lunes, 20 de mayo de 2013

El veneno de la serpiente


La joven sacerdotisa de cabellos dorados alzó a vista tras cruzar los enormes portones de la catedral para percatarse de que la noche había cubierto el cielo de Ventormenta. Con varios libros bajo el brazo, Thedya se puso en camino hacia la posada donde se alojaba.
Mientras caminaba por las calles de la ciudad meditó acerca de si las decisiones tomadas en los últimos días  serían las correctas, o si por el contrario estaría cometiendo un gran error.
Entró a su habitación prácticamente a oscuras, dejó caer los libros en la cama y encendió algunas velas que iluminaron la habitación casi al completo. Se soltó el cabello rubio que llevaba recogido en una cola y se acercó a la ventana para disfrutar del hermoso cielo estrellado. Apoyada en el escritorio parecía meditar cuando una figura reflejada en la ventana le alertó. Thedya se giró rápidamente pero antes de poder observar la habitación al completo algunas velas se apagaron.
Desde un oscuro rincón de la habitación una extraña figura la miraba fijamente. Thedya sintió un pánico aterrador cuando se percató de que alguien la observaba sin mediar palabra. Sin desviar la mirada la sacerdotisa buscó cuidadosamente en el cajón del escritorio que se hallaba tras ella el pequeño revólver que días antes le había entregado Giordano. Cuando notó el frió metal de éste se dispuso a extraerlo cuidadosamente sin levantar sospecha.
- ¿Quien sois y qué buscáis?
La figura siguió sin inmutarse
-  ¡Contestadme!
Entonces el extraño personaje avanzó algunos pasos lentamente lo suficiente como para revelar que se trataba de una humana. Sus ropajes eran ajustados, llevaba varias dagas atadas al cinturón. Llevaba la cara tapada con una máscara dejando ver únicamente sus  ojos claros y su corto cabello oscuro.
Thedya se mantuvo tensa ante la desconocida hasta que ésta se dispuso a hablar:
- Mi nombre no os es necesario.- respondió.- y en cuanto a lo que busco...alguien me ha contratado para eliminaros, es así de sencillo.
- ¿Eliminarme? No me imagino quien os envía a una cosa así pero exijo una explicación.
- No solo a vos señorita.- dijo mientras reía - Debo encargarme de todos los miembros de la orden, desconozco las razones, tan solo cumplo órdenes...
Tanto Thedya como la extraña se mantuvieron en silencio durante unos segundos. La sacerdotisa agarró  fuertemente el revolver. Sabía que tan solo estaba cargada con dos balas y aunque la habitación no era excesivamente amplia su experiencia con armas de fuego había sido nula hasta ahora. En un alarde de valor Thedya hizo el intento de disparar pero su enemiga fue más rápida y lanzó un puñal que le atravesó la mano obligándola a soltar el arma.
La joven dio un ahogado grito de dolor y se giró hacia la mesa dando la espalda a su enemiga. Se extrajo el puñal ensangrentado dejándolo caer. Thedya juntó ambas manos cubiertas de sangre e imploró a la luz para cicatrizar sus heridas.
- Os aconsejo que no malgastéis vuestro último aliento absurdamente, estaba impregnado en un veneno altamente letal el cual recorre ahora mismo vuestro cuerpo.
Thedya apoyó ambas manos sobre la mesa y miró como una hermosa rosa blanca descansaba en un jarrón sobre la mesa dejando caer uno de sus pétalos como si de una metáfora se tratara.
- Dejadme entonces el privilegio de la soledad el tiempo que me quede.
- Estaría encantada de haceros ese favor, pero es un riesgo demasiado alto el dejaros con vida si corre la más mínima posibilidad de que os salvéis.
- Entonces hacedlo rápido.-dijo la sacerdotisa con la mirada fija en la rosa.
Thedya sintió como la extraña tiraba de su hombro y sin pensarlo dos veces agarró el jarrón golpeándole en la cara. El jarrón se rompió en pedazos haciendo que la humana se llevara las manos a la cara llena de cortes mientras la sacerdotisa forcejeaba para escapar.
La extraña se centró agarrando a la joven por el cuello. Desenfundó una daga dorada con serpientes grabadas en el mango y la hundió en el abdomen de la sacerdotisa. Thedya la miró fijamente a los ojos mientras esta extraía la daga. 
La sacerdotisa cayó de rodillas en el suelo mientras se presionaba la herida del abdomen. La sangre cubría gran parte de la toga que vestía. Se desplomó quedando tumbada en el frió suelo de la habitación mientras observaba a la asesina alejarse.
- Ellos...acabarán contigo...-dijo Thedya en su último aliento y observo como la humana se detuvo en seco.
- Les estaré esperando.
La asesina salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
La sacerdotisa observó tumbada la rosa que se hallaba frente a ella. La agarró suavemente y algunas lágrimas resbalaron por su rostro. La habitación se tornó oscura y sus ojos se cerraron para siempre.