miércoles, 27 de agosto de 2014

Aomme Higurashi - Soledad (parte 4)


Los días después del duelo con el renegado pasaron con rapidez, el ánimo de la tropa estaba por los suelos pero poco a poco iba creciendo gracias a los oficiales que resaltaban a los soldados la importancia de detener a los renegados y recuperar aquellas tierras. Aomme por su parte sólo quería seguir con su misión, tres renegados habían caído ya en sus emboscadas de los últimos días pero ninguno de ellos llevaban alguna pista para saber donde se escondía el enemigo, además usar su ave tampoco era una opción pues seguro la derribarían.

Por otra parte se alegraba de que el comandante por fin entendiese que ella trabajaba sola y no necesitaba ningún soldado a su cargo. Era lo mejor pero aún convencida de ello no podía evitar tener en su mente a su hermana y a Julius. 

Mientras observaba las brillantes lunas y descansaba de un agotador día de rastreo, sus pensamientos volvían al pasado, al momento en que había conocido al paladín Julius Heide.
Por aquel entonces Aomme había sido contratada para buscar y eliminar a un grupo de Delfias que, aunque pequeño, debían ser detenidos a toda cosa para evitar cualquier atentado o incluso un resurgimiento de la hermandad. Pero la cazadora no había esperado aquel grupo de bandidos contasen con un poderoso mago entre ellos, tenía que reconocerlo, los había subestimado.

Les había tendido una emboscada, para sorpresa de sus enemigos una trampa explosiva había lanzado por los aires al bandido que encabezaba la marcha, rápidamente empezó a lanzar flechas al tiempo que cambiaba de posición con velocidad, aquellos bandidos caían uno a uno aterrorizados y confusos pensando que eran atacados por un grupo entero, todos menos uno, un humano con una túnica y encapuchado que permanecía totalmente inmóvil. En un principio Aomme pensó que aquel hombre tenía miedo y eso le paralizaba pero cuando hubo terminado con el resto de enemigos y se mostró fue consciente de su error. Aquel extraño mostró su verdadera naturaleza conjurando una lanza de hielo que lanzó por sorpresa, cuando quiso reaccionar aquella lanza la había herido gravemente en un costado dejándola en el suelo. Por suerte su lobo apareció en escena atacando al mago y eso le dio el tiempo necesario para lanzar una flecha explosiva que impacto en el hombro de su enemigo, la explosión le amputó el brazo al tiempo que le hacía caer hacia atrás con violencia. Con gran esfuerzo se había levantando y antes de rematarlo aquel mago le había dicho que su líder la aplastaría.

Sufriendo había conseguido llegar a Ventormenta donde sus heridas se recuperaban rápidamente gracias a los sacerdotes de la catedral de la luz. Y fue entonces, mientras descansaba en una cama con su fiel lobo al lado cuando lo vio por primera vez. El paladín había entrado en la sala con paso firme, en su misma forma de andar se podía notar su formación militar, su armadura y espada, a pesar de estar perfectamente limpias y cuidadas, mostrabas su uso en muchas batallas. Era de mediana estatura, delgado y fuerte, su pelo suelto y oscuro caía a los lados de su rostro el cual mostraba confianza y seguridad. Pero había algo que le llamo poderosamente la atención a la cazadora, los ojos del paladín mostraban una gran tristeza.
Aomme quiso conocer el por que de aquella tristeza, quería saber quien era aquel hombre, en el fondo aquel paladín le gustó desde el mismo momento que lo vio. La fortuna quiso que aquel paladín la buscase a ella, su hermana lo había enviado para saber como se encontraba, era Julius Heide.

Julius era encantador y ella se divertía al ver como se avergonzaba cuando se insinuaba, el joven paladín se ofrecía a ayudarla en todo e incluso le confiaba los motivos que le habían llevado a Ventormenta dejando de lado un viaje con su grupo. Aomme sintió celos cuando supo que aquel hombre estaba enamorado de su hermana y se sorprendió al saber que Faby lo despreciaba y no confiaba en él. Aquello la irritó. ¿Cómo podía su hermana rechazar a aquel hombre tan maravilloso?

Durante la noche mientras dormían ella lo observaba, se sentía feliz de tenerlo a su lado pero no quería que la siguiese a una misión, si aquel paladín moría a su lado no se lo perdonaría jamás. Al día siguiente partió mintiéndole a Julius dispuesta a seguir con su misión.

Nuevamente preparó una emboscada a sus enemigos pero eran demasiados, en el intercambio de proyectiles una saeta la alcanzó en el brazo, no fue consciente de que aquella herida estaba envenenada hasta que regreso con el paladín una vez finalizada la batalla. Aquella herida podía matarla así que mando a su lobo a buscar raudo la planta para el antídoto.
Aunque no lo reconoció en ningún momento ante Julius sabía que lo más seguro es que muriese por ese veneno. Poco a poco sintió como sus ojos se cerraban aunque era feliz, el paladín la abrazaba y se preocupaba por ella, le importaba. Ya no podía moverse y casi ni hablar pero aún así era consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. Por fin su lobo apareció con la planta que necesitaban, con sus últimas fuerzas indicó al paladín que debía molerla pero no tubo tiempo de decirle la cantidad necesaria y que otra cantidad diferente la mataría. Sumida casi en la inconsciencia notó los labios del hombre contra los suyos poniendo la planta molida y masticada en su boca, en un acto reflejo ella trago y en ese momento como si de un milagro se tratase empezó a recuperarse, aunque jamás se lo reconocería Julius la había salvado.

Desde aquel momento fue consciente de que amaba al paladín pero sabía que ella estaba destinada a estar sola, también deseo que su hermana viera en aquel hombre lo mismo que ella y que ojala aquellos ojos dejaran de estar tristes. También supo que el sentía algo por ella pero no podía hacerse ilusiones, ella luchaba sola y siempre sería así.
Aomme suspiró recordando la siguiente noche después de casi perder la vida, cada caricia del paladín, cada beso mientras desnudos se abrazaban. Aquella noche habían sido dos amantes ajenos al horrible mundo y al hecho de que pronto debían separarse. Se sintió tentada de cambiar todo para que aquel momento no fuera sólo un día si no una vida pero sabía que era imposible y lo peor es que el quería seguirla en su misión. No le quedo más remedio que actuar, así que mientras ambos se vestían uso un dardo con un somnífero, durante unos segundos observó al paladín dormido en el suelo y antes de irse lo besó como despedida.

Al día siguiente Aomme se disponía a enfrentarse al jefe de aquella banda de delfias, más tarde sabría que su combate transcurrió al mismo tiempo que Julius se enfrentaba a su juicio. La cazadora había preparado una explosión que derrumbo parte de la cueva que usaban como escondite los bandidos, todos habían muerto excepto el jefe, un enorme humano armado con una maza capaz de destrozar de un golpe a cualquiera. Sus flechas no parecían hacer efecto en aquella montaña de músculos y durante unos instantes se sintió convencida de que aquel gigante cumpliría la amenaza que aquel mago había lanzado sobre ella días atrás. Pero Aomme aunque aun no fuera consciente de ello tenía algo por lo que luchar y acabó por acertar dos flechas en el cuello del enemigo que finalmente se derrumbó muerto.

La chica se desperezó apartando los recuerdos de su mente y observando la nota escrita en su mano. ¿Acaso era tan malo que su hermana la visitase? En aquella nota había un mensaje para Faby pidiéndole ayuda el cual llegaría a Julius si aún conservaba el colgante que le había regalado.
“Sólo una vez, sólo por una vez no quiero estar sola.”
El dolor de la soledad había hecho muy fuerte a Aomme pero era un dolor imposible de borrar para ella y buscando un pequeño alivio puso el mensaje en la pata de su ave y la dejó volar hacía su destino.
“Ojala hubiera otra forma de ser fuerte.”