Era
una noche fría y como en repetidas veces había sucedido la joven se
despertaba sobresaltada, un sudor frío corría en su frente, sus ojos
buscaron el lugar ciegamente por la falta de luz hasta que lo vio…
respiro aliviada de que no la haya encontrado en ese estado
“Khaden…
“ . Pensó mientras suspiraba brevemente.
Ese
muchacho por el que ella se quedaba a luchar contra quienes no le
importaba. Quería pensar que no tenía más motivos para quedarse en
ese lugar junto a él, pero ya la había descubierto. Además la
había dejado completamente destrozada por las palabras siguientes al
beso sorpresivo que dio el joven.
“Debí
imaginar las consecuencias. “.
Seco
con un pañuelo el sudor y su mente por un momento dejo de pensar en
aquel joven… sólo pensaba en los recuerdos, aunque borrosos, que
le llenaban… esos sueños tan horribles. El breve recuerdo de ver a
su madre cubriéndola con una manta… oír gritar a sus padres desde
el primer piso rogando piedad y el silencio durante varios minutos el
horrible silencio… hasta ver al asesino y próximo padre que
conocería.
Este
asesino no fue una venganza por sus actos, fue algo mayor, una deuda
casi de sangre con los padres de la niña. Él vivía en una pequeña
zona alejada de la ciudad de Stratholme, preparaba muchos
experimentos que prefería compartir con la soledad que le
acompañaba. Cierto día ellos aparecieron en la puerta de su
maltrecha vivienda, le ofrecieron oro, bastante para poder vivir el
resto de sus días, o bueno, los que un simple humano viviría. Lo
rechazo sin dudar… no quería algo que podía conseguir fácilmente.
-¡No
me interesa eso que me ofrecen! ¡Váyanse! ¡No
son Bienvenidos aquí! – Les había gritado.
-Por
favor acéptelo. Haremos lo que sea, estamos desesperados.- Había
suplicado Lord Golden.
-No
me involucréis en cosas tan estúpidas… además para ello
necesitaría un ritual complicado y una jugosa recompensa si logra
salir bien. -Replicó
-No
importa el costo lo pagaremos y ella está preparada para el riesgo
solo necesitamos que lo intente.- Contesto el noble
-Humano
no sabes en lo que te estas metiendo, todo por un simple bebe.-
Respondió rápidamente aunque lo pensó mejor. -Si estas tan
entusiasmado lo haré sin prometer que tu mujer sobreviva, ahora bien…
si funciona deberán darme cien cuerpos de los ciudadanos de
Stratholme.-
Lord
Golden piensa por un momento antes de aceptar tal atrocidad, mira a
su esposa y esta afirma sin ningún remordimiento, al ver esto el
noble extiende la mano al nigromante en forma elegante para sellar el
trato.
-
No es necesario formalidades.- Dijo negándole el saludo con
desprecio. -Pero necesitaré un sello con tu sangre para
garantizar la promesa que me hace.-
El
Lord se retira el guante y saca una pequeña daga haciéndose un leve
corte, el nigromante empuja un poco más la daga agravando el corte
del hombre y recoge la sangre en un extraño papiro.
-
Eso será suficiente. Comenzaré al amanecer, debo preparar todo.-
Beatrice
vio los ojos de aquel que estaba salpicado en sangre y en un auto
reflejo tapo su rostro como si así pudiera defenderse del peligro.
El nigromante la tomo del brazo arrastrándola por toda la
habitación, bajando las escalera Beatrice vio como rastros de sangre
iban en dirección a la puerta de salida, horrorizada se retorcijo
con fuerza sin efecto más que una mirada fría del nigromante, antes
de llegar a esa puerta recibió un pequeño golpe en la nuca
dejándola inconsciente…
Llego
la noche que esperaba Lord Golden y su esposa, el ritual era bastante
extraño habían muchas marcas en el suelo y recipientes extraños
con olores nauseabundos.
-Llego
la hora querida estaré contigo en todo momento.- Aseguró el noble a
su amada.
Dejando
a la mujer a manos del nigromante este la hizo subir a una piedra
larga y le dijo que se acostara. Luego se acercó a un libro grande y
viejo mientras preparaba constantemente algo en un recipiente. Al
terminar dio la mezcla a la mujer que pareció palidecer al probarla…
en minutos había caído presa del sueño, el nigromante dejo el
recipiente y tomo el gran libro recitando fuerte una extraña lengua
que el Lord no reconocía.
Todo
parecía normal, pero la pequeña luz que había fue haciéndose más
tenue y el lugar comenzó a llenarse de un extraño calor, el olor
era como azufre. En pocos segundos un gran demonio apareció frente
al cuerpo de la mujer… la recorrió con la mirada y rugió como si
se tratara de una bestia abominable herida mortalmente. Viendo esta
escena el nigromante recitó algo más en la misma lengua
de la que hablaba antes, seguido de esto vertió en el piso un
extraño componente junto con la sangre que caía del
papiro, ese mismo papiro que solo tenía un manchón de sangre del
Lord se había convertido en sangre liquida que caía al suelo.
El
demonio volteo y devoró lo que estaba en el piso. Aprovechó
entonces el nigromante y volvió a decir algo inentendible para el
humano presente, pero no para aquel demonio que a toda prisa entro en
el vientre de la joven humana. El rostro de la ella tomo aliento como
si hubiera estado muerto y gritó con todas las fuerzas, horrorizando
al noble que presenciaba todo casi sin poder creérselo.
-Esto
ha resultado muy bien, felicitaciones Lord ya es padre.- Dijo sin
emoción ninguna.
Beatrice
despertó en una sucia casa, se miró y estaba cubierta con sangre y
suciedad. Con sus ojos busco al atacante de ojos fríos y lo encontró
sentado viendo un gran libro.
-Beatrice
creo que no nos han presentado.- Dijo volteándose el nigromante.
-¿Quién
eres?- Preguntó ella.
-Soy
tu creador, sin mí no estarías viva niña, de ahora en adelante tu
vida me pertenece y no harás nada sin mí.- Respondió el hombre.
Beatrice
no comprendía esas palabras… ¿cómo que era su creador? y ¿sus
padres donde estaban? Ella quería volver con ellos y pensar que esto
era una pesadilla.
-Acostúmbrate
al lugar, tenemos que moldear tu cuerpo débil con prisa.-
Beatrice
pensó rápidamente ante estas palabras en las manchas de sangre que
vio antes de perder el conocimiento.
-¿Donde
están mis padres?- Preguntó la niña.
-
Ellos se han ido, te han abandonado. Tienen la idea que eres un
monstruo, pero yo no pienso igual que ellos, ahora empezaremos a
moldearte.-
Lord
Golden estaba lleno de felicidad había nacido una hermosa niña de
cabellos dorados, no tenía ningún defecto como temían, pero ahora
que había nacido debían darle lo prometido al nigromante.
-No
puedo realizar esta masacre sin que me acusen, pero la vida de la
niña esta en grave peligro si no cumplimos el trato.- Dijo hablando
en alto para sí mismo.
El
noble tuvo una idea, aunque era demasiado peligro pensaba que sería
lo mejor. Invito cada noche a cenar a una familia de pocos recursos
procurando poner en la comida un sedante fuerte, al quedarse dormidos
los entregaban al nigromante para que dispusieran de ellos sin ningún
problema. La idea dio resultado, pero la masacre se sentía al ver
menos gente en Stratholme, así que tuvieron que parar justo cuando
ya habían reunido ochenta cuerpos.
-Disculpe
señor todo se encuentra bien, hemos tenido noticias de que hay una
enfermedad en la ciudad, han muerto muchos en pocas semanas.- Le dijo
un guardia.
-Hemos
tenido suerte que la enfermedad no toque a nuestra familia, pero ¿Que
está haciendo nuestro rey para dar solución a esto?- Preguntó.
-Hemos
dado aviso y mandaran pronto a Lord Uther a ver las condiciones de la
ciudad.- Respondió el hombre.
-Así
que Lord Uther… gracias por darme aviso a su visita, estaré
encantado de verle nuevamente por la ciudad. Buena guardia.-
Respondió pensativo.
-Buen
día Lord Golden.-
Beatrice
recordaba desde sus días con su maestro, todo lo que le enseño,
pero así mismo todo lo que sufrió. Evitaba dejar libre ese
sufrimiento guardado por años, lo lograba solo con pensar que ya
había acabado…
Recordaba
como jugaban con ella como si de un muñeco se tratara… quizás le
haya servido tener tantas torturas, su pequeño cuerpo se fue
acostumbrando al dolor de los cortes su mente se acostumbraba a ver a
su nuevo padre… su maestro.
El
le enseñaba a soportar esas terribles nauseas haciéndola pasar todo
el día con cadáveres, había comido de todo lo que era impensable
comer… recordó con un breve sollozo, que luego dio lugar a una
sonrisa al pensar que había desaparecido ese nigromante y que su
vida ya debía cobrar otro sentido.
Escrito por Faby Higurashi