El paladín se encontraba sentado con
la espalda apoyada en un árbol mientras observaba en silencio como
los copos de nieve caían lentamente para fundirse con la blanca
nieve que parecía extenderse mas allá de donde la vista alcanzaba a
ver.
En su mente se seguía repitiendo todos
los hechos de los últimos días, los compañeros que estaban
desaparecidos o encerrados, su constante insistencia en avanzar más
y más rápido a pesar de las heridas y cansancio propio y de sus
amigos… y todo para fracasar.
Aún recordaba como la espada se había
destruido y solamente la empuñadura había quedado en sus manos.
Aquella empuñadura maldita, aquella que era la última esperanza de
salvar a Faby.
“He fracasado, todo lo que he hecho
no ha valido para nada.”
Alzando la vista al cielo pudo ver que
la nieve empezaba a caer con más fuerza como si el tiempo intentara
imitar sus sentimientos. Lentamente bebió la cerveza pandaren que
había comprado notando como se le subía a la cabeza, la bebida se
había convertido en su única vía de escape ante todo la situación
y la culpabilidad.
Habían conseguido rescatar a Alice
pero Faby seguía encerrada en una tumba de piedra y no había manera
de saber si seguía con vida.
“Todo es mi culpa, no pude
protegerla.”
Después de tanto tiempo había
encontrado unos compañeros a los que podía llamar familia, desde
sus años en el ejército no había sentido aquella amistad y aquel
compañerismo, en el ejército había visto como sus amigos morían y
desaparecían para al final ser traicionado por su comandante.
El comandante Tader que asesinaba
civiles y arrasaba poblados inocentes con total impunidad, siempre
falsificaba sus informes para librarse de la culpa de aquellas
matanzas. Pero Tader no contaba con que Julius, recientemente
trasladado a esa unidad, reuniría pruebas en su contra y las
presentaría a través de un antiguo camarada.
Aquella acción le había obligado a
huir mientras las pruebas no llegaban a su destino, fue en aquel
momento cuando conoció a la que ahora eran sus nuevos compañeros
que lo acogieron a pesar de que estaba acusado de deserción.
Cuando regresó a Ventormenta había
conocido a la hermana de Faby, Aomme. El se había ofrecido a
ayudarla con una misión pero la hábil cazadora lo había dormido
con un dardo tranquilizante. En aquel momento lo habían atrapado y
Julius no se había defendido, no quería herir a ninguno de aquellos
soldados que sólo cumplían órdenes.
Pero la luz velaba por él, las pruebas
habían llegado y en el juicio quedaron demostrados los crímenes del
infame comandante. Aún así Tader había eludido a los guardias en
un intento de venganza final había seguido a Julius para atacarle y
asesinarlo.
El paladín recordaba bien aquel
combate, el comandante blandía dos enormes hachas con las cuales
gustaba de decapitar a sus victimas. Por su parte Julius contaba con
su mandoble, su arma predilecta. Cegado por la furia Tader se había
lanzado a un ataque brutal que lo había obligado a retroceder
defendiéndose a duras penas hasta que en un determinado momento y
girando sobre si mismo había herido aquel criminal en un brazo. A
pesar de la herida Tader siguió atacando cegado por su ansias de
sangre y en aquellos momentos temió no ser capaz de derrotar a tal
adversario pero recordó que había compañeros que esperaban su
regreso y se dijo a si mismo que no iba a morir en aquel lugar. La
luz acudió a su llamada y pasó al ataque con golpes precisos que
hicieron retroceder a Tader el cual perdió un hacha al recibir un
nuevo golpe en el brazo, aún así el comandante no se rindió y
lanzo un ataque final capaz de partir a un hombre por la mitad pero
Julius no sólo paró el golpe, si no que también rompió el hacha
de su adversario por la mitad.
Tader le había suplicado que lo
matase, pero el no era un asesino. Lo entregó a la guardia que
conociendo su historia estaba dispuesta a proponerle un lugar en sus
filas pero el ya había encontrado su hogar junto a Garrett y los
demás.
“Una familia…”
Había considerado su familia a su
primera unidad, pero muchos habían muerto y otros desertado. Y ahora
los miembros de la orden eran para el su familia pero ¿había tenido
una familia de verdad?
Julius era el menor de siete hermanos
en una familia pobre que se había mudado de Stormgarde a
Ventormenta. Las únicas posesiones que tenía de niño habían sido
unas sandalias viejas y unas pocas piezas de ropa heredadas de sus
hermanos mayores. De todos sus hermanos sólo llego a querer a su
hermana mayor la cual era la única que los cuidaba junto a su madre.
Pero la pobre murió victima de una enfermedad sin que nadie pudiera
salvarla. El padre de Julius dijo que aquello había sido una
bendición pues habían recibido unas monedas de oro por aquella
trágica pérdida, dinero que se gasto en alcohol en un solo día
para después llegar a casa y propinar una paliza a su mujer y sus
hijos.
De sus hermanos los dos más mayores se
unieron a los defias mientras hablaban de ideas revolucionarias,
fueron encerrados en las mazmorras por aquellas ideas y murieron
durante un motín. De los tres hermanos restantes dos más habían
muerto por la misma enfermedad que la única hermana que tenían y el
restante se había convertido en marinero para morir trágicamente
durante el cataclismo cuando su barco se partió por la mitad sin
quedar ningún superviviente.
Quedando ya sólo Julius con sus padres
las palizas que recibían eran cada vez más brutales. Muchas veces
había intentado defender a su madre pero aquello solo le sirvió
para recibir más golpes, hasta que llego la trágica noche…
Aquel día su madre no se encontraba
bien y ambos se pusieron a dormir en la pequeña cama familiar, tan
pronto Julius despertó supo que algo no iba bien. Su madre no
respiraba, había muerto mientras dormía. Llora durante horas hasta
que su padre llego a casa acompañado de un amigo tan cruel como él,
se llamaba Smith el Rojo. Ese amigo había convencido a su padre de
que su madre estaba fingiendo para no hacerles la cena y pesar de los
gritos de Julius habían golpeado en cadáver con furia, el futuro
paladín intento pararles pero una patada en la espalda le dejó
inconsciente y con una lesión que le duraría años llegar a curar.
El pobre Julius había quedado tan
afectado por aquella muerte que los guardias no habían podido
sonsacarle ninguna palabra cuando llegaron a la casa alertados por
los gritos, aquellos guardias arrestaron a su padre y a su amigo
acusados de asesinato. Su padre fue condenado a la horca y a pesar de
todas las palizas, Julius sintió lastima por él al saber su
destino.
Cuando cumplió la mayoría de edad
ingresó en el ejercito, donde se interesó rápidamente por el
estudio de la luz, pronto su objetivo fue convertirse en paladín
pero en su corazón aún había una fuerte sed de venganza contra
Smith el Rojo, en una ocasión un compañero de armas le había
dicho: “De todos nosotros tú, Julius, eres el más peligroso, sólo
vives para la venganza.”
Pronto se encontró la oportunidad de
llevar a cabo su venganza, Smith ingresó en su unidad como soldado
raso, justo bajo sus órdenes. Y fue justo en mitad de una batalla
cuando su espada apuntaba directamente a la garganta de aquel
delincuente que había golpeado a su madre y fue en aquel mismo
instante cuando la luz acudió por primera vez a Julius, en el
instante que llevado por la misericordia y los lloriqueos de aquel
hombre, le perdonó la vida.
Smith moriría una semana más tarde
atrapado por unos orcos y tras horribles torturas, más tarde Julius
juraría en la misma catedral de la luz su compromiso de hacer
cumplir la justicia y seguir el camino de la luz mientras viviese.
Un golpe en su mano le quitó de sus
pensamientos, alzando la vista pudo ver el rostro de Aomme.
-No se bebe de servicio.
Julius bajó la cara avergonzado, había
empezado a beber para olvidar que le había fallado a Faby.
Una bofetada le hizo alzar la vista.
-Tenemos mucho que hacer, ponte de pie
ya.
Obedeció a regañadientes pero a su
vez asombrado por la decisión de Aomme.
-Julius…ese grupo te necesita. Tienes
que ser fuerte. La elfa está gravemente herida, tu líder
desaparecido y los demás no parecen valerse mucho por ellos mismos.-
El paladín suspiró profundamente, a
pesar de su tristeza sabía que la cazadora tenía razón y que
después de todo lo que había pasado debía seguir siendo fuerte y
luchar por sus compañeros. Jamás se había rendido y aunque remotas
aún quedaban esperanzas.
-Vamos Aomme, hay una puerta que quiero
derribar.-
La cazadora le dedicó una sonrisa y
ambos se pusieron en marcha dispuestos a rescatar a Faby aunque las
esperanzas que les quedaban cada vez eran menos.
Escrito por Julius Heide