martes, 22 de julio de 2014

Recuerdos olvidados

(Varias semanas atrás...)

El aire fresco de la mañana acarició su delicado rostro mientras sus cabellos rojizos ondeaban libremente empujados por la temprana brisa veraniega de aquel lugar. No había nacido más que el primer rayo de sol en el horizonte, que parecía abrirse paso lentamente pero sin descanso sobre la noche de Boralus, capital de tierras Kultirenses. Aún así, Chantalle ya paseaba por los jardines de su hogar, o al menos de ese lugar que aunque ahora parecía descuidado y sucio, tiempo atrás había logrado ser parte de toda su familia.

La joven cruzó con paso decidido el jardín principal, observando la gran fuente llena de agua con estatuas de enormes peces de piedra a su alrededor, sin poder evitar que aparecieran aquellos recuerdos de su niñez que se habían roto en pedazos los últimos días, cuando había llegado a comprender que su familia había muerto.

En su fuero interno, ella conocía todo lo ocurrido, cada pequeño detalle, cada giro del destino, cada golpe que había recibido en el pasado... pero se negaba a aceptarlo. Algo había ocurrido en su cabeza hacía pocos días, algo que había borrado de sus recuerdos los últimos años. Años que habían logrado destruir los cimientos de esa burbuja perfecta a la que llamaba vida. Sus compañeros habían intentado convencerla de que era todo esto lo que la había transformado en lo que ahora era, una mujer fría, arrogante y calculadora, pero fuerte y poderosa como ninguna, capaz de obligar a caer de rodillas incluso al guerrero más valeroso.

Ella no quería esa vida, o al menos no ahora que había logrado volver atrás. Quería la vida que siempre había conocido, su acomodada vida junto a su padre, junto a su hermano... pasar esa pagina iba a ser el mayor desafío de todos.

Hacía pocos días que había viajado hasta allí con algunos de sus nuevos amigos, amigos a los cuales no conocía de nada, pero que aseguraban que se habían convertido en algo parecido a una familia para ella. Una familia que por mucho aprecio y cariño que tuvieran hacia ella, deseaban cambiarla por la Chantalle frívola en la que no deseaba volver a convertirse.

Chantalle se adentró en la ostentosa capilla de la familia Leproux, pensando en su destino, en lo que éste le depararía. Cruzó el amplio vestíbulo, caminando lentamente por la gran alfombra roja que contrastaba armoniosamente con la cálida decoración de aquel pequeño santuario. Encendió varios candelabros a su paso, ya que aunque el sol comenzaba a asomarse tímidamente, aún no era lo suficientemente pudiente como para iluminar el interior de la estancia.

Abrió lentamente la gran puerta de madera maciza que protegía el mausoleo familiar, lugar donde se hallaban el sepulcro de aquellos a los que tanto echaba de menos. Chantalle se sentó junto a la tumba de su padre, el gran Victor Leporux, duque de Drisburg. Acarició el impasible mármol blanco que la separaba de aquel gran hombre intentando reprimir sus lagrimas, pero después de todo era su padre, del que nunca podría olvidarse. Recorrió con tristeza cada una de las tumbas que formaban parte de aquella sala, su padre, su abuelo..., sin poder evitar que una sensación de soledad la abrumara.

Caminó varios pasos hasta la tumba donde descansaba Vincent Leproux, su querido hermano menor. Su muerte había logrado conmocionarla, era algo que no esperaba, no entendía por qué razón había llegado a ocurrir tal nefasto suceso. Las murallas de su cabeza bloqueaban los verdaderos recuerdos sobre su muerte, ocultando que había sido ella misma la que supuestamente había acabado con la vida de su propio hermano en venganza por las intenciones de éste, la que había visto a su hermano retorcerse de dolor mientras lo abandonaba a su suerte en una interminable agonía. Sin embargo, nada de eso tenía cabida en su nuevo presente. Había preguntado a sus compañeros sobre lo ocurrido, percatándose de como eludían con eficacia cada vez que se interesaba por lo ocurrido.

Quizás era cierto, quizás después de todo ellos eran lo mas parecido a una familia que tenía en esos momentos, y como toda familia, lo único que intentaban era protegerla de la verdad, posiblemente una cruenta verdad que terminaría por desmoronarla. Pero Chantalle debía saberlo, a pesar de las consecuencias que pudiera conllevarle, necesitaba saber qué había ocurrido con su joven hermano.

Chantalle se armó de valor, mentalizándose de las posibilidades que se ocultaban dentro de esa fastuosa tumba, idealizando el derrumbamiento que produciría en su interior. La joven empujó la cubierta esculpida en mármol con la simbología de su casa. La pesada placa de mármol blanquecino desprendió un tétrico sonido cuando se separó del resto, precipitándose hacia el suelo tras la perseverancia de la humana.

La cubierta se quebró en varios trozos generando un gran estruendo. Chantalle permaneció inmóvil, sus ojos permanecieron fijos durante minutos, observando el interior de la tumba. No comprendió la situación, no entendía que estaba ocurriendo, de que clase de broma se trataba toda esta falacia. La joven sintió una gran ansiedad, no sabía exactamente por qué pero comenzaron a invadirla sentimientos contradictorios. La tumba de su hermano se hallaba totalmente vacía, carente de aquello que esperaba encontrarse. Su hermano no estaba muerto...

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Chantalle soltó un grito ahogado al despertarse sobresaltadamente de aquel horrible sueño, permaneciendo durante algunos segundos poseída por la ansiedad. Zephiel, que hasta ahora descansaba plácidamente junto a la joven, se incorporó rápidamente intentado calmarla.
-¿Otra vez has tenido la misma pesadilla?- preguntó Zephiel preocupado mientras rodeaba a Chantalle con sus fuertes brazos.

La joven asintió en silencio mientras intentaba calmar sus nervios, apoyó la cabeza en el pecho desnudo del joven sintiendo una cálida sensación de protección. Zephiel acarició con delicadeza el rostro de su amante mientras recogía con sus dedos una de las lagrimas de impotencia que descendía por las frágiles facciones de su amada. El joven acarició suavemente el delicado cabello rojo carmesí de Chantalle, mientras intentaba apaciguar su ansiedad.
-Solo era un sueño...
-Pero... era tan... real...-sollozó Chantalle.
-Mírame.- susurró Zephie mientras su mirada se detenía en los verdosos ojos de su amada.- Yo estoy aquí contigo, y no dejaré que nada te ocurra, ¿Entendido?

Zephiel mostró su cautivadora sonrisa a la joven mientras la abraza. Chantalle quiso creerlo, deseó con todas sus fuerzas que todo eso no fuera más que una horrible pesadilla, pero sabía que por desgracia no era así. La misma pesadilla se repetía constantemente desde que había recuperado la memoria, porque no se trataba de una pesadilla, sino de recuerdos olvidados que afloraban en su subconsciente.

Chantalle se refugió unos instantes entre los brazos de su amante, engañándose en que estos podrían protegerla de aquel que acechaba nuevamente con destruirla, pero ella conocía como era realmente Vincent, y sabía que no pararía hasta verla sufrir. Le arrebataría todo lo que más amaba, aniquilando todo y a todos los que se interpusiese a la hora de alcanzar su objetivo. Zephiel seguía observándola preocupado, hasta que Chantalle se percató de ello y tras una tímida sonrisa, los carnosos labios de la joven se encontraron con los de su amado en un tierno beso.


Chantalle cerró la puerta lenta y silenciosamente para no despertar a Zephiel, que yacía descansando profundamente en su cama. Tan solo había pasado un par de horas desde aquella horrible pesadilla, ni siquiera había salido el sol en aquel exótico continente conocido como Pandaria. Chantalle llamó repetidamente a la puerta hasta encontrarse con una somnolienta Alice. La joven de cabellos azabache observó a su amiga y se percató enseguida de que algo la inquietaba.
-Chantalle, ¿Te ocurre algo?
- Alice... necesito tu ayuda...pero antes necesito que me prometas que será nuestro secreto...



Vicent Leproux se convierte en el enemigo del capítulo XIV... ¿Podrá la Orden enfrentarse a su sed de venganza?