viernes, 11 de julio de 2014

Julius Heide - Recuerdos


El paladín se encontraba sentado con la espalda apoyada en un árbol mientras observaba en silencio como los copos de nieve caían lentamente para fundirse con la blanca nieve que parecía extenderse mas allá de donde la vista alcanzaba a ver.
En su mente se seguía repitiendo todos los hechos de los últimos días, los compañeros que estaban desaparecidos o encerrados, su constante insistencia en avanzar más y más rápido a pesar de las heridas y cansancio propio y de sus amigos… y todo para fracasar.
Aún recordaba como la espada se había destruido y solamente la empuñadura había quedado en sus manos. Aquella empuñadura maldita, aquella que era la última esperanza de salvar a Faby.
“He fracasado, todo lo que he hecho no ha valido para nada.”

Alzando la vista al cielo pudo ver que la nieve empezaba a caer con más fuerza como si el tiempo intentara imitar sus sentimientos. Lentamente bebió la cerveza pandaren que había comprado notando como se le subía a la cabeza, la bebida se había convertido en su única vía de escape ante todo la situación y la culpabilidad.
Habían conseguido rescatar a Alice pero Faby seguía encerrada en una tumba de piedra y no había manera de saber si seguía con vida.
“Todo es mi culpa, no pude protegerla.”

Después de tanto tiempo había encontrado unos compañeros a los que podía llamar familia, desde sus años en el ejército no había sentido aquella amistad y aquel compañerismo, en el ejército había visto como sus amigos morían y desaparecían para al final ser traicionado por su comandante.
El comandante Tader que asesinaba civiles y arrasaba poblados inocentes con total impunidad, siempre falsificaba sus informes para librarse de la culpa de aquellas matanzas. Pero Tader no contaba con que Julius, recientemente trasladado a esa unidad, reuniría pruebas en su contra y las presentaría a través de un antiguo camarada.
Aquella acción le había obligado a huir mientras las pruebas no llegaban a su destino, fue en aquel momento cuando conoció a la que ahora eran sus nuevos compañeros que lo acogieron a pesar de que estaba acusado de deserción.
Cuando regresó a Ventormenta había conocido a la hermana de Faby, Aomme. El se había ofrecido a ayudarla con una misión pero la hábil cazadora lo había dormido con un dardo tranquilizante. En aquel momento lo habían atrapado y Julius no se había defendido, no quería herir a ninguno de aquellos soldados que sólo cumplían órdenes.
Pero la luz velaba por él, las pruebas habían llegado y en el juicio quedaron demostrados los crímenes del infame comandante. Aún así Tader había eludido a los guardias en un intento de venganza final había seguido a Julius para atacarle y asesinarlo.

El paladín recordaba bien aquel combate, el comandante blandía dos enormes hachas con las cuales gustaba de decapitar a sus victimas. Por su parte Julius contaba con su mandoble, su arma predilecta. Cegado por la furia Tader se había lanzado a un ataque brutal que lo había obligado a retroceder defendiéndose a duras penas hasta que en un determinado momento y girando sobre si mismo había herido aquel criminal en un brazo. A pesar de la herida Tader siguió atacando cegado por su ansias de sangre y en aquellos momentos temió no ser capaz de derrotar a tal adversario pero recordó que había compañeros que esperaban su regreso y se dijo a si mismo que no iba a morir en aquel lugar. La luz acudió a su llamada y pasó al ataque con golpes precisos que hicieron retroceder a Tader el cual perdió un hacha al recibir un nuevo golpe en el brazo, aún así el comandante no se rindió y lanzo un ataque final capaz de partir a un hombre por la mitad pero Julius no sólo paró el golpe, si no que también rompió el hacha de su adversario por la mitad.
Tader le había suplicado que lo matase, pero el no era un asesino. Lo entregó a la guardia que conociendo su historia estaba dispuesta a proponerle un lugar en sus filas pero el ya había encontrado su hogar junto a Garrett y los demás.
“Una familia…”

Había considerado su familia a su primera unidad, pero muchos habían muerto y otros desertado. Y ahora los miembros de la orden eran para el su familia pero ¿había tenido una familia de verdad?
Julius era el menor de siete hermanos en una familia pobre que se había mudado de Stormgarde a Ventormenta. Las únicas posesiones que tenía de niño habían sido unas sandalias viejas y unas pocas piezas de ropa heredadas de sus hermanos mayores. De todos sus hermanos sólo llego a querer a su hermana mayor la cual era la única que los cuidaba junto a su madre. Pero la pobre murió victima de una enfermedad sin que nadie pudiera salvarla. El padre de Julius dijo que aquello había sido una bendición pues habían recibido unas monedas de oro por aquella trágica pérdida, dinero que se gasto en alcohol en un solo día para después llegar a casa y propinar una paliza a su mujer y sus hijos.
De sus hermanos los dos más mayores se unieron a los defias mientras hablaban de ideas revolucionarias, fueron encerrados en las mazmorras por aquellas ideas y murieron durante un motín. De los tres hermanos restantes dos más habían muerto por la misma enfermedad que la única hermana que tenían y el restante se había convertido en marinero para morir trágicamente durante el cataclismo cuando su barco se partió por la mitad sin quedar ningún superviviente.

Quedando ya sólo Julius con sus padres las palizas que recibían eran cada vez más brutales. Muchas veces había intentado defender a su madre pero aquello solo le sirvió para recibir más golpes, hasta que llego la trágica noche…
Aquel día su madre no se encontraba bien y ambos se pusieron a dormir en la pequeña cama familiar, tan pronto Julius despertó supo que algo no iba bien. Su madre no respiraba, había muerto mientras dormía. Llora durante horas hasta que su padre llego a casa acompañado de un amigo tan cruel como él, se llamaba Smith el Rojo. Ese amigo había convencido a su padre de que su madre estaba fingiendo para no hacerles la cena y pesar de los gritos de Julius habían golpeado en cadáver con furia, el futuro paladín intento pararles pero una patada en la espalda le dejó inconsciente y con una lesión que le duraría años llegar a curar.

El pobre Julius había quedado tan afectado por aquella muerte que los guardias no habían podido sonsacarle ninguna palabra cuando llegaron a la casa alertados por los gritos, aquellos guardias arrestaron a su padre y a su amigo acusados de asesinato. Su padre fue condenado a la horca y a pesar de todas las palizas, Julius sintió lastima por él al saber su destino.

Cuando cumplió la mayoría de edad ingresó en el ejercito, donde se interesó rápidamente por el estudio de la luz, pronto su objetivo fue convertirse en paladín pero en su corazón aún había una fuerte sed de venganza contra Smith el Rojo, en una ocasión un compañero de armas le había dicho: “De todos nosotros tú, Julius, eres el más peligroso, sólo vives para la venganza.”
Pronto se encontró la oportunidad de llevar a cabo su venganza, Smith ingresó en su unidad como soldado raso, justo bajo sus órdenes. Y fue justo en mitad de una batalla cuando su espada apuntaba directamente a la garganta de aquel delincuente que había golpeado a su madre y fue en aquel mismo instante cuando la luz acudió por primera vez a Julius, en el instante que llevado por la misericordia y los lloriqueos de aquel hombre, le perdonó la vida.
Smith moriría una semana más tarde atrapado por unos orcos y tras horribles torturas, más tarde Julius juraría en la misma catedral de la luz su compromiso de hacer cumplir la justicia y seguir el camino de la luz mientras viviese.


Un golpe en su mano le quitó de sus pensamientos, alzando la vista pudo ver el rostro de Aomme.
-No se bebe de servicio.
Julius bajó la cara avergonzado, había empezado a beber para olvidar que le había fallado a Faby.
Una bofetada le hizo alzar la vista.
-Tenemos mucho que hacer, ponte de pie ya.
Obedeció a regañadientes pero a su vez asombrado por la decisión de Aomme.
-Julius…ese grupo te necesita. Tienes que ser fuerte. La elfa está gravemente herida, tu líder desaparecido y los demás no parecen valerse mucho por ellos mismos.-
El paladín suspiró profundamente, a pesar de su tristeza sabía que la cazadora tenía razón y que después de todo lo que había pasado debía seguir siendo fuerte y luchar por sus compañeros. Jamás se había rendido y aunque remotas aún quedaban esperanzas.
-Vamos Aomme, hay una puerta que quiero derribar.-

La cazadora le dedicó una sonrisa y ambos se pusieron en marcha dispuestos a rescatar a Faby aunque las esperanzas que les quedaban cada vez eran menos.


Escrito por Julius Heide