martes, 14 de mayo de 2013

El sueño.


Cuando regresaron a su casa, Chantalle y Giordano comentaron lo ocurrido con Marther, ese pequeño pacto secreto.

-Giordano... ¿Puedo preguntarte algo?
-Claro. -dijo con una sonrisa en la boca.
-¿Por qué os rebelasteis? ¿Qué ganabais con eso?
-Fue hace poco relativamente, pero mentalmente... era joven por así decirlo.
-Explícate.
-Acababa de obtener el liderato de la compañía y bueno... me creía el rey del mundo. La situación del pueblo de Páramos de Poniente era deplorable y el reino no hacía nada. Demasiados pensadores juntos... planificamos nuestro propio mundo y encendimos la chispa del pueblo...
-Ya veo.
-Chantalle, prefiero no seguir hablando de esto.
-Lo entiendo, cariño. Vayamos a la cama, mañana partiremos -la sonrisa pícara dibujada en su rostro dejaban claras sus intenciones.

Tras una pasional noche romántica ambos cayeron en un sueño profundo. Giordano entonces comenzó a tener un sueño que no se le repetía desde hacía bastante.

Unas mujeres limpiaban la calle, de rodillas en el suelo, mientras hablaban y parecían referirse a el en cada acusación. Con una pizca de poesía envenenada.

-¿Quién le pondrá rosas en el fusil? Pobres inocentes, eran uno contra mil.
-Eran críos ¡Carne de cañón! Fueron a ganar un mundo nuevo bajo el sol.
-¡Ese mundo es imaginación!
-Mami, ¿Quién los arropará?
-Nadie lo hará.
-Todos muertos...
-Nunca volverán...
-Todas esas flores ¿Sus canciones, dónde están?
-Todo sigue una y otra vez...
-¡Rezas por las cosas que jamás podrás tener!
-Vueltas, vueltas, vueltas, vueltas... ¿Y todo para qué?
-Vueltas, vueltas ¿Y todo para qué? Tiempo sobre tiempo nunca encuentras un porqué. Nada cambia. ¿Vienes o te vas? Giras otra calle pero sigues donde estás. Giras, pero ¡Sigues donde estás!

Giordano se despertó entonces sobresaltado, sudoroso y temblando.

-Cariño, ¿Estás bien?
-No, Chantalle.

Giordano se levantó de la cama y se vistió con unos pantalones y una camisa.

-¿A dónde vas?
-A la torre de la compañía, hay algo que debo hacer, acompáñame por favor.

Viajaron a caballo a mitad de la noche hasta aquella torre, fantasmagórica en medio de los Páramos. Abrió la puerta y como si de un soliloquio de una obra de teatro se tratase, comenzó a contarle a Chantalle como el ve la revolución y por qué cree que no tienen sentido los reproches de Marther.

-Un dolor que no se puede expresar, un dolor que sigue y sigue. Sillas con mesas vacías, ahora mis amigos están muertos y se han ido.
Aquí hablaron de la revolución, aquí fue donde encendieron la llama, aquí cantaron sobre el mañana, y el mañana nunca llegó.
Desde la mesa de la esquina podían ver el mundo renacer y se escucharon voces gritando ¡Y ahora las puedo escuchar! Las mismas palabras que habían cantado se convirtieron en su última comunión... en la última barricada que hicieron.

A Chantalle le recorría una lagrima por la mejilla ante la fuerza de la escena.

-¡Oh amigos, mis amigos, perdonad! Que hayáis muerto y que yo viva, un dolor que no se puede expresar, un dolor que sigue y sigue. ¡Rostros fantasmales en las ventanas... sombras fantasmales en el suelo! Sillas y mesas vacías donde mis amigos no se reunirán ¡Por favor mis amigos, no preguntadme! Para que sirvió vuestro sacrificio... sillas y mesas vacías donde mis amigos no se reunirán...

Giordano calló de rodillas al suelo de la impotencia y Chantalle corrió a abrazarle.

-Gio... no sabía que perdisteis vosotros... él os acusa y quiere condenar por la muerte de sus amigos mientras que tu lo perdiste todo... por eso comenzaste a vagar y nos encontramos, por eso volviste a la Armada. Giordano, no te condenes ni te maldigas, yo... no se que decir, te amo Giordano.

Volvieron a su casa para por fin dormir en paz lo que quedaba de noche abrazados el uno al otro sin despegarse en ningún momento.