lunes, 29 de abril de 2013

Mareas de sangre.

Tocaban las doce en el reloj del puerto, el cambio de guardia se había realizado como planearon. Chantalle Leproux fue la primera en llegar y comprobar que su capitán, John Anderson, había preparado La Rosa de los Mares como le había encargado Giordano. Aunque La Rosa de los Mares fuera el buque insignia de la compañía mercante de Leproux, no vaciló en dejarlo a la disposición de su amado y la misión de este.

Comenzaron a llegar los oficiales y la tripulación de La Bruma de Poniente, un navío estremecedor. Al fin y al cabo era un barco corsario convertido en navío de línea Real. De armazón y velas negras, pero blasonadas con el León de Ventormenta y abanderado del mismo modo. En el mascarón de proa un grifo de acero dorado, colocado en posición amenazante, con las garras en ristre y el pico abierto. Como botalón de proa una serie de piezas del mejor acero, que bajan hasta hundirse bajo el casco, usado para embestir las embarcaciones y destrozarlas, a la vez que la tripulación aborda la cubierta.

Chantalle esperaba en la cubierta de La Rosa de los Mares, nerviosa e impaciente, pudo ver como el general Buchard subía a bordo de La Bruma de Poniente, pero no había rastro de Giordano. La tripulación de La Rosa cambiaban la mercancía transportada por una batería de cañones que instalaron en la proa y en las bodegas, mientras tanto Giordano hizo acto de presencia.

-¿Está todo como preparamos, querida?
Chantalle se sobresaltó y quedó boquiabierta. Nunca antes había visto a Giordano así. Con su uniforme de capitán de la Armada Real, aunque curiosamente no era azul sino rojo, dos pistolas a cada lado, sable y daga.
-Madre mía...- no pudo omitir Chantalle.
-¿Eh?
-Quiero decir, sí. Está todo listo, están subiendo los últimos cañones. ¿Cuándo partimos?
-Tengo que pedirte un último favor antes de eso, Chantalle.
-¿Si?
-Quédate en tierra.
-¿Qué? No, pienso ir contigo.
-No soportaría perderte, y mas sabiendo que es por mi culpa. Espérame y nos encontraremos al alba.
-Está bien...

Al tiempo que bajaban de la cubierta al puerto, se toparon con Adalberth Selwyn.
-¿Qué estás haciendo aquí?- preguntó Chantalle sin dilación alguna.
-Venía con mi aprendiz a filosofar un poco, mirando al mar.
-Esta noche la mar será distinta, barón.- respondió Giordano.
-¿Y a qué se debe, conde Lévi?
-Esta noche la mar se teñirá con la sangre los traidores aromatizada con el olor a azufre y a pólvora.
Chantalle bufó entre satisfecha y excitada mientras Adalberth asentía al ver que había ayudado a tomar una decisión a su amigo.
-He de partir.- Giordano agarró a Chantalle del brazo y la besó pasionalmente al tiempo que Adalberth quedaba sorprendido.- Cuidádmela barón.
-No se preocupe, mi señor.

La Rosa de los Mares se adelantó a salir para tender la trampa a El Velador y su traidora tripulación. Giordano subió al navío Real y la tripulación formó filas a la espera de las palabras de su capitán.

-Se prepara la revuelta, pero muerta nacerá, regaremos la mar con la sangre de esos traidores. Timonel, pon rumbo a Kalimdor siguiendo la estela de El Velador. Tomaré el timón en cuanto lleguemos a los arrecifes.

Giordano se situó en la popa, mirando como se alejaba de la escollera y dejaba atrás a Chantalle.

-No he vivido hasta hoy. ¿Cómo podré vivir cuando estemos separados?-Giordano susurraba mientras se alejaba.
-Mañana estarás en un mundo afuera...
-Mañana estarás en un mundo afuera... - ambos decían lo mismo mientras veían como se alejaban el uno del otro.
-Y, sin embargo, contigo mi mundo ha comenzado...
-Y, sin embargo, contigo mi mundo ha comenzado...
-¿Nos volveremos a encontrar?
-¿Nos volveremos a encontrar?
-He nacido para vivir contigo.
-He nacido para vivir contigo.
-Y juro que seré fiel...
-Y juro que seré fiel...

Chantalle se retiró llorosa al interior del puerto, entonces un soldado que le faltaba una pierna, con aspecto demacrado y algo bebido, le emboscó con una afirmación.

-Mi señora, no lloréis por el capitán... De entre los hombres que navegan el Mare Magnum el es uno de los mas sagaces... Hubo un tiempo en que yo creía ser el mayor azote a bordo de un navío ¡Ja! Pero ese hombre... es un auténtico perro sin miedo, causante de estragos y caos, le he visto despejar el solo la cubierta de un galeón Thalassiano sin pestañear, luchar como si fuera el mismísimo Sargeras vestido de hombre. Y es listo de verdad, sabe como moverse por cada peñasco y cada grieta de estos mares. Así que no temáis por el...

Chantalle parecía algo mas relajada, pero no podía dejar de pensar en el y en si algo pudiera acaecerle. 

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-Señor, La Rosa de los Mares se dispone a hacer la llamada de socorro a El Velador. Nuestras tropas en el mercante se dispondrán a abrir fuego y abordar El Velador en cuanto tengan opción.
-Acércame el catalejo.- Giordano contempló la cercanía de los barcos y como La Rosa hacía señales mientras El Velador se acercaba, todo iba bien, hasta que la cercanía de ambos barcos era la correcta. Entonces, El Velador alzó otra bandera, la de El Martillo Crepuscular, se habían amotinado y tomado el barco.- Malditos sean... ¡Virar a babor! ¡Cargad munición encadenada!
-¡Lévi! ¡¿Qué cojones estás haciendo?! -vociferó el general Buchard- ¡No puedes disparar contra un barco de la armada!
-¡Prefiero ver ese barco en el fondo del mar antes que en manos crepusculares!
-¡Eres un majadero Lévi, pero llevas razón! ¡Haced caso a las ordenes del capitán, soldados!

El Velador disparó una salva de artillería ligera contra la cubierta de La Rosa. Esta respondió abriendo fuego desde las bodegas. Los mercenarios del Culto se disponían a abordar cuando las bolas encadenadas de La Bruma silbaron en el aire, se enredaron en los mástiles arrancándolos y dejándolos caer sobre la cubierta, aplastando a varios insurrectos de El Valedor.

-¡A toda vela! ¡Dadlo todo por La Bruma de Poniente! ¡Embestid ese buque!
-¡Mi capitán! ¡¿A qué nos enfrentamos?!
-¡¿Qué importa a qué o quiénes nos enfrentemos si tenemos la victoria asegurada?!
-¡Jaja! ¡Por La Bruma!

La Rosa pudo zafarse de las salvas del buque y La Bruma envistió con una fuerza tremenda al buque. Arrancaron parte de la proa del buque en la maniobra y colocaron los cañones listos para disparar.
Entonces se hizo el silencio entre las naves, Giordano se colocó en el centro de la cubierta con soldados dispuestos a abordar, mientras que en lo que quedaba de proa del otro barco colocaron de rodillas a los soldados prisioneros.

-¡Ahora escuchad, os habla la armada! ¡No habrá vida tras esto, no hay salvación, salid de ahí! ¡¿Por qué queréis morir?! - vociferó Giordano a los tripulantes del barco.

Al terminar sus palabras, el que parecía estar al mando de los mercenarios dio la orden de ajusticiar a los prisioneros, rebanandoles el cuello delante de los soldados de La Bruma. Acto seguido, dispararon a los pies de Giordano. El sonido del disparo se enmudeció cuando tornó el eco de los cañones de estribor destrozando El Velador desde su proa, entre el humo y el fuego los soldados abordaron el barco siendo el primero en saltar Giordano.

La batalla había comenzado, apenas sin visibilidad, fuego y humo los enemigos al rededor. Giordano motivaba a sus tropas a pleno grito.

-¡Quiero ver como lucháis todos con Giordano!
-¡No se rinde Courfer!
-¡Ni tampoco Damian!
-¡Hay muchos más que seguirán luchando por la libertad! ¡Haced honor a lo jurado! ¡Por Ventormenta y la Alianza! - Giordano se movía en una danza macabra. Desenfundó sus pistolas al unisono y disparó certeramente a los pechos de dos asaltantes. Blandió su sable e incluso le arrebató otro a uno de los insurrectos, era la viva imagen del caos. Utilizando solo artes mundanas y mortales...

Cuando el buque fue tomado por la armada Giordano se propuso dar fin a su misión, dar caza a los cultores.

-¡¿Dónde están los nobles?!
-¡Jajaja! Ya han empezado el ritual... todas estas muertes solo han servido para acelerar el proceso...
-Hijos de puta...

Giordano bajó rápidamente hasta la última bodega donde vio con horror como los tres cultores rezaban al recién completado ascendiente y el cuerpo, aún con vida pero mutilado por la corrupción, del almirante Reginald.

-Ph´nglui mglw´nafh C'thun Ahn'qiraj wgah´nagl fhtagn
-¡Ïa, ïa, C'thun fhtagn!

El rezo de los cultores resonó como un martillo contra un yunque en la cabeza de Giordano.

-¡Parad, parad esta locura! - Giordano desenvainó su sable.
-¿Giordano... de verdad piensas hacernos frente con eso? - Quink se autoensartó con la espada de Giordano hasta poner muy cerca de su cara.- Hemos sido bendecidos por el Antiguo, se necesita algo mas que una espada para acabar con-... - De repente, Giordano le agarró la cara con la mano izquierda desnuda y comenzó a arder en un fuego verdaceo y purulento.
-¡Siente el poder que trajeron los demonios de la legión! - Al tiempo que calcinaba con fuego vil al cultor, iba perforando los órganos vitales uno a uno y repetidas veces, hasta que cayó al suelo completamente muerto. Los otros dos salieron huyeron hacia la cubierta, esa falta de fe le ocasionó la perdida de sus poderes y fueron capturados con facilidad por los soldados.

-Ahora solo quedamos tu y yo, Giordano. - Dijo la voz de Oliver Domwell, La Mano del Rey, desde el fondo de la instancia, irreconocible. - Bailemos... - El ascendiente se puso en guardia y encaró a Giordano.


Comenzaron a luchar estrepitosamente en una perfecta danza de fuegos y oscuridad. Giordano tuvo que recurrir a su mas poderosa habilidad. Se invocó a sí mismo a modo de metamorfosis parcial... unas enormes alas moradas decoraban su espalda y sus golpes y lengua se tornaron en la de un demonio. Los golpes abrieron la cavidad torácica del ascendiente y dejó ver su corazón negro. Justo cuando se disponía a golpearlo, este explotó atravesado por una bala, el hecho hizo salir del trance a Giordano y perder sus habilidades demoníacas.

-Aún me queda alguna fuerza... - masculló el almirante desde el suelo, sujetando su pistola. El ascendiente se desplomó y su cuerpo comenzó a arder hasta convertirse en polvo.
Giordano sacó el calcinado y purulento cuerpo de Reginald hacia la cubierta.

-Giordano, necesito que me hagas un favor.
-Lo que quieras amigo.
-Déjame hundirme con mi barco, llévate mis pertenencias y dáselas a mi hijo.
-Así será mi amigo.
-Giordano, has hecho bien, has salvado al reino.

Giordano colocó a Reginald cerca del timón donde se pudo erguir apoyándose en este. Los soldados embarcaron de nuevo en La Bruma de Poniente y desde el castillo de popa Giordano hizo un saludo militar al almirante, antes de que la bodega de pólvora explotara y El Valedor se hundiera con su almirante.
Buchard abrazó a Giordano, a modo de consuelo.

Al regreso, el domingo por la noche, llevaron a los prisioneros a las mazmorras y Giordano se dirigió directamente al Cordero Degollado en busca de Chantalle...

Ambos se abrazaron delante de todos los brujos, dejando claro su situación sentimental y regresaron a casa.

Al día siguiente Giordano debía acudir al senado donde se elegiría la nueva Mano del Rey.