(Varias semanas atrás...)
El aire fresco de la mañana acarició
su delicado rostro mientras sus cabellos rojizos ondeaban libremente
empujados por la temprana brisa veraniega de aquel lugar. No había
nacido más que el primer rayo de sol en el horizonte, que parecía
abrirse paso lentamente pero sin descanso sobre la noche de Boralus,
capital de tierras Kultirenses. Aún así, Chantalle ya paseaba por
los jardines de su hogar, o al menos de ese lugar que aunque ahora
parecía descuidado y sucio, tiempo atrás había logrado ser parte
de toda su familia.
La joven cruzó con paso decidido el
jardín principal, observando la gran fuente llena de agua con
estatuas de enormes peces de piedra a su alrededor, sin poder evitar
que aparecieran aquellos recuerdos de su niñez que se habían roto
en pedazos los últimos días, cuando había llegado a comprender que
su familia había muerto.
En su fuero interno, ella conocía todo
lo ocurrido, cada pequeño detalle, cada giro del destino, cada golpe
que había recibido en el pasado... pero se negaba a aceptarlo. Algo
había ocurrido en su cabeza hacía pocos días, algo que había
borrado de sus recuerdos los últimos años. Años que habían
logrado destruir los cimientos de esa burbuja perfecta a la que
llamaba vida. Sus compañeros habían intentado convencerla de que
era todo esto lo que la había transformado en lo que ahora era, una
mujer fría, arrogante y calculadora, pero fuerte y poderosa como
ninguna, capaz de obligar a caer de rodillas incluso al guerrero más
valeroso.
Ella no quería esa vida, o al menos no
ahora que había logrado volver atrás. Quería la vida que siempre
había conocido, su acomodada vida junto a su padre, junto a su
hermano... pasar esa pagina iba a ser el mayor desafío de todos.
Hacía pocos días que había viajado
hasta allí con algunos de sus nuevos amigos, amigos a los cuales no
conocía de nada, pero que aseguraban que se habían convertido en
algo parecido a una familia para ella. Una familia que por mucho
aprecio y cariño que tuvieran hacia ella, deseaban cambiarla por la
Chantalle frívola en la que no deseaba volver a convertirse.
Chantalle se adentró en la ostentosa
capilla de la familia Leproux, pensando en su destino, en lo que éste
le depararía. Cruzó el amplio vestíbulo, caminando lentamente por
la gran alfombra roja que contrastaba armoniosamente con la cálida
decoración de aquel pequeño santuario. Encendió varios candelabros
a su paso, ya que aunque el sol comenzaba a asomarse tímidamente, aún
no era lo suficientemente pudiente como para iluminar el interior de
la estancia.
Abrió lentamente la gran puerta de
madera maciza que protegía el mausoleo familiar, lugar donde se
hallaban el sepulcro de aquellos a los que tanto echaba de menos.
Chantalle se sentó junto a la tumba de su padre, el gran Victor
Leporux, duque de Drisburg. Acarició el impasible mármol blanco que
la separaba de aquel gran hombre intentando reprimir sus lagrimas,
pero después de todo era su padre, del que nunca podría olvidarse.
Recorrió con tristeza cada una de las tumbas que formaban parte de
aquella sala, su padre, su abuelo..., sin poder evitar que una
sensación de soledad la abrumara.
Caminó varios pasos hasta la tumba
donde descansaba Vincent Leproux, su querido hermano menor. Su muerte
había logrado conmocionarla, era algo que no esperaba, no entendía
por qué razón había llegado a ocurrir tal nefasto suceso. Las
murallas de su cabeza bloqueaban los verdaderos recuerdos sobre su
muerte, ocultando que había sido ella misma la que supuestamente había acabado
con la vida de su propio hermano en venganza por las intenciones de
éste, la que había visto a su hermano retorcerse de dolor mientras
lo abandonaba a su suerte en una interminable agonía. Sin embargo,
nada de eso tenía cabida en su nuevo presente. Había preguntado a
sus compañeros sobre lo ocurrido, percatándose de como eludían con
eficacia cada vez que se interesaba por lo ocurrido.
Quizás era cierto, quizás después de
todo ellos eran lo mas parecido a una familia que tenía en esos
momentos, y como toda familia, lo único que intentaban era protegerla
de la verdad, posiblemente una cruenta verdad que terminaría por
desmoronarla. Pero Chantalle debía saberlo, a pesar de las
consecuencias que pudiera conllevarle, necesitaba saber qué había
ocurrido con su joven hermano.
Chantalle se armó de valor,
mentalizándose de las posibilidades que se ocultaban dentro de esa
fastuosa tumba, idealizando el derrumbamiento que produciría en su
interior. La joven empujó la cubierta esculpida en mármol con la
simbología de su casa. La pesada placa de mármol blanquecino
desprendió un tétrico sonido cuando se separó del resto,
precipitándose hacia el suelo tras la perseverancia de la humana.
La cubierta se quebró en varios trozos
generando un gran estruendo. Chantalle permaneció inmóvil, sus ojos
permanecieron fijos durante minutos, observando el interior de la
tumba. No comprendió la situación, no entendía que estaba
ocurriendo, de que clase de broma se trataba toda esta falacia. La
joven sintió una gran ansiedad, no sabía exactamente por qué pero
comenzaron a invadirla sentimientos contradictorios. La tumba de su
hermano se hallaba totalmente vacía, carente de aquello que esperaba
encontrarse. Su hermano no estaba muerto...
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Chantalle soltó un grito ahogado al
despertarse sobresaltadamente de aquel horrible sueño, permaneciendo
durante algunos segundos poseída por la ansiedad. Zephiel, que hasta
ahora descansaba plácidamente junto a la joven, se incorporó
rápidamente intentado calmarla.
-¿Otra vez has tenido la misma
pesadilla?- preguntó Zephiel preocupado mientras rodeaba a Chantalle
con sus fuertes brazos.
La joven asintió en silencio mientras
intentaba calmar sus nervios, apoyó la cabeza en el pecho desnudo
del joven sintiendo una cálida sensación de protección. Zephiel
acarició con delicadeza el rostro de su amante mientras recogía con
sus dedos una de las lagrimas de impotencia que descendía por las
frágiles facciones de su amada. El joven acarició suavemente el
delicado cabello rojo carmesí de Chantalle, mientras intentaba
apaciguar su ansiedad.
-Solo era un sueño...
-Pero... era tan... real...-sollozó
Chantalle.
-Mírame.- susurró Zephie mientras su
mirada se detenía en los verdosos ojos de su amada.- Yo estoy aquí
contigo, y no dejaré que nada te ocurra, ¿Entendido?
Zephiel mostró su cautivadora sonrisa
a la joven mientras la abraza. Chantalle quiso creerlo, deseó con
todas sus fuerzas que todo eso no fuera más que una horrible
pesadilla, pero sabía que por desgracia no era así. La misma
pesadilla se repetía constantemente desde que había recuperado la
memoria, porque no se trataba de una pesadilla, sino de recuerdos
olvidados que afloraban en su subconsciente.
Chantalle se refugió unos instantes
entre los brazos de su amante, engañándose en que estos podrían
protegerla de aquel que acechaba nuevamente con destruirla, pero ella
conocía como era realmente Vincent, y sabía que no pararía hasta
verla sufrir. Le arrebataría todo lo que más amaba, aniquilando
todo y a todos los que se interpusiese a la hora de alcanzar su
objetivo. Zephiel seguía observándola preocupado, hasta que
Chantalle se percató de ello y tras una tímida sonrisa, los carnosos
labios de la joven se encontraron con los de su amado en un tierno
beso.
Chantalle cerró la puerta lenta y
silenciosamente para no despertar a Zephiel, que yacía descansando
profundamente en su cama. Tan solo había pasado un par de horas
desde aquella horrible pesadilla, ni siquiera había salido el sol en
aquel exótico continente conocido como Pandaria. Chantalle llamó repetidamente a la puerta
hasta encontrarse con una somnolienta Alice. La joven de cabellos
azabache observó a su amiga y se percató enseguida de que algo la
inquietaba.
-Chantalle, ¿Te ocurre algo?
- Alice... necesito tu ayuda...pero
antes necesito que me prometas que será nuestro secreto...
Vicent Leproux se convierte en el enemigo del capítulo XIV... ¿Podrá la Orden enfrentarse a su sed de venganza?