lunes, 13 de mayo de 2013

Diario de Iruam - Parte 4


¡Emboscada!




El sol entraba por la ventana de la estrecha cabaña, dejándose entrever por entre las tupidas cortinas. Un nuevo día empezaba en Pandaria, y la aventura debía continuar para nuestro joven mago. De debajo de una pesada piel, dormía Iruam sin preocuparse por las tribulaciones que lo llevaron a la situación en la que se había visto metido. Trás sentir el calor de la mañana, se agitó un poco todavía medio adormilado y luego rodó un poco más por la cama hasta que sus labios se toparon con algo blando y suave.
- Thilane – dijo mientras besaba a la joven que compartía lecho con él
- ¿Quién es Thilane? - dijo la chica.
Iruam abrió los ojos de par en par y de improviso dio un salto de la cama, y pegándose a la pared ahogó un grito de sorpresa y espanto.
-Pero tú.... - dijo Iruam tartamudeando – tu... tu.... 
-Si Kvothe – dijo con expresión de aburrida – Yo, Kheilam Hypnos, y antes de que digas que estás soñando no, no lo estas y en cuanto lo que hicimos anoche, no tampoco; que por cierto te has vuelto más blando en la cama. Los años parecen no haberte tratado bien. Y ya que hablamos de camas, ¿Quién es esa Thilane? ¿Acaso la que te calienta tu lecho por las noches? No parece que te vaya muy bien con ella dado que yo sé cosas que ella no sabrá ni en mil vidas – añadió guiñando un ojo.
Iruam se miró a sí mismo viendo que no tenía prenda alguna sobre él. Se sentó en la cama llevándose las manos a la cabeza.
- Oh dioses, ¿Qué he hecho?
- Por lo pronto – dijo Kheilam – hacerme pasar la mejor noche desde hace mucho tiempo. Te dije que aunque fuera por una noche serías mío.
- Oye, ya esta bien. Estas apariciones de improviso no tienen gracia. Te agradezco que me cuidaras y eso pero, no puedes entrar de nuevo en mi vida de esta forma. Yo ya tengo familia y lo siento Kheilam pero lo nuestro acabó. Debes entenderlo, aunque lo creas, no soy el hombre del que te enamoraste. He cambiado, y ahora mi corazón pertenece a otra mujer. Una mujer que me ha cambiado de lo que era a lo que soy. Y no creas que porque hayas vuelto...
Kheilam deslizó la colcha dejándola caer y descubriendo su cuerpo desnudo ante el mago. Iruam se ruborizó como un tomate y le dio la espalda, oyendo la risa de la mujer.
- ¿Y ahora te haces el estrecho? - dijo riendo con sorna.
- Ya esta bien de tonterías – gritó Iruam.
- Vale, vale ya me visto. Por cierto, he observado algunas pertenencias tuyas mientras dormías. Hay un par de cosas bastante interesantes.
Sostuvo en alto el orbe que Iruam encontró en la tumba hacía ya dias atrás, observándolo con interés y leyendo entre los surcos la escritura perfilada de un idioma ya olvidado años atrás.
- Trae aca – dijo con una expresión seca el mago.
- Vaya, no hacía falta ponerse así.
- No es un juguete Kheilam, es peligroso.
- ¿Pero que daño puede causar este pequeño juguete?

La pared de la cabaña saltó por los aires justo cuando del artefacto surgió un rayo violaceo que hizo añicos la madera y el cristal proyectándolo montaña abajo.
- Dioses – gritó Kheilam – ¿Qué demonios es esto?
- Te lo dije – dijo Iruam quitándole el orbe y guardándolo entre los pliegues de su túnica. - Y ahora mejor que salgamos de aquí.
- Yo que vosotros no me movería – dijo una voz.
Iruam voló hacia el techo dándose tres veces contra él, antes de volver a caer sobre el piso.
- ¡Kvothe! - gritó Kheilam aterrorizada.
- ¡Silencio! - dijo recien llegado - ¡Entregame el artefacto ahora!
- Ven a buscarlo – dijo Iruam levantándose y lanzando una descarga helada sobre el encapuchado.
Una ventisca se cirnió sobre el hombre helandolo de pies a cabeza, convirtiéndolo en una estatua de hielo.
- ¡Vamos! - gritó Iruam cogiéndo a Kheilam del brazo – Vendrán más.
Corrieron por la calle del poblado de chozas hasta encontrarse en la plaza central. Y entonces proyectiles mágicos volaron sobre sus cabezas destrozando un puesto cercano y sembrando el caos entre la multitud congregada en el mercado. Iruam desenvainó su bastón y conjuró un par de hechizos para distraer a sus perseguidores.
- ¡No! ¡Imbéciles! - gritaba una figura sombría junto a los magos con una voz que era suya y a la vez no – ¡El maestro lo quiere vivo! ¡Atrapadlo!
- Valkyas – dijo Iruam un momento al contemplar desde lejos lo que había sido su antiguo mentor.
- Hola Sheram – dijo sonriendo malevolámente - ¿Sorprendido de verme aprendiz?
Valkyas se deslizó por la calle como una mancha oscura de aceite a una velocidad demoniaca. Iruam sabía que en un momento a otro los alcanzaría sin remedio puesto que era más rápido que ellos. Corrieron entre las cabañas y casas de adobe construidas en la ladera de la montaña, ascendiendo más y más hasta llegar a una cumbre cercana donde el camino acababa. Iruam sabía que la huída era poco menos que imposible y la ventisca no ayudaría en caso de usar algun hechizo para planear sobre la montaña.
- No hay escapatoria – dijo Valkyas – Ahora se buen chico y dame el orbe.
- No Valkyas – dijo Iruam
El engendro de oscuridad cogió a Kheilam como si una serpiente se hubiera enroscado en su presa como un rayo.
- Entregámelo – dijo con voz amenazante – o mato a tu novia.
- No se lo entregues Kvothe – dijo Kheilam. 
- ¡Calla! - dijo Valkyas estrujando a su presa.
- Esta bien – dijo Iruam – tu ganas Valkyas.
- Despacio aprendiz, no sea que pegues un resbalón y el orbe caiga contigo. Ahora acercate a mi, eso es. Más cerca.
Iruam le entregó entonces el preciado objeto.
- Ya es tuyo Valkyas – dijo – Y ahora sueltala, ella no tiene nada que ver en esto.
- Desde luego Iruam, desde luego – dijo con un semblante entre la ira, el triunfo y la risa malvada; dejando caer a Kheilam por el precipicio.
No ocurrió a cámara lenta como suele ser en historias, sino a una velocidad pasmosamente rápida, de como vio Iruam a Kheilam ser lanzada hacia el abismo y como esta caía. Antes de que pudiera hacer algo, la masa de oscuridad envolvió al joven mago.
- ¡Kheilaaaam!! - gritó Iruam mientras empezaba a ser devorado por la oscuridad.
- Ups, soy un manazas – dijo con sarcasmo - Tú me hiciste esto, y ahora te devuelvo el favor. Serás mi leal siervo a partir de ahora. Tranquilo esto no te dolera, al menos eso creo; pero cuando acabe la idea de escapar para ti será inconcebible, y en cuanto a tu novia – dijo riéndose – bueno será una sirviente digna de un archimago como mi maestro.
Por muchos esfuerzos que intentara, nada surtía efecto, ni con la fuerza bruta, ni aún con sus poderes. La mancha lo engullía casi por entero y entonces, el mago pareció que alguna fuerza desconocida se apoderó de él. Sus ojos adquirieron un siniestro tono azul eléctrico y hablaba en una lengua desconocida a toda velocidad. Rayos blanquecinos y fuegos fatuos bailaban a su alrededor. Cuando el ensalmo terminó, la tormenta se cirnió sobre ellos obligando al engendro a soltar a Iruam. Rápidamente se precipitó por la cumbre cayendo, para alcanzar a Kheilam. El viento y la nieve lo despertó de su trance, descubriendo entonces a la chica que aún caía por la profunda garganta del glaciar. Iruam la agarró y sacando una tela de su bolsa de viaje, la extendió, y la alfombra voladora junto con sus ocupantes remontó el vuelo alejándose de la aldea y del monstruo aullante que gritaba furioso por haber perdido por segunda vez a su presa.
- ¡Kheilam! - gritó Iruam agitando a la chica.
Esta no daba señales de responder. Iruam posó su dedo sobre el cuello y la boca de Kheilam pero no había aliento y su corazón no palpitaba. El mago golpeó un poco el pecho de Kheilam y acercó su boca a la de ella para intentar reanimarla. Lo intentó varias veces, con el resultado de que no respondía a nada.
- ¡No! - gritó Iruam - ¡No! ¡No! ¡No! - dijo golpeandole el pecho una y otra vez y exhalandole aliento.
- Kheilam entonces se incorporó tosiendo ruidosamente, mientras Iruam la colocaba en la alfombra para que se acomadara y pudiera tomar aliento.
- ¿Qué ha pasado? - dijo cuando se recuperó del todo.
- Lo logramos – dijo Iruam – Lo logramos Kheilam.
- Pero, y el orbe, no lo habrás... perdido ¿Verdad?
- Eso no importa, tú estás bien, es lo que importa.
- ¿Qué dijiste acerca de que tenías otra vida? De haberme dejado caer, problema resuelto.
- Te perdí una vez, y no quiero volver a perderte de nuevo.
- ¿Significa eso que aún me quieres? - dijo abrazándolo.
- Lo siento, pero no – dijo él soltándose.
- Siento interrumpiros en el peor momento tortolitos – dijo con voz profunda la alfombra- pero, ¿Adónde vamos ahora?
- A la espesura Krasarang Illuan, en busca de otro artefacto.
- ¿Qué hay del orbe? - dijo Kheilam - ¿No deberiamos recuperarlo?
- No – dijo Iruam sonriente mientras sostenía el preciado artefacto – No creo que haga falta.
La alfombra se abrió paso por entre las nubes elevándose hacia un límpido cielo azul, dirigiéndose hacia el sur, donde otro artefacto esperaba para ser encontrado.


Escrito por Iruam Sheram