viernes, 13 de septiembre de 2013

Zephiel Daroudji - Entre cazadores y presas


Lentamente recorría con las yemas de los dedos la afilada espada de la que se había adueñado semanas atrás. No era una obra exquisita, no estaba forjada por los titanes ni tampoco tenía un demonio alojado en su interior pero a Zephiel le gustaba esa espada. No había poseído armas de tal calibre entre sus manos anteriormente, posiblemente nunca se había visto envuelto en la necesidad de usarlas. Zephiel podía ser fanfarrón, arrogante y vehemente, pero en su fuero interno sabía que era simplemente fachada. El verdadero Zephiel evitaba a toda costa el enfrentamiento huyendo de los problemas como tantas veces había hecho. 














La noche era fría por aquellas tierras tocadas por la muerte. En Bosques de argénteos la oscuridad 
reinaba en el lugar cubriendo cada recoveco acompañado de un fuerte hedor que inundaba todo el territorio. Llevaban al menos dos días apostados en aquella colina de piedra vigilando sin cesar la base de aquellos que consideraban sus enemigos. Durante ese tiempo nadie se había aventurado a abandonar la periferia del lugar. La zona se encontraba cubierta por una especie de protección mágica con forma de cúpula que determinaba perfectamente los límites de la misma. 

Ninguno de los dos se habían atrevido a traspasarla, y habían hecho lo correcto ya que tras el primer día pudieron observar como un renegado se chamuscaba al intentar tal temeridad.
La maleza lograba protegerlos del frió viento y de aquellos depredadores que rondaban acechantes.

Zephiel descansaba apoyado en un árbol mientras seguía acariciando el filo de la espada. El joven desvió la mirada hasta su acompañante que se encontraba tumbada en el suelo escudriñando a sus enemigos tras algunos arbustos. 
- ¿Alguna novedad?
- Nadie entra y nadie sale.- respondió Ivy secamente
- Si ya contaban con una maga es posible que haya alguno más. Pensándolo detenidamente sería una buena estrategia, pueden abastecerse sin abandonar el lugar que les protege.
- Dudo que el maestro nos haya hecho venir hasta aquí para que simplemente hagamos guardia.- dijo Ivy mientras seguía observando la zona donde se encontraban sus enemigos.
- Entiendo...
- Tengo entendido que os contó las razones que le mueven a hacer todo esto ¿No es cierto?- preguntó mientras se giraba hacia Zephiel
- Así es
- ¿Y bien?
- ¿Y bien qué?- preguntó Zephiel 
- Algo opinarás al respecto
- ¿Esa pregunta ha salido de tí o hablas a través del maestro?
- No sé para que me molesto contigo- respondió Ivy dándole la espalda de nuevo a su compañero.
- Conozco las razones del maestro, también conozco las mías  pero... ¿Qué hay de tí?  ¿Por qué arriesgas tu vida por esto? ¿Por dinero tal vez?-preguntó Zephiel 
- Es un trabajo como otro cualquiera, cumplo mi misión y punto.- dijo Ivy tajantemente.
- Matas a gente inocente por dinero, el oro no basta para cubrir el remordimiento.
- ¿Acaso no lo has hecho tú también?¿Acaso no lo hacen los ejércitos de la corona?
- Por supuesto.- mintió Zephiel recordando lo que realmente había pasado con Daelian.
- Entonces no sé a qué vienen esas estúpidas preguntas.
- Aún así te has equivocado en una cosa, yo no he matado por dinero, las razones que me llevaron a realizar tal acto fueron muy distintas, más poderosas incluso que el dinero.
- Sorpréndeme.- dijo Ivy frunciendo el cejo mientras se arrodillaba junto al árbol donde se encontraba Zephiel.

El joven se incorporó lentamente clavando su mirada en la de Ivy. Zephiel le acarició el rostro a la joven.
- El amor me mueve a hacerlo.-confesó Zephiel mientras acariciaba los carnosos labios de Ivy con los dedos.
La asesina dudó de si romper la armonía del momento soltando alguna burla o dejar que terminara aquello que había comenzado.

Zephiel acarició los oscuros cabellos de Ivy, bajando lentamente por la mejilla. El joven acercó su rostro lentamente al de su compañera mientras su corazón latía más y más fuerte. Sus ojos permanecían sumergidos en los de ella. Sus labios se encontraron suavemente con los de Ivy fusionándose en un tímido e inocente beso. Una lágrima escapó de sus ojos recorriendo lentamente el rostro de Zephiel.
- Lo siento... lo siento...- susurró a Ivy mientras se alejaba cayendo de rodillas algunos metros de ella

Ivy tenía la mirada perdida en el infinito, su rostro entonaba una mezcla de confusión y decepción. Decepción por haber caído en las redes de aquel despiadado y sanguinario joven de facciones perfectas llamado Zephiel. Jamás había fallado, jamás había sido derrotada, hasta que se había cumplido una de las reglas básicas en la cual el discípulo logra vencer al maestro.

Ivy respiraba ahogadamente mientras bajaba temerosamente la mirada para cerciorarse de que una espada le atravesaba el abdomen. No tuvo tiempo de decir nada. Su cuerpo se desplomó mientras recorrían su mente fugaces recuerdos de aquellos a los que había matado en circunstancias similares. Ahora se sintió en el lugar de cada uno de ellos, como un cazador cazado por su propia presa.

Zephiel seguía sentado a escasa distancia de ella. Una sensación de terror irracional bloqueó su cuerpo por un momento. Apoyó la cabeza en sus rodillas sin poder contener las lágrimas. Observó a través de sus empañados ojos como la asesina perecía en cuestión de segundos sobre frío suelo. Se limpió las lágrimas con la manga mientras se incorporaba entristeciéndose al ver el cuerpo sin vida de Ivy.

Cargó con el cadáver de la que había sido su instructora mientras descendía por la colina. Deteniéndose junto a la barrera protectora de la base enemiga, depositó el cuerpo inerte de la joven junto a ésta. No la entregaba como un trofeo ni mucho menos, sino como una ofrenda. Si aquellos a los que el maestro consideraba enemigos poseían tales talismanes, verían lo que había ocurrido. 

Puede que solo entonces Zephiel se ganara un lugar entre ellos, pero hasta que llegase ese momento debería enfrentarse a una prueba mucho más amarga, regresar junto al maestro.