miércoles, 29 de mayo de 2013

La batalla de la Oreja de Sathit.



Cuenta una vieja leyenda familiar y marítima, que durante un corto tiempo, humanos y elfos compitieron por el dominio del norte. Se dice que los elfos, corsarios de un nuevo reino, saqueaban y robaban los barcos de los humanos. Se dice que este acosador de los mares poseía un artefacto capaz de abrir cualquier cerradura, que entraba en las bodegas de barcos y fortificaciones por la puerta y robaba sin forzar ninguna cerradura.
Lo llamaban la Llave Fantasma. Y en manos de este corsario, Farent Sathit, nada bueno era.

Entre escaramuza y escaramuza, robando tesoros de barcos y fortificaciones por igual, llegó a ser apresado por oficiales humanos. Se dice que la euforia después de la batalla, entre el humo de la pólvora negra mojada y el alcohol, llevó a los oficiales a instigar a Sathit para que le dieran la llave.

Sathit les amenazó vulgarmente, diciéndoles que ni todo el oro del mundo bastaría para salvar a perros bastardos de la venganza de los elfos. Que su rey mandaría a buscarle.

Tal fue la reacción de los oficiales que no se les ocurrió otra cosa que cortarle una oreja al elfo y meterla en un bote.
-Si eres tan valiente como dices ser, dile a Dath'Remar, tu rey, que sea capaz de venir hasta aquí y que conquiste nuestro reino.

Cuando Farent Sathit vuelve a Quel'danas y acude a su rey, Dath'Remar se encendio en furia y completamente loco ordenó talar la mitad de los bosques de la nación para construir la mayor flota que jamas ha surcado los mares. Doscientos barcos, dos mil cañones, veinte tres mil seiscientos soldados, jamas el mar había visto algo similar. Y es considerable, porque cuando hablamos de la Armada Invencible de Kul'tiras solo tenía ciento veinte barcos.

Tal fue la ofensa que provocó la oreja de Sathit, que Dath'Remar cogió a su mejor almirante, Croner Varinael, y lo puso al mando de tal fuerza. Sus ordenes eran claras y precisas, "conquista toda la costa y acaba con esos humanos". Varinael tomó la flota y puso rumbo a las costas al sur.

Varinael tenía tanta suerte que nada mas empezar la campaña, el puerto de Ferenar, su destino a conquistar primero donde se había realizado la ofensa al corsario y al rey, fue azotada por un brote de fiebre. De los seis mil soldados que hay defendiendo el puerto de Ferenar mueren cuatro mil. Solamente dos mil humanos contra veinte tres mil seiscientos elfos.

Pero los elfos no contaban con un pequeño detalle, ¿Quién defendería el puerto? Quien defendía el puerto no era otro que el militar más loco que ha existido entre los humanos, el almirante Blas de Lévi.

Manco, tuerto y cojo, Blas de Lévi fue un humano aguerrido como pocos. Ingresó en la armada como guardia marina con tan solo doce años, recibiendo su bautismo de fuego dos años después, donde una bala de cañón le arrancó la pierna derecha por debajo de la rodilla y no se le ocurrió otra cosa que hacerse un torniquete y seguir luchando. Con diecisiete años pierde el ojo izquierdo por una esquirla durante un asedio y con veinticinco años pierde la movilidad del brazo izquierdo por una bala de mosquete. Fue ascendido a almirante con honores rápidamente.

Se cuenta de él y su locura, que Kul'tiras le debía una suma considerable al reino y fue capaz de dirigir su buque en solitario hasta Boralus y decirle a Valiente "O devuelves el dinero de la corona o arraso tu reino"

Las proporciones en la batalla eran ridículas, cada humano debía de matar a ocho elfos, había un cañón humano por cada tres éficos. Varinael nunca había perdido una batalla y lo que hizo fue algo muy sencillo, rodeo Ferenar y descargó veinte mil balas de cañón en dieciséis días, destrozó ciudad por completo, quedando solo en pie la fortificación. Casi la mitad de los humanos perecen durante este ataque. Lévi se repliega al fuerte con sus pocos hombres.

Varinael que ve la victoria asegurada, intenta meter sus barcos por la bahía. Mientras, Lévi, desesperado por las circunstancias, hace un alarde de locura y hunde los únicos seis barcos de los que dispone en la entrada de la bahía.

Varinael en un alarde de soberbia, manda uno de sus barcos de regreso a Quel'danas para que le comunique al rey su victoria y acuñen monedas con su nombre.

Varinael pica el anzuelo y es cañoneado sin piedad cuando la primera línea de sus barcos encalla en la bahía. Lévi le obliga a replegarse y desembarcar la infantería. Pero la fiebre afectó a sus soldados por igual y empezaron a morir cientos y cientos de elfos. Ante la desesperación, Varinael manda durante la noche a tres mil soldados para que tomen la rampa del fuerte. Lévi que estaba mucho más loco, manda solo a trescientos humanos armados con cuchillos y machetes, la emboscada surte efecto y matan a cuchilladas cerca de dos mil elfos durante el desconcierto de la noche.

Varinael estaba desesperado, pero a Lévi solo le quedaban unos seiscientos hombres contando fusileros. Varinael obliga a sus oficiales a lanzar el ataque sobre el fuerte, Lévi mientras urde una estratagema, viste muñecos y los coloca en la muralla del fuerte junto con los cañones y sus soldados.

Los militares elfos se ponen muy nerviosos, tanto es así que el ingeniero que medía la altura de la muralla se equivocó en sus cálculos. Cuando lanzaron el ataque, las escalas de asalto quedaron cortas a falta de dos metros. Los pocos humanos que quedaban masacraron cerca de quince mil elfos, es una de las mayores matanzas de la historia.

Varinael tiene que abandonar Ferenar con el rabo entre las piernas. Al volver a Quel'talas la furia del rey fue tal, que mandó ajusticiar a Varinael.

Dath'Remar entonces pensó en otro plan, entabló alianza con el reino humano y acusó al almirante de la pata de palo y sus hombres de haber asaltado una flota élfica. El rey humano le cree y hace fusilar a Lévi junto a sus hombres en la plaza principal, ante la mirada de todos los ciudadanos.

Cuando iban a proceder a fusilar y todos los hombres que quisieron estuvieron con los ojos vendados, un joven de unos quince años, se colocó al frente a la derecha de Lévi y dijo así.

-Oponiendo picas a caballos...
-Enfrentando arcabuces a piqueros... -le siguieron el resto de los hombres poco a poco.
-Con el alma unida por el mismo clero,
que la sangre corra protegiendo el Reino.
Aspa de la Armada, flamenado al viento
hijos del arrojo, grandes son los Tercios.
Escuadrón de picas, flancos a cubierto
solo es libre el hombre que no tiene miedo...

El canto del himno, provocó que aquellos se vendaron los ojos se arrancaran la venda y miraran de frente a sus verdugos, quienes palidecieron. Lévi entonó entonces junto a sus hombres el himno.

-Lucha por tu hermano, muere por tu reino
vive por la paz en este gran Imperio.
Nunca habrá derrotas, si nos hacen presos
solo tras de muertos capitularemos.
La gola de malla, chaleco de cuero
peto y espaldar me guardarán del hierro.
¡Levantad las picas, con un canto al cielo
nunca temeré si va en columna el Tercio!

-¡Disparad! ¿No me oís? He dicho que disparéis.- El general de fusilamiento vio como sus hombres se quedaron helados incapaces de disparar, cuentan que para acabar con la vida de estos valientes tuvieron que llamar a formar a otro pelotón de fusilamiento y que todos y cada uno de ellos miraron a los ojos a sus verdugos.

Como en toda historia familiar, la leyenda y el mito se ha mezclado con la realidad y hay datos incoherentes, pero quien sabe si este intrépido almirante de la pata de palo, Blas de Lévi, fue un héroe o un traidor.