El cielo se ocultaba cada día bajo
aquella inmensa oscuridad que abarcaba todo a su paso. En otro mundo,
época o lugar lo hubiesen llamado noche, pero la de aquel lugar no
era noche tal y como la conocemos, sino algo más oscuro, más
peligroso. El paisaje era desolador, lo que otrora había sido
conocido como Cementerio de dragones, ahora hacía justicia a su
nombre. Allá donde la vista alcanzaba tan solo podía vislumbrarse
resquicios de una nefasta batalla. Maquinaria tanto horda como
alianza se deshacía desgastada por el paso del tiempo, esqueletos de
dragones se sumergían entre las dunas de ceniza, incluso la nieve
,que había cubierto aquel paisaje antaño, había desaparecido hace
mucho, consumida por las llamas imperecederas que habían ardido sin
cesar durante años.
Sin duda, aquella linea temporal había
sido azotada con crueldad, donde los héroes y los villanos habían
muerto por igual, donde la luz ya no tenía razón de ser, donde los vuelos y
aspectos eran un recuerdo que jamás regresaría.
Los dos caminantes del tiempo avanzaban
sin descanso. Era lo único que podían hacer, avanzar. Llevaban
caminando tantos días como cruces pueden llenar cuatro pergaminos.
Sabían que no podían detenerse, sabían que su agotamiento
terminaría en muerte si no lograban refugiarse a tiempo antes de que
las sombras oscurecieran esa desolada tierra.
Sus rostros y cabellos estaban
cubiertos por arena y polvo, sus píes parecían haber dejado de
pertenecer a sus cuerpos, y sus labios se agrietaban cada día más
por la falta de agua.
Ambos estaban igual de agotados pero
ninguno decía nada al respecto, no merecía la pena gastar un solo
atisbo de energía en hacer presencia de algo que ya conocían.
En el horizonte se hallaba aquello que
iban buscando. No era algo físico, ni algo mágico, tan solo se
trataba de esperanza y conocimiento.
El joven caminante de cabellos dorados
y ojos azules afinó la vista intentando vislumbrar con esperanza
aquello que anhelaba. Lejos, a varios días de viaje, se alzaba el
imperecedero acuerdo del reposo del dragón. Años o quizás décadas
atrás ese imponente monumento desprendía vida y poder, pero en
aquella época tan solo significaba muerte y destrucción. El cadáver
de un enorme dragón antaño llamado ''el destructor'' yacía
empalado en la mismísima torre.
El joven hizo una señal a su compañero
para que observara lo veían sus ojos. Éste se acercó sin mediar
palabra, mientras observaba el tenebroso paisaje. La arena o ceniza
cubría todo lo que abarcaba la vista hasta encontrarse con el cielo
grisáceo. Un único color con el que podría pintar aquella tierra sin
vida.
-¿Es...Alamuerte?- preguntó el
caminante de cabellos oscuros después de unos minutos.
-Así es, sé donde nos encontramos, o
al menos en que línea temporal. Nizdorni me habló de ello.
El caminante esperó paciente
depositando toda esperanza en su compañero.
-En esta línea temporal ocurrió algo
mucho peor que en la nuestra...-dijo el joven de cabellos dorados.-
Será mejor que nos refugiemos antes que de que oscurezca del todo.
-Ahora que hemos confirmado la linea
temporal en la que nos encontramos, ¿Cómo saldremos de aquí?
-Creo que conozco una manera de volver
a nuestro mundo.-respondió el joven intentando infundir esperanzas
en su compañero.
Los caminantes se refugiaron en lo que
parecían ser restos de huesos de alguna extraña y gigantesca
criatura que había abandonado la vida hacía años. Comieron aquello
que sus provisiones le permitieron, mientras uno de ellos escribía
en un grueso tomo iluminado únicamente por la luz del fuego. Durante
la noche se turnaban para hacer guardia. El día era más seguro que
la noche en aquel mundo donde las peores criaturas parecían cobrar
vida tan solo cuando el sol se ponía.
-¿Crees que todo volverá a la
normalidad cuando regresemos?- preguntó el caminante de cabellos
azabache.
-La vida de un caminante del tiempo es
dura Sheram.-dijo mientras levantaba la pluma unos segundos antes de
continuar.-Entiendo tu frustración y agotamiento, tu curiosidad y
nostalgia. Llevamos muchos meses fuera de casa... años incluso. El
tiempo avanza aunque nosotros no estemos. No sé qué encontraremos al
volver, solo espero que todos estén bien.-El joven de cabellos
dorados hizo una pausa antes de continuar.- Sabías a lo que te
exponías cuando decidiste formar parte de los caminantes.
-¿Acaso crees que teníamos opción de
negarnos?...Nunca existió tal opción, aunque te niegues a
aceptarlo...
-Sabías lo que arriesgábamos, ambos lo
sabíamos. Conocíamos a la perfección lo que sacrificábamos
haciendo lo que hicimos...-dijo el caminante mientras se disponía a
escribir de nuevo.
-Nada de eso justifica nuestro final.
-¿Final? No estamos muertos Sheram, si
quieres darte por vencido es asunto tuyo.
-Estar aquí es como estarlo...¿Es
acaso el precio a pagar por nuestras acciones?
El joven continúo escribiendo mientras
ignoraba las últimas palabras de su compañero, hasta que una nueva
interrupción le obligó a dejar de escribir nuevamente.
-Te he visto escribir ese libro cada
noche, ¿Algún día me contarás para qué es realmente?
-Te lo he dicho infinidad de veces.-
respondió molesto.- Soy historiador, mi trabajo consiste en
recopilar todos los hechos que han ocurrido, están ocurriendo u
ocurrirán en el futuro, con el fin de que futuras generaciones
puedan preservar el...
-Todo eso está muy bien.-interrumpió
el joven de cabellos oscuros.- Pero he echado una ojeada a lo que
escribías y en ese libro también incluye sucesos que han tenido
lugar en la Orden.
-En ningún momento he afirmado lo
contrario.-dijo el joven intentando descolocar a su compañero.- en
este libro se relatan los mayores sucesos de Azeroth: La furia de
Sargeras y la legión ardiente, la batalla del vuelo infinito, el
regreso de los dioses antiguos... pero también se encuentran
aquellos sucesos que cambiaron la Orden para siempre. Nosotros hemos
presenciado demasiadas atrocidades, demasiada destrucción... tan
solo deseo que las generaciones venideras aprendan de lo que un día
presenciamos.
-¿Te refieres a aquellos que formarán
la Orden en el futuro?- preguntó mientras un sentimiento de
nostalgia invadía su cuerpo.
-Tu curiosidad nunca se sacia...
El caminante de cabellos oscuros se
reincorporó sacudiendo la arena de sus ropajes. Fue entonces cuando
un leve brillo le deslumbró por unas milésimas de segundos. El joven
fijó la mirada en aquel punto. Permaneció totalmente paralizado,
esperando que sucediera otra vez, y así ocurrió.
-Creo que... he visto algo...-dijo
permaneciendo con la mirada fija, mientras afinaba la vista aquello
cuanto le era posible.
El joven de cabellos dorados se puso en
pie rápidamente mientras desenvainaba su espada. Miró a su alrededor
esperando encontrar algún enemigo o alguna criatura salvaje que
vagara por esas tierras, pero no encontró nada.
Ambos avanzaron lentamente sin alejarse
del fuego, hasta que vislumbraron algo que desencajaba totalmente con
el paisaje.
Los caminantes no daban crédito a lo
que veían sus ojos. Frente a ellos, se encontraba un extraño y
complejo artefacto abandonado en aquel recóndito lugar. Sus ojos se
iluminaron mientras permanecían petrificados ante aquella maravilla.
Cualquier otro mortal no hubiese reparado en la importancia de aquel
artefacto, pero ellos lo conocían perfectamente, sus engranajes
metálicos, sus runas talladas, su brillo.... sin duda se trataba de
un portal temporal.
-Por esto hemos venido hasta aquí...
es nuestra única forma de regresar...-dijo en caminante de cabellos
dorados.
-¿Conoces la linea o época con la que
conecta?-dijo el joven esperanzado.
-Cualquiera será mejor que esta, ¿No
crees?
-Si, eso es cierto...-respondió el
caminante de cabellos oscuros mientras acariciaba el borde metálico
de la maquinaria.-Aún funciona...
-Tu eres el tejedor... recogeré
nuestras cosas.
Aunque había sido apagado hace no
mucho, el portal estaba en perfecto estado. Los jóvenes tan solo
tuvieron que usar sus conocimientos para activarlo de nuevo. Su
destino era impredecible, el lugar, planeta o época que les esperaba tras
el otro lado paciente a la decisión de los caminantes..
Los jóvenes cruzaron el portal. El otro
lado no era distinto a lo que habían visto los últimos meses, pero
poco a poco notaban como abandonaban esa linea temporal para
adentrarse en otra nueva. El paisaje cambiaba a su alrededor, se
transformaba mientras caminaban. Podían ver como los arboles ardían
a su alrededor sin descanso pero sin consumirlos. Sin duda estaban en
un lugar muy especial, un lugar paralizado en el tiempo, tan solo
tenían que seguir avanzando para encontrar aquello que solventaría
sus dudas. Un gigantesco reloj de arena se mostraba imponente ante
aquellos dragones de escamas doradas y mortales que caminaban a su
alrededor.
Aquel lugar era conocido como Las
Cavernas del Tiempo. Un enigmático e importante lugar donde el vuelo
de bronce y aquellos conocidos como Los Caminantes del tiempo
realizan sus cometidos por mantener las lineas temporales a salvo de
aquellos que desean corromperlas.
Los jóvenes sonreían mientras sus ojos
se iluminaban al recordar aquel lugar, lugar donde habían estado en
numerosas ocasiones, donde habían aprendido todo lo que conocían,
donde habían vivido mucho tiempo.
Ambos se ocultaron tras unas grandes
rocas mientras permanecían inmersos en sus recuerdos. Tras todo este
tiempo vagando sin rumbo les parecía imposible o más bien increíble
la idea de que habían regresado.
De pronto el caminante de cabellos
dorados se percató de que algo era distinto, algo no encajaba en
aquella historia. Observó a su alrededor mientras analizaba cada
atisbo de aquel lugar, hasta que se se detuvo al observar a un grupo
de mortales, caminantes como ellos, que se reunían junto a un
edificio que podría haber sido sacado de la antigua Lordaeron. El
caminante analizó sin detenimiento al grupo desde la distancia a la
que se encontraban. Aunque la mayoría de ellos eran extraños para
él, pudo reconocer a algunos de ellos, aún se acordaba del maestro
Monlee, de Beatrice Strang, de Iruam Sheram...
Un escalofrío recorrió su cuerpo
acompañado de un frío sudor que parecía susurrarle en la nuca. Sus
manos se paralizaron, sus pies, aquellos que parecía no sentir tras
los meses caminando ahora ni siquiera le respondían. Su compañero se
fijó en su expresión adquiriendo un tono de preocupación.
-¿Que te ocurre Caleb?... Hemos
regresado a casa...
-No estamos en casa...Lionell...
-¿Donde... estamos entonces?-
preguntó con cautela mientras en su fuero interno se cuestionaba si
realmente quería saber la respuesta.
-Hemos vuelto a una linea temporal aún
peor que la nuestra... aquella donde la Orden te derrotó...
El semblante del brujo cambió de
repente, su piel blanquecina palideció aún más si cabe. Recordó lo que había sucedido meses atrás, las duras batallas
contra La Orden, las muertes innecesarias solo por un futuro mejor, solo por cumplir el destino que le había sido encomendado.
Ahora estaban allí de nuevo y ambos sabían lo que significaba,
ambos sabían que haría la Orden si descubrían que estaban allí, o
mejor dicho que estaban vivos. Todo se desmoronaría.
-No puede ser, debes estar
equivocado... estaremos en otra época o en una línea temporal parecida.
-Lionell, acabo de ver a tu padre como
caminante del tiempo, esta es la única linea en la que se convierte
en caminante, en las demás fallece...
-No... no puede ser..., si averiguan
que estoy aquí intentarán derrotarme de nuevo, y esta vez dudo que
puedas interponerte
-Debe haber algo que podamos hacer...
Caleb barajó rápidamente las
posibilidades, tenía minutos o quizás segundos para poder hacer
algo antes de que les descubrieran, o mejor dicho, antes de que
Nizdorni se diera cuenta de lo que ocurría. Podían usar hechizos, o
adentrarse en algún otro portal, pero no podían dejar su destino a
la suerte, no otra vez.
-No tenemos toda la
eternidad....-insistió Lionell
Caleb extrajo de su talega el libro que
llevaba años escribiendo.
-Lo que para nosotros es historia...
para ellos aún son profecías...-dijo mientras miraba el libro
fijamente.
-¿Qué tienes en mente?- Lionell miró
fijamente al mago mientras negaba con la cabeza.- No puedes
entregárselo, conocerán todo el futuro, conocerán todo lo que les
ocurrirá...
-Ellos lo necesitan más que nosotros,
además, el libro está escrito de forma que... puede tener varias
interpretaciones...No distará demasiado de las visiones de su
talismán...
-¿Crees que entregándole el libro
podremos huir?
-Al menos les mantendrá entretenidos,
en esta linea... aún hay mucho que hacer...- respondió Caleb
midiendo sus palabras antes de continuar.-Además, es motivo de
cortesía que los huéspedes hagan una ofrenda a sus anfitriones...
-Si crees que es la mejor de las
opciones, confío en ti.
-Confía en mi, ni siquiera sabrán que
es nuestro, ni siquiera se lo imaginarán.
Caleb miró el libro mientras susurraba
un hechizo provocando que un aura de color cían rodeara el libro
adentrándose entre sus hojas.
-¿Cómo empieza el libro? Me refiero... ¿Qué es lo primero a lo que se enfrentarán?- preguntó el
brujo más por curiosidad que por otro asunto.
Caleb miró fijamente a Lionell.
-Por el principio... por los titanes...
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La Orden Eterna y Los Caminantes del Tiempo investigarán esta nueva reliquia conocida como El Libro de las profecías. Un misterioso tomo donde se relata el devastador futuro que le espera tanto a Azertoh como a la propia Orden. Será su tarea investigar qué profecías son ciertas y cuales no, además de enfrentarse a infinidad de peligros desconocidos hasta ahora por todos ellos que tan solo encontrarán entre sus paginas, que marcarán un antes y un después para todos ellos.
El ciclo del talismán ha terminado, dando comienzo a un nuevo ciclo en La Orden Eterna que os dejará sin aliento: El ciclo de las profecías. En su primer capítulo descubriremos el secreto mejor guardado de dos imperios que descienden de los mismísimos titanes.