miércoles, 23 de julio de 2014

Aomme Higurashi - Enemigos (Parte 2)


Un nuevo día de trabajo, nada del otro mundo para la implacable cazadora. Su objetivo consistía en rastrear un envío para los renegados que podía contener la peste. Aquellos no muertos jugaban duro, atentar contra la alianza y el alba de plata con un arma de tal calibre podría permitirles hacerse con el control de Stratholme pero les supondría ganarse muchos enemigos.

“Ahora la misión es salvar vidas.”

Tanto ella como Willow preferían la emoción de ir tras una presa, pero esta nueva misión era de una importancia vital, por una parte dejar a los renegados sin su arma más poderosa evitando de paso que aquellas tierras no se recuperasen de las acciones del azote. Por otra parte los renegados sin su arma tendrían que dar la cara si querían alcanzar sus objetivos y sería un ese momento cuando Aomme se cobraría su  presa.

En esta ocasión la cazadora contaba con la ayuda de otro amigo, mientras  otros muchos cazadores usaban grandes aves que se valían de su rapidez para atacar por sorpresa a sus enemigos, ella usaba una pequeña águila para poder localizar grandes grupos sin que la pudieran descubrir. Estaba claro que un cargamento tan especial como aquel debía ser transportado en barriles y con sumo cuidado, sería fácil de localizar pero seguramente estaría fuertemente custodiado.

Un graznido completamente diferente al de cualquier ave de aquellas tierras le hizo alzar la cabeza, levantó su brazo al tiempo que la pequeña águila descendía en pequeños círculos hasta posarse en el antebrazo de Aomme. El animal estaba impaciente por guiarla, había visto algo fuera de lo común. No solía usar aquella ave pues muchas veces temía que la abatiesen, pero la importancia de la misión le convenció de correr riesgos y esos riesgos parecían dar sus frutos.

-Llévame a lo que has visto.- Dijo alzando su brazo y viendo elevarse al ave.

Instantes después ella y el fiel Willow corrían guiados por el águila, la cazadora se sentía centrada y lista para cumplir con su misión, se reprochaba seguido su descuido que casi le había costado muy caro. Pero a pesar de aquella confianza en sí misma no podía evitar sentirse extraña. ¿Por qué sus pensamientos no estaban claros?

“A eso se le llama soledad.” Dijo en su cabeza como un reproche a sí misma.

Pero su mente sabía que era lo mejor, sus misiones eran peligrosas y no quería que nadie saliese herido por su culpa. Ella cargaría con toda la presión, jamás nadie moriría por su culpa.

Aún recordaba que se había visto obligada a lanzarle un dardo con un sedante a Julius Heide, el paladín que su hermana había enviado para asegurarse de que ella estaba bien al enterarse de que la habían herido en su última misión. Aquel cabezota se había empeñado en ayudarla a cualquier costa y se había visto obligada a actuar.

“Julius Heide… ¿Qué estará haciendo ahora?”

Apartó rápidamente aquellos pensamientos, aquel tonto paladín la había confundido, eso era todo o al menos de eso se intentaba convencer. Pero no podía negar su preocupación por aquel joven que parecía dispuesto a ayudar a todo el mundo sin importarle su propia seguridad. Pero aún así aquel hombre…

-Ya basta Aomme.- Se dijo entredientes a si misma.

Tras unos minutos pudo observar en la lejanía lo que parecía un comboi, el olor de la muerte era más que reconocible incluso a gran distancia. Con un silbido ordenó a su águila que se retirase, no quería que la atacasen y pudieran herirla. Por su parte tanto ella como el lobo se acercaron aprovechándose de la maleza y las rocas para permanecer ocultos. Aomme casi podía asegurar que el cargamento transportado eran bidones con la peste, preparados para ser lanzados y convertir a los enemigos en no muertos, un arma terrible. Sus suposiciones se basaban en la escolta, demasiado fuerte para algo que no fuera de gran valor, seis renegados y una enorme abominación que a su vez tiraba del carruaje.

Aomme sonrió, su misión de localizar aquel cargamento era un éxito pero su alegría pronto se desvaneció al saber donde se encontraba, los renegados habían avanzado a toda velocidad y pronto estarían en la zona donde ni el mismo alba argenta había llegado aún. La misión de Aomme era informar de la posición para que los soldados de la alianza lo destruyesen pero si aquella arma no era destruida en aquel momento estaría fuera del alcance para todos menos los renegados.

Tomó una decisión, tendría que ser ella la que se encargase de destruir aquellos barriles, sus flechas explosivas podrían quemar el cargamento pero debía ocuparse antes de la escolta. Evaluando las posibles amenazas decidió abatir primero a los soldados no muertos para encargarse después de la enorme abominación.

“Debo actuar rápido.”

Corrió en silencio hasta que los tubo al alcance, la decisión de la cazadora era implacable y pronto les demostraría de lo que era capaz.

Aomme tensó su arco al tiempo que cargaba tres flechas, sólo una arquera de gran pericia era capaz de realizar tal disparo y ella contaba con esa pericia. En el momento exacto soltó la cuerda y las tres flechas volaron alcanzando a sus objetivos, ninguno de los heridas eran suficientes para acabar con un renegado pero si para evitar que cargasen sobre ella rápidamente. El resto de sus enemigos ya corrían para atacarla pero, con una velocidad increíble, la cazadora disparó una nueva flecha, esta vez explosiva, que alcanzó en el pecho al primer no muerto, la explosión le destrozó la caja torácica dejando un enorme agujero en aquel monstruo que se derrumbo sin vida. Pero Aomme no tenía tiempo para pensar o observar los efectos de sus ataques. Si su primer disparo había sido bueno el segundo fue excepcional, alcanzó al renegado en toda la boca. El no muerto tubo tiempo de llevarse las manos a la herida antes de su cabeza explotase dejando una masa de carne quemada y sangre. Sin embargo el tercer renegado estaba ya casi encima suya y no le daría tiempo a coger otra flecha.

-¡Ataca Willow!- Gritó.

El fiel lobo saltó desde su escondite para derribar al enemigo, sus colmillos y garras despedazaron el cuello del no muerto en cuestión de segundos pero Aomme no perdió ni un solo segundo y tres nuevas flechas acabaron con los renegados restantes.

Cuando el último renegado se derrumbaba, la cazadora pudo ver una sombra a sus pies que crecía rápidamente de tamaño, rodeado por el suelo y con un salto esquivó en el último segundo la enorme cadena de la abominación. De rodillas, Aomme disparó rápidamente pero la flecha explosiva sólo parecía remover la carne del gigantesco monstruo. Nuevamente esquivó la brutal cadena y una vez más pudo ver que su ataque no surtía efecto.

“Necesito más tiempo para preparar mi disparo.”

Esquivó otro golpe y entonces vio actuar a Willow, como si el lobo le hubiera leído la mente se había acercado y lanzaba furiosos gruñidos a la abominación que centro su atención en el animal atacándolo con su cadena, pero la rapidez del lobo le permitía esquivarlos. Aomme se tomó su tiempo para apuntar y buscar un punto débil, sonrió al descubrirlo, la abominación no sabía lo que le tenía preparado. Con un silbido llamó su atención.

-¡Deja a mi lobo tranquilo!- Gritó al tiempo que soltaba la cuerda del arco.

La flecha se clavó directamente en uno de los ojos de la criatura que aulló de dolor de una manera tan terrible que la misma Aomme sintió miedo. El monstruo se llevó una mano a la cara mientras lanzaba golpes a ciegas, Willow se alejó para no ser herido mientras la cazadora preparaba una nueva flecha.

-¡Estoy aquí maldito!-

La abominación se giró mostrando su único ojo sano y ese fue su error, en el momento que Aomme vio aquel punto débil lo atravesó con otro disparo mortal, la criatura se derrumbó entre temblores para morir a los pocos segundos. Aomme no perdió el tiempo, usando su yesca y su pedernal prendió fuego a los barriles y se retiró confiada hasta que noto que algo le arañaba el brazo, una flecha la había herido levemente. Rápidamente se escondió detrás de una roca fuera de la vista del posible tirador, a los pocos segundos empezó a sentir que su cuerpo no se movía con facilidad.

“¡Veneno!”

Lo reconoció fácilmente, no era letal si no un paralizante, muchos cazadores lo usaban ya que el antídoto era muy difícil de encontrar, además el efecto de ese veneno sólo duraba una hora. Asomando la cabeza pudo ver de donde venía una nueva flecha que se estrelló contra la roca cerca de su rostro, juntando todas sus fuerzas cargó su arco.

El cazador renegado estaba en aquella misión con el único propósito de eliminar a la humana responsable de tantas muertes entre los suyos, aquella mujer era un peligro para los planes del comandante y sólo él podía detenerla. Había llegado tarde para evitar que destruyese los barriles de la peste pero la había herido, sólo tendría que esperar y ya podría matarla. De repente la cazadora se asomó apuntándole directamente.

“¡Imposible! ¡No debería ser capaz de moverse ya!”

Si hubiera tardado un segundo más en esconderse la flecha lo hubiera matado, cuando volvió a asomarse vio en la lejanía a un lobo huyendo con la mujer en su lomo.

“La próxima vez no escaparas humana.”


Escrito por Julius Heide