miércoles, 22 de enero de 2014

Prólogo Cap XII - El señor del fuego



<<De nuevo las dudasss assolan vuestra mente mortal...>>

Una llama se iluminó en en centro de la estancia. Las paredes eran de roca, el aire parecía denso y el oxígeno se agotaba por momentos. Al fondo de la sala donde se encontraba, unos ojos rojos impregnados en llamas acechaban desde la oscuridad como ya lo habían hecho numerosas veces antes.

<<Vuesstra arrogancia, mortaless, terminará con vosssotross>>

La voz sonaba dentro de su mente, poseía un tono siseante y cortado. Frederic no se atrevía a decir palabra, el simple hecho de estar encerrado en aquel pequeño habitáculo con un ser desconocido le cohibía.

<<El fuego del antiguo sseñor elemental pronto arderá en las entrañas de un nuevo ssser...>>

Eran cuatro las veces que Frederic había tenido esta visión, la criatura desconocida tan sólo se limitaba a dar pistas sobre un nuevo artefacto relacionado con el fuego pero no especificaba nada sobre el mismo. La situación terminaba por superar a Frederic obligándose a abandonar la visión repetidas veces, pero esta vez no sería así.

-¿Quién sois? ¿Qué queréis de mí?- se atrevió a preguntar el mago.
<<Soisss voss quien oss adentraiss en miss dominioss...>>
-Tan... tan solo he aparecido aquí...
<<Ssi ess assí... quizáss seaiss el proximo sseñor del fuego...>>
-¿Señor del fuego?...Ragnaros murió hace años... fue derrotado..
<<¡Ssilencio!.. el sseñor del fuego nunca muere... el fuego es inmortal... tan sssolo ha de sser sustituido...>>
-¿Sustituido?- preguntó Frederic incrédulo.

La criatura se acercó hasta la luz de las llamas dejando verse al completo. Frederic retrocedió varios pasos perplejo. El cuerpo de la criatura era similar al de un naga, pero con cambios visibles. El ser era de un color rojizo anaranjado, tenía escamas y parte del cuerpo se deslizaba serpenteando por el suelo. Sus ojos eran de color ámbar con un brillo peculiar, sus manos poseían unas largas y afiladas uñas. Frederic tan solo había leído acerca de esta raza, y de su devoción y servidumbre hacia el señor del fuego tanto en Rocanegra como en su plano elemental, Las Tierras del Fuego.

-Eres un... caminallamas...

El ser se arrastró ágilmente por la sala esquivando los pocos obstáculos que encontraba en el camino. Su velocidad de movimiento era inimaginable, en cuestión de segundos se encontraba a escasos centímetros del mago. Con una de sus cortantes uñas rozó el rostro de Frederic mientras este permanecía petrificado.
El caminallamas miró detenidamente el rostro del humano.

<<No soiss quien mereceiss el poder del fuego...>>

Tras decir esto, la criatura se alejó de Frederic

-¿Qué... qué hago aquí.. entonces?- tartamudeó el humano.
<<Todo sseñor del fuego... necessita un ssiervo que ssea capaz de desspertarlo... un mayordomo...>>
-¿Insi... insinuáis que yo debo encontrar la... la manera de despertarlo?
<<Debéis encontrar la reliquia... >>
-¿Donde la encontraré?
<<Ya lo sabéisss...>>

Frederic reflexionó unos segundos acerca de las visiones de los últimos días en la que había oído la voz de la criatura repetidas veces.
-Montañas Rocanegra...

Roca negra era un lugar peligroso allá donde los haya. El clan hierro negro y la horda oscura se habían apoderado por separados de aquel lugar, donde al servicio de Ragnaros o de Nefarian se enfraguaron en una batalla por conquistar el volcán en su totalidad.
Viajar a ese lugar era exponer a toda La Orden, encontrar o destruir la reliquia quizás acarrearía consecuencias nefastas y Frederic no estaba dispuesto a aceptar tal elevado coste.

-¿Qué ocurriría si encuentro la reliquia?- indagó el humano.
<<No puedo daross todass las ressspuestas...>>

Frederic entendió la situación de la criatura, puede que decidiera no aventurarse o puede que no deseara revelar la verdad, pero aún así Frederic tan solo tenía que desearlo para saber que ocurriría si la reliquia llegase a las manos de La Orden.

El talismán brilló, todo a su alrededor se volvió oscuro desapareciendo antes sus ojos para dar lugar a la respuesta que ya se había pronunciado.

Frederic abrió los ojos. El ambiente del nuevo lugar era infinitamente más asfixiante que el anterior. La lava corría por grietas como si de ríos se tratase, los enormes peñascos de roca marrón se elevaban como agujas, mientras la elevada temperatura era capaz de debilitar incluso al guerrero más temible.
A lo lejos se percató de una especie de estructura que le sobrecogió, La Aguja de Sulfuron. El que había sido el imponente trono de Ragnaros en las Tierras del fuego.





Caminó varios metros hasta que vislumbró entre el humo de las llamas un cuerpo inerte en el suelo. Frederic corrió hasta éste para descubrir que era alguien a quien conocía. Se arrodilló intentando reanimarla pero ya era demasiado tarde para Karin. Su rígido cuerpo sufría quemaduras y la sangre manaba por las numerosas heridas que poseía. Sus ojos se empañaron dejando escapar más de una lágrima antes la dureza de la escena que tenía frente a sus ojos.

Frederic recapacitó recordando que se trataba de una mera visión, una visión que no tenía por qué llegar a cumplirse. Se reincorporó con el fin de encontrar a algun otro miembro. Una explosión llamó su atención para encontrar a escasos metros lo que parecía una lucha a muerte.

Chantalle y Alice se enfrascaban en una batalla sin sentido entre ellas. Ambas brujas parecían querer asesinar a la que hasta ahora había sido su compañera, su amiga. Llamas de fuego verde y rojo creaban un espectaculo sin igual, donde solamente la más hábil entre ambas sobreviviría. Las brujas parecían exhaustas, comos si llevasen horas luchando sin cesar.

Varias bolas de fuego vil volaron hasta Alice, que logró esquivarlas rápidamente mientras una llamarada salía de sus manos. Chantalle confiada igualó el hechizo con otra llamarada de color verde intenso. Las dos llamas chocaron enfrentándose la una a la otra como si de un pulso entre las brujas se tratase. El fuego de Alice presionó el hechizo de Chantalle obligándola a retroceder, intentando crear una especie de escudo para protegerse pero no fue suficiente. Los ojos de Alice brillaban de un tono ámbar, su ansia parecía cegarla por completo. El cuerpo de la Kultirense salió despedido por los aires tras un fogonazo.

Frederic no pudo contenerse, debía saber que ocurría, debía averiguar si era culpa de la reliquia que había nombrado el caminallamas.

-¡Detente Alice!- gritó el mago mientras conjuraba un hechizo de escarcha sigilosamente.

Alice miró a Frederic desafiante.

-¡Nadie logrará arrebatarme el poder del fuego!- gritó mientras lanzaba una llamarada hacia el humano.

Frederic creó una barrera de escarcha a su alrededor, sin embargo la habilidad de la bruja no se trataba de un hechizo común, su poder era imparable.

El fuego atravesó la barrera de escarcha impactando en el torso del mago. Frederic cayó de rodillas. Su pecho se ensangrentó rápidamente mientras todo se tornaba oscuro. El paisaje desparecía para dar lugar a su cálida habitación dentro del monasterio.

Aún se hallaba de rodillas en el robusto suelo de madera caoba. Si hubiese tenido al menos unos segundos hubiese destruido los pergaminos de la mesa con toda la información que había averiguado hasta el momento, hubiese avisado al grupo de lo que ocurriría. Si hubiese podido... se hubiese despedido de los miembros de la orden, pero tal y como anunció el caminallamas, ''la arrogancia terminará con vosotros''.

La herida de su pecho no dejaba de sangrar, podía palpar como su tiempo se esfumaba, quizás le quedasen minutos o incluso segundos, pero ese tiempo le bastó para reflexionar y darse cuenta de que enseñaría una lección a los miembros de la orden. El poder del talismán nunca ha de tomarse a la ligera.

Sus ojos se cerraron lentamente para siempre recordando mientras recordaba tan solo una frase...

<<Muy pronto El Señor del Fuego se alzará>>


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La Orden Eterna se verá afectada por la muerte de Frederic Kheerne, su actual guardián. Mientras tanto un extraño artefacto oculto en lo más profundo de la Montaña Rocanegra, amenaza con poner todo Azeroth patas arriba si un nuevo señor del fuego llegase a proclamarse.

La Orden deberá decidir si aventurarse hasta ese peligroso lugar o abandonar la expedición sin mirar atrás. Lo sabremos en el Capítulo XII - El señor del fuego