viernes, 1 de agosto de 2014

Beatrice Golden - Capítulo 1


Era una noche fría y como en repetidas veces había sucedido la joven se despertaba sobresaltada, un sudor frío corría en su frente, sus ojos buscaron el lugar ciegamente por la falta de luz hasta que lo vio… respiro aliviada de que no la haya encontrado en ese estado
Khaden… “ . Pensó mientras suspiraba brevemente.
Ese muchacho por el que ella se quedaba a luchar contra quienes no le importaba. Quería pensar que no tenía más motivos para quedarse en ese lugar junto a él, pero ya la había descubierto. Además  la había dejado completamente destrozada por las palabras siguientes al beso sorpresivo que dio el joven.
Debí imaginar las consecuencias. “.
Seco con un pañuelo el sudor y su mente por un momento dejo de pensar en aquel joven… sólo pensaba en los recuerdos, aunque borrosos, que le llenaban… esos sueños tan horribles. El breve recuerdo de ver a su madre cubriéndola con una manta… oír gritar a sus padres desde el primer piso rogando piedad y el silencio durante varios minutos el horrible silencio… hasta ver al asesino y próximo padre que conocería.

Este asesino no fue una venganza por sus actos, fue algo mayor, una deuda casi de sangre con los padres de la niña. Él vivía en una pequeña zona alejada de la ciudad de Stratholme, preparaba muchos experimentos que prefería compartir con la soledad que le acompañaba. Cierto día ellos aparecieron en la puerta de su maltrecha vivienda, le ofrecieron oro, bastante para poder vivir el resto de sus días, o bueno, los que un simple humano viviría. Lo rechazo sin dudar… no quería algo que podía conseguir fácilmente.
-¡No me interesa eso que me ofrecen!  ¡Váyanse!  ¡No son Bienvenidos aquí! – Les había gritado.
-Por favor acéptelo. Haremos lo que sea, estamos desesperados.- Había suplicado Lord Golden.
-No me involucréis en cosas tan estúpidas… además para ello necesitaría un ritual complicado y una jugosa recompensa si logra salir bien. -Replicó
-No importa el costo lo pagaremos y ella está preparada para el riesgo solo necesitamos que lo intente.- Contesto el noble
-Humano no sabes en lo que te estas metiendo, todo por un simple bebe.- Respondió rápidamente aunque lo pensó mejor. -Si estas tan entusiasmado lo haré sin prometer que tu mujer sobreviva, ahora bien… si funciona deberán darme cien cuerpos de los ciudadanos de Stratholme.-
Lord Golden piensa por un momento antes de aceptar tal atrocidad, mira a su esposa y esta afirma sin ningún remordimiento, al ver esto el noble extiende la mano al nigromante en forma elegante para sellar el trato.
- No es necesario formalidades.- Dijo negándole el saludo con desprecio.  -Pero necesitaré un sello con tu sangre para garantizar la promesa que me hace.-
El Lord se retira el guante y saca una pequeña daga haciéndose un leve corte, el nigromante empuja un poco más la daga agravando el corte del hombre y recoge la sangre en un extraño papiro.
- Eso será suficiente. Comenzaré al amanecer, debo preparar todo.-

Beatrice vio los ojos de aquel que estaba salpicado en sangre y en un auto reflejo tapo su rostro como si así pudiera defenderse del peligro. El nigromante la tomo del brazo arrastrándola por toda la habitación, bajando las escalera Beatrice vio como rastros de sangre iban en dirección a la puerta de salida, horrorizada se retorcijo con fuerza sin efecto más que una mirada fría del nigromante, antes de llegar a esa puerta recibió un pequeño golpe en la nuca dejándola inconsciente…

Llego la noche que esperaba Lord Golden y su esposa, el ritual era bastante extraño habían muchas marcas en el suelo y recipientes extraños con olores nauseabundos.
-Llego la hora querida estaré contigo en todo momento.- Aseguró el noble a su amada.
Dejando a la mujer a manos del nigromante este la hizo subir a una piedra larga y le dijo que se acostara. Luego se acercó a un libro grande y viejo mientras preparaba constantemente algo en un recipiente. Al terminar dio la mezcla a la mujer que pareció palidecer al probarla… en minutos había caído presa del sueño, el nigromante dejo el recipiente y tomo el gran libro recitando fuerte una extraña lengua que el Lord no reconocía.

Todo parecía normal, pero la pequeña luz que había fue haciéndose más tenue y el lugar comenzó a llenarse de un extraño calor, el olor era como azufre. En pocos segundos un gran demonio apareció frente al cuerpo de la mujer… la recorrió con la mirada y rugió como si se tratara de una bestia abominable herida mortalmente. Viendo esta escena el nigromante recitó algo más en la  misma lengua de la que hablaba antes, seguido de esto vertió en el piso un extraño componente junto con la  sangre que caía del papiro, ese mismo papiro que solo tenía un manchón de sangre del Lord se había convertido en sangre liquida que caía al suelo.

El demonio volteo y devoró lo que estaba en el piso. Aprovechó entonces el nigromante y volvió a decir algo inentendible para el humano presente, pero no para aquel demonio que a toda prisa entro en el vientre de la joven humana. El rostro de la ella tomo aliento como si hubiera estado muerto y gritó con todas las fuerzas, horrorizando al noble que presenciaba todo casi sin poder creérselo.
-Esto ha resultado muy bien, felicitaciones Lord ya es padre.- Dijo sin emoción ninguna.

Beatrice despertó en una sucia casa, se miró y estaba cubierta con sangre y suciedad. Con sus ojos busco al atacante de ojos fríos y lo encontró sentado viendo un gran libro.
-Beatrice creo que no nos han presentado.- Dijo volteándose el nigromante.
-¿Quién eres?- Preguntó ella.
-Soy tu creador, sin mí no estarías viva niña, de ahora en adelante tu vida me pertenece y no harás nada sin mí.- Respondió el hombre.
Beatrice no comprendía esas palabras… ¿cómo que era su creador? y ¿sus padres donde estaban? Ella quería volver con ellos y pensar que esto era una pesadilla.
-Acostúmbrate al lugar, tenemos que moldear tu cuerpo débil con prisa.-
Beatrice pensó rápidamente ante estas palabras en las manchas de sangre que vio antes de perder el conocimiento.
-¿Donde están mis padres?- Preguntó la niña.
- Ellos se han ido, te han abandonado. Tienen la idea que eres un monstruo, pero yo no pienso igual que ellos, ahora empezaremos a moldearte.-


Lord Golden estaba lleno de felicidad había nacido una hermosa niña de cabellos dorados, no tenía ningún defecto como temían, pero ahora que había nacido debían darle lo prometido al nigromante.
-No puedo realizar esta masacre sin que me acusen, pero la vida de la niña esta en grave peligro si no cumplimos el trato.- Dijo hablando en alto para sí mismo.
El noble tuvo una idea, aunque era demasiado peligro pensaba que sería lo mejor. Invito cada noche a cenar a una familia de pocos recursos procurando poner en la comida un sedante fuerte, al quedarse dormidos los entregaban al nigromante para que dispusieran de ellos sin ningún problema. La idea dio resultado, pero la masacre se sentía al ver menos gente en Stratholme, así que tuvieron que parar justo cuando ya habían reunido ochenta cuerpos.
-Disculpe señor todo se encuentra bien, hemos tenido noticias de que hay una enfermedad en la ciudad, han muerto muchos en pocas semanas.- Le dijo un guardia.
-Hemos tenido suerte que la enfermedad no toque a nuestra familia, pero ¿Que está haciendo nuestro rey para dar solución a esto?- Preguntó.
-Hemos dado aviso y mandaran pronto a Lord Uther a ver las condiciones de la ciudad.- Respondió el hombre.
-Así que Lord Uther… gracias por darme aviso a su visita, estaré encantado de verle nuevamente por la ciudad. Buena guardia.- Respondió pensativo.
-Buen día Lord Golden.-


Beatrice recordaba desde sus días con su maestro, todo lo que le enseño, pero así mismo todo lo que sufrió. Evitaba dejar libre ese sufrimiento guardado por años, lo lograba solo con pensar que ya había acabado…
Recordaba como jugaban con ella como si de un muñeco se tratara… quizás le haya servido tener tantas torturas, su pequeño cuerpo se fue acostumbrando al dolor de los cortes su mente se acostumbraba a ver a su nuevo padre… su maestro.
El le enseñaba a soportar esas terribles nauseas haciéndola pasar todo el día con cadáveres, había comido de todo lo que era impensable comer… recordó con un breve sollozo, que luego dio lugar a una sonrisa al pensar que había desaparecido ese nigromante y que su vida ya debía cobrar otro sentido.


Escrito por Faby Higurashi