miércoles, 22 de enero de 2014

Buenas noches Azeroth


Música








Bajo la luz de la luna llena, Ventormenta sigue con sus bullicios, sus taberneros, mercaderes, herreros y un largo etcétera. Presas del calor veraniego algunos huyen al frescor de los canales, otros abren sus ventanas de par en par, mostrando la intimidad de sus viviendas a los vecinos más curiosos que sin ningún disimulo se asoman. Las terrazas, repletas, son el alivio de los más acalorados y la pesadilla de los residentes.

El sonido de los abanicos a la salida de la ópera era habitual, gran amigo de flirteos y coqueteos entre cortesanas y galanes. Tras uno de estos abanicos, Chantalle coquetea con dos jóvenes apuestos mientras las damas la miran, unas celosas, las más mayores escandalizadas. Su escote nada protocolario causaba estragos entre los varones jóvenes y no tan jóvenes, llevándose éstos últimos una reprimenda por parte de sus señoras.

No muy lejos de allí, en el barrio de Mercaderes, Beatrice escribe a la luz de las velas una carta a su querida hija. No hay mayor amor que el que una madre puede mostrar en sus palabras; Con cada una acaricia el rostro de su hija. Parece que puediera abrazarla y besarla. Hace cierto calor en la estancia; decide abrir la ventana desde donde puede ver el bullicio de la calle.

Bajo un árbol en el prestigioso Barrio de los magos, Kendra y Elesirt juntan sus manos, separándolas rápido cuando pasos de terceros se acercaban. La luz tililante de la farola resaltaba los pómulos de la muchacha, algo que a Elesirt le acelera el corazón. ¡Cuánto calor hacía aquella noche!

En el barrio de la Catedral Iridi lee un cuento a los pequeños del orfanato. Narra historias de una Orden de valientes que protegían artefactos increíbles y salvaban amigos de toda clase de peligros y malhechores. La preferida de todas las historias era en la que un gato parlante aparecía. El pequeño Lou dormía abrazado a un gato de trapo, igualito al de los relatos de la anacoreta. Iridi no puede más que sonreir al ver aquella escena.

El reflejo de la luna ondea en el lago central de la ciudad; allí Tahlean medita y reza a su diosa Elune en silencio. Desde la otra orilla dos niños lo miran curiosos. El grito de su madre anunciando la cena les hace desistir de cualquier travesura. Abre un ojo y sonríe por un momento. Los humanos no son tan distintos al fin y al cabo.

No importa si hace calor o frío, la vida continúa para todos los ventormentinos. Pero aquella noche era especialmente hermosa, o así le pareció a Nizdorni, que sentada en lo alto de un tejado observaba curiosa todo aquel trajín a la luz de las estrellas. Tanto tiempo ha pasado que estaba cogiendo cariño a quien no debía. Las razas mortales todavía tienen cosas que enseñarnos.
Se hace tarde, es hora de regresar. Con gran pesar puso en pie su menudo cuerpo sobre el tejado de pizarra de aquella señorial casa. Un grácil salto bastaría para coger la corriente deseada.
Sobrevolar la ciudad es algo que todos deberían poder hacer en noches como ésta. Por algo así merece la pena seguir luchando.

Bajo la luz de la luna, la ciudad de Ventormenta sigue bulliendo de vida, sus taberneros, mercaderes, herreros, sus héroes del día a día...


Buenas noches Azeroth.