Eran decenas las historias que había oído sobre aquella ciudad, sobre el hogar de los enanos, Forjaz. Pero
ninguna de todas ellas hacía justicia a la belleza real de aquel
lugar, sumergido en la montaña, fundido a ella. No podía creerlo,
desde que puse un pie en aquel lugar sentí como una calidez
confortable me abrazaba invitándome a recorrer sus rincones, animándome a descubrir esa mezcla entre el olor a metal de una
herrería, y al carbón de una gran fundición.
Hacía años que no me sentía tan
lleno de vida, aquel lugar no era solo una ciudad, sino el punto de
partida hacia una nueva vida, el lugar donde recobraría la esperanza
que antaño me arrebataron. Recorrí lentamente las anchas calles que
giraban en torno al centro de la ciudad, paseé sin prisa alguna, ya
había logrado alcanzar mi destino, así que ahora quería tomarme el tiempo que
fuera necesario para disfrutar de mi estancia allí.
No había siquiera cumplido la veintena
y la vida ya me había arrebatado todo lo que tenia. Mi casa, mi
familia, mi futuro... todo fue destruido hacía más de un año en
Theramore, donde el asesino Garrosh decidió poner su punto de
mira. Nadie pensó... o mejor dicho, nadie recuerda siquiera hoy en
día las de vidas que se esfumaron en cuestión de segundos, la de familias enteras que perecieron sin poder hacer nada por evitarlo. Todos
hablan de que perdimos un lugar estratégico, o que perdimos decenas
de navíos, incluso hay quienes añoran al que era líder del Kirin
tor, pero a nadie le importan los ciudadanos, los inocentes
habitantes que tan solo habían ido hasta allí para vivir una vida
tranquila y plena.
De todas formas ya nada se podía
hacer. Durante este tiempo había tenido que empezar a buscar mi
camino, a decidir cual sería mi destino, pero aunque es fácil decirlo, conseguirlo es algo muy diferente. Todos a mi alrededor me
trataban como si fuese un crío, un enclenque y débil niño que no
valía para nada.
Mientras caminaba por la ciudad absorto
en mis pensamientos, recordé lo poco que mi madre me había contado
de pequeño acerca de mi padre. Nunca llegué a conocerlo, lo único
que supe de él es que era un noble y valiente caballero, que sirvió
a Lordaeron durante la guerra, y que se ganó el orgullo de todos a su
alrededor. Al contrario que mi madre, siempre pensé que él nunca
nos había querido. Seguramente mi padre ni siquiera llegó a saber de
mi existencia, y si lo supo, lo más probable es que decidiera mirar
hacia otro lado. Nunca había llegado a odiarle, no puedo odiar a
alguien que no conozco, pero tampoco había deseado conocerlo, sin embargo,
ahora era la única familia que tenía.
De pronto choqué contra algo haciendo
que cayera de espaldas sobre el suelo.
-¡Cuidado por donde andas memo!-dijo
un joven humano pelirrojo de ojos claros.
-Vamos Keltha, deja al pobre chaval, no
ha sido para tanto.- dijo el otro joven que le acompañaba,mientras extendía el brazo
para ayudarme a levantar.-No se lo tengas en cuenta, está de mal
humor.
-Disculpadme, no era mi intención.
El joven de cabellos rubios me hizo un gesto para quitarle importancia al asunto mientras me propinó varias palmaditas en el hombro, palmadas que sentí como si de puñetazos se tratasen.
Me sacudí la ropa intentando quitar la capa de polvo que ahora yacía sobre ella. Observé como los jóvenes se alejaban mientras hablaban enérgicamente, de hecho parecía que hablaban a gritos. Cualquiera de los dos era el doble de corpulento de lo que
yo era, incluso aseguraría que eran un palmo más altos.
Por un momento sentí que
las palabras de aquellos que me habían rechazado tiempo atrás en
los oficios a los que me había presentado, cobraban vida ahora. No
era fuerte, ni rápido, ni alto y por desgracia tampoco era un gran
estratega. Tan solo sabía pescar... ¿Quién iba a contratarme como
caballero, herrero o incluso mercenario?
Sin darme cuenta, mientras me ahogaba en mi desgracia, me percaté de que había llegado a mi destino. Sin duda esa era la
casa del hombre al que buscaba, de aquel que me ayudaría a encontrar
a mi padre.
Llamé a la puerta insistiendo en
varias ocasiones, hasta que un hombre de mediana edad abrió la
puerta. El humano tenía el cabello y la barba de un color rojizo, numerosas arrugas recorrían su frente y se denotaba que se trataba de un caballero curtido en infinidad de batallas. Sentí que el corazón me daba un vuelco, por fin después de todo este tiempo lograría encontrar a mi padre, aquello por lo que había venido hasta aquel recóndito lugar.
-Buenas tardes joven, ¿Puedo ayudaros
en algo?
-Siento molestar, busco al líder de
la casa Doe
-Soy Lord Cross Nesai Doe, líder de
la casa Doe, aquel al que buscáis.
-Me gustaría hablar con vos de un
asunto bastante importante, busco a mi padre y creo que vos podríais ayudarme a conocer su paradero.
-La casa Doe estará encantada de
ayudaros en lo que necesitéis, sin embargo el cuartel de la casa Doe
se encuentra frente a la sala mística, en la plaza siguiente. Allí
recogerán vuestra petición y os comunicaremos aquello que logremos
averiguar sobre el paradero de vuestro padre.
-Lo siento señor, puede que no me haya
explicado correctamente, mi padre es Prim Doe... y creo que vos más
que nadie sabe donde puedo encontrarlo...
¡Jace Thaus Doe aparece por primera vez!
Este joven de apariencia enclenque es tras Cross Nesai Doe el
siguiente en la línea de sucesión de La Casa Doe, pero hasta que el destino le
ponga en tal lugar...
¿Qué aventuras le aguardaran en el
futuro?
¿Conseguirá ser un fuerte y valiente
caballero de La Casa Doe, logrará ser aceptado entre los miembros de
La Orden, o su futuro estará entre Los Caminantes del Tiempo?