miércoles, 26 de junio de 2013

Diario de Iruam - Parte 5


Traiciones

El calor y la humedad eran insoportables. La vegetación cubría todo cuanto alcanzaba la vista y las sendas, inexistentes, hacía que Iruam abriera camino por entre arbustos y árboles de corteza pequeña. Según las informaciones en las tablillas, estaban en la zona exacta pero faltaba una cosa importante: el lugar.

- Para un poco Iruam – dijo Kheilam jadeante.
- No podemos parar ahora – dijo Iruam apartando maleza del camino

- Llevamos así tres días dando vueltas. ¿No crees que te has equivocado con las coordenadas del mapa?

- Lo he comprado cinco veces y no hay error posible – dijo tendiéndole un mapa a la chica – Mira, tú misma puedes comprobarlo, no hay duda de que en esta zona existió un templo antiguo de los mogu.

- Pues no parece que siga aquí. Tal vez el artefacto no se encuentre aquí, tal vez se lo llevaron o movieron de sitio.

- Imposible, el templo que buscamos no es un simple lugar de culto, sino es también una cripta y las costumbres de esta gente era dejar todo lo que tenía valor para el muerto junto a su tumba

- Pues espero que la encontremos pronto, porque algo que nos está faltando ahora son provisiones, deberiamos... - dijo mientras daba un paso y la tierra pareció desaparecer bajo sus pies.


En el último segundo, Kheilam se agarró a los bordes del agujero arañando con saña la tierra y tratanto, vanamente, agarrarse a algo y no caer. Iruam se tiró al suelo y en el último segundo en que Kheilam estaba a punto de precipitarse la agarró por la muñeca. A punto estaba de hacer fuerza y subirla, cuando un crujido sonó y la misma piedra que conformaba el suelo se resquebrajó haciendo que los dos se precipitaran hacia la fría oscuridad del abismo. Cayeron durante unos segundos, pero a Iruam le pareció una eternidad. Con un movimiento de magia, su caída fue enlenteciéndose, terminando en lo que parecía ser una mullida alfombra.

- ¿Estás bien Kheilam? - dijo Iruam levantándose

- Si, creo que sí – dijo Kheilam – Espera que enciendo una luz.


De los dedos de la chica brotaron unas pequeñas llamas que se asentaron en un orbe e iluminó toda la sala. El espectáculo era dantesco. Las paredes, el suelo, todo cuanto era la cámara en la que estaban, estaba tapizado con lo que parecía ser piel de pandaren. Cadáveres y restos aparecían colgados de las paredes o en la piedra del suelo. No era una visión agradable para ambos, pero no dejaron que eso los amedrentara. Con paso firme continuaron avanzando por estrechos pasillos plagados de trampas, que la magia no tardaba en localizar y desarmar.

- Este artefacto parece que va a ser más sencillo – dijo Kheilam sonriendo

- Nunca hay que confiarse Kheilam, mantente alerta.

- Siempre el mismo estirado inseguro, no has cambiado Sheram.


La estancia acababa en una gran cascada y un lago subterráneo inmenso.

- Este es el lugar – dijo Iruam – Bajo este lago reposa la tumba que buscamos. Tengo que ir yo solo y tu debes quedarte aquí. Ten, - dijo tendiendole un cabo – Es una cuerda para no perderme. Necesito que la ates y la tengas para que me izes llegado el momento.

- Ten cuidado – dijo Kheilam. Intentó darle un beso en los labios, pero Iruam volvió su mejilla negándole el deseo.


Trás despojarse de su túnica, los pantalones de montar, la camisa y las botas; Iruam se ató la cuerda a la cintura y trás dar una bocanada de aire se lanzó al torrente tumultoso. Ahí abajo estaba oscuro y las turbulentas aguas dificultaban toda visión. Iruam buceó a más profundidad, dejando que sus ojos se acostumbaran a la oscuridad. Tras unas brazadas dio con su objetivo. Un gran ataud de piedra incrustado al fondo del lago. Empujó la tapa con todas sus fuerzas, aplicando su peso para que cayera y abrir el sarcófago. Cuando la piedra se desprendió, reveló una figura imponente en otra época, hecha ahora solo huesos y arena. Entre los restos Iruam buscó el preciado objeto encontrándolo cuando ya sus pulmones empezaban a arderle por la falta de aire. Era de un oro pulido liso y de una manufactura excepcional, con rubies incrustados como lágrimas. Iruam tiró de la cuerda pero se encontró con que el cabo había sido cortado. Sabia que le quedaban pocos segundos, así que no le quedó otra. Dirigió su mano hacia abajo y lanzando una descarga arcana, se proyectó hacia arriba a una velocidad pasmosa, rompiendo la superficie del lago e inspirando profundamente como si la vida se le fuera en ello.

-  ¿Kheilam? - dijo Iruam extrañado al no ver a la chica.- Kheilam ¿Dónde estás?


Nadó hacia la orilla esperando encontrarla por entre las rocas o lugares con pequeña vegetación.

- Kheilam vamos, esto no tiene gracia y menos lo de cortar la cuerda para que lo tuviera aún más difícil. Tu y yo vamos a tener una....


No pudo terminar la frase pues encontró a Kheilam junto a una figura oscura y conocida que la tenía bien agarrada y amordazada.


- Vaya – dijo Valkyas - Ya es la tercera vez que nos vemos en una situación parecida Sheram.

- Valkyas – dijo Sheram con ira – te voy a...

- No, no , no – dijo negando con un dedo el viejo maestro – Creo que no estás en posición de amenazar, y si no, mejor te doy un recordatorio.


Hundió a Kheilam en las frías aguas de la cascada durante unos segundos, sacándola ahogándose y empapada completamente.

- Si no me entregas eso – dijo Valkyas – Me ocuparé de que tu novia sufra el peor de los tormentos.


Kheilam escupió al ser oscuro.

- No me das miedo engendro – dijo entre tos y tos.

- Yo quizas no mi pequeña hechicera – dijo riendo Valkyas – pero, ¿Qué me dices de ellos?


Toda la estancia estaba plagada de magos y mercenarios que apuntaban desde diferentes ángulos.

- No he encontrado nada ahí abajo Valkyas – dijo Iruam quien antes de salir, se había ocultado el broche que encontó en su ropa interior.

- Claro aprendiz, claro – dijo con voz calmada Valkyas – entonces, supongo que esto ha sido un malentendido.


Con una velocidad pasmosa lanzó a Kheilam al grupo de mercenarios mientras cogía a Iruam de los brazos contra una pared.

- Chicos – prosiguió Valkyas – es toda vuestra.


Le desgarraron el vestido y la túnica, la pusieron sin miramientos contra una roca, mientras el primero de los mercenarios comenzaba a desatarse los pantalones.

- Dime lo que quiero saber aprendiz – dijo Valkyas – Y a tu mujercita no le pasara nada. Sé que si te hago daño a ti directamente no obtendré mis respuestas pero, a través de un ser querido quizás estés más dispuesto a cooperar. No, mejor no te resistas, no podrás liberarte aprendiz.

- Kvothe – dijo Kheilam histérica – Ayudame por favor, díselo. No quiero que lo hagan Kvothe, por los dioses ayudame.

- Esta bien – dijo Iruam – esta bien, sueltame y te daré lo que buscas.


El ser oscuro soltó al mago y agarró a Kheilam susurrándole al oído: Traeme el artefacto, te estoy vigilando así que como intentes algo raro, te arrancaré la cabeza.

Lentamente Iruam se sacó el preciado objeto y se lo dio a Kheilam que con lágrimas en los ojos dijo “ lo siento” mientras retrocedía lentamente y entonces Iruam se dio cuenta de todo lo que pasaba. El semblante de Kheilam a medida que se alejaba de él y se acercaba a su viejo maestro cambiaba de la tristeza a la indiferencia y por último a la risa malvada y mofante.

- Siempre fuiste un incauto Kvothe – dijo Kheilam jugueteando con la reliquía.

- Kheilam ¿que... -empezó Iruam,

- … está pasando? - siguió Kheilam – ¿No lo ves querido?, o ¿es que aparte de bobo eres ciego?. Todo este tiempo, te hemos estado controlando. ¿Por qué crees que optamos a dejarte a tu aire y que alguien como yo surgiera de las sombras? Para que cooperaras querido, y ahora como ya tenemos las dos piezas, solo falta una y tú como leiste en las mismas tablas que te pusimos delante, descifraras su contenido y harás que encontremos lo que andamos buscando.

- Y un cuerno – dijo Valkyas – me prometiste que lo destrozaría cuando encontrara el broche. No lo necesitamos para hacer el ritual, menos aún para hallar el último artefacto. Quiero mi venganza.

- A su tiempo viejo – dijo Kheilam – a su tiempo podrás jugar con él.

- No, ahora

- Creo recordar que me tiraste desde muy alto Valkyas, y encima sin sentido. Si no te conociera diría que querías matarme y ahora te las das de gallito queriendo estar al mando. Recuerda quien te sacó de aquel asunto turbio que te hubiera costado la vida.

- No me das miedo bruja – dijo Valkyas – mis nuevos poderes podrían destruirte sin despeinarme.


El destello del orbe inundó la sala y la figura de Valkyas se empequeñeció hasta parecer la mitad de un hombre, calcinado y demacrado, dolorido y gimiendo en el suelo.

- Bien – dijo Kheilam vistiéndose – ya que hemos aclarado este asunto, pongámonos en marcha.

- ¿Cómo has podido? - dijo entonces Iruam despertando del sopor de el momento en que descubres en que te han traicionado.

- No es nada personal cielo – dijo con voz seria Kheilam – Solo era un medio para conseguir nuestros propósitos. Tú mismo quisiste llevar esto por las malas, y por las malas ha sido. Guardias, escoltad a nuestro invitado y procurad que su cabeza no sufra ningún daño, le necesitamos al cien por cien para que descifre el último enigma.


El circulo de mercenarios se cerró en torno a Iruam el cual solo le dio tiempo a lanzar un par de hechizos antes de que lo tiraran al suelo y de una paliza lo dejaran sin sentido. Lo cargaron de cadenas y lo encerraron en la mazmorra de un zepelin. Sabía que había fracasado. Le había fallado al Kirin Tor, pero sobre todo había fallado a su amada. La aeronave se perdía hacía un atardecer rojo sangre, hacia la oscuridad de la noche, una oscuridad tan negra como el futuro de nuestro héroe


Escrito por Iruam Sheram