sábado, 2 de agosto de 2014

Aomme Higurashi - El duelo (Parte 3)


Habían pasado varios días desde su encuentro con el cazador renegado, desde aquel día Aomme había “cazado” a varios renegados y en respuesta el no muerto había asesinado a uno de los mensajeros de la alianza mientras llevaba unas cartas para los soldados. La cazadora estaba furiosa y deseando enfrentarse a aquel maldito.

Por su parte el comandante de aquel grupo la había felicitado por la destrucción de los barriles pero en su empeño por no perder vidas había seleccionado a dos jóvenes reclutas para que acompañasen a Aomme en sus misiones. Aunque eran entusiastas y se esforzaban, la cazadora los consideraba una carga, demasiado lentos y ruidosos para poder llevar a cabo rastreos y ataques sorpresa.

A pesar de todo, Aomme no tenía más remedio que aceptar las condiciones de aquel que la había contratado por mucho que le desagradaran. Sin duda la presencia de aquel cazador renegado era una estrategia desesperada por contrarrestar las bajas que ella les producía al enemigo, pero ella no perdería contra aquel no muerto.

Aquel mismo día llegaron noticias horribles, el cazador renegado había asesinado a dos soldados que realizaban una patrulla y la furia de Aomme era incomparable. Sin avisar a nadie cargó su equipo y salió del campamento por la noche dispuesta a encontrar a su enemigo. No había avanzado mucho cuando se giró enfadada hacia la oscuridad.
-Salid de vuestro escondite, hacéis más ruido que un batallón de enanos borrachos fuera de servicio.- Gritó
Los dos soldados, que se habían convertido en sus compañeros, la habían seguido, ambos se mostraron avergonzados al ser descubiertos con tanta facilidad.
-Son nuestras órdenes.- Se excusó el que era alto y delgado. Su nombre era Wedge.
-No seremos una molestia.- Añadió el que era algo más bajo y obeso, Biggs.
“Menudos bufones.” Pensó Aomme, no podía saber lo que había llevado a aquellos dos tontos a unirse al ejército, desde luego no parecían los típicos que buscaban riquezas o poder, más bien parecían granjeros perdidos y lejos de casa.
“Pero tiene buen corazón.”
Al verlos tan dispuestos sintió lástima por ellos, con buen criterio el comandante los había destinado con ella como entrenamiento y por ser los menos capaces. Aomme se preguntó que haría Julius en su lugar, seguramente se los llevaría consigo a ellos y a todo un grupo pero ella tenía otra manera de actuar.
-Podéis venir si queréis, pero no actuéis, dejarme hacer el trabajo a mí.- Les respondió.
Como si de dos niños se tratase sus rostros se iluminaron con una sonrisa lo que le hizo plantearse a la cazadora si había tomado una buena decisión y si aquellos dos estaban cuerdos.
Mientras caminaban en la oscuridad los dos soldados no paraban de hablar entre ellos lo que irritaba aún más a Aomme que terminó por estallar.
-Os he dicho que os calléis, todas las tierras de la peste nos deben estar escuchando en este momento.- Les reprendió.
Los soldados bajaron sus rostros como si fueran niños recibiendo una bronca de su madre, resultaba cómico que aquellos dos hubieran conseguido ingresar en el ejército. En que debían estar pensando o en que lío estarían metidos para encontrarse en esa situación.
-Es que nos preguntábamos… ¿Por qué Toby no viene con nosotros?-
-Por última vez… ¡No se llama Toby! Y no hagáis ruido.- Respondió enfurecida.

La noche avanzaba al igual que Aomme y sus acompañantes, las nubes cubrían las lunas por completo y la oscuridad era casi total, sólo alguien con una vista entrenada como la de Aomme podría moverse con total libertad, sin embargo sus dos acompañantes avanzaban casi a ciegas tropezando y chocando entre ellos lo que enfurecía a la cazadora ya que el ruido que hacían debía escucharse hasta en Entrañas. A pesar de regañarles los dos soldados siempre volvían a reírse y hablar en voz alta. ¿Es que aquellos dos pensaban que todo era un juego?
-¿Por qué estáis en el ejército?- Preguntó Aomme para sorpresa de la extraña pareja.
Fue Wedge quién tras unos segundos de duda y una mirada a su compañero respondió:
-Era esto o la cárcel…-
Aomme estaba sorprendida, aquellos soldados parecían demasiado inocente para infligir la ley.
-No tenemos hogar y desde pequeños hemos estado juntos, somos como hermanos. El problema es que vivíamos en la calle y no quisimos unirnos a los delfias, no nos gusta la violencia.-
La cazadora sintió admiración por ambos, a pesar de la necesidad habían antepuesto sus ideales a una vida más acomodada.
-Aún así realizábamos pequeños robos, nada grande, sólo lo necesario para sobrevivir y nunca le hicimos daño a nadie. Pero al final la guardia nos atrapo.-
Wedge guardó silencio, en sus palabras se notaba cierta pena, fue Biggs el que continuó contando la historia.
-Sólo pasamos tres días en las mazmorras pero fueron un infierno… Al cuarto día el comandante nos visitó. Al principio temíamos lo peor, nos preguntó nuestros nombres y nos leyó nuestros delitos. Confesamos todo, no queríamos que nos torturasen, pero ese hombre no era como pensábamos en un principio.-
“Claro que no, puede que sea un noble acomodado pero le preocupa la vida de sus hombres.” Pensó Aomme mientras seguía avanzando lentamente en la oscuridad.
-Nos ofreció entrar en el ejército, dijo que seriamos tratados con respeto y así ha sido. Nunca nos ha dejado entrar en combate y siempre se ha portado bien con nosotros. Es un buen hombre.- Concluyó Biggs.
-¿Qué ha sido ese destello?- Preguntó su compañero.
La cazadora supo entonces que habían caído en una trampa, se había concentrado en la historia y había sido descuidada.
-¡Al suelo!- Gritó desesperada.
Pero era demasiado tarde, una flecha se clavó en el pecho de Wegde el cual sorprendido retrocedió un paso sin comprender lo que pasaba, de una colina descendían cuatro soldados renegados.
-¡Retroceder rápido!- Ordenó la cazadora.
Biggs empezó a retirarse con ella pero Wedge, fuera de sí, permaneció de pie y se enfrentó de forma suicida a los atacantes. Para sorpresa de todos y a pesar de su herida, Wegde lanzó furiosos golpes con su mandoble abatiendo a dos enemigos antes de caer victima de una nueva flecha que se clavó esta vez en su garganta.
-¡No!- Gritó enloquecido Biggs.

El obeso soldado cargó de un salto impensable para alguien de su tamaño, el primer renegado completamente sorprendido se derrumbó de un golpe recibiendo furiosas puñaladas hasta que en unos segundo dejo de moverse. El otro no muerto clavó su espada en un costado del soldado pero este no pareció ni inmutarse y sujetando su escudo con ambas manos empezó a golpear a su enemigo con una fuerza atroz destrozando a su enemigo sin piedad. Cuando por fin se detuvo una nueva flecha se clavó en su pecho, Aomme horrorizada sabía quien era el causante de todo aquello, pero aún así corrió en ayuda de su aliado. Cuando estaba a punto de alcanzarlo el soldado se alzó cubriendo a la chica de cualquier disparo.
-¿Qué haces?- Preguntó nerviosa mientras una nueva flecha se clavaba en la espalda del soldado.
-Acaba con el, tu eres mejor que ese asesino.- Dijo sonriendo Biggs antes de recibir una nueva flecha y caer muerto ante ella.
La furia de Aomme era inmensa, mientras se agachaba rápidamente usando a Biggs como un improvisado escudo se prometió a si misma que los vengaría.
“Ellos eran buenas personas, no merecían esto.” Pensó y rápidamente se preparó para el combate.

El cazador renegado observaba la escena esperando que la humana saliese de su escondite, esta no vez no escaparía y eso le hacía sonreír de maldad. Pronto la cabeza de esa mujer estaría en una pica. En un momento la chica salió de su refugio corriendo y el disparó, ella hizo un gesto extraño como si intentase para la flecha con las manos pero la flecha se clavó seguramente en su pierna.
“Ya eres mía maldita rata.”
La humana se escondió detrás de una gran roca, ahora sólo tenía que esperar a que el veneno hiciese efecto, esta vez el veneno era mortal y no un simple paralizante.

Las horas pasaron y el sol iluminó aquel terreno, el no muerto sabía que en ese momento la mujer debía estar ya completamente muerta. Dejó su escondite y avanzó cautelosamente hacía aquella roca, no quería confiarse pues aquello le hizo fracasar en su anterior encuentro.
Preparado por si debía lanzar un último ataque con su arco se asomó de golpe al otro lado de la roca pero la mujer no estaba. 

Sorprendido y sin comprender vio en el suelo dos guanteletes unidos por una cuerda que debían haber pertenecido al soldado obeso, la humana los había usado para parar su flecha venenosa. En ese instante notó un ruido a su derecha, sabía quien era y que ese ruido había sido hecho para llamar su atención, en el reflejo de su flecha pudo ver a la mujer apuntándole directamente con su arco a menos de tres metros de distancia.

“¿Cómo ha conseguido cambiar de posición sin que la viera?”
Pero aquello ya le daba igual, había perdido ante una insignificante humana. Tiro su arco al suelo y se giró lentamente. En el mismo instante que pudo ver por primera vez los ojos de la cazadora ella disparó.

Aomme observó como se derrumbaba su enemigo con una flecha atravesándole el cerebro, unas horas después abandonaba aquel lugar dejando a sus compañeros enterrados cerca de un solitario árbol y convencida de que jamás debería volver a tener un compañero, ella trabajaba sola y así debía ser siempre.

Aquella tarde se presentó ante el comandante y arrojó a sus pies el arco de aquel maldito renegado. El hombre se vio muy afectado por la muerte de Biggs y Wegde.
-Gracias por vengarlos.- Dijo el comandante mientras Aomme se retiraba.
Ella se detuvo y sin girar la cabeza respondió:
-Aún no los he vengando.-

Escrito por Julius Heide