<<De nuevo las dudasss assolan vuestra mente mortal...>>
Una llama se iluminó
en en centro de la estancia. Las paredes eran de roca, el aire
parecía denso y el oxígeno se agotaba por momentos. Al fondo de la
sala donde se encontraba, unos ojos rojos impregnados en llamas
acechaban desde la oscuridad como ya lo habían hecho numerosas veces
antes.
<<Vuesstra
arrogancia, mortaless, terminará con vosssotross>>
La voz sonaba dentro de
su mente, poseía un tono siseante y cortado. Frederic no se atrevía
a decir palabra, el simple hecho de estar encerrado en aquel pequeño
habitáculo con un ser desconocido le cohibía.
<<El fuego del
antiguo sseñor elemental pronto arderá en las entrañas de un nuevo
ssser...>>
Eran cuatro las veces
que Frederic había tenido esta visión, la criatura desconocida tan
sólo se limitaba a dar pistas sobre un nuevo artefacto relacionado
con el fuego pero no especificaba nada sobre el mismo. La situación
terminaba por superar a Frederic obligándose a abandonar la visión
repetidas veces, pero esta vez no sería así.
-¿Quién sois? ¿Qué queréis de mí?- se atrevió a preguntar el mago.
<<Soisss voss
quien oss adentraiss en miss dominioss...>>
-Tan... tan solo he
aparecido aquí...
<<Ssi ess assí...
quizáss seaiss el proximo sseñor del fuego...>>
-¿Señor del
fuego?...Ragnaros murió hace años... fue derrotado..
<<¡Ssilencio!..
el sseñor del fuego nunca muere... el fuego es inmortal... tan
sssolo ha de sser sustituido...>>
-¿Sustituido?-
preguntó Frederic incrédulo.
La criatura se acercó
hasta la luz de las llamas dejando verse al completo. Frederic
retrocedió varios pasos perplejo. El cuerpo de la criatura era
similar al de un naga, pero con cambios visibles. El ser era de un
color rojizo anaranjado, tenía escamas y parte del cuerpo se deslizaba
serpenteando por el suelo. Sus ojos eran de color ámbar con un brillo
peculiar, sus manos poseían unas largas y afiladas uñas. Frederic
tan solo había leído acerca de esta raza, y de su devoción y
servidumbre hacia el señor del fuego tanto en Rocanegra como en su
plano elemental, Las Tierras del Fuego.
-Eres un...
caminallamas...
El ser se arrastró
ágilmente por la sala esquivando los pocos obstáculos que encontraba
en el camino. Su velocidad de movimiento era inimaginable, en
cuestión de segundos se encontraba a escasos centímetros del mago.
Con una de sus cortantes uñas rozó el rostro de Frederic mientras
este permanecía petrificado.
El caminallamas miró
detenidamente el rostro del humano.
<<No soiss quien
mereceiss el poder del fuego...>>
Tras decir esto, la
criatura se alejó de Frederic
-¿Qué... qué hago
aquí.. entonces?- tartamudeó el humano.
<<Todo sseñor
del fuego... necessita un ssiervo que ssea capaz de desspertarlo...
un mayordomo...>>
-¿Insi... insinuáis que yo debo encontrar la... la manera de despertarlo?
<<Debéis encontrar la reliquia... >>
-¿Donde la encontraré?
<<Ya lo
sabéisss...>>
Frederic reflexionó
unos segundos acerca de las visiones de los últimos días en la que
había oído la voz de la criatura repetidas veces.
-Montañas Rocanegra...
Roca negra era un lugar
peligroso allá donde los haya. El clan hierro negro y la horda
oscura se habían apoderado por separados de aquel lugar, donde al
servicio de Ragnaros o de Nefarian se enfraguaron en una batalla por
conquistar el volcán en su totalidad.
Viajar a ese lugar era
exponer a toda La Orden, encontrar o destruir la reliquia quizás
acarrearía consecuencias nefastas y Frederic no estaba dispuesto a
aceptar tal elevado coste.
-¿Qué ocurriría si
encuentro la reliquia?- indagó el humano.
<<No puedo daross
todass las ressspuestas...>>
Frederic entendió la
situación de la criatura, puede que decidiera no aventurarse o puede
que no deseara revelar la verdad, pero aún así Frederic tan solo
tenía que desearlo para saber que ocurriría si la reliquia llegase
a las manos de La Orden.
El talismán brilló,
todo a su alrededor se volvió oscuro desapareciendo antes sus ojos
para dar lugar a la respuesta que ya se había pronunciado.
Frederic abrió los
ojos. El ambiente del nuevo lugar era infinitamente más asfixiante
que el anterior. La lava corría por grietas como si de ríos se
tratase, los enormes peñascos de roca marrón se elevaban como
agujas, mientras la elevada temperatura era capaz de debilitar
incluso al guerrero más temible.
A lo lejos se percató
de una especie de estructura que le sobrecogió, La Aguja de
Sulfuron. El que había sido el imponente trono de Ragnaros en las
Tierras del fuego.
Caminó varios metros
hasta que vislumbró entre el humo de las llamas un cuerpo inerte en
el suelo. Frederic corrió hasta éste para descubrir que era alguien a quien conocía. Se arrodilló intentando reanimarla
pero ya era demasiado tarde para Karin. Su rígido cuerpo sufría
quemaduras y la sangre manaba por las numerosas heridas que poseía.
Sus ojos se empañaron dejando escapar más de una lágrima antes la
dureza de la escena que tenía frente a sus ojos.
Frederic recapacitó
recordando que se trataba de una mera visión, una visión que no tenía por qué llegar a cumplirse. Se reincorporó con el fin de encontrar a algun otro miembro. Una explosión
llamó su atención para encontrar a escasos metros lo que parecía
una lucha a muerte.
Chantalle y Alice se
enfrascaban en una batalla sin sentido entre ellas. Ambas brujas
parecían querer asesinar a la que hasta ahora había sido su
compañera, su amiga. Llamas de fuego verde y rojo creaban un
espectaculo sin igual, donde solamente la más hábil entre ambas
sobreviviría. Las brujas parecían exhaustas, comos si llevasen
horas luchando sin cesar.
Varias bolas de fuego
vil volaron hasta Alice, que logró esquivarlas rápidamente mientras
una llamarada salía de sus manos. Chantalle confiada igualó el hechizo con otra llamarada de color verde intenso. Las dos llamas chocaron enfrentándose la una a la otra como si de un pulso entre las brujas se tratase. El fuego de Alice presionó el hechizo de Chantalle obligándola a retroceder, intentando crear
una especie de escudo para protegerse pero no fue suficiente. Los
ojos de Alice brillaban de un tono ámbar, su ansia parecía cegarla
por completo. El cuerpo de la Kultirense salió despedido por los
aires tras un fogonazo.
Frederic no pudo
contenerse, debía saber que ocurría, debía averiguar si era culpa
de la reliquia que había nombrado el caminallamas.
-¡Detente Alice!-
gritó el mago mientras conjuraba un hechizo de escarcha
sigilosamente.
Alice miró a Frederic
desafiante.
-¡Nadie logrará
arrebatarme el poder del fuego!- gritó mientras lanzaba una
llamarada hacia el humano.
Frederic creó una
barrera de escarcha a su alrededor, sin embargo la habilidad de la
bruja no se trataba de un hechizo común, su poder era imparable.
El fuego atravesó la
barrera de escarcha impactando en el torso del mago. Frederic cayó
de rodillas. Su pecho se ensangrentó rápidamente mientras todo se
tornaba oscuro. El paisaje desparecía para dar lugar a su cálida
habitación dentro del monasterio.
Aún se hallaba de
rodillas en el robusto suelo de madera caoba. Si hubiese tenido al
menos unos segundos hubiese destruido los pergaminos de la mesa con
toda la información que había averiguado hasta el momento, hubiese avisado al grupo de lo que ocurriría. Si
hubiese podido... se hubiese despedido de los miembros de la orden,
pero tal y como anunció el caminallamas, ''la arrogancia terminará
con vosotros''.
La herida de su pecho
no dejaba de sangrar, podía palpar como su tiempo se esfumaba,
quizás le quedasen minutos o incluso segundos, pero ese tiempo le
bastó para reflexionar y darse cuenta de que enseñaría una lección
a los miembros de la orden. El poder del talismán nunca ha de
tomarse a la ligera.
Sus ojos se cerraron
lentamente para siempre recordando mientras recordaba tan solo una frase...
<<Muy pronto El
Señor del Fuego se alzará>>
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La Orden Eterna se verá afectada por la muerte de Frederic Kheerne, su actual guardián. Mientras tanto un extraño artefacto oculto en lo más profundo de la Montaña Rocanegra, amenaza con poner todo Azeroth patas arriba si un nuevo señor del fuego llegase a proclamarse.
La Orden deberá decidir si aventurarse hasta ese peligroso lugar o abandonar la expedición sin mirar atrás. Lo sabremos en el Capítulo XII - El señor del fuego