tendrían que aprender a convivir y superar ese dolor, como tantas otra veces habían hecho antes, y como tantas otras les tocaría hacer.

Nuestro nombre no aparecerá entre los héroes de Azeroth, pensó Zephiel tras todo lo que había sucedido, pero los héroes de verdad no necesitan ese reconocimiento, nos basta con saber que cada día acabamos con el mal de este mundo, sacrificándonos en silencio ajenos al resto de personas, para derrotar a aquellos que quieren sumergir el mundo en caos y oscuridad. No importaba si son brujos, orcos, demonios o incluso dragones, la Orden se enfrentará a aquello que nos amenazan, y no importaba si alguno de nosotros cae en el camino, puesto que otros ocuparán ese lugar, y la Orden renacerá eternamente.