lunes, 9 de junio de 2014

[Profecía] Emperadores de piedra



Hay leyendas que hablan de guerras, leyendas de tesoros y amores....Entre todas ellas, una habla de una edad de luz dorada, cuando había orden en el caos mundial. Se dice que unos seres caminaban entre los titanes con piel de tierra. Sus números eran legión, y su voluntad era la voluntad de sus maestros.

Según las historias de la época, estos seres de piedra cavaron las montañas y valles con sus propias manos. Cada río, cada lago y cada cima de cada montaña se esculpió según un plan divino.

Estos seres llamaron a su maestro titán “La Tormenta”. Era su protector. Ellos eran una prolongación de su voluntad: agentes del orden, obedientes y poderosos, forjadores de un nuevo mundo […]

Algunas páginas parecen estar en mal estado y su lectura resulta casi imposible; pasas las páginas hasta encontrar algo legible.

En la literatura y las artes de estas criaturas, existe una leyenda que se repite una y otra vez. Es la leyenda de Sombra, Tormenta y Piedra. He aquí una traducción aproximada de la transcripción más antigua de la historia:

“La bestia de siete cabezas expulsaba siete alientos. La tierra lloraba sombras y el enjambre nubló el cielo. El más antiguo era supremo; Nadie osaba despertar su ira. Hasta la llegada de la Tormenta. Primero llegó el trueno y luego la piedra. El trueno era la voz de la tormenta, piedra era su arma. Los rayos cruzaron el cielo. El enjambre huyó de su luz. Piedra golpeó las cabezas de la bestia. Sombra sangró en la tierra y en el cielo. Miedo y odio eternos. La voluntad de Tormenta se cumplió. El propósito de Piedra se cumplió.” [...]

Pasas más páginas deterioradas por el tiempo

Durante muchos años estos seres protegieron las grandes obras de los titanes. Siempre escucharon a su maestro. Siempre permanecieron obedientes. Con férrea determinación, permanecieron en vigilia continua.

Incluso cuando su maestro permaneció en silencio.

No he podido encontrar escritos de la época en la que su piedra se volvió carne. Qué horrible debió ser para ellos respirar, sangrar y morir.

Acudieron a su maestro en busca de consejo, pero de nuevo permaneció en silencio.

Con la carne llegaron las otras maldiciones de la mortalidad: orgullo y avaricia, ira y miedo. Sin un propósito común, se separaron y se vieron enfrentados entre ellos.

Los poderosos señores de la guerra reunieron a sus seguidores y se declararon la guerra unos a otros. Sus batallas destrozaron la tierra y aterrorizaron a las demás razas mortales.

Y su maestro continuaba en silencio...

La época de los titanes había pasado. La tierra se sumía en el caos. Los señores de la guerra luchaban por sus territorios y poder. Era la era de los cien reyes.

Fue entonces cuando, viendo los trabajos en ruinas de sus antepasados dispersos por el paisaje desolado por la guerra, se alzó aquel que quiso unirlos de nuevo. Los titanes no volvieron a hablar. Así que él hablaría por ellos.

Pero eso fue mucho después...antes de todo ello, antes de unificar a todos los clanes, este cruento líder no fue más que un joven muchacho, hijo de un señor de la guerra en la era de los cien reyes.
Como sus hermanos, era fuerte y dominaba las artes de la guerra. Pero, al contrario que otros de su misma generación, tenía otros intereses además de la conquista. Las leyendas de sus ancestros estaban grabadas en su corazón...

Cuando el futuro rey creció y dirigió sus propias legiones, anunció sus intenciones de despertar a los dioses. Solo sus seguidores más leales le acompañaron donde ningún otro se atrevió a llegar: al corazón de la Montaña del Trueno, el hogar sagrado de su antiguo maestro.

Un señor de la guerra subió a la montaña, pero fue un rey el que regresó de la misma.

Los días anteriores a que este nuevo rey fundara el viejo imperio, existía una meseta rodeada de una tormenta perpetua. Se llamaba la “Montaña del Trueno”, y era el trono ancestral del que los de su especie llamaron una vez “maestro”.

La historia no habla de lo que encontró cuando subió a la montaña y desapareció en sus entrañas. Pero, a su regreso, tenía el poder de mil tormentas y declaró que la montaña sería su trono. En su cima construyó una majestuosa ciudad prohibida.

Se rumorea que, tras su muerte, la montaña no escuchó a nadie más y la tormenta bramaba con furor. Los siguientes emperadores trasladaron el trono a un lugar más amable, un valle lleno de vida y lejos de los bramidos de la tormenta. [...]

Las siguientes dos páginas han sido arrancadas por el autor.

El Cataclismo que destrozó el mundo casi sumergió la montaña bajo las aguas, pero quizás el último emperador pensó que merecía la pena protegerla. O quizás temía el secreto de la montaña y quiso ocultarlo....

Armado con el poder de las tormentas, el rey reunió a sus seguidores e inició la conquista sistemática de los demás señores de la guerra. La mayoría no aceptaron su autoridad; los que tuvieron suerte fueron vaporizados por un rayo o resultaron aplastados por sus legiones. A los demás los arrastraron con cadenas hasta que el rey consideró que los habían "sometido".
Pero muchos otros vieron en el nuevo rey un propósito definido que se había echado de menos durante las generaciones siguientes al silencio de sus maestros. Se congregaron alrededor de su estandarte. Cumplían sus órdenes con pasión mientras esclavizaban a las otras razas, creyendo, como creía el propio rey, que las razas "inferiores" debían servirles, al igual que ellos habían servido una vez a sus maestros.

El idioma fue unificado, se estableció una única moneda, se estandarizaron los pesos y medidas y se fundó un imperio.

Por primera vez, estaban unidas todas las razas de la tierra. El rey consideraba el sufrimiento de estas razas un pequeño precio a pagar... Una simple debilidad de la carne. [...]


Al pasar la página una pintura a mano alzada muestra una figura femenina, flanqueada por dos masculinas armadas.

Poco hay escrito sobre la última reina. No hay documentos que hablen de la duración de su reinado, pero sí de su cruento final.

Dicen las historias que aun pueden oírse sus lamentos al recorrer el antiguo palacio. Leyendo su epitafio he podido traducir aproximadamente lo siguiente:

“Una corriente fría recorre el cuerpo de todo aquel que se aventure en este lugar y trae consigo un manto fantasmal de tristeza. Se cae el alma a los pies mientras se oye el débil y melódico llanto de Monara, la última reina.
Su dulce réquiem surca el aire, doblándose hasta formar una mano espectral que toca los corazones. Al aferrarlos, puede verse un destello de sus últimos momentos...su asesinato a manos del futuro rey.
El canto se convierte en pura tristeza y Monara llora. Sus lamentos son cada vez más fuertes en la oscuridad.” [..]

Los oscuros y abandonados pasillos son un lienzo de obras de arte y poesía. A la luz de una antorcha las grandes figuras de piedra parecen moverse en el juego de sombras y luces de las llamas. Continúo mi camino hasta topar con una siniestra imagen. Una escultura cuya rostro ha sido destruido...

En este punto la escritura resulta algo borrosa, quizás sea debido a la falta de visibilidad y la prisa de su autor.

“Meng-Tzi el vengador, guardia personal de su majestad la reina Monara.”
Tengo en cuenta que la palabra “guardia” parece haber sido borrada de forma poco precisa y sobre ella figura la palabra “amante”.

“En el Otoño del reinado de su majestad, se decretó una nueva ley, según la cual castigaría con severidad la unión, colaboración o incluso el simple nombramiento de este nuevo llamado rey de las tormentas. Muchos fueron juzgados por esta ley. Meng-Tzi, el vengador, otorgaba los castigos personalmente, su arma fatal era capaz de eviscerar en tan solo unos segundos. Dicen que sus víctimas podían ver el resultado de la ejecución de su danza mortal segundos después de que la hubiera realizado y morir.

Pero ni toda la destreza de Meng-Tzi ni el poder de Monara consiguieron detener al futuro emperador.

Sus tropas llegaron a la capital, arrasaron sus puertas y acabaron con toda resistencia. El emperador Permitió que la reina y su escolta fueran los últimos en quedar con vida, así podrían ver el desmoronamiento de su reino.

El final de la pareja es por todos conocido, pero sólo los que lo vieron con sus propios ojos pueden reproducirlo.

Ni siquiera el poderoso arma de Meng-Tzi pudo con el emperador.

Desde entonces el alma atormentada de su majestad la reina yace en los pasillos del palacio...” [...]

Ten-bu, así llamaban al arma de Meng-Tzi. Un arma desaparecida y que sólo el emperador sabe dónde fue a parar.

Algunos poemas hablaban sobre el extraordinario carácter de este arma, cuyo uso estaba reservado al guardia de su majestad. Sin embargo los poemas han sido borrados, quizás para evitar crear un arma de igual poder capaz de hacer frente al mismo trueno, quizás porque sólo Meng-Tzi podía blandir a Ten-bu. He de investigar más sobre ello. […]


La siguiente página muestra un dibujo en blanco y negro de una esfera rodeada de figuras humanoides con los brazos extendidos.

Estos seres aprendieron de los titanes a crear y moldear la vida y, según cuentan las historias, le arrebataron a su antiguo “maestro” la esencia capaz de tales maravillas. […]

El emperador, consciente del poder que cargaba consigo y los deseos que éste pudiera levantar, mandó crear un gran sistema de defensa. Es por ello que ordenó experimentar con nuevas formas de vida.

La lista de experimentos es incontable, así como las atrocidades resultantes de cada una de ellas; dragones mutados con múltiples cabezas venenosas, aberraciones capaces de leer los corazones y mentes de los “seguidores” del emperador a fin de saber sus verdaderas intenciones, seres anfibios y seres robóticos dotados con la misteriosa sustancia de la vida.

Es este último tipo de experimento el que más ha llamado mi atención ¿Qué significa la introducción de la sustancia insufladora de vida en seres mecánicos?


He de investigar más sobre ello. [...]